Doctor milagros

Rodolfo Cardenal

El “rey filósofo” se reinventó como doctor milagros. Donde siete médicos ignorantes casi dejan morir al país-paciente, aquel, el médico sabio y bueno, lo curó de un cáncer terminal y así lo libró de una muerte segura. La sanación asombró al médico y al mundo. Este es el primero de muchos milagros. El médico anunció que seguirá ejerciendo sus poderes para sanar a su paciente de las otras enfermedades graves que lo afligen. Su secreto, aparte de una discutible intervención divina, es su pericia y la confianza del país-paciente que, sin vacilar, siguió sus indicaciones al pie de la letra. Es así como “El Salvador cambió para siempre” y “el mundo entero” puso sus ojos en él.

La fábula del médico hacedor de milagros interpreta este primer éxito como el triunfo de las fuerzas “espirituales” sobre otras satánicas, que practicaban sacrificios humanos. La interpretación presenta hábilmente la dura realidad del autoritarismo y sus consecuencias humanas como una victoria celestial. La seguridad de unos, la violación de la dignidad de varias decenas de miles de criminales e inocentes, y el abandono y el sufrimiento de sus familiares serían obra divina. Sin embargo, el Dios de Jesús, que siempre se muestra compasivo y misericordioso con todos los pecadores, es irreconciliable con esa interpretación. No es más que una manipulación vulgar de la divinidad por parte de un médico que demanda la sumisión total de la ciudadanía a sus dictados. Obedecerlos es obedecer a Dios mismo, quien, a cambio, recompensa con milagros. Simple superstición.

El médico, cual nuevo Moisés, conduce a un pueblo diezmado por enfermedades sin cuento hacia la sanación total. Pero como el pueblo suele ser inconstante y rebelde, quiso comprometerlo bajo juramento a acatar sus decisiones, sin quejarse y sin prestar atención a sus enemigos. Solo juraron los presentes y pocos más. El juramento, por tanto, no es universal. Tampoco definitivo. La observancia dependerá de la tolerancia del país-paciente a la amargura de la medicación. Los rigores del desierto sublevaron al pueblo de Israel contra Moisés, a pesar de la alianza del Sinaí. Los duces, los führers, los generalísimos y toda suerte de generales y comandantes estaban totalmente convencidos de su poder transformador y sus pueblos los veneraron hasta que el yugo que les impusieron se volvió insoportable.

El paciente salvadoreño deberá aguardar mucho tiempo para disfrutar del siguiente milagro: la transformación de “la mala economía” actual en otra próspera. Y aún entonces, no está claro en qué medida se beneficiará de dicha prosperidad. El primer milagro se concretó en cinco años y no es completo. La única violencia contenida es la de las pandillas. Existen otras muchas violencias que el médico desecha, aun cuando sus víctimas sufren la acometida del agresor y el desprecio de quien debería protegerlas.

Reactivar la economía es mucho más complejo que las redadas masivas en las que descansa el primer milagro. Además de complicado, intervienen variables que se escapan al control del médico. La coyuntura mundial no es favorable para ejecutar el segundo milagro. El retroceso de la globalización y la tendencia al proteccionismo cierran los mercados a las importaciones. La productividad, por elevada que sea, no tiene salida fácil. Y sin exportaciones valiosas, la recuperación tiene pocas posibilidades reales.

El médico tiene razón al atribuir su primer milagro no tanto a sus tratamientos y recetas como a la complacencia de la mayoría de la población. La popularidad despejó el camino para suprimir sin contratiempo la institucionalidad democrática y lanzar la redada contra los pandilleros y su entorno. La idea ahora es conservar esa popularidad mientras consigue el siguiente milagro, lo cual es dudoso sin una mejora palpable del nivel de vida de las mayorías.

La economía deprimida, los mercados protegidos y la improvisación no favorecen una salida rápida. Mientras tanto, la salud, la educación y la vivienda aguardan turno, porque el médico no tiene capacidad para atender varias enfermedades al mismo tiempo. Entretanto, los juramentados deben contentarse con ser la envidia de otras naciones por haber superado el cáncer terminal y sonreír al doctor milagros, sin escuchar los cantos de sirena de los embaucadores.

No deben temer el retiro anticipado de su médico. Permanecerá en su puesto hasta que hayan recuperado completamente la salud, aun cuando adelantó que no habrá segunda reelección. Es una manera de hablar. Lo mismo dijo al comienzo del primer mandato, pero no tuvo dificultad en encontrar la manera de quedarse en el poder.

La postergación de los milagros lo obligará a elevar las dosis de amargura. Entretanto, se encomienda a su dios y cuenta con la determinación, el aguante y la tolerancia de sus seguidores.