Universidad Centroamericana ''José Simeón Cañas''

Cuando el amor se pone más en las obras que en las palabras
Marcos César Ortiz
21/05/2014

Esta fue la propuesta que la Pastoral Universitaria brindó a los jóvenes que participaron de la XIV Misión de Semana Santa que se realizó en Arcatao, Chalatenango. Siete días para compartir con personas que, en la mayoría de casos, viven en pobreza y en cierto nivel de marginación, puesto que no gozan de un salario mínimo fijo que les permita obtener lo básico para una vida digna; el acceso a un sistema educativo que les asegure salir graduados del bachillerato, ya que en muchas de las comunidades las escuelas llegan hasta sexto grado; un centro de salud cerca de sus comunidades; entre otras muchas necesidades que todavía no encuentran una respuesta.

Tener la oportunidad de vivir una semana completa en estas comunidades y junto a personas que en cada acción enseñan el significado de la solidaridad y el amor es un privilegio que pocos jóvenes tienen durante el período de semana santa. A veces se piensa que la semana santa consiste en ir de paseo, descansar en casa, salir con los amigos y la familia a vacacionar; y no es que sean acciones negativas. Pero la semana santa también permite dejar de lado las comodidades propias de la vida cotidiana para enfrentarse a las carencias que viven la mayoría de salvadoreños que se encuentran en situación de pobreza. Es una posibilidad para aprender a ser menos egoístas y más fraternos.

La semana santa ofreció el momento oportuno para encontrar el rostro de Jesús en cada persona que vive en las comunidades de Arcatao. Un Jesús muy concreto y que es vivido en comunidad. Un Jesús que recibe en su casa a un grupo de jóvenes para que formen parte de ese hogar, o mejor dicho, de esa familia durante una semana. Este Jesús que hizo un sacrificio de amor para que la comida no faltara en la mesa al momento en que los jóvenes llegaban a compartir los alimentos. Presente en cada misa, celebración de la palabra, vía crucis, procesión, y en toda actividad que se realizaba por amor al prójimo.

Encontrar a Jesús durante la semana santa fue lo que dejó esta experiencia de misión. Quizá no se realizaron actividades magníficas o que mejoraron las condiciones de vida de las personas de las comunidades de Arcatao; pero sí se logró que jóvenes universitarios, que dentro de un par de años pasarán a formar parte del grupo selecto de graduados, tomen conciencia de la necesidad que existe en el país. Y, a partir de esto, que se den cuenta que la única forma de cambiar la realidad es aprender a ser solidarios y generosos con las personas que los rodean.

Se descubre que el verdadero amor se demuestra en la solidaridad con el que sufre, estando con él es que estamos junto a Jesús y al Padre. Esto lleva a una vida dedicada al servicio a favor del prójimo, no importando si son buenas o malas personas, divertidas o no tanto, dejando de lado el juicio de valor que se le da a una persona cuando se le conoce por primera vez. Así como dice Mateo (5, 45), “Él hace que salga el sol sobre malos y buenos, y que llueva sobre justos e injustos". La solidaridad y la caridad se viven con todas las personas.

Por otra parte, estos jóvenes que han dejado su zona de confort y tomaron la decisión de sacrificar sus vacaciones, tan merecidas luego de meses de estudio o de trabajo, para vivir una semana entre el pueblo que sufre en carne viva la pobreza y la marginación, pero que no dejan de regalarle una sonrisa a cualquiera que los conozca. Una sonrisa que viene dada por la esperanza de que algo mejor vendrá si tienen fe o confianza en Jesús, quien se les mostró en el rostro de un grupo de jóvenes misioneros que los acompañaron y tuvieron este amor preferencial hacia ellos, y que pusieron a su servicio cada capacidad y buen deseo que guardan dentro de sí mismos.

 Y es que para todos fue un momento de vivir la fraternidad que, muchas veces, es negada durante el ajetreo de la vida cotidiana y ocultada por el egoísmo que pareciera dominar la sociedad actual. Una sociedad en la cual prevalece el deseo individual al comunitario, que margina al que menos oportunidades tiene de acceder a educación, salud, trabajo digno; en lugar de buscar alternativa solidarias que propicien que la mayoría de personas puedan gozar del derecho a una vida digna. Un derecho que viene justificado por la Constitución del país en el artículo número dos donde explica que “Toda persona tiene derecho a la vida, a la integridad física y moral, a la libertad, a la seguridad, al trabajo, a la propiedad y posesión, y a ser protegida en la conservación y defensa de los mismos”.

Esta defensa de la vida digna es tarea de todos, no solo del gobierno o del sector privado del país, sino que debe nacer de la experiencia de solidaridad que cada uno vive en su cotidiano. Así, para los jóvenes que acompañaron a las personas de las comunidades se les viene una tarea grande, pero que luego de lo vivido durante la semana santa, será aceptada con responsabilidad y alegría; luchar por los derechos de los pobres y marginados de la sociedad desde su campo de trabajo personal, ya sea desde las ciencias económicas, la ingeniería en todas sus ramas, las ciencias sociales y humanas. Poner al servicio del prójimo todo el ser y el poseer. Que exista coherencia entre la palabra y la acción; no basta solamente con rezar o participar a los rituales propios de cada momento litúrgico del año. Porque como dice Ignacio de Loyola, “El amor debe ponerse más en las obras que en las palabras”.



Deje su comentario
Nombre:
*

Correo:
*

Comentario: