Editorial Idhuca
Promover la justicia. Ese espíritu que motivó siempre a quienes ofrendaron su vida en la UCA nos sigue convocando. Su legado continúa siendo de mucha actualidad. Su profunda humanidad nos invita día con día a vivir de manera más fraterna, con una auténtica compasión hacia el sufrimiento del otro y de la otra, sobre todo de los más desfavorecidos.
Las y los mártires de la UCA, convertidos en defensores de derechos humanos, nos enseñaron la respuesta alterna a lo que vivimos hoy: ante el odio, el egoísmo y la indiferencia, la respuesta es el amor, la generosidad y la solidaridad. Ante tanta mentira, una búsqueda profunda por la verdad y también por la justicia. Ante tanto atropello y violación, la denuncia y el anuncio de que una sociedad distinta es posible.
Nos animan a ser luz entre tanta oscuridad. Nos enseñaron a recorrer caminos áridos y difíciles de cruzar y a saber que nuestra lucha es de largo aliento y que aun cuando la semilla todavía no retoñe, va a brotar.
La apuesta por la vida digna de todas y todos nos sigue marcando el camino. “No es tiempo todavía de cantar victoria por la vigencia de los derechos humanos, pero tampoco es tiempo aún para la desesperanza”, nos dijo nuestro mártir fundador. Y esas palabras también nos siguen alentando a no perder la esperanza aún cuando el panorama esté sombrío. La búsqueda de la justicia sigue acompañando y animando el espíritu de tantas y tantos que soñamos con un amanecer.