Rodolfo Cardenal
El fiasco es monumental y compromete la imagen presidencial, el punto más sensible del régimen. Deslumbrados por esa imagen, dos jóvenes colombianos llegaron al país de Bukele, convencidos de que encontrarían prosperidad en dólares y seguridad. No encontraron ninguna de las dos, sino el régimen de excepción. Tuvieron la mala fortuna de recalar en una colonia de Soyapango. No podían permitirse un sitio socialmente correcto, como los turistas que disfrutan de las atracciones del régimen. La colonia y la nacionalidad colombiana, asociada a las drogas por sus captores, los perdieron. En las cárceles de los Bukele no los privaron de nada: los humillaron, los torturaron y los hacinaron durante tres meses con otras víctimas de la represión. Su situación cambió cuando la esposa de uno de ellos acudió a las redes digitales —las mismas que usan Bukele y sus secuaces— para denunciar el hecho. En menos de veinticuatro horas, el carcelero mayor en persona los puso en libertad.
El segundo capítulo del fiasco es todavía más bochornoso para el régimen de la imagen. Casa Presidencial les pidió “aclarar lo sucedido”, ya que “había sido un error”. Y había también mala conciencia. “Nos dijeron que teníamos que decir que fuimos capturados por un tema migratorio”. Mientras tanto, les pagó hotel, los llevó a comprar ropa y a la playa, les ofreció trabajo, 800 dólares de salario, motos, viviendas con varios meses de alquiler cancelado (incluso se las mostró), y trasladó desde Guatemala a la familia de uno de ellos. Ninguno aceptó el chantaje y decidieron regresarse por donde habían venido.
Antes de partir, grabaron un video con la versión oficial. Casa Presidencial reforzó el relato con imágenes grabadas en la playa, que los muestran disfrutando en grande de una de las atracciones turísticas más cuidadas, un mes antes de su liberación, cuando aún eran huéspedes de sus cárceles. Bukele las reprodujo para desacreditarlos. La treta fracasó. Los dos huéspedes salieron respondones. “Nosotros no estamos en contra [suya], pero el presidente tiene que tener los pantalones bien puestos y decir las cosas como son”, que muestre los registros de la Policía y las cárceles, dijeron.
La experiencia de los dos colombianos es una radiografía de las entrañas del régimen de los Bukele y un aviso para los desprevenidos e incautos, propensos a caer en el engaño de las redes digitales. No fue una simple equivocación; es la otra cara de los Bukele. En este caso, sus huéspedes salieron bien librados gracias a las redes digitales. La circulación de la información, que comprometía seriamente la imagen cool del presidente, movilizó a Casa Presidencial. Le habían dado una cucharada grande de su propia medicina. Rápidamente tomó cartas en el asunto. Quiso comprar a sus víctimas. Les ofreció en abundancia lo que antes les negó. Pero la libertad, los regalos y los ofrecimientos no fueron suficientes para convencerlas de la hospitalidad de Bukele. La mentira y el desprestigio no las amedrentaron. Una vez fuera de su alcance, relataron con detalle su paso por el país.
El Salvador no es sitio idóneo para encontrar un trabajo bien pagado en dólares. Tampoco para ahorrar y enviar remesas o para regresar al lugar de origen con dinero. Los interesados deben tomar nota del paso fugaz e infortunado de estos colombianos por el país. Otro dato convincente es que todos los salvadoreños que pueden, lo abandonan. Más todavía, el mismo Bukele, que promete fortuna y seguridad, les crea empleo en Estados Unidos y Canadá. Estos países, necesitados de fuerza de trabajo, le ofrecen la oportunidad de aliviar el creciente desempleo local, para el cual no tiene respuesta. Esto no le impide, sin embargo, despotricar contra el imperialismo estadounidense cuando se le antoja.
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos no es la causa de las desventuras del régimen de Bukele, sino él mismo. El reciente ataque contra ella ni siquiera él se lo traga. Tendría que estar muy ciego para aceptarlo. La andanada, cargada de presagios tenebrosos, que supuestamente buscaba predisponer a los países vecinos contra dicha Comisión y alinearlos con su causa, no es más que otra distracción para alimentar a la fanaticada. Tampoco el dinero de Soros es necesario, ya que el mismo régimen de excepción es su peor enemigo.
Por eso, la negación sistemática de la información y la desinformación son indispensables. Casa Presidencial hace lo indecible y gasta millones de dólares en ocultar su incapacidad para gobernar. Impidió la comunicación del cónsul de Colombia con sus conciudadanos y le negó acceso a su expediente, porque el diplomático podía poner en peligro sus maniobras para congraciarse con ellos. Al final, la verdad salió a la luz. En gran medida, por la integridad y la valentía de las dos víctimas del régimen.
El fiasco colombiano ha mostrado a otras esposas las posibilidades de las redes digitales para presentar sus casos y reclamos. Una de las fortalezas del régimen es también una de sus grandes debilidades. Es un juego de imágenes que decide la credibilidad.