Editorial Idhuca
En junio se enmarca el Mes del Orgullo, donde se nos recuerda la necesidad del respeto y la inclusión de personas sexo disidentes o de la diversidad sexual. En sociedades como la nuestra, las personas de la comunidad LGBTIQ+ (lesbianas, gays, bisexuales, transexuales, intersexuales, no binarias, etc.) sufren particulares vulneraciones a sus derechos. Muchas veces son discriminadas por ser quienes son, incluso por sus propias familias. La escuela, el trabajo y la cotidianidad misma no son la excepción.
Estas agresiones no se limitan a abusos verbales, sino que incluso trascienden a agresiones físicas y sexuales. Estas personas son torturadas y hasta asesinadas; es decir, la vida se encuentra en riesgo por quiénes son. Asimismo, debido a las distintas barreras que existen en todo nivel -desde la invisibilización, el no reconocimiento a su identidad personal, pasando por el derecho a la salud, educación y demás-, las personas LGBTIQ+ se ven desproporcionadamente afectadas por la violencia y la pobreza, y no existen garantías adecuadas para el ejercicio de sus derechos.
En El Salvador, la Ley de Identidad de Género continúa siendo una faltante, lo que se traduce en que otros derechos no pueden ser ejercidos. Los retrocesos en el reconocimiento de derechos de las personas LGBTI no permiten alcanzar la igualdad que debe ser reconocida para todas las personas. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos ha insistido en “que no reconocer la existencia de las personas LGBTI y privarles de la protección que todas las demás personas tienen, las deja en una situación de absoluta vulnerabilidad a las diversas formas de desigualdad, discriminación, violencia, y exclusión”. Lamentablemente, como sociedad, nos hemos acostumbrado a normalizar las actitudes homofóbicas y transfóbicas que están profundamente arraigadas en nuestro entorno.
Pero no podemos seguir siendo una sociedad que excluye y rechaza. Es importante garantizar el pleno respeto a las personas LGBTIQ+ y que el Estado prevenga y resuelva el contexto de violencia y discriminación al cual se ve sometido esta población. De lo contrario, seguiremos en una espiral de invisibilización, normalización e impunidad donde se transmite el mensaje de que esa violencia es tolerada.
Es importante recordar que los derechos humanos son para todas las personas. Así, a secas. Esto es con independencia del sexo, género, raza, orientación sexual y un largo etcétera. Necesitamos construir una sociedad más justa. Una donde los prejuicios, la impunidad y el temor por la vida no sean lo que prevalezca. Una donde todas las personas sean reconocidas, visibilizadas y bienvenidas. Una sociedad incluyente, donde cada persona sienta orgullo por quien es.