2 de septiembre de 2021
Después de 62 años de fundación de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, a partir del 1 de junio de 2021, la Dra. Tania Reneaum Panszi se convirtió en la primera mujer en ocupar el cargo de Secretaria Ejecutiva. Renaum cuenta con años de experiencia académica y laboral en materia de derechos humanos. Pero el punto de partida que definió su trayectoria profesional fue su vivencia en El Salvador. Graduada de Ciencias Jurídicas de la UCA y seis años de trabajó en la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos, marcaron el camino de toda una vida al servicio de la población más vulnerable.
¿Qué pasó por su mente en el momento que le notificaron que se convertiría en Secretaria Ejecutiva de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos?
Me gusta la pregunta porque creo que una de las cosas que siempre me acompañan es la experiencia de haber vivido en El Salvador, desde 1995 hasta el 2001. El Salvador fue la experiencia definitiva que marcó el rumbo de mi carrera profesional. Así empecé a trabajar derechos humanos en la Procuraduría de Derechos Humanos de El Salvador (PDDH).
Antes de la UCA, venía de la Ciudad de México, de una universidad muy enfocada en el derecho civil y privado, entonces cuando empecé los estudios en esta universidad jesuita con un punto de vista mucho más social, fue un enfoque que me interpeló y me gustó mucho. Entonces cuando tú me preguntas qué fue lo que pasó por mi cabeza, solo recordé mis años en la Procuraduría de Derechos Humanos, cuando hacía turnos de 24 horas y que mis jefes, de aquel momento, ahora son personas muy relevantes en la escena como David Morales, Antonio Aguilar y Celia Medrano.
¿Qué circunstancias le llevaron a migrar a El Salvador?
Yo vivía en México y me enamoré de un salvadoreño, entonces me fui a vivir a El Salvador, fue una circunstancia absolutamente personal.
Ya en El Salvador decide estudiar en la UCA, una universidad que en su historia encontraremos el martirio de seis jesuitas y dos de sus colaboradoras, ¿qué significó estudiar con nosotros?
Yo entré a la UCA en agosto de 1995, y lo primero que recuerdo es ese campus lleno de árboles, también vi pájaros que nunca había visto, por ejemplo pájaros carpinteros, en 1995 había pájaros carpinteros que visitaban los árboles de la universidad. Hace dos años regresé a El Salvador y, entre todas las actividades que realicé durante el viaje, tuve la oportunidad de brindar una pequeña clase con el profesor Sidney Blanco sobre el tema de derecho de las mujeres y el sistema penal, y volvieron a mi mente aquellas imágenes cuando entré a la UCA.
Una experiencia muy sentida y muy personal de solidaridad colectiva fue el día de la vigilia en noviembre. La vigilia se realizaba con el propósito de los eventos que mencionas. Yo me acuerdo que me quedé toda la noche en la vigilia y que fue una experiencia lindísima, porque a partir de un suceso tan trágico, de pronto la comunidad universitaria se unía, cantaban. Había un sentido de mucha unidad alrededor de los acontecimientos pasados con los sacerdotes jesuitas y las colaboradoras. Además, Monseñor Romero siempre estaba muy presente en los discursos, en las narrativas y estaba de alguna manera presente en el espíritu de lo que ahí pasaba. Creo que esa fue una de las circunstancias más lindas.
También tener clases con profesores que habían estado en mi país, en el exilio y que tenían una forma de enseñar bajo una lógica crítica. Me acuerdo de las clases de Fabio Castillo, de Derecho Constitucional y el Dr. Grimaldi que nos daba Historia del Derecho. Siempre tenían una forma crítica de enseñar el derecho, no solo de manera dogmática, también aproximaban el derecho a formas críticas de valorarlo.
Dentro de la Compañía de Jesús hablamos de una educación para el cambio social, formar profesionales competentes para poder trabajar al servicio de los demás, ¿cuál es su lectura de esta visión jesuita?
Creo que en nuestros países, en una región marcada por la desigualdad, llegar a la universidad es un privilegio. A mí me parece que lo que la Compañía de Jesús hace es cuestionarnos el privilegio y entender que, si bien es verdad de que somos personas que estamos viviendo en el privilegio, podemos poner este al servicio de los demás.
No podría yo concebir lo que hago sin entender que sigo estando en una posición privilegiada, pero que desde esa posición yo tengo que ponerme al servicio, en este caso, de los derechos humanos. Entonces para mí la sensación de estar en una universidad jesuita, la resumiría con esa idea: quienes llegamos a una universidad en las américas, somos personas muy privilegiadas y lo que nos toca es entender todos los días cómo vamos a poner ese privilegio al servicio de distintas causas.
En El Salvador, trabajó en la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos. Al regresar a México se relaciona siempre en el campo de derechos humanos, ¿cómo vivió esa etapa de su vida?
Cuando una es migrante, nunca deja de ser de su país y de alguna manera también se transforma por la experiencia migrante. Es decir, una se va de una manera pero la migración nunca nos deja en el mismo lugar en el que nos encontró. Entonces cuando yo volví a México, regresé a una ciudad enorme con unas formas culturales que conocía muy bien, había sido formada toda mi vida en México, me sentía muy cómoda, pero también me inserté a trabajar en el Gobierno Federal, que es un monstruo. Yo había trabajado en el Ministerio de Trabajo de El Salvador, pero entonces las estructuras de los ministerios en El Salvador eran mucho más pequeñas.
También trabajé en el Instituto de las Mujeres de México que se acababa de crear cuando llegué. El instituto tenía un presupuesto extraordinario, con gente increíblemente formada, de alguna manera pensé “esto es volver a estar en un país muy grande”. Pero lo que yo había traído de El Salvador era la práctica de haber estado cerca de la gente, trabajando con víctimas y acompañarlas a los juzgados. De alguna manera, esa experiencia del terreno la pude aplicar en el Instituto Nacional de las Mujeres, donde trabajé 6 años.
Después me fui a la Cámara de Diputados en México, imagínese una cámara con más de 500 parlamentarios. Dirigí un área de servicios parlamentarios con perspectiva de género a las diputadas y diputados y entonces era muy interesante ver cómo ahí teníamos oportunidad de incidir para hacer legislación con perspectiva de género. Hay que decir que eso también fue producto de El Salvador porque yo trabajé en la Procuraduría de Derechos Humanos con la Lic. Aracely Zamora que es una feminista y por las tardes me iba a estudiar a la asociación de la sociedad civil Las Dignas donde tenían una escuela de debate feminista. Fue como la semilla que se sembró en mí, al punto tal que después cuando viajé a España a estudiar 6 años, hice el doctorado desde una perspectiva feminista, sobre la relación de las mujeres víctimas de violación en el ámbito doméstico con el sistema penal, desde la criminología feminista.
¿Considera que recibió bases sólidas como para enfrentarse a estudios de postgrado y qué elementos considera usted que marcó su formación en la UCA?
Recibí bases sólidas pero uno nunca está preparada para unos niveles de postgrado que requieren otra forma de estudiar, otra forma de debatir. Creo que algunas cosas que me sirvieron de la UCA era la participación en las aulas, discutir, poder conversar, me sirvió y lo traje después a las formaciones posteriores que tuve. No podría crecer sin una base fundacional y creo que la UCA me brindó esa base de estar a la altura de las exigencias, de ser constante, de estudiar todo el tiempo.
Yo ahora mantengo amigas y amigos de El Salvador, tengo una red de amistades en El Salvador que para mí son referentes, ya los mencionaba: Aracely Zamora, David Morales, Sidney Blanco, Henry Campos, para mí son amigas y amigos entrañables que me han marcado muchísimos años de la vida, Ferram Caum, Roberto Burgos, tengo una serie de amigas y amigos que son producto de mis años en El Salvador y que también son sustento en esa base fundacional.
¿También tuvo tiempo de probar las pupusas en El Salvador?
Son mis favoritas y ahora que estoy en Washington, lo primero que he hecho es ir a la calle 14 donde hay varias pupuserías e irme a probar y buscar donde están las mejores pupusas, porque a mí me gustan las de queso con loroco. Es increíble encontrar buenas pupusas de queso con loroco, un buen fresco y un rico curtido.
El Salvador está atravesando una transformación política, en mayo de este año la Asamblea Legislativa destituyó a los Magistrados de Corte Suprema de Justicia, recientemente se aprobaron reformas a la carrera judicial, sin mayor discusión ¿cómo analiza esta coyuntura en nuestro país?
Bueno, creo que hay un nivel de preocupación. Con la reforma al poder judicial, es una reforma que de facto podría cesar a un número importante de jueces y magistrados que guardan un grado de experiencia e institucionalidad y que la Asamblea Legislativa aprobó reformas que, me parece, no tienen las atribuciones para hacerlo porque las iniciativas de reforma deben venir, en esa materia, de la Suprema Corte de Justicia de la nación. No se puede únicamente elegir jueces y magistrados sin que pase por una terna y por un proceso consolidado del Consejo de la Judicatura. Entonces estaremos desde la CIDH pendientes, siempre muy abiertas a la conversación y el diálogo con El Salvador.
¿Qué mensaje podría brindarle a las nuevas generaciones de profesionales que han asumido el compromiso con la promoción y defensa de los derechos humanos?
Efectivamente vemos en la región posiciones que pueden afectar con los estándares internacionales de derechos humanos, el uso del sistema penal para criminalizar a personas defensoras, pero a mí me parece que la protesta social siempre la tenemos que ver como la oportunidad para un ejercicio democrático. A veces salir a las calles y protestar es la forma de hacer ver temas en la agenda social, política, que de otra manera no se hacen ver.
¿Cuál cree usted que es el principal reto o responsabilidad que tienen los estudiantes universitarios en la actual coyuntura social?
Yo le diría a las y los estudiantes tres cosas que ya he mencionado en esta conversación, primero que comprendan el privilegio que tienen de poder estar en la universidad y que cada día puedan pensar cómo poner al servicio de los otros y de las otras ese privilegio. Lo segundo es que nunca duden de las corazonadas, cuando algo está mal a veces podemos pensar, esto que estoy viendo o viviendo está mal, porque esas corazonadas generalmente a una la mueven para hacer cambios sociales más profundos y lo tercero, nunca hay que olvidar de dónde vienes, nunca hay que olvidar sus circunstancias personales, porque seguramente para que una persona llegue a la universidad, hay muchas otras personas de la familia y del entorno que han hecho infinidad de esfuerzos. El reconocimiento de lo privado y de quienes nos han acompañado en la vida, siempre tiene que ser un elemento fundamental.
Y lo último que yo diría es que el privilegio de estudiar en la universidad se repite muy pocas veces en la vida, entonces hay que aprovecharlo, y aprovecharlo significa ser constante en el estudio. Saber elegir a los amigos y las amigas que nos van acompañar en la vida. Muchas veces lo que una decide en la universidad es lo que una hará en la vida adulta.