Rodolfo Cardenal
Los deslaves persistentes en Los Chorros exhiben las interioridades de la dictadura. Al comenzar su mandato, Bukele criticó duramente a sus antecesores por no haber asegurado esa vital vía de comunicación con el occidente del país y enseguida prometió que él lo haría. Más de cuatro años después, Los Chorros son todavía lugar de deslizamiento de tierra, piedras y árboles. También es un paso con una siniestralidad elevada. Cualquier lluvia torrencial tira la montaña abajo y, si no, un accidente o un vehículo con desperfectos mecánicos lo cierra. Los congestionamientos son tan espectaculares como siempre, al punto que forman parte de la cotidianidad de quienes lo transitan. Los elevados costos humanos y materiales son prohibitivos para la economía regional que menos crece.
Entretanto, Bukele, al igual que sus antecesores, se contenta con remover las consecuencias de la vulnerabilidad medioambiental, la imprevisión y la irresponsabilidad. Incapaz de prevenir, se conforma con remendar unas pendientes muy inestables y con avisar del peligro de derrumbes e inundaciones. El conformismo gubernamental es simple impotencia. La solución prometida aún permanece en el papel.
La inestabilidad de Los Chorros no es única. El año pasado, la institución estatal a cargo del agua potable perdió más 60 por ciento del líquido extraído. A pesar de ser un vital recurso natural cada vez más escaso, Bukele no ha podido impedir la fuga del agua por unas tuberías en ruinas y ha tolerado las conexiones ilegales y el simple robo. Mientras tanto, el agua escasea en las zonas populares.
Las alcaldías de Soyapango, Mejicanos y Nuevo Cuscatlán crearon empresas mixtas para recolectar los desechos sólidos, mediante contratos fraudulentos, negociados por personajes con antecedentes poco recomendables. En algunas de esas municipalidades, la acumulación de la basura en los espacios públicos es recurrente. En la actualidad, las tres alcaldías están descabezadas: la alcaldesa oficialista está detenida; los otros dos alcaldes están ausentes. Estas alcaldías no son la excepción. Existen indicios de corrupción en otras muchas.
El mismo patrón se observa en una alcaldía como la de Santa Tecla, empeñada, desde hace meses en rehacer las aceras. Destruye las existentes, las reemplaza y las vuelve a demoler, y a reconstruir. Una versión tecleña de un Sísifo ajeno a la acumulación de cascotes en unas calles ya achicadas por el caos urbano y a la de equipo y material de construcción en una de las paradas de autobuses más concurridas de la ciudad.
Los escenarios deportivos de los juegos regionales recién pasados no estuvieron terminados para la inauguración. Algunos todavía no han sido concluidos, mientras que, dos meses después de la competencia, la Universidad de El Salvador aguarda la devolución de sus instalaciones. La educación no es una prioridad para Bukele, a pesar de haber prometido universalizarla. Más de cuatro después, casi la mitad de la población nacida en 2001 no terminó la educación secundaria y quienes la concluyeron tienen deficiencias notables en las áreas básicas del conocimiento. Nada extraño, dado que el presupuesto para educación tiende a la baja.
Entretanto, Bukele mira hacia otro lado. No hacia Los Chorros, el occidente y Guatemala, donde la intervención es urgente, sino hacia las vías que conducen al litoral, donde ha creado un costoso centro turístico con menoscabo de zonas protegidas para el disfrute de privilegiados con dinero de sobra. Asimismo, pagó millones de dólares por un concurso de belleza y acondiciona escenarios y remodela parques y plazas, remodeladas no hace mucho, para que las mises desfilen. Comprometió 500 millones de dólares con un gigante digital para informatizar el Estado, a pesar de que existen alternativas mucho más baratas y probadas. Sin embargo, la fotografía con los representantes de la multinacional, los surfistas y los turistas, y las mises vale mucho más.
La difusión intensa de estas actividades, y de muchas otras de menor envergadura, oculta la ineficiencia de la dictadura. Es una huida hacia adelante, que no conduce a ninguna parte, excepto a los bolsillos de unos cuantos, que rebosan con el dinero del tráfico de influencias y los sobornos. La difusión es complementada con la reorganización y el cambio de nombre e imagen de las instituciones existentes. Aparte de centralizar aún más la actividad gubernamental, estas no prestan un mejor servicio a la población por falta de fondos y de competencia.
Bukele ha hecho del país un escaparate, donde exhibe un país exitoso, que provoca admiración, incluso envidia, en las redes digitales. Detrás de su cuidada exhibición esconde un país muy vulnerable y una sociedad empobrecida, desempleada, deseosa de emigrar y amante de la violencia.