Periodista, investigadora, docente, comunicadora institucional y activista social, por mencionar algunas experiencias.
“Miraba como en los semáforos de las calles habían niños lanzando fuego de sus bocas, un show a cambio de monedas.” Esta situación le hizo pensar que “debía existir una profesión que ayudara a esta población”. Sin embargo, el periodismo no fue su primera opción, “pensaba estudiar arquitectura”. No obstante, una amiga que cursaba periodismo en la UCA le contaba lo que hacía en las materias. De esta manera, se dio cuenta qué carrera debía estudiar para “conocer y escribir esas historias” que observaba en las calles de San Salvador.La carrera profesional de Metzi Ameyal Rosales Martel ha estado marcada por la realidad social. Este viaje comenzó a inicios de los 90, en una época de postguerra. La algarabía de los Acuerdos de Paz había terminado y varios problemas sociales se reflejaban en diferentes espacios públicos. Metzi se dio cuenta de ello.
A pesar de que su mamá no estaba del todo satisfecha con la decisión, estudiar en otra universidad diferente a la UCA “nunca fue un tema de conversación”. Este fue el primer encuentro con otra realidad, diferente a la del colegio. Para empezar por la infraestructura. “Había diferentes lugares para estudiar, una biblioteca grande y los espacios verdes”. Asimismo, la disciplina y metodología de las materias. “Recuerdo que lingüística, que nos dio Ana María Nafría, nos dio miedo y respeto, porque el contenido era bien denso y nos quedábamos estudiando más tiempo”. Así como la experiencia con el maestro Francisco Andrés Escobar, “nunca subía del 7 y algo, porque mi redacción era muy dura e informativa, siempre me decía que tenía que soltar la pluma”. Pero más allá de lo difícil que podía ser una asignatura, el interés por las áreas sociales se mantuvo presente, “las materias que más me gustaban eran las de historia y Análisis de los Hechos Contemporáneos”, recuerda.
Sin embargo, en ese momento lo más importante era graduarse. Contrario a las oportunidades que tenían otros estudiantes, para Metzi fue necesario combinar sus estudios con la vida laboral. Nuevamente, la visión sobre el mundo se volvió más amplia al conocer historias de cada compañera o compañero. “Trabajé en lugares, donde la actividad no estaba relacionada a la carrera, como Pizza Hut, Blockbuster, una distribuidora de licores y la feria Consuma… trabajar me ayudó a crecer bastante, a madurar, independizarme y tener contacto con personas que están en otras circunstancias: casadas, con hijos, sin estudios, te ayuda a contrastar la realidad”.
Al ingresar a una carrera, se espera que ganemos experiencia en aquello que nos estamos preparando. “Mi sueño siempre fue trabajar en La Prensa Gráfica”, cuenta Metzi. Sin embargo, hay oportunidades que a veces es necesario dejar pasar. Mientras trabajaba en Pizza Hut, “fui seleccionada para trabajar, con otro compañero (Rodrigo Baires), en una de las revistas light de la Prensa Gráfica”, pero a un alto costo. “Nos dijeron que no había permiso para estudiar”. El consejo de una madre siempre es oportuno. “Estaba frustrada porque sentía que estaba a punto de tocar mi sueño, lo hablé con mi mamá y me dijo que si no dan permiso de estudiar, no vale la pena, que lo pensara. Y así lo hice, rechacé la oferta y después me di cuenta que Rodrigo hizo lo mismo”.
Al borde de finalizar los años de estudiante universitaria, aquella meta se mantuvo latente. Sin embargo, lo más importante, en aquel momento era egresar. Como parte de los trabajos prácticos que se realizaban en aquella época, “se armaba un noticiero especial para la conmemoración de los mártires donde presentábamos noticias sobre estas actividades. Me escogieron para ser presentadora con otro compañero. Al final, Ferram –profesor de producción audiovisual- me dijo que me había recomendado y el asesor de mi grupo, en los talleres de video, empezó a ser jefe de prensa en Canal 21 y me ofreció trabajar ahí.”
Posterior a esta experiencia, llegaron nuevas oportunidades. “Cuando me gradué ya trabajaba en Diario El Mundo, después fui coordinadora de comunicaciones del Idhuca, donde teníamos asignados una revista de derechos humanos”. Entonces, aquella puerta que parecía cerrada, volvió a presentarse con una singular mejora, la plaza que le ofrecieron no sería para escribir temas light: “luego fui a trabajar a la Prensa Gráfica en la revista de investigación Enfoques que salía los domingos… Cuando me iba a presentar a mi primer día en la Prensa Gráfica, la noche anterior, yo ni pude dormir de los nervios y la ansiedad ya que por fin cumpliría mi sueño”.
¿Qué sucede después de cumplir un sueño? Su historial profesional nos muestra que las metas también se convierten en puntos de partida y el camino recorrido nos marca para tomar postura frente a la realidad. Metzi se define como una periodista feminista, colabora en Alharaca, una revista nativa digital feminista. Comenzó a colaborar en Temporada de leonas, un podcast feminista que empezó a publicarse en Factum y ahora está en la web de la revista Alharaca. Sin embargo, en su currículo destacan sus colaboraciones con el periódico digital Factum y la revista de economía Summa. Además, cuenta con más de 14 años de experiencia en la academia como docente. Ha laborado como investigadora social en la Fundación Demuca y coordinadora de comunicaciones en FundaUngo.
El contacto y análisis de la realidad definieron su trayectoria. “La ventaja que veo de estudiar en la UCA, es que las carreras tienen un fuerte enfoque de derechos humanos”. Para entender su motivación se vuelve relevante entender bajo que lupa analiza los problemas sociales. “Los derechos humanos incluyen los derechos de la mujer, pero no se aplican de la misma manera para hombres y mujeres. Hay que verlos con un enfoque de interseccionalidad, dependiendo de tus características sociodemográficas, si perteneces a pueblos indígenas, si sos parte de la diversidad sexual, de tu educación, de donde vivís, no es lo mismo vivir en una comunidad asediada por pandillas que en una residencial privada. Entonces, la importancia de los derechos humanos es entender que la realidad no nos afecta de la misma manera. Entonces te vas especializando en temas, para mí el periodismo feminista es eso, una especialización de derechos humanos”.
Hay situaciones que nadie planifica, el primer trimestre del 2020 selló un antes y un después en la vida de la población salvadoreña. Las decisiones que se tomaron para disminuir el impacto de la pandemia del Covid 19, como bien mencionó Metzi, afectó de manera diferente a la población. “El Salvador, como cualquier país del mundo, no estaba preparado para esto… además hay una necesidad de políticas públicas con perspectiva de género y con enfoque de interseccionalidad, por ejemplo las trabajadoras sexuales que también son jefas de hogar, para ellas, el oficio al que se dedican ya no podrá ser igual, es de preguntarnos cuál es el plan para ellas, también tienen necesidades.”
Un problema específico y la iniciativa de un grupo de mujeres decididas a ayudar detonaron un proyecto de asistencia social que alivió, en el peor momento, necesidades tan básicas como alimentarse. “Me había inscrito en la Escuela de Debate Feminista de Las Dignas y en eso empezó la cuarentena. En el grupo de WhatsApp, que tenemos con las compañeras, una de ellas contó que varias vendedoras informales de San Jacinto, estaban súper afectadas, pues no podían salir, no podían vender y es gente que vive de su trabajo diario. Yo le dije que hiciera una lista con los nombres de ellas, para que hiciéramos una colecta”.
A pesar que solo en algunas ocasiones había participado en actividades similares esta sería la primera vez que organizaba una entrega de víveres. Ningún detalle se dejó a la deriva. “Algunas cosas fueron por lógica, cuando yo le pedí a ella los datos, como el censo de estas familias, es porque tenía claro que no le podes entregar la misma cantidad de víveres a una persona que vive sola que a otra que su grupo familiar de 10 personas”. Y este criterio marcó la diferencia para ofrecer un trato dignó hacia las personas que se les ayudaba. “Tiene que ver con la conciencia social, algo que desarrollé en la UCA y en los trabajos en los que he estado”.
Entonces, llegó el momento de aplicar años de trabajo para un fin que beneficiaría a muchas familias. “Lo primero fue investigar, busqué cuál es el precio de la canasta básica, algo tan sencillo como googlearlo; además, cuáles son los productos que debe tener. Busqué la cantidad de alimentos e información que había ahí”. Después, era necesario personalizar según las características de cada familia. “Te voy a confesar que al principio no entendía bien, las medidas están en gramos y yo me preguntaba ¿y esto como se hace para cada persona? Aparecía el costo y calculada para 4.26 personas, yo me imagino que el punto veintiséis es por si sos bebé. Entonces una canasta costaba en promedio $146.00”.
Así empezó, la iniciativa involucró amistades de la carrera y de los lugares donde había laborado, compañeras de la ONG, alumnas que asesoraba en su proceso de graduación. Para la primera entrega. “Convocamos a las mujeres, para sábado. Yo fui viernes santo al mercado central con un exalumno y estaba cerrado. Solo encontramos una tienda mayorista abierta, menos mal que la encontramos. Compramos y pedimos las cosas por libras, si eran 26 familias, eran 26 bolsas distintas. Nunca habíamos hecho de esas canastas, fue un aprendizaje para mí; para Camila, la nutricionista; Jessica, la tesista; también, nos ayudaron sus papás, la hermana, etc. Pasamos la Semana Santa haciendo canastas. Hemos ido aprendiendo en el camino.”
Metzi explica que también fue clave la ayuda de Carlos, un economista graduado también de la UCA, quien hizo una base en Excel con fórmulas, para que solo tuvieran que meter los datos de cada grupo familiar y se generara automáticamente el pedido de acuerdo con los montos recolectados. En este Excel estaban detallados todos los productos de una canasta básica rural y las porciones para cada persona.
La costumbre, en algunas ocasiones, es que los beneficiarios son vistos con lástima y que cualquier ayuda es buena sin importar las condiciones. Por ello, hubo algunas discrepancias cuando se pedía la ayuda. “Me mandaron imágenes de unas bolsas donde pedían $20.00 o $25.00 y nosotros pedimos $146.00.y entonces les expliqué que no podemos pensar que a la gente por ser pobre solo vamos a dar arroz, frijoles, azúcar, sal y leche que es el contenido de estas bolsas, que no estoy diciendo que esté mal, al final es una ayuda. Pero por el hecho de ser pobres, no les vas a dar algo que no te darías a ti mismo”.
El proyecto no terminó ahí. “Haciendo la colecta, me contacto una nutricionista, entre otras personas que me preguntaban si era una ONG, y les explicaba que lo estábamos haciendo con un grupo de amistades, hasta que me animaron a sacarlo en redes sociales y tuvo mayor impacto”. El proyecto se mantuvo por muchos meses. Metzi destaca que la población salvadoreña en momentos de crisis es bien solidaria. “Yo no me imaginé, para la primera colecta, que la gente iba a donar tanto dinero y bien rápido”. Y quedó confirmado después de la tormenta Amanda. “Yo ya había dicho que tendría un descanso con la entrega de víveres y el domingo me empezaron a escribir varias personas que no me conocen, pero que ya habían donado en otras entregas, que si íbamos hacer colecta y que iban a donar. Entonces eso me dijo que tu descanso solo dure 24 horas, hay que activar la colecta”.
El proyecto demanda tiempo y como profesional sus labores cotidianas tampoco paran, las tesis deben revisarse, las consultorías siguen y los informes hay que presentarlos. Ella menciona que “siempre y cuando cumpla con los plazos de entrega, no hay problema. Pero sí, ha sido bien cansado, a veces para hacer pedidos y cálculos tengo que ocupar 8 horas del día además de sábado y domingo para entregar, es como tener otro trabajo de tiempo completo”. Varios periodistas se involucraron en el proyecto solidario, como afirma Metzi. “Me parece algo muy positivo porque cuando sos periodista solo vas por información y a recoger las historias. Las publicaciones ayudan, pero también ayuda cubrir las necesidades básicas de la gente, en momentos de crisis”.