Oficina de Vinculación con Graduados

Josué Ramírez
jramirez@uca.edu.sv

El secreto del jardín de Carolina 

 

Carolina Chávez una mujer que siempre buscó cumplir sus sueños. Foto: OVG

En los linderos de la capital, rumbo a Panchimalco, la calle que conduce a los Planes de Renderos se desvanece entre la ruralidad de un pueblo y el desarrollo urbano que le caracteriza. En medio del camino, se encuentra el desvío a la Finca Lutecia. Al entrar, el pavimento se convierte en un sendero boscoso y entre la abundante vegetación descubrimos el Restaurante Tu Jardín Secreto.

El paisaje es parte de la bienvenida: árboles ancestrales, plantas cuidadosamente sembradas y flores coloridas se mezclan con el sonido de las aves que pululan en el lugar. El ambiente es ideal para compartir en familia, amigos y, por qué no, también con uno mismo. Sin embargo, para que este espacio fuera una realidad, Carolina Beatriz Chávez, con valentía y disciplina, superó diferentes desafíos, críticas y desdenes. Ahora nos comenta su experiencia, los episodios más emotivos y algunos momentos desafortunados a lo largo de su vida como mujer emprendedora: “me ha tocado rescatarme a mí misma emocionalmente, en aquellos años no podía pagar terapia psicológica, pero sí podía leer. A puro libro y, de vez en cuando, una pequeña asesoría de algunos amigos me ayudaron a entender que podía ser feliz”.

 

Mujer emprendedora

¿Cuándo es el mejor momento para emprender?, ¿la edad es una ventaja o una limitante?, ¿cómo saber si se está listo? Estas y otras interrogantes pueden surgir al momento de pensar en iniciar un negocio. Pero un día, en medio del cierre de operaciones de la empresa para la que trabajaba, a las puertas de la edad de retiro  y un sueño guardado desde la adolescencia, Carolina decidió que era hora: “ese sueño estaba en mi mente, desde jovencita, más que todo por el tema del jardín. Pero en ese momento, yo tenía 50 años y me faltaban cinco para la jubilación. Tenía mi sueño, pero también era necesario ser realista sobre mis posibilidades, hasta dónde podía llegar y qué sería lo más rentable. En ese análisis reflexioné que llega un momento en nuestra vida en donde tenemos que hacer algo que a nosotros de verdad nos guste”.

Para llegar a este punto, hubo que atravesar todo un camino que inicia desde la adolescencia, específicamente, en los jardines del Colegio Guadalupano: “en la época de educación básica y media, me gustaba refugiarme en los jardines para leer, yo no era mucho de deportes, ni jugar. Los recreos para mí eran de leer”. Además del deleite por las plantas y la lectura, se sumó otra pasión que definiría su historial profesional: “en esa época empezó mi interés por el idioma inglés, fue como un encanto. Desde la primera clase que recibí en el colegio, no me conformaba con una hora por semana, entonces les dije a mis papás que quería aprender y me pusieron en, lo que en aquella época se llamaba, el Centro El Salvador-Estados Unidos”, recuerda Chávez.

En 1977, la UCA la recibió en sus aulas. Las responsabilidades de Carolina ya se habían ampliado, pues un año antes “me había graduado de secretaria bilingüe y contraje matrimonio… ¡todo el tiempo andaba de arriba para abajo!” exclamó Chávez. En un abrir y cerrar de ojos, Carolina se convirtió en estudiante, madre, esposa, empleada… y, a pesar de cada uno de los roles que debía desempeñar, el deseo de convertirse en profesional nunca pereció: “cuando nació mi hijo, a los 15 días yo ya estaba en la UCA, otra vez. Recuerdo que llevaba un cojín con forma de dona para sentarme y no lastimarme la episiotomía. No perdí el ciclo. No fue fácil, pero sabía que debía salir adelante”.

 

Mujer valiente

El restaurante esta en medio de una enorme vegetación y diferentes árboles Foto: OVG

Esa determinación le ha acompañado a lo largo de su vida. Así, como cuando iniciaba su carrera en la UCA, como en los momentos en que iniciaban las construcción de los cimientos de Tu Jardín Secreto, el panorama no estaba del todo claro. Sin embargo, poco a poco se acercaba a su sueño: “al inicio, no imaginé que sería tan grande, yo pensaba en un vivero, por eso inició así como un vivero-café”, comentó Chávez.

El nacimiento de este negocio surgió, en palabras de Carolina, “cuando dichosamente me quebré la muñeca”. Luego de un fuerte dolor en la mano, le descubrieron una fractura que la incapacitó cerca de 30 días, en un contexto en el que la multinacional para la que trabajaba como representante médica, Merck Sharp & Dohme, cerraría operaciones y aún le faltaban cinco años para jubilarse, “en esa incapacidad me leí unos 20 libros porque no podía hacer nada más, y en incansable lectura encontré lo que iba a hacer para mi futuro, porque ya sabía que Merck se retiraba del mercado”.

De esta manera, el 2008 se convirtió en un año de sacrificios. Carolina vio, en medio de la rusticidad del bosque, que era posible hacer algo grande en un terreno que era de la familia. Con el apoyo de su hermano, logró comprar otro espacio contiguo y consiguió un préstamo para completar la construcción, ya que “no era sujeta a crédito por la edad y el negocio no era garantía para los bancos”, explicó Chávez. Pero la disciplina del ahorro y su fe en Dios, le brindó fuerza para echar a andar el proyecto: “el terreno no tenía nada. Me recuerdo una vez que estaba la entrada principal con la calle lista y terraceada, en ese momento, había invertido un montón de plata, yo solo miraba cuánto, y lo que faltaba, pues yo invertí todo, todos los recursos que había reunido en mis años de trabajo para cuando me jubilara, incluso un fondo que tenía para mis tres hijos lo metí aquí”.

 

Mujer soñadora

Dejarlo todo por un sueño, no darse por vencida y, como dice Og Mandino, persistir hasta alcanzar el éxito, son frases sencillas, pero llevarlas a la práctica requiere paciencia y valentía. Carolina supo que graduarse y crecer profesionalmente sería complicado: “iba en el bus de la 29, embarazada de mi hijo, pasábamos frente al Hotel Camino Real que ahora es el Intercontinental sobre el bulevar de Los Héroes, el bus iba solo, yo con mi panza sentada en el último asiento, y la calle tenía unos baches, yo sentía los baches como golpeaban en mi espalda, en ese instante me llegó un pensamiento: estoy iniciando mi carrera, sé que habrán baches para graduarme, pero me prometo a mí misma, que pase lo que pase, con  las dificultades que sean, yo me voy a graduar y lo voy hacer antes de los 30 años. En aquel momento tenía 18 años y yo misma vi que no iba estar fácil y, de plano, no estuvo fácil, pero lo logré, me gradué antes de los 30”.

Su paso por la UCA le dejó muchas enseñanzas. Ella reconoce que a lo mejor su vocación estuvo más enfocada en otras áreas como la literatura, los idiomas o en la misma jardinería, sin embargo, la oportunidad de ser graduada UCA logró brindarle una formación para crecer como profesional y como persona: “yo he recorrido la vida hasta ahorita muy orgullosa de decir que soy UCA. Hay una gran diferencia entre profesionales”. Y como mujer disciplinada, la universidad también abonó a consolidar este valor en la vida de Carolina: “la Universidad era muy formal, en el tiempo de la guerra. Podían estar estallando bombas, pero no se suspendían exámenes. Podía haber un gran deschongue, pero si llegaba, sabía que encontraría su parcial. También, el calendario que nos daban en papel de empaque, eso era escrito en piedra, ahí se cumplían todas las fechas indicadas, eso nos permitía sentir estabilidad. Salir en el tiempo que una se proponía, dependía de una misma”.

Carolina cuenta que, como debía combinar el trabajo con el estudio, siempre trataba de organizar el tiempo en su trabajo y aprovechar los espacios para no dejar de lado los temas que debía estudiar: “cuando trabajé en la Texaco como secretaria bilingüe, organizaba todo en un tipo estante de tres repisas donde ponía lo urgente, puede esperar y acaba de entrar y así asistía no solo al presidente, sino también a varios gerentes de la compañía, y en medio de eso pasaba en limpio todas mis clases”.

En un inicio llevó su propia cocina y refrigeradora para ahorrar recursos. Foto: OVG

En 1989, Carolina Chávez se gradúa de Licenciatura en Administración de Empresas. Más de una década donde resonaron las enseñanzas de profesores como “del P. Segundo Montes quien nos exoneraba del examen final si teníamos un promedio arriba de 9 en el ciclo, pero no nos decía cómo íbamos hasta el final para que no nos descuidáramos; también, el Dr. Dada Hirezi o Knut Walter, profesores del área de economía, para sacarles un 7 era una gran cosa; fui de la época del P. Javier Ibisate, quien siempre iniciaba sus clases con una pregunta intimidante de la realidad nacional, había que estar preparado”.

Al  entrar al mundo profesional, este bagaje de conocimiento, más la experiencia en diferentes empresas para las que trabajó, le abrieron las puertas para incursionar en el mundo de la visita médica: “vi el anuncio en el periódico y pensaba que cumplía los requisitos. La empresa necesitaba a un profesional universitario y que en el entrenamiento podría aprender todo lo demás, pero ser profesional graduado era la base. Apliqué y renuncié al trabajó que tenía en ese momento. Después del entrenamiento, cada día hacía un examen y había que sacar 92 puntos en cada prueba, si terminaba el entrenamiento y no llegaba al mínimo, corría el riesgo de no entrar y quedarme sin empleo, pues ya había renunciado en el otro lugar”.

Luego de superar el proceso de selección, Carolina se sumó al equipo de profesionales de la farmacéutica belga Janssen. Nuevos desafíos le esperaban. Iniciaba la década de los 90´s y el contexto laboral de la época era dominado por hombres: “de casi 70 empleados, solo había dos mujeres en el área de la visita médica, una en Honduras y yo”, recuerda Chávez en aquel momento. En esta empresa estuvo siete años, tiempo en el adquirió una amplia experiencia en el negocio.

Luego, encontró una oportunidad de crecimiento en Merck Sharp & Dohme, siempre en el rubro farmacológico. Con el transcurrir de los años, en el 2004, la compañía observó en Belice un mercado que se podía alcanzar. Para ello se necesitaría a una persona con dotes de liderazgo, bilingüe y con suficientes conocimientos prácticos para abrir brecha entre los beliceños. En aquel entonces, asumir un proyecto de desarrollo regional, difícilmente podría estar a cargo de una gerente. No obstante, Carolina decidió participar, y aunque ya había más mujeres en el trabajo: “fui la única que aplicó, de toda Centroamérica, incluso Panamá, todos eran hombres (…) y no me querían dar la plaza, aunque cumplía con todos los requisitos. Luego supe que el jefe de toda Centroamérica, un inglés, decía que las mujeres son muy sensibles y la soledad de estar en el extranjero podía afectar los resultados del proyecto”. Sin embargo, Chávez ganó la oportunidad: “permanecí tres años, del 2004 al 2007, y cuando me vendieron el proyecto me dijeron que serían seis meses, siempre me pedían que estuviera más tiempo”.

 

Mujer luchadora

Parte del equipo de trabajo de Tu Jardín Secreto. Foto: OVG

Abrir el mercado en una tierra desconocida y superar las expectativas de crecimiento fueron parte de su aprendizaje antes de poner en marcha el restaurante. El lugar estaba preparado, “cuando iniciamos traje mis libros, puse una librera al fondo… incluso la cocina y la refrigeradora eran de mi casa, porque ya no me alcanzó para comprar eso, así empecé, sin cinco. Pero una vez me entregaron la construcción yo dije, ni un día más cerrado, ahorita se venda lo que se venda es ganancia”. A partir del 2009, Tu Jardín Secreto ha sido el reflejo de un espíritu de superación y la combinación de trabajo duro e inspiración de las pasiones de Carolina Chávez: el jardín y la cocina.

Fue bautizado con este nombre porque “no está a orilla de calle, sino dentro de esta belleza natural de la Finca Lutecia; y mi hija menor me dijo que le pusiéramos Tu Jardín Secreto y no el, porque no es nuestro sino de quien lo visita”. Además, cada espacio tiene una característica que lo identifica. Por ejemplo, al centro encontraremos a Papá Árbol; luego, donde se encuentra la cocina es la Casona de los Amates; más abajo, se encuentra el Pozo de los Recuerdos; también, la Terraza de los Bambús; y, sin faltar, la Fuente de los Deseos. El diseño del lugar se encuentra en armonía con el medio ambiente: “la especie de estos árboles es liquidámbar y tienen  más de 100 años de estar aquí, yo le he puesto nombre a todos”.

En la actualidad el restaurante es el lugar de momentos memorables en la vida de muchas personas. Propuestas y uniones matrimoniales, conmemoraciones religiosas, aniversarios, festividades navideñas y diferentes celebraciones son parte del repertorio de eventos que se encuentran en la historia de este negocio. La tranquilidad del ambiente permea en cada rincón, Carolina dice que el secreto del jardín es “que tiene alma, si un día viene peleado con otra persona, esa discusión no dura mucho aquí, ¡no dura!, en este ambiente encontrará unas vibras tan positivas que no se puede mantener un pleito. Ese es el secreto, que tiene alma, los jardines, es Dios que se está manifestando en la naturaleza misma”.

Cada etapa de nuestra vida puede abrir o cerrar puertas. Hay oportunidades que llegan y otras hay que buscarlas. Pese a las circunstancias o la situación del momento, Chávez menciona que su clave para el éxito ha sido “tener una vida financieramente disciplinada, no gastar en tonteras. Trato de economizar y ser una ahorradora sistemática. Yo invierto en lo que hay que invertir, presto cuando hay necesidad de prestar. Si algo se puede reciclar, es mejor hacerlo, toda la vida he pensado así. Si consigues muebles de buena madera, aunque sean usados, es mejor comprarlos que adquirir esos que no duran, y son “nuevos”. Es una filosofía de vida con mucha disciplina y austeridad. A la larga ha dado sus beneficios. Siempre recomiendo, salga de las deudas lo más pronto posible para pagar menos intereses, eso lo he tenido por regla”.

Fotos: Oficina de Vinculación con Graduados