Oficina de Vinculación con Graduados

 
Josué Ramírez
jramirez@uca.edu.sv

Leonardo Del Cid: “yo hice el sueño americano aquí en El Salvador”

Ing. Leonardo del Cid en su oficina. Foto: OVG

Desde joven, Leonardo del Cid fue un ciudadano del mundo. Nació en Honduras de padres salvadoreños. Inició sus estudios en México y se graduó como Ingeniero Mecánico Industrial en El Salvador. Luego, las puertas del mundo se abrieron, al otro lado del Atlántico: Sudán, Kenia, Uganda, Mozambique, Sudáfrica… a su regreso a América trabajó en Haití, Panamá, Costa Rica y el resto de Centro América. Sin embargo, cada proyecto que iniciaba en un país se convertía en desarrollo, progreso y la base para el plan empresarial que le seguiría en su vida.

 

Primer destino: El Salvador

El padre de Leonardo le heredó su interés profesional “mi papá estudió Ingeniería Civil y entonces obviamente ya tenía algo en la sangre de ingeniero”. Después de estudiar un tiempo en el Tecnológico de Monterrey, regresa a Honduras donde las opciones de estudio se redujeron a Ingeniería Civil. Sin embargo, en El Salvador encontró una opción para continuar sus estudios universitarios. A mediados de la década del 60, cuando el país se industrializaba y crecía económicamente, nace la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”.

 

Un amigo me dijo, en El Salvador han abierto la Universidad Católica (así le decíamos en ese tiempo), están dando Ingeniería Mecánica Industrial, venite. Me animó, y aunque no sabía nada de la UCA de una vez me matriculé. Presenté las notas que traía de México para ver si me daban equivalencias, pero yo era la segunda tanda que se matriculaba, no había materias que me podrían dar, así que inicié desde cero.

 

Las raíces están siempre vivas. Del Cid se nacionalizó salvadoreño y presenció el nacimiento de la universidad. Recibió clases en los salones parroquiales de la Iglesia Don Rúa y recuerda algunas cátedras en el Colegio Externado San José. Para 1969, a más de media carrera, se trasladaron al nuevo campus y hogar permanente de la UCA. “Hicieron unos medio edificios que parecían galeras, nosotros les decíamos el gallinero, eso era todo lo que había y así empezamos”.

 

Sin embargo, el ambiente de aquella época estuvo marcado por un fraternal compañerismo entre colegas de diferentes carreras y un optimismo esperanzador hacia el futuro. Leonardo menciona que “fue sorprendente ver un país más progresista. Además, fuimos un grupo no muy grande, entonces todos nos conocíamos. De mis profesores recuerdo al Ing. Bonilla y al Ing. Söderberg, también a Ignacio Ellacuría que fue mi profesor de filosofía, él estaba recién llegado al país o por lo menos a la UCA”.

 

En este punto del camino, entre 4° y 5° año de estudios, hizo la primera escala en el mundo laboral. En un seminario de iluminación, impartido por técnicos de CAESS, se abrió la oportunidad para comenzar a trabajar a medio tiempo. Una vez graduado, solicitó la jornada completa, pero no había plazas. Renunció a CAESS. Este pequeño revés se convirtió en el pasaporte para entrar a un rubro que definiría su trayectoria profesional.

 

Sin trabajo, comencé a caminar por todo el boulevard, dando currículos, sin más que aquella experiencia. Entonces llegué a la Compañía Azucarera Central de Izalco. Estaban en zafra y me indicaron que regresara el sábado. Cuando llegué me dijeron: ¿trajiste ropa y todo? Les dije que no, yo pensé que íbamos a platicar. Entonces el encargado me dice: ¡no!, yo te dije que te vinieras para quedarte de una vez. Yo le respondí, mire deme chance, vengo mañana con ropa y lo necesario. Después, me explicaron el salario, creo que andaba por unos 500 colones. Eso era lo que yo ganaba a medio tiempo en CAESS. Sin embargo, después de ver las instalaciones y todo lo que tenían, pensé: bueno aquí hay futuro, me quedó. Fui a traer las cosas. Estuve dos años y medio.

 

Foto: OVG.

Guiado por jefes cubanos que huyeron de la revolución de Fidel, Leonardo encontró un área donde podía aplicar sus conocimientos universitarios adquiridos en aquellas aulas improvisadas “lo que aprendí en la universidad fue fundamental. También me ayudó el dibujo técnico, en aquel tiempo era con reglitas, papel y lápiz, no era nada de programas o computadoras.” Poco a poco se incorporó en la organización y funcionamiento de los ingenios azucareros. Luego trabajó en Talleres Sarti donde “un italiano que nos visitaba, me dijo que me fuera a trabajar con ellos, entonces supervisaba los trabajos en Ingenio El Ángel en Apopa”. Seis meses bastaron para que, con la recomendación de su supervisor, Guillermo Borja Nathan le ofrecieran el ambicioso proyecto de establecer un ingenio en Ahuachapán.

 

¿Te interesa?, me preguntaron. Sí le dije yo. De entrada la posición que me asignaron fue gerente general. Asustado le pregunté ¿está seguro? Sí me dijo él. Apenas tenía 3 años de experiencia. Empezamos. Hice los planos del terreno, las fundaciones y organizar la gente a cargo. En un año y medio, junto con un asesor cubano, creamos el ingenio. Tenía poco de haberme graduado, era 1975, tenía 27 años. Imagínese la experiencia que tuve, los conocimientos que aprendí. Arrancamos el ingenio que era mitad nuevo y mitad viejo. Todos los problemas que nos dio, todo lo que aprendimos, todo lo que resolvimos y arrancó e hicimos la zafra. Al final estuve 5 años.

 

Un abordaje trasatlántico

Un día se le acercaron a Leonardo y le preguntaron: “andan buscando gente para ir a sacar un ingenio en Sudán en África, ¿querés ir?” La respuesta fue contundente: “¡Claro!, y desde ese momento no dejé de preguntar cuándo sería el viaje”. El 2 de enero de 1980  comenzó un viaje de experiencias y desafíos. Continente y país nuevo, diferentes culturas y, sobre todo, un sistema de trabajo con una dinámica distinta, por mencionar algunos retos. Al llegar a Sudán era el único salvadoreño en el proyecto, cinco meses después se reunió con su familia y posteriormente se unieron más compañeros connacionales para llevar a cabo el ingenio.

 

Yo estaba de jefe de turno en el área de mantenimiento, nunca había hecho turnos. Recuerdo que eran de 6:00 a.m. a 2:00 p.m., de 2:00 a 10:00 p.m. y de 10:00 p.m. a 6:00 a.m. Desde que llegué hice turnos. Luego empezó la zafra, arrancamos el ingenio nuevo, resolvimos los problemas que trae un proyecto de este tipo y al final estuve 5 años allá. Luego dije, bueno ya basta de desierto y regresé a El Salvador.

 

Con la instalación de Grupo Delpin se han generado cientos de empleo en Centroamérica. Foto: OVG.

Sin embargo, Leonardo nunca dejó de volar. Dos años después, fue invitado para ejecutar proyectos en Kenia, Uganda y Mozambique. “Con esta empresa estuve en varios países. Además de África fui a Haití para hacer un estudio; también, Guatemala, Honduras, aquí mismo (El Salvador) haciendo un análisis de todos los ingenios, estuve en Nicaragua, Costa Rica y Panamá, siempre bien ocupado”.

 

Siguiente parada: INDELPIN, El Salvador

Luego  de una década impulsando la industria azucarera y, en diferentes momentos, acompañado de su familia, llegó la hora de guardar el pasaporte. “Cuando retornamos en 1992 mi esposa y yo nos dijimos, entonces qué hacemos. Queríamos fundar algo propio y fue ahí que nace INDELPIN”.

 

… en la Escalón Norte ahí teníamos nuestra casita. Mi esposa había sido proveedora de los ingenios y me dijo por qué no traemos equipo para ingenio. Entonces empezamos a ver qué importábamos, vimos la primera representación de válvula lasco y ahí empezamos. Invertimos $5,000 y cuando vimos lo que nos llegó le dije, mirá solo esto vino, porque no era mucho. Pero bueno así empezamos y, poco a poco, fuimos creciendo juntos.

 

El tiempo avanzaba y el emprendimiento también. En la casa de la familia Del Cid ya no cabía nada, “cajas por todos lados”. Sin embargo, las oportunidades también llegaban. Compraron la propiedad que estaba a la par, “rompimos paredes y así ampliamos para hacer una bodega”. Sin embargo, incluso así, el espacio se fue reduciendo ante la demanda y el movimiento del producto. Después de buscar un buen lugar, encontraron disponible el terreno donde la empresa se encuentra actualmente. Para 1999 INDELPIN se había expandido a Honduras.

 

Muchos jóvenes han sido beneficiados con becas y oportunidades de empleo en Grupo DELPIN. Foto: OVG.

El crecimiento fue gracias a luchas y desvelos. Al inicio, contaban con poco personal. Cuando les llegaba el producto, el mismo Ing. Del Cid se encargaba de descargar la mercadería. “Hacíamos todo, yo vendía, cobraba, repartía. Mi esposa se quedaba siempre en la parte administrativa y vendiendo también”. Además, al ser una empresa incipiente, tenía mucha competencia. Sin embargo, años de experiencia en ingenios le brindó una ventaja para captar clientes, “a la gente a quienes les llegaba a vender ya me conocían y así confiaron en la empresa”. Después de Honduras, en 2007, la empresa se convirtió en Grupo DELPIN y en 2016 abrieron una sucursal en Nicaragua. Posteriormente, surge DELPIN Logistic, una bodega en la zona franca que les permite importar y resguardar maquinaria industrial para distribuirla a toda Centroamérica. Para llegar a este momento vivieron algunas experiencias no tan agradables.

 

Decidimos incorporar una línea nueva de neumática y la verdad es que no la conocíamos mucho. Empezamos a comprar pistolas grandes, válvulas enormes y no se vendían. Nos pasó algo chistoso, teníamos una válvula grande como de 12 pulgadas que nadie compraba y la teníamos en la casa, en ese entonces los niños estaban chiquitos y encima de la válvula hacían sus tareas, de repente, con los años, apareció alguien y la vendimos. Pero en la casa todos se pusieron tristes porque vendimos la válvula, es que tanto tiempo la tuvimos que ya era parte de la familia. Siempre nos acordamos de esa válvula y a pesar de que al inicio no supimos escoger los productos que se iban a vender, con el tiempo logramos potenciar la línea y ahora es la segunda que más vendemos.

 

Leonardo reconoce que la experiencia e investigación son dos elementos muy importantes para convertir los problemas en oportunidades. Con la línea de neumática empezaron a capacitarse en el área y mantienen una relación estrecha con empresas de Taiwán para importar y distribuir productos. “Tenemos más de 50 líneas y vendemos en los tres países donde estamos”.

 

Sin embargo, en la vida aparecen circunstancias de las que no se tienen control. “La pandemia nos vino a dar un golpe fuerte. Ya no pudimos tener de todo y nos quedó bastante stock”. Las ventas disminuyeron hasta un 40%, la movilidad de los vendedores se vio limitada y las salas de ventas se cerraron por muchos meses. En Honduras reportaron ventas a 0 y aunque Nicaragua no reportó pérdidas, el crecimiento de Grupo DELPIN no fue el esperado. Sin embargo, aunque el panorama era desalentador y existían todos los argumentos para suspender contratos o reducir personal, algo que caracteriza al Ing. Leonardo Del Cid es la manera en la que prioriza el recurso humano.

 

En El Salvador y Nicaragua, absolutamente todos recibieron su salario exacto. En Honduras tuvimos que reestructurar el sueldo pero tampoco despedimos a nadie. Allá fue más duro porque las ventas cayeron drásticamente, entonces hablamos con el gerente de Honduras y se acordó que reduciríamos el sueldo pero todos mantendrían su empleo.

 

Ing, Leonardo del Cid junto a su esposa e hijos. Foto: OVG


Otra clave de éxito es encontrar al recurso humano indicado. Leonardo reconoce la “capacidad increíble para generar trabajo y buen equipo” que hace junto a su esposa. Es importante tener colaboradores que compartan el espíritu de la empresa. “Hoy tengo varios muchachos jóvenes. Los milenials son bien diferentes, pero tenemos que adaptarnos a ellos. Hay que tratar al personal bien. Nosotros pagamos sueldos arriba del estándar, la rotación de personal es muy poca”. En DELPIN diferentes áreas directivas se están reestructurando y poco a poco el relevo generacional se acerca para dirigir la empresa. “Mis hijos son 100% nueva tecnología y los dos están incorporados acá. Ellos son los que nos encausan a las nuevas tecnologías y prontamente llevarán las riendas de la organización”.

 

 

Al hacer una retrospectiva, el punto de partida y también de llegada fue el mismo país que le vio convertirse en profesional. Una carrera que inició en las aulas que empezaba a construir la UCA. “A mí me sirvió realmente la formación de ingeniería en la parte industrial, nosotros tenemos como doble especialización: industrial y mecánica. Aprendimos toda esa parte fundamental de una empresa, contabilidad, finanzas, todo eso servía para organizar un negocio.”

 

“Estoy muy satisfecho de todo. He logrado más de lo que había soñado. Tener la experiencia de trabajar fuera nunca se olvida. En ese proyecto habíamos gente de 28 nacionalidades y así fui creciendo, antes de venir yo ya tenía una posición alta y no querían que me viniera. Pero no me arrepiento de nada. Venir a El Salvador fue lo mejor que pude haber hecho, era como el sueño americano, pero yo hice el sueño americano aquí en El Salvador. No tuve que ir a Estados Unidos a cumplir mis sueños.”

 

Para las nuevas generaciones, las dinámicas parecen ser diferentes en la mente de Del Cid, ya poco se escuchan las llamadas por teléfono y en cambio todo es a través de WathsApp, correo electrónico o redes sociales. Sin embargo, Leonardo resume en una frase cómo iniciar un emprendimiento, “Ser perseverante, si usted cree que va a triunfar en eso, hay que perseverar y disciplinarse. Nosotros hicimos eso, creímos en lo que estábamos haciendo y vamos a seguir aquí.”