Rodolfo Cardenal
El mensaje de la última puesta en escena de Casa Presidencial quiere dar confianza ahora que Bukele se encuentra de nuevo al frente de la nación. El próximo temporal no causará mayores estragos, la epidemia de dengue estará bajo control en breve y los precios de las verduras y los granos básicos ya bajaron. Después de una ausencia inexplicada, el capitán ha retomado el control del país y lo dirige hacia puerto seguro. Bukele, como padre de una familia extensa, confirmó que el país está preparado para el próximo temporal, ordenó fumigar el territorio, prestar atención a los menores con fiebre y habló del precio de los tomates, las cebollas, los pipianes, etc. Los ministros se pusieron manos a la obra de inmediato. Unos salieron a fumigar o trajeron equipo de fumigación del exterior. Otros establecieron puestos de venta con precios bajos. Un espejismo, porque la crisis climática, la epidemia y la inflación no acatan las órdenes de ningún dictador.
La desidia gubernamental permitió la gestación de las tres crisis. En contra de la evidencia, el responsable del medioambiente aseguró a su jefe que estaba preparado para lidiar con las contingencias del siguiente temporal. La crisis medioambiental es estructural y, por tanto, requiere de una aproximación también estructural. Bukele no cuenta con personal ni recursos para una intervención de esa naturaleza. Se contenta con poner remiendos aquí y allá, y esperar lo mejor.
La intervención en la epidemia de dengue, la otra crisis, llega con cinco meses de retraso. El mosquito transmisor se propagó sin mayor dificultad por falta de prevención. Los funcionarios no reaccionaron a la primera alerta, porque no se los habían ordenado. Una vez dada la orden, se pusieron en movimiento. El ministro de Defensa el que más. Colocó equipo de fumigación en sus helicópteros para fumigar desde el aire, un recurso llamativo, pero igualmente ineficaz y muy caro. Hay mejores alternativas. Pero como se trata de impresionar al jefe y este a la ciudadanía, la idea fue aplaudida como una genialidad. De todas maneras, la tardía orden de fumigar no controlará rápidamente una epidemia que lleva semanas castigando a la gente. Tampoco contribuye amenazar con represalias a un cuerpo médico diezmado y desbordado por condiciones laborales inaceptables.
Imponer autoritariamente el precio de las verduras y los granos básicos, la tercera crisis, contradice la libertad de la oferta y la demanda, uno de los principios básicos de libertarios como Bukele. La orden es contundente y amenazadora, pero, de cumplirse, generará escasez y mercado negro. Más inteligente que atacar a las señoras de los mercados hubiera sido analizar la estructura de costos y explicar cómo el encargado de Agricultura puede bajar los precios sin pérdidas en sus puestos de venta. Amenazar a los comerciantes de los mercados con procesarlos por fraude, evasión, contrabando y corrupción si no bajan los precios es otra necedad. En primer lugar, no todos son estafadores, evasores, contrabandistas y corruptos y, en segundo lugar, si Bukele tiene evidencia de esos delitos, corresponde a su fiscal presentar formalmente los cargos. En realidad, el mensaje es este: si obedecen y bajan los precios, aunque pierdan, gozarán de impunidad.
El recorte de los gastos de los diputados, un anexo de las crisis, ha sido bien recibido, no porque contribuya a controlar una iliquidez ya crónica, sino por la pésima reputación de los legisladores. Se presentan como dedicados y honestos, pero caminan en la oscuridad, porque sus prácticas no son buenas. Por eso descargan toda la responsabilidad de unos gastos injustificados en una diputada de la oposición. Destinar el ahorro a becas estudiantiles no limpia el fango legislativo.
Ninguna de las tres crisis representa mayor peligro para el país, según el oficialismo. No porque disponga de recursos para mitigarlas y prevenirlas pronta y eficazmente, sino porque Bukele ha recuperado el mando y ha puesto orden. En la práctica, eso no significa nada. En lugar de escenificar una pataleta contra los comerciantes de los mercados, pudo haber anunciado un plan para ser cada vez menos dependiente de la importación de alimentos. Los puntos de abastecimiento no pueden satisfacer una demanda mucho más grande que su oferta.
Asimismo, dejó pasar la oportunidad para anunciar un plan nacional de salud que priorice la atención en el primer nivel, donde ocurre la mayoría de las incidencias. Además del dengue, las enfermedades respiratorias agudas y las gastrointestinales son la causa principal de consulta, de hospitalización y de muerte. El recorte del gasto de los diputados es irrisorio comparado con la reducción que debiera experimentar Casa Presidencial.
Bukele toma el rábano por las hojas: en lugar de erradicar las causas de las crisis, se contenta con ofrecer espejitos y abalorios. El capitán y su tripulación no pueden bregar en las borrascas que zarandean al país. Si naufragan, ellos disponen de salvavidas, pero los pasajeros perecerán.