Un legado de amor y entrega

Elsy Mavel Rivera

19/10/2012

La mañana del 16 de octubre de 2011, el padre Dean Brackley entregó su vida a Dios, después de luchar durante varios meses contra un cáncer terminal. A un año de su fallecimiento, Dirección de Pastoral Universitaria, Coordinación de Asuntos Estudiantiles, Dirección de Desarrollo Estudiantil, Centro Monseñor Romero y Programa de Becas Mártires de la UCA organizaron diversas actividades para recordar su legado y mantener vivo su compromiso y amor solidario con los más necesitados de El Salvador.

Ejemplo de fe y justicia

La capilla de la Universidad fue el primer escenario donde se rindió homenaje a Dean, con una celebración eucarística para recordar su vida y obra a la luz de la palabra de Dios y la fe del pueblo salvadoreño. La misa fue oficiada por Andreu Oliva, rector de la UCA, y concelebrada por varios de sus compañeros jesuitas.

En la homilía, Oliva dijo que hablar de la vida de Dean es recordar y agradecer a Dios por un hombre bueno, alegre, noble y justo. Un hombre que se enamoró de El Salvador, de la gente más sencilla y humilde. «Él fácilmente se angustiaba por las necesidades y dificultades que pasa la gente. Le preocupaba, lo sentía y lo hacía suyo. Siempre trataba de ayudar», rememoró.

Durante la eucaristía, Jon Sobrino, director del Centro Monseñor Romero, presentó, como ofrenda, el libro El padre Dean. Diario personal y otros escritos. Texto que se compone de tres partes: la primera reúne escritos personales que hizo en sus últimos días de vida; la segunda recoge algunas homilías, homenajes y testimonios de gente que lo conoció; y en la tercera, se publican algunos textos académicos de Brackley.

Amigo siempre

Concluida la misa, amigos, compañeros de trabajo, estudiantes de la Casa de la Solidaridad y jóvenes beneficiarios del Programa de Becas Mártires de la UCA partieron en peregrinación hacia la tumba donde descansan los restos del sacerdote, en el cementerio de Santa Tecla.

«Ahora, en este lugar santo, queremos decirte que no queremos olvidarnos de ti. Aunque no estés con nosotros en cuerpo, sí estás presente en nuestros corazones. Gracias por tu ayuda y esfuerzo», dijo Ana Menjívar en nombre de todos los becados. La joven reconoció así que la lucha del padre Dean seguirá viva mientras se mantenga el compromiso de ser solidarios y generosos con los que más lo necesitan.

David Maradiaga, otro becario, también se animó a dedicar algunas palabras a quien él considera parte de su familia: «Dean fue una de las personas que sustituyó a mi papá cuando falleció. Llegó a mí cuando más lo necesitaba. Con su sonrisa y su alegría, me transmitió esa paz que tanto me hacía falta». Entre más testimonios, cánticos y oraciones, transcurrió más de una hora de homenaje al hombre que se convirtió en amigo para todos los que lo conocieron.

Dean, testigo de solidaridad

Para concluir la jornada, en el Auditorio «Segundo Montes, S.J.» se llevó a cabo el foro «Dean Brackley: testigo de solidaridad», que tuvo la participación de Andreu Oliva; Kevin y Trena Yonkers-Talz, representantes de la Casa de la Solidaridad en El Salvador; y Julio Pérez, coordinador del Programa Romero.

Pérez fue el primero en participar y su intervención estuvo enfocada en narrar diferentes experiencias de su convivencia con Brackley. El jesuita, durante muchos años, fue un pilar fundamental para la vida del joven y su familia.

Luego, los esposos Yonkers-Talz compartieron con los asistentes la experiencia de la Casa de la Solidaridad, proyecto que fundó Dean hace 13 años y que ha permitido que más de 500 estudiantes estadounidenses conozcan y compartan la realidad e historia del pueblo salvadoreño. Esta iniciativa se extendió a Filipinas y, próximamente, lo hará a Argentina.

Por su parte, el Rector comentó cómo el Programa de Becas Mártires de la UCA fue asumido por la Universidad tras la muerte de Brackley. «Ahora, podemos ofrecer la posibilidad a los pobres para que puedan tener las herramientas y los instrumentos necesarios para contribuir al cambio social».

A un año de su deceso, Dean Brackley está presente en la memoria de las personas que lo conocieron, y son ellas las que dan testimonio de su alegría, fe y gran amor por los más pobres.