El Ingeniero Jorge Herrera nos cuenta su historia de cómo su vida académica y laboral se convirtió en una profunda conexión con el mundo de las abejas y las comunidades apícolas. Esto lo guio a tomar la decisión de estudiar en la UCA, la carrera de Ingeniería Agronómica con especialidad en Economía Agrícola.
Su tesis de grado, centrada en el sector apícola, sentó las bases para su compromiso con el sector; a través de cada clase y experiencia, fue descubriendo que la agronomía no solo era un llamado al trabajo en el campo, sino una fusión de ciencia y naturaleza, una relación entre la zootecnia y la fitotecnia, con un enfoque en la economía agronómica.
Una formación integral
En la UCA no solo adquirió los conocimientos claves de su carrera, sino que también desarrolló habilidades para enfrentar los desafíos; la institución educativa cultivó en él la capacidad de investigar, analizar situaciones y actuar en diferentes circunstancias. La Universidad no pretendía desvelarle todos los secretos de las distintas áreas de producción agrícola, pero sí le brindó las herramientas necesarias para comprender y resolver los problemas que pudieran surgir; esta formación le permitió abordar y solucionar los desafíos que se encontró en su camino.
Exploró diversas áreas, desde la producción de animales, vegetales y la conservación del medio ambiente, la visión que la Universidad cultivó en él, de ser un eslabón para alcanzar el bienestar general y el lema de “estar al servicio de los demás”, resonaba con sus experiencias previas que había obtenido en el colegio jesuita, Externado San José, donde ya se le había inculcado un sentido de responsabilidad social.
Una colmena de oportunidades
Su camino hacia la apicultura fue también producto de su padre quien adquirió una finca que había estado en abandono; el Ing. Herrera y su familia se embarcaron en la tarea de revitalizar la tierra y transformarla en un lugar de trabajo productivo. La adquisición incluía colmenas, lo cual le dio un giro inesperado a su vida, lo primero en llamar su atención fue cómo la mansedumbre de los insectos le permitía a los apicultores trabajar en los apiarios con relativa seguridad, usando solo un velo en la cara, esto fue el comienzo de su conexión con estas criaturas laboriosas y fascinantes.
La relación con las abejas evolucionó gradualmente a medida que pasaron los años. Durante las vacaciones escolares y posteriormente universitarias, él se dirigía a la finca para colaborar en las labores apícolas. Se sintió cada vez más atraído por sus complejidades y, a medida que la familia perfeccionaba sus métodos de trabajo con las colmenas, un evento trascendental sacudió el sector apícola de El Salvador: la llegada de la abeja africanizada en 1987.
Las abejas africanizadas, provenientes de Brasil; surgieron como un desafío inesperado en la vida del Ing. Herrera y muchos otros apicultores, “estas abejas se escaparon de un centro de investigación a finales de la década de los 60¨s, en Brasil y de ahí fueron avanzando año con año, entre 1986 y 1987 llegaron al territorio salvadoreño, esta clase de abejas mataron a las que eran dóciles y sobrevivió la abeja que era más agresiva”, comentó.
El Ing. Herrera recuerda claramente este punto de inflexión en su historia apícola, ya que, justo en el momento en el que estaba a punto de ingresar a la Universidad, la abeja africanizada ingresó al país y muchos apicultores optaron por abandonar la actividad debido a la naturaleza más agresiva. Sin embargo, él y su familia decidieron asumir el desafío, la seguridad era ahora primordial, y trabajar en los apiarios requería una protección mucho más rigurosa, entre ellas, ropa gruesa, velos de protección, guantes, zapatos resistentes: todo era esencial para evitar las picaduras. Las abejas africanizadas eran propensas a atacar animales cercanos, lo que forzó a los apicultores a reajustar sus prácticas y colmenas para minimizar los riesgos.
Aunque adaptarse a estas nuevas abejas fue inicialmente desafiante, el Ing. Herrera señaló con satisfacción cómo la industria apícola ha avanzado con el tiempo, la cría selectiva y el trabajo genético ha dado como resultado que las abejas africanizadas sean más manejables, aunque aún se debe mantener la precaución.
A pesar de los obstáculos y cambios en la industria, él se mantuvo como un hilo conductor constante. Incluso su educación universitaria estuvo íntimamente vinculada a las abejas, “A tal grado de que mi papá nunca me daba dinero para pagar la Universidad, lo que me daba eran barriles de miel para que yo las envasara y las vendiera, con el dinero que ganaba me podía pagar la Universidad, o sea que realmente las abejas fueron quienes me pagaron la Universidad” mencionó.
Esto no solo le brindó la oportunidad de educarse, sino que también le enseñó valiosas lecciones sobre el emprendimiento y el aprovechamiento de los recursos disponibles. El Ing. Herrera manifiesta que “yo le agradezco a mi papá en ese momento porque él me enseñó muchas cosas, para aquel entonces, no había industria del plástico, así que casi todo lo tenía que envasar en botellas de vidrio y como no había una fábrica de botellas de vidrio, teníamos que comprar las botellas usadas, lavarlas, secarlas y reutilizarlas; mi padre me fue enseñando cómo se tenía que hacer todo ese proceso”.
El rol esencial de las abejas en el ecosistema
Con un enfoque claro en la polinización, el Ing. Herrera explicó la importancia de las abejas en el entorno natural y la función fundamental que estos insectos desempeñan en la preservación de nuestro ecosistema. “Sin la labor de las abejas en la polinización, casi dos tercios de los alimentos que conocemos no existirían, las abejas contribuyen en la mejora tanto en la calidad, como en la cantidad de frutas, hortalizas y cereales que consumimos”, destacó, con voz firme, enfatizando en cómo la apicultura es esencial en la preservación del delicado equilibrio entre la naturaleza y la humanidad.
“Si alguna vez llegaran a desaparecer las abejas, los efectos en la agricultura serían desastrosos, los esfuerzos para polinizar manualmente serían costosos e insuficientes para reemplazar la labor de las abejas, lo que llevaría a la escasez de cultivos esenciales y a un impacto económico”. Además, señaló cómo las abejas también desempeñan un papel crucial en el ciclo de la vida de los animales y en la formación de pastos para el ganado.
Al asumir el cargo de Gerente General de la Comisión Nacional Apícola de El Salvador (CONAPIS), Jorge enfrentó obstáculos considerables. A pesar de ser un sector vital para la agricultura y la biodiversidad, los apicultores a menudo eran pasados por alto por las instituciones agrícolas, así que él abogó por el reconocimiento y el apoyo adecuado para los apicultores, luchando por garantizar que sus necesidades y desafíos fueran atendidos.
Sin embargo, lamentó que la apicultura haya enfrentado obstáculos considerables y la falta de apoyo de las entidades gubernamentales, “el Ministerio de Agricultura y Ganadería registraba en el 2015, 120,000 colmenas en todo el país, pero para el año 2020, debido a la primera crisis que tuvo el sector, la cifra había bajado a un poco más de 60,000. Casi la mitad de colmenas habían desaparecido”, aunque explicó que en el 2021 con la pandemia, hubo una buena demanda de miel y eso hizo que el apicultor volviera a creer en el sector.
Resalta cómo los apicultores a menudo se enfrentan a la desilusión cuando sus productos no pueden venderse a precios justos o cuando deben vender a pérdida, este desaliento, combinado con los efectos del cambio climático en la producción de miel lo ha llevado a la búsqueda de soluciones innovadoras siendo así un líder en la promoción y defensa del sector apícola, a través de la CONAPIS, nos menciona que ha logrado avances significativos, como la introducción de productos para el control de plagas y el establecimiento de convenios con asociaciones de azucareros para asegurar el suministro de azúcar cruda a precios preferenciales para la alimentación de las abejas en el invierno.
Una miel de calidad
Dentro de CONAPIS trabaja por empoderar a los apicultores y demostrar la calidad y autenticidad de los productos locales, destacando que “la mayoría de la gente cree que si una botella de miel se cristaliza, es porque está adulterada y es todo lo contrario, toda la miel, tarde o temprano se va a cristalizar y se debe a que es una solución saturada de azúcares naturales”.
Como experto en el campo, ofrece recomendaciones para aquellos que desean adentrarse en la apicultura, subrayando la importancia de comenzar con precaución, aconsejando a los nuevos apicultores que inicien con pocas colmenas y busquen la guía de técnicos o apicultores con experiencia, con la misma pasión como le guiaron sus profesores en su paso por las aulas universitarias.
Entre sus recuerdos más entrañables de la UCA, destaca la dedicación del ingeniero Barahona, “me dio varias clases, incluso después de que nosotros habíamos salido de la Universidad, nos brindó mucho apoyo, era una eminencia en los temas de suelos, nos acompañaba a ver terrenos y nos hacía recomendaciones sin ningún interés, fue un profesor único y como persona alguien muy especial”.
Además de otros profesores influyentes, como el ingeniero Rivera Iglesias, el ingeniero Jaime Tovar y la ingeniera Celina Pérez, quien financiaba proyectos que le permitieron a él y a sus compañeros aplicar teorías en la vida real, como por ejemplo, recuerda que, “arreglamos unas granjas que habían en las instalaciones de la UCA, en Opico, y metimos como 500 pollos para engorde para una época de navidad, hicimos todo el proceso y al final, los vendimos y con las ganancias regresamos el dinero que nos habían dado para el próximo grupo, para que también tuvieran la oportunidad de practicar”, esto se convirtió en una lección valiosa sobre análisis de costo, contabilidad agrícola y gestión de materiales.
¿Qué consejos le daría a un graduado UCA interesado en proteger el medio ambiente?
“Deberíamos de ser empáticos con la naturaleza, no solo las personas que trabajamos en las áreas naturales tenemos el compromiso, un ingeniero civil, un administrador de empresas o un arquitecto, por ejemplo, deberían construir sin cortar árboles, aunque esto represente elevar los costos, debemos reflexionar cuánto tarda un árbol en crecer, debemos comprometernos con la protección de los recursos naturales. Necesitamos dejar de deforestar, las personas cortan los árboles y nadie se recuerda de sembrar, ya estamos viendo las consecuencias, en este invierno hay más calor que lluvia, es algo que debería preocuparnos, debemos respetar también a todos los animales, Dios los ha puesto porque cumplen una función en la vida del ser humano”.