Editorial Idhuca
En los últimos días hemos visto al presidente, a funcionarios de gobierno, así como spots publicitarios que proyectan una realidad a medias. Una realidad donde se oculta que la mayoría de personas detenidas son inocentes y no son líderes de pandillas. Un país en el que las madres continúan buscando a sus hijos desaparecidos. Un país donde militares agreden sexualmente a niñas. Y siempre, con una obsesión de buscar adjetivos grandes para este pequeño país.
Esta forma de vivir en marketing constante olvida que los derechos humanos no se cumplen solo porque aparece un spot publicitario muy producido o una propaganda electoral que hace pensar que vivimos en un país radicalmente diferente y que ahora todo está bien. También olvida que, si bien es importante, la reducción de homicidios no es igual a seguridad, si no que merece un abordaje integral. La violencia homicida no es el único tipo de violencia y, en todo caso, cualquier medida por buena que parezca de forma temporal, no será sostenible si no se respetan y garantizan los derechos humanos. Nos acercamos a la celebración del Día del Niño, pero de nada sirve la publicidad cuando en la práctica hay niños y niñas cuyos padres están encerrados en una cárcel injustamente o cuando no alcanzan a tener comida sobre la mesa.
En su discurso ante la ONU, el presidente Bukele insistió en que le dejaran “hacer lo correcto para El Salvador” y ”hacer valer su soberanía”. Vale recordar que el término “soberanía” es la excusa que usan muchos gobiernos que violentan derechos humanos y no quieren ser interpelados por su mal ejercicio del poder. También recordó que cada Estado tiene “derecho a tomar propias decisiones y derecho de tener la razón”. Olvida el presidente que el Estado no solo tiene derechos, sino que debe cumplir sus obligaciones de respetar, garantizar y hacer valer derechos humanos.
Pero es difícil permitir su ejercicio cuando la campaña publicitaria hace alarde de lo que nos han hecho creer: que la seguridad y los derechos humanos son incompatibles. Pedir justicia no se trata de desear que las pandillas tengan el control, si no de exigir coherencia al Estado y recordar sus obligaciones con toda la población. Pero poco se puede esperar cuando el mismo gobierno se encarga de dividir, de polarizar y ahí es importante recordar que ningún discurso que polarice va a abonar al desarrollo de una sociedad
Un verdadero futuro solo se construye con unidad, justicia, reparación e igualdad. Atendiendo a las personas que han sido víctimas del conflicto armado, de las pandillas y del régimen de excepción. Ante todo esto, no hay propaganda que supere esa verdad.