A salto de mata

Rodolfo Cardenal

Llamar plan económico a unas cuantas disposiciones desarticuladas es atrevido. Estas han aparecido en la medida en que lo demandaba la popularidad presidencial. Es el mismo patrón del supuesto plan de control territorial, cuyo contenido integral sigue siendo secreto de Estado. El costo de la canasta básica golpeaba antes del 1 de junio, pero ha sido hasta hace unos días que Bukele amenazó a los comerciantes con la cárcel si no reducían los precios y anunció la apertura de puestos de venta de hortalizas a bajo costo. En una segunda entrega, bautizó la medida como la fase 1 de un plan de sostenibilidad alimentaria. Agregó la supresión de aranceles de los productos de la canasta básica ampliada y de insumos agropecuarios.

En la inauguración del centro de datos de una multinacional hizo la tercera entrega: centros de abastos sin intermediarios para importadores, productores, mayoristas y minoristas. Los anuncios son desconcertantes. Revelan desinformación o frivolidad inexcusables en un mandatario. Los aranceles suspendidos a los alimentos son inexistentes; por tanto, no reducirán los precios. El aumento del precio está en otro lado. Además, a mediano plazo, la medida profundizará la ya enorme dependencia alimentaria del exterior. Productos subsidiados como el maíz estadounidense son más baratos que el nacional. En esos términos, no hay competencia posible.

Los anuncios no solo son desatinados, sino también incompletos. Bukele olvidó informar sobre el paradero del millonario fideicomiso asignado a un plan maestro de rescate agropecuario de finales de 2021. Asimismo, ignoró que desde mediados del año pasado está vigente la Ley Integral de Comercialización Agropecuaria, que contempla el abastecimiento, pero entendido en términos diferentes a los suyos. La política agraria es tan confusa que, en menos de un año, esa ley ha pasado por dos reformas, no tiene presupuesto y ya ha tenido dos directores.

La tribuna de la multinacional se le ofreció como la ocasión ideal para anunciar la fase 2 de su plan económico, que hará del país un centro tecnológico único, atractivo para inversionistas y el talento. La fase peca de la misma incongruencia que la anterior. El centro inaugurado no es el primero ni el más importante de la región, ya existe otro con mayor capacidad. Tampoco es un logro directo de su plan económico, sino de la multinacional, que comenzó su construcción el año pasado. La apuesta por el sector tecnológico no depende de Bukele, sino de la inversión privada. Así lo reconoció él mismo, que se piensa al frente de la revolución tecnológica. En el mejor de los casos, su intervención es marginal. De todas maneras, Paraguay le lleva mucha ventaja como paraíso de las granjas de criptomonedas, atraídas por el bajo costo de la electricidad. Las siguientes fases de su plan económico las anunciará según se ofrezca la ocasión. El plan marcha a sobresaltos.

Estas intervenciones que auguraban el despegue económico del país fueron opacadas sorpresivamente por uno de los referentes más poderosos de Bukele. En tres días, en dos intervenciones públicas, Trump puso en entredicho su logro más notorio. Descartó su guerra contra las pandillas como un embuste y atribuyó el descenso de los homicidios a que envía los pandilleros y los traficantes de drogas a Estados Unidos. El agrado que dijo sentir por Bukele no fue obstáculo para lastimar su arrogancia y herir su autoestima.

El oficialismo salió en defensa de un Bukele mudo. Así como en otras ocasiones no ha escatimado los elogios, ahora dice que Trump está equivocado. En parte sí y, en parte, no. Los dos discursos de Trump están jalonados por falsedades, datos fuera de contexto y medias verdades. Algo en lo que Bukele no es diferente. Pero, por otro lado, Trump alude a la liberación de los líderes de las pandillas y a la negativa a extraditar a los solicitados por la justicia estadounidense. En los señalamientos de Trump subyace el pacto de Bukele con las pandillas.

El silencio de Bukele es siniestro. El ataque de Trump no es únicamente personal, sino también y sobre todo lo dirigió contra la diáspora salvadoreña, una de las bases de apoyo más convencida de las bondades de Bukele. Trump quisiera deportar a los centenares de miles de indocumentados, a quienes considera sin más criminales. Bukele no ha tenido el valor de salir en su defensa. Se ha desentendido de la amenaza que se cierne sobre ellos.

El oportunismo, profundamente egoísta, no conoce la lealtad. Figuras como Bukele y Trump sacrifican a quien haga falta para satisfacer sus ambiciones. Desconocen los valores, aun cuando el nombre de Dios está siempre en sus labios. El desencuentro entre ellos tal vez pueda ser superado desde la mutua empatía. Pero esta no incluye a la diáspora. La deportación de una cantidad significativa de salvadoreños echará por tierra los sueños de prosperidad de Bukele. El plan económico avanza a salto de mata.