Rodolfo Cardenal, Director Centro Monseñor Romero
No deja de ser fascinante, incluso divertido, observar el miedo que suscita el partido Nuevas Ideas; en particular, su líder. Desde todas las trincheras de la política establecida, las de la derecha y la izquierda, se lanzan los mismos argumentos descalificativos. Los más repetidos, aparte de la desacreditación personal, son la falta de ideas y el populismo. Pero el candidato de Arena, que gusta mucho del adjetivo “nuevo”, tampoco las tiene. En sus recorridos por el país, hace toda clase de promesas sin disponer de financiamiento y sin valorar su viabilidad social y política. El candidato del FMLN asegura que han rectificado y se han acercado a la gente, pero es dudoso que esta desee estar cerca de ellos. Dicho con otras palabras, los dos partidos grandes achacan al adversario una carencia que ellos mismos padecen, en grado igual o mayor. En todo caso, tienen más tiempo de estar en política y, por tanto, han tenido más oportunidades para encontrar ideas y concretarlas.
La acusación de populismo es similar, porque ellos también son populistas. Si por populismo se entiende prometer sin intención de cumplir, todos los candidatos de las últimas elecciones han sido populistas. Si por populismo se entiende arrogarse la representación del pueblo y, en virtud de ella, colocarse por encima de la institucionalidad para ejercer el poder ilimitadamente, todos tienden, unos más que otros, al populismo. En realidad, los políticos y los escribas llaman populismo a aquello que les desagrada sobremanera. Pero demonizar el populismo y utilizarlo como descalificativo no conduce a ningún lado.
La experiencia ha demostrado que el mejor antídoto contra él es abordar las razones que lo alimentan. Así, pues, aquellos que se sienten amenazados por Nuevas Ideas debieran indagar cuál es el origen del peligro. Seguramente, encontrarán mucha tela que cortar. Sin ir más lejos, los dos partidos grandes le han fallado a una buena parte de la población, que se ha hartado de sus mentiras, su corrupción y su arbitrariedad. La medida más eficaz para contrarrestar el populismo es responder a las necesidades e insatisfacciones de las mayorías secularmente excluidas. Una política alternativa al neoliberalismo que nos domina es más eficaz que el discurso descalificador o romántico.
Los ataques personales contra el líder de Nuevas Ideas ponen de manifiesto la irracionalidad del espanto que domina a los agresores. Al parecer, les molesta muchísimo su presentación rompedora, su informalidad y su desgarbo. No falta quien ponga reparos a su religión. Más real es el miedo que pueda infundir su capacidad dialéctica y su olfato político. Al parecer, son demasiadas habilidades insoportables para las cuales no tienen respuesta.
La amplia aceptación de Nuevas Ideas y su líder ha movilizado a los partidos grandes. Los de derecha se aprestan a alinearse para intentar contener una avalancha electoral contraria, aunque está por verse si Arena y GANA vencen su mutua repugnancia y pactan. El FMLN también habla de alianzas, lo cual hace de GANA una pieza codiciable. Hasta ahora ha sido su aliado natural. Pero fiel a su trayectoria, el partido de Guillermo Gallegos se irá con el que le ofrezca más dinero y mayor cuota de poder. En definitiva, de eso tratan las alianzas. Curándose en salud, el FMLN ya ha dejado caer la posibilidad de una alianza con Nuevas Ideas, pero en segunda vuelta. De ahí que haya condenado públicamente la manipulación de la institucionalidad para impedir la candidatura presidencial de su líder. El FMLN contempla con sumo interés el caudal de votos de Nuevas Ideas para impedir que Arena gane las elecciones.
Estos movimientos indican que ni Arena ni el FMLN las tienen todas consigo. Saben que en solitario no ganan la elección presidencial. El pragmatismo los empuja a hacer a un lado sus dogmas políticos. Por tanto, en la próxima elección presidencial no privará la pureza ideológica, los mentados principios, sino la ambición de poder, donde el pacto con el diablo está admitido.
La alianza de Nuevas Ideas con Convergencia Democrática no es ni más ni menos oportunista que los otros proyectos. El líder de Nuevas Ideas no hace otra cosa que poner en práctica el adagio al que tanto recurre la política local para justificar movidas inexplicables: en política nada está escrito en piedra. Si cierran una posibilidad, se busca otra y, si se la encuentra, se la apropia. Es fariseísmo exigirle al nuevo partido la coherencia que ellos no han observado en décadas de vida política.
Justamente cuando Arena y el FMLN se disponían a protagonizar una elección más, muy seguros de sí mismos, la fuerza popular de Nuevas Ideas los ha remecido hasta sus cimientos. Sorprendidos por el ímpetu del nuevo liderazgo político, se disponen a pactar dinero y poder con sus peores enemigos. El único límite que aún no parecen dispuestos a traspasar es el que separa a Arena y al FMLN.