Rodolfo Cardenal, Director del Centro Monseñor Romero
El partido de gobierno dice haber escuchado el mensaje de rechazo de la ciudadanía y se dispone a actuar de forma más “ejecutiva y efectiva”, con “mejores resultados”, para así responder al “sentimiento ciudadano de una mejor calidad en la administración pública”. En consecuencia, reemplazó a los responsables del área económica por otros que supuestamente se ajustan a los criterios enunciados por el Presidente. De acuerdo con la lógica del mandatario, los destituidos, dado que no habrían actuado diligente y eficazmente, debían irse a sus casas. Sin embargo, el Gobierno y el partido les han encontrado otros cargos gubernamentales, excepto al Director de Migración, a quien dejaron en la calle por criticar públicamente a la cúpula del FMLN.
De esa manera, ninguno de los leales ha quedado en el desempleo. Todos han sido reacomodados en la estructura gubernamental, a pesar de que la lógica del discurso presidencial obliga a pensar que serán igualmente ineficientes en sus nuevos puestos. Estos reacomodos dejan sin fundamento la finalidad buscada con los cambios. Las destituciones, los reemplazos y los reenganches son más acciones para intentar contener los daños que compromiso con el buen gobierno. La prioridad no es el bien común, sino asegurar prebendas a los incondicionales. Es asombroso cuán buen patrón es el FMLN con ellos: no solo no los abandona, sino que también los protege del alcance de la justicia.
Arena y los partidos pequeños también pagan bien. De ahí la proliferación de asesores en la Asamblea Legislativa, lo cual no se corresponde con el rendimiento parlamentario. En buena lógica, sobran muchos asesores o los diputados son inútiles. Sin embargo, cabe recordar que la propaganda electoral vendió a estos como hombres y mujeres dotados de gran inteligencia, de virtudes extraordinarias y de probada experiencia. Curiosamente, la dirección de Arena ha olvidado incluir en las medidas de austeridad que pretende imponer en sus nuevos diputados la limitación de los asesores. La cruzada contra el despilfarro ha dejado algunos flancos descubiertos.
Arena, si quiere, puede reducir drásticamente la cantidad de directivos de la Asamblea y, con ello, sus extravagantes privilegios económicos. Si no consigue los votos de sus aliados naturales, al menos debiera exigir que sus directivos se conformen con el salario del diputado común y corriente. La crisis fiscal, la pobreza y la desigualdad generalizadas obligan a ir más allá de no subirse el salario y no viajar al exterior con fondos públicos. Un partido comprometido con la erradicación de la malversación no puede hacer menos.
Es aventurado sostener que Arena le ha devuelto la esperanza al país, porque este, en sentido estricto, no ha votado masivamente por sus candidatos. En realidad, han votado menos que la última vez. Lo mucho que ha ganado no es mérito propio, sino de su adversario, que se derrumbó estrepitosamente por las mismas razones por las que el partido de derecha perdió votos. Las mayores pérdidas de ambos ocurrieron en los dos departamentos más densamente poblados.
El cesado Secretario de Comunicaciones de Casa Presidencial, en un acto inusual, asumió su responsabilidad en la derrota electoral de su partido. En su confesión, atribuyó el fracaso a no haber sabido mostrar las obras buenas del Gobierno del FMLN y a no enfocar su discurso informativo en la figura del Presidente. Aunque loable, la admisión de responsabilidad está mal formulada, porque tal vez no había mucha obra para mostrar ni actividad presidencial que destacar. La obra buena no es tanto el problema, porque brilla por sí sola. A veces tarda en impactar en la opinión pública, pero no suele pasar desapercibida. Un buen ejemplo es el aprecio de las familias más pobres al llamado “paquete escolar”. El problema del FMLN es la ausencia de resultados que mostrar. El Gobierno de la gente ha dejado a la gente ahí donde la dejaron los Gobiernos de Arena.
El buen funcionario permanece cerca de la ciudadanía y de sus luchas para sobrevivir. Pero no desde arriba, como los monólogos semanales del Presidente o la reciente omnipresencia del Vicepresidente, que lo mismo inaugura las pantallas informativas del aeropuerto que saluda a los usuarios de “los buses alegres” y visita los centros turísticos, o promete cancelar los salarios atrasados de un equipo de futbol. El buen funcionario se aproxima a la gente desde abajo. Mucho aprenderían los responsables de la salud pública, por ejemplo, si circularan de incógnito por los hospitales, se mezclaran entre los pacientes en las atestadas salas de espera y experimentaran la dificultad para conseguir una cita o los medicamentos recetados. Tal vez sintieran vergüenza al constatar el pésimo servicio que prestan las instituciones que dirigen.
El problema del Gobierno del FMLN es la gestión mal planificada y peor ejecutada, la tolerancia a la ineficiencia y la corrupción, la complicidad con los violadores de los derechos humanos y con otros criminales. Ante estas realidades, poco podrán hacer los nuevos funcionarios para salvar al partido de otra debacle electoral, en menos de un año.