Dean, cristiano ejemplar

Rocío Fuentes

26/10/2011

En el corazón de Santa Tecla, en compañía afectuosa de sus hermanos jesuitas y con el sonido de la incesante lluvia, el padre Joseph Dean Brackley murió el domingo 16 de octubre. En sus últimos momentos de vida, ofreció sus sufrimientos a Dios a cambio de alivio para los damnificados por el temporal que hasta hace pocos días afectaba al país.

Esta actitud de entrega generosa y desinteresada lo caracterizó siempre, incluso durante los seis meses que duró su enfermedad, un cáncer terminal de páncreas e hígado, que asumió lleno de alegría y gratitud. De hecho, hasta el final, la palabra que más dijo fue «gracias»: gracias a su familia por el apoyo a su vocación; a la Compañía de Jesús por su acompañamiento en la búsqueda de la justicia; y a los salvadoreños, porque a través de ellos aprendió a conocer el verdadero significado de la solidaridad y la entrega. Tanto era su agradecimiento que insistió, pese a lo delicado de su estado, en grabar en audio un testimonio de la obra que Dios había hecho en él, y pidió expresamente darlo a conocer después de su muerte.

Durante las honras fúnebres celebradas en la capilla de la UCA, cada vez que se reprodujo la grabación, la reacción de las personas fue la misma: agrado y consternación al escuchar la voz de quien tanto apreciaron, y que desde sus palabras invitaba a la humildad y al amor por los más desprotegidos.

José María Tojeira, director de Pastoral Universitaria, fue el encargado de organizar las actividades que se realizaron durante la velación. Entre cantos, rezos y testimonios, se recordó la bondad de aquel hombre de facciones dulces y amigables, que siempre ofrecía una sonrisa a quien se le acercara.

A eso de las seis de la tarde del martes 18, el primer día de la vela, se celebró una eucaristía, oficiada por Vicente Espinoza, superior, colega y amigo de Dean. La presencia de la gente fue masiva. Estudiantes de teología, becarios, miembros de comunidades pobres, delegaciones norteamericanas, empleados de la UCA, amigos, colegas y sacerdotes honraron la memoria del jesuita. Luego de la ceremonia, Audiovisuales UCA proyectó un video sobre la vida y obra del sacerdote.

El miércoles 19, en el Auditorio «Ignacio Ellacuría», se llevó a cabo la misa de cuerpo presente, presidida por monseñor José Luis Escobar Alas, arzobispo de San Salvador, y concelebrada por decenas de presbíteros de variadas congregaciones religiosas. El encargado de predicar la homilía fue Mauricio Gaborit, jefe del Departamento de Psicología y rector interino de la UCA.

El sermón recordó la fortaleza y el servicio de Dean. En la prédica se exhortó a todas las personas a convertir el sufrimiento por la partida de Brackley en alegría, pues la muerte, para el cristiano, es el paso hacia la vida eterna. Gaborit agradeció a la familia de Dean, representada por Jane, su hermana, por haber permitido que el cuerpo descanse en tierras salvadoreñas.

Al finalizar la eucaristía, el padre Tojeira explicó que el cuerpo sería trasladado a la cripta que la Compañía de Jesús posee en el Cementerio General de Santa Tecla, pues el mismo Brackley había manifestado su deseo de ser enterrado junto a sus hermanos más humildes y anónimos.

A pesar de la torrencial lluvia, un centenar de personas se trasladó al camposanto. Algunos, con profundo dolor por la pérdida física de un maestro y pastor; otros, con la esperanza de que su legado germine y permanezca en la tierra que tanto amó.

El padre Dean vino de Estados Unidos a El Salvador en 1990, para continuar el trabajo de los jesuitas asesinados el año anterior. Desde entonces, se convirtió en párroco de los municipios de Jayaque y Las Palmas (ambos en la Libertad). En 1994, preocupado por las pocas oportunidades de los jóvenes de esas comunidades para continuar sus estudios superiores, decidió iniciar un proyecto que hoy en día es el Programa de Becas Mártires de la UCA, que apoya a más de 50 estudiantes de escasos recursos para que puedan obtener un título universitario.

En esta casa de estudios, Dean Brackley fue el encargado de la parroquia universitaria «Jesucristo Liberador», catedrático del Departamento de Teología y escritor. Uno de sus libros es Espiritualidad para la solidaridad: nuevas perspectivas ignacianas, publicado en español por UCA Editores en 2010.

«El mundo cambiará solo si se forman nuevos seres humanos que lo cambien, personas que estén libres para amar, para resistir el aliciente de la riqueza y para solidarizarse con los más pobres». Esta frase, parte del libro, resume lo que siempre predicó Dean con su vida: la esperanza de un mundo mejor viene desde los menos favorecidos, desde el servicio y la entrega que desatan el egoísmo de vivir para sí y que vuelca el espíritu hacia los demás.