Universidad Centroamericana ''José Simeón Cañas''

La Iglesia doméstica
Abraham Díaz
24/04/2020

La situación actual de confinamiento domiciliar como medida de prevención ante la pandemia del covid-19, nos ha hecho experimentar, a los cristianos, el final de una Cuaresma y una Semana Santa peculiares. Sin poder congregarnos en ninguna celebración religiosa desde el pasado 19 de marzo por instrucción de la Conferencia Episcopal de El Salvador, los que nos llamamos seguidores de Jesús, hemos tenido que hacer de nuestro hogar una verdadera iglesia doméstica, experimentando una nueva manera de vivir los misterios que fundamentan nuestra fe. 

Al igual que los centros escolares y las universidades tuvieron que modificar sus procesos de enseñanza y de aprendizaje para realizarlos en línea, la Iglesia también tuvo que repensar su actividad litúrgica para no dejar de celebrar la fe en medio de la cuarentena domiciliar obligatoria. La asistencia a las procesiones masivas y oficios religiosos tradicionales que expresan la fe en el crucificado y resucitado, fueron sustituidos por visualizaciones fervorosas de live streming realizadas en las diferentes plataformas sociales de parroquias o centros de espiritualidad. Las familias, y por lo tanto los hogares, se convirtieron prácticamente en templos donde se reflexionó, oró y celebró la pasión, muerte y resurrección de Jesús. 

Las madres de familia -sobre todo- se convirtieron en auténticas sacerdotisas que congregaban a su familia entorno a altares ambientados adecuadamente para la ocasión; los patios fueron el espacio de reflexión sobre el camino hacia la cruz de Jesús y el lugar donde se albergó el fuego de la victoria de Cristo sobre la muerte; la mesa del comedor fue un verdadero sacramental del compartir el pan, el amor y la esperanza de que el reino de Dios es posible. En fin, como se ha dicho ya en varias reflexiones, esta Semana Santa se ha vivido –aunque sin querer- muy parecido a lo que posiblemente pudieron experimentar los apóstoles y las mujeres que estuvieron cerca del Maestro en sus últimos días, encerrados, desorientados y llenos de incertidumbre ante lo que podría, ocurrir pero con un corazón que seguía ardiendo por la vida que estaba por resurgir.

Esta experiencia de una fe vivida desde el hogar me hace pensar en que, si bien es cierto que el signo de una iglesia congregada como pueblo de Dios tan importante, no fue posible, tampoco fue fundamental para evitar celebrar, sentir y profundizar  los misterios de Cristo; que a Dios no solo se le puede encontrar en un templo, sino que se experimenta también en la sala del hogar, con la familia que comparte y sostiene la vida; que aunque la mayoría no podemos comulgar, sí podemos celebrar el ser parte del cuerpo de Cristo como concebía el apóstol Pablo y los Padres de la Iglesia; que no hay que hacer iglesia sino ser iglesia y que como en las primeras comunidades cristianas, aun alejados, nos sentimos más juntos que nunca.

Estamos ya en la segunda semana del tiempo litúrgico de Pascua, tiempo (cincuenta días) de alegría para toda la Iglesia porque Jesús de Nazaret ha vencido la muerte y nos ha devuelto la esperanza de reconstruir nuestra vida y de seguir luchando por un mundo más humano. El confinamiento domiciliar aún no termina y no se sabe cuándo terminará. Pero que ello no nos imposibilite sentir la alegría y la fuerza que viene de un Dios resucitado, que podamos ver pequeños destellos de su resurrección en la gente que se esfuerza en salir adelante cada día en medio de esta pandemia, en las personas que se solidarizan con los más vulnerables; en los médicos, enfermeros y enfermeras que permanecen al pie del cañón para enfrentar el virus, en las personas que trabajan en los servicios públicos, en el estudiante que busca por todos los medios posibles continuar su formación académica. Y así, como los apóstoles ansiaban recibir al Paráclito prometido (Pentecostés), nosotros también aguardemos el día en que el Espíritu del Señor vuelva a aletear sobre la confusión y las aguas turbulentas creando una nueva sociedad.

 

Abraham Díaz, responsable del área de Identidad Cristiana



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