Beatriz es parte de la primera promoción de Licenciatura en Comunicación y Periodismo. En la actualidad, forma parte de la junta directiva de la Fundación Corazones Solidarios y realiza voluntariado con ellos todos los sábados, y algunos domingos cuando se necesita. Ha dedicado nueve años de su vida a este voluntariado y se siente muy feliz de que este año la fundación celebre su décimo aniversario. Además es fundadora del Grupo Animalista Pinares de Suiza, un proyecto en el cual trabaja arduamente para beneficio de los animales domésticos.
Desde los 15 años ha estado involucrada en trabajos sociales. Su primer acercamiento a estas realidades lo tuvo en un asilo de ancianos que solía visitar todos los domingos con su abuela. Esta experiencia sigue siendo emocionante para ella pues señala que lo lleva en lo más profundo de sus venas.
Antes de unirse a Corazones Solidarios trabajó para la Organización Save the Children que se dedica al trabajo social. Además, colaboró de manera voluntaria con el Comité de Familiares de Migrantes Fallecidos y Desaparecidos de El Salvador (COFAMIDE), que se encarga de buscar personas desaparecidas por la migración. Esta organización ha logrado una proyección internacional y ella fue parte del nacimiento y del proceso de legalización de esta entidad.
Para ella el voluntariado no es un simple pasatiempo, es un compromiso que se adquiere con la sociedad. Beatriz nos relata su rutina para llevar a cabo esta labor humanitaria, que combina con su labor profesional y las responsabilidades del hogar: “los sábados comienzo mi día a las cinco de la mañana. Mi primera tarea es arreglarme y asegurar que mis dos perritos queden alimentados. Luego me dirijo a la Fundación Corazones Solidarios, ubicada en Ciudad Merliot, ahí tenemos un equipo de voluntarios que cocinan, empacan la comida y otros se trasladan hacia el Hospital de Niños Benjamín Bloom a entregar los desayunos”.
“En total, son 200 desayunos que se entregan cada sábado. Se cocinan frijoles, huevos, café y se calienta pan francés; algunas veces nos donan pan dulce o tamales, se hace variado el menú, pero lo que casi siempre no falta son los huevos, los frijoles y el pancito, aunque a veces nos regalan crema, queso, plátanos, guineo; lo que nos den nosotros lo agarramos y lo preparamos. Tenemos la colaboración de algunas empresas y de personas particulares que donan diversos insumos como frijoles molidos, salsas, verduras, vasos y platos desechables”, afirma Beatriz.
Como fundación cuentan con autorización para ingresar alimentos al hospital: “tenemos definido cuántas personas hay por piso en el Hospital de Niños Benjamín Bloom; por ejemplo, en el piso ocho hay un aproximado de 25 camas, entonces son 25 personas mamás o papás que sabemos que van a estar ahí cuidando a sus hijos. Algunos días suele estar más lleno que otros”.
Debido a que el hospital permite que las personas lleven la comida a la cama de sus hijos, deben asegurarse de que los desayunos estén bien empaquetados y sellados. Como afirma Beatriz: “llevamos los desayunos en unas cajas y tenemos unas carretas que nos facilitan la movilidad. En la fundación hay jóvenes que llegan a hacer sus horas sociales y otros llegan realmente por el voluntariado, porque les gusta, como en mi caso, pues el ayudar a otras personas me da mucha satisfacción, particularmente a las mamás y los papás que están cuidando a los niños y niñas en el Hospital de Niños Benjamín Bloom; nosotros nos centramos en ellos porque estas mamás pasan horas, días, meses o incluso años según la enfermedad que padecen sus hijos”.
“Los niños tienen que estar con su mamá o su papá, la gran mayoría son mamás quienes sufren mucho porque están ahí viendo a su hijo en circunstancias difíciles, ellas pueden estar aguantando hambre muchas veces, algunas viven demasiado lejos y no pueden estar viajando todos los días. Incluso, hay mamás que no tienen dinero para irse en el autobús y ni siquiera para bañarse, porque ahí en el hospital no hay un espacio designado para ello, las mamás que pueden deben pagar y salir a locales cercanos al hospital para poder bañarse cada día”.
Una realidad difícil
Ver a familias sufriendo en el hospital la ha marcado mucho. La Fundación Corazones Solidarios se ha enfocado en brindar apoyo a las madres y padres que acompañan a sus hijos en el hospital. Aunque los niños reciben una atención médica adecuada, comida y una cama propia, los padres no tienen las mismas condiciones. Anteriormente, solían dormir en incómodos bancos, con la cabeza apoyada en la mesa o en la cama. El gobierno actualmente ha proporcionado algunas sillas plegables un poco más cómodas, aunque no están disponibles para todos los padres. Sin embargo, esto no significa que estén en una situación satisfactoria, ya que todavía existe una gran necesidad. En el mejor de los casos, los niños llegan a ser dados de alta y algunas veces no tienen dinero para pagar el transporte de regreso a casa.
Estas familias atraviesan situaciones muy delicadas y la Fundación Corazones Solidarios se esfuerza por cubrir una de las necesidades básicas: “brindar un pequeño alivio a las madres y padres para que al menos no tengan que preocuparse por tener un tiempo de comida en el día”. Durante la semana, la fundación brinda almuerzo de martes a viernes, gracias a la ayuda de otro grupo de voluntarios que colabora durante esos días.
La Fundación Corazones Solidarios tiene tres pilares: primero, es la ayuda hacia los familiares de los niños ingresados en el Hospital Benjamín Bloom; segundo, un proyecto de emprendimiento en el cual se ayuda a un grupo de mujeres de una comunidad en Sonsonate; y, tercero, un proyecto que consiste en ayudar a una escuela en Barra Salada, Sonsonate.
Un corazón solidario
La llegada de Beatriz a Corazones Solidarios fue una casualidad significativa. Ella conoció el proyecto por medio de un proceso de becas de Colegios del Mundo Unido El Salvador (UWC por sus siglas en inglés) quienes presentaron diversas organizaciones con proyectos. Lo que más le impactó de Corazones Solidarios fue la historia de su fundadora, Ana Sofía, quien a los 15 años fue diagnosticada con cáncer y pasó por una larga hospitalización. Fue durante ese tiempo que sus padres experimentaron de cerca las dificultades que enfrentan las familias en los hospitales.
Ana Sofía, con su gran sensibilidad, hizo una promesa: si lograba superar su cáncer, regresaría al hospital para llevar a cabo una labor social. Así fue como comenzó su labor, llevando inicialmente 15 platos de comida a las mamás que acompañaban a los niños con cáncer.
Para Beatriz, su paso por las aulas universitarias le marcaron en su filosofía de vida: “la opción preferencial por los pobres, jamás se me ha olvidado esa frase, era algo que se vivía. A los estudiantes de todas las carrera se nos decía que debíamos estar al servicio de los más necesitados. A mí me encajó perfectamente bien esta filosofía de la UCA con mi forma de ver la vida, ofreciendo mis conocimientos y mi tiempo a los más necesitados. Creo importante que todo profesional que se gradúa de la UCA debe ponerse al servicio de la sociedad”.
De acuerdo a Beatriz, cada rincón de la UCA fue parte de su vida: “recuerdo ciertas aulas en las que recibía clases como Historia Contemporánea y Filosofía, la Capilla donde nos íbamos a dormir con unas compañeras, cuando me gradué y veníamos caminando hacia el auditorio. En cada rincón de la UCA tengo recuerdos. Pues esta es mi alma máter, aquí trabajé también por cinco años, tengo recuerdos de mis compañeros de trabajo, de las celebraciones, incluso en la radio tenía un turno los días domingos”.
“Tengo tantos recuerdos de la universidad. Yo empecé mi carrera en el año en que mataron a los sacerdotes jesuitas, me inscribí, pero había mucha incertidumbre por lo que había pasado, pero de igual manera el ciclo empezó. Yo cada año estuve colaborando en la conmemoración del asesinato de los mártires”, recuerda con nostalgia Beatriz.
“Ser voluntaria trae consigo grandes desafíos”
Como voluntaria, ella se enfrenta a la falta de comprensión por parte de algunas personas, incluyendo familiares y amistades. A veces se ve obligada a dejar de asistir a compromisos familiares debido a su voluntariado. Otro desafío al que se enfrenta es la escasez de voluntarios disponibles durante las vacaciones.
Nos comenta que la única razón por la que ha faltado al voluntariado es debido a problemas de salud, especialmente cuando se siente mal o tiene gripe, ya que no quiere poner en riesgo a los niños. De lo contrario, siempre está dispuesta a estar presente, ya sea durante las vacaciones o en días festivos.
Los padres de los niños beneficiados se sienten extremadamente agradecidos. A menudo comentan que no habían tenido nada que comer y, cuando los voluntarios llegan con el desayuno, expresan su gratitud por los alimentos. Algunos padres solo se comen la mitad de la comida y guardan la otra mitad para la noche, ya que no están seguros si tendrán algo para comer más tarde.
En muchas ocasiones, las personas simplemente necesitan ser escuchadas y encontrar consuelo, lo cual también representa un enorme desafío para los voluntarios. Los voluntarios se conmueven profundamente y, en ocasiones, se quedan a platicar con las madres para que puedan desahogarse.
El voluntariado requiere tiempo y en ocasiones no siempre es comprendido,“en la parte personal, hubo un momento que me afectó, porque tengo dos hijos, yo dejaba a mis hijos pequeños en casa al cuidado del papá o de la empleada por irme a hacer el voluntariado”.
“En la vida profesional también, de alguna manera me afecta porque de repente requieren de mi tiempo en el trabajo, o tenía que atender a veces cosas del voluntariado en el tiempo de mi trabajo formal. Por ejemplo, mi jefe sabe que yo hago bastante servicio social, él de alguna manera me entiende”.
Pero como menciona Beatriz, con lágrimas en sus ojos:“para mí, la mayor recompensa es ver a la gente feliz cuando uno le ayuda, esa es la máxima recompensa. Doy gracias a Dios que me ha colocado en el lugar donde puedo dar y no en el lugar de recibir, porque estar del otro lado es muy duro. La otra recompensa que yo he recibido es a través de mis hijos al ser becados en Estados Unidos, es maravilloso verlos triunfar y ser felices, es una gran bendición”.
Su amor por los animales
Durante la pandemia del Covid 19 creó el “Grupo Animalista Pinares de Suiza”. Ella y un grupo de vecinas se unieron con el objetivo de ayudar a unas perritas que habían sido abandonadas en la colonia. El grupo ha establecido convenios con algunas veterinarias para realizar operaciones y esterilizaciones. Rescatan tanto perros como gatos que llegan a la zona residencial, algunos de ellos solo buscan alimento. Como grupo, se encargan de proporcionarles comida y agua. Además, también reciben animales que han huido de situaciones de maltrato.
Han logrado establecer alianzas con varias fundaciones y realizan actividades de recaudación de fondos. Su objetivo principal es encontrar hogares responsables para los animales rescatados. El año pasado, Beatriz recibió un reconocimiento del Instituto de Bienestar Animal por su destacada labor en este proyecto. En total, el grupo está formado por ocho personas. Además, reciben donaciones de artículos que pueden vender para obtener fondos destinados a la atención médica de los animales.
¿Qué consejo le darías a alguien que quiera hacer voluntariado?
“La persona que vaya a ser voluntaria, primero debe escoger una causa social que le guste y, segundo, que lo haga con sentido de compromiso y responsabilidad. Los animo a ser voluntarios de la causa que más les guste, podrían incluir hasta a su familia para que los acompañe. Por experiencia sé que el voluntariado es bien sacrificado y se viven momentos muy duros, pero si está en su corazón querer ayudar con su tiempo, conocimiento o recursos los animo a hacerlo”.