Un modelo inviable
El análisis de la evolución de
corto plazo nos lleva a concluir que 2002 será el séptimo año consecutivo de
práctico estancamiento económico. Consecuentemente, el modelo económico y
social vigente es insostenible e inviable para encarrilar a El Salvador en
el tren del desarrollo económico y social, y el mismo requiere de nuevas
medidas de política económica y social que alteren sus estructuras. Ello es
un llamado de urgencia a la creatividad y protagonismo de quienes tienen en
sus manos las riendas del país, para una mayor apertura al diálogo, y
participación de los diversos sectores en las propuestas de soluciones.
Este llamado no es caprichoso, pues desde hace varios años los diversos
análisis de coyuntura vienen señalando los mismos problemas: lento
crecimiento económico, demanda agregada deprimida con bajos niveles de
ahorro e inversión privada, alto desempleo y subempleo, pérdida del poder
adquisitivo de los salarios mínimos y estancamiento del salario promedio,
elevado déficit fiscal, creciente déficit de la balanza comercial, poco
dinamismo de las exportaciones, elevada mora bancaria y reducción del
crédito al sector privado, y poca inversión extranjera. A los síntomas
presentados en este informe se le pueden añadir otros mencionados en
diversos estudios, como el fuerte deterioro ambiental, la baja
competitividad del aparato productivo, insuficiente inversión en educación
—ello, a pesar del esfuerzo realizado en esta área—, los altos niveles de
delincuencia, inseguridad jurídica, e insuficiencia de mano de obra
calificada.
La prolongación del bajo crecimiento por siete años consecutivos indica que
se trata de un problema estructural y no es simplemente el resultado de una
coyuntura internacional poco favorable. Las cifras más recientes sugieren
que el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) en 2002 se acercará al
1.5 por ciento, es decir, que en términos per cápita el crecimiento será
negativo. Los crecimientos trimestrales presentan desde 1997 una tendencia a
la baja, el promedio de crecimiento trimestral ha sido año con año menor.
Todos los componentes de la demanda agregada están deprimidos con la
excepción de la inversión pública, pero su sostenibilidad a largo plazo está
limitada por una baja carga tributaria.
El consumo privado y público evidencian un bajo crecimiento. Para el año
pasado, la tasa de crecimiento del consumo privado fue de 0.9%, lo que en
términos per cápita equivale a una tasa negativa cercana al 1%. Por su
parte, el consumo público enfrenta la necesidad de contracción de los gastos
corriente, lo que hace previsible esperar un estancamiento en el mismo, tal
como se está planteando en el Presupuesto General de la Nación 2003. Para el
presente año, en el Gobierno central se experimenta una contracción de las
remuneraciones del 1.8%, y una disminución de las compras del Estado en
bienes y servicios del 27.1%.
La inversión pública ha sido errática a lo largo de la década pasada, pero
en 2001 creció en un 14.8%, producto de la reconstrucción y del FOVIAL
(Fondo de Inversión Vial), y lo mismo se verá en el 2002 y 2003 de acuerdo
al presupuesto. Sin embargo, cuando terminen los esfuerzos de reconstrucción
post-terremotos perderá dinamismo. Por el lado de la inversión privada,
después del dinamismo de la primera mitad de la década de los noventa, desde
1997 el crecimiento de la inversión muestra una tendencia decreciente, al
grado que en 2001 se redujo en 3.4%.
Las exportaciones de productos tradicionales presentaron un saldo de 108
millones de dólares, al mes de junio de 2002, lo que implica una baja de
28.9%, comparado con el mismo período del año pasado, lo que equivale a 44
millones de dólares. La maquila, el otro rubro importante en la demanda por
exportaciones que enfrenta el país, experimenta un debilitamiento de su
crecimiento, principalmente por la recesión y desaceleración de la economía
estadounidense, principal destino de las exportaciones de dicha rama. Las
proyecciones sobre la recuperación económica de Estados Unidos no son
demasiado optimistas. Además, existe la posibilidad de eliminar una de las
concesiones de la ICC (Iniciativa de la Cuenca del Caribe). Finalmente, la
demanda de productos no tradicionales enfrenta una mayor competencia,
principalmente las que se destinan a Centroamérica, debido al aumento de la
competencia proveniente de México, Chile y República Dominicana a causa de
los tratados de libre comercio firmados. Por su parte, la demanda a otros
países fuera del área enfrenta un ciclo de menor crecimiento producto de la
lenta recuperación de la economía mundial.
Por otra parte, un indicador importante para estimar una tasa de desempleo
efectiva más acorde al mercado laboral salvadoreño, es el desempleo
equivalente al nivel de subempleo, incluidos el visible e invisible. Se ha
estimado cautelosamente que la tasa promedio que debe de agregarse a la tasa
de desempleo abierto es de 16% como porcentaje del nivel de ocupados; con
esta tasa promedio es posible estimar la tasa de desempleo estructural de la
economía consecuencia de los flujos entre el empleo, la desocupación y la
población inactiva. De acuerdo a cálculos realizados con la EHPM del 2000,
la tasa de desempleo estructural en el país es cercana al 17%, muy por
encima del 7% de desempleo manejado tradicionalmente. Por razones
coyunturales, como la insuficiencia de la demanda que el país sufre
actualmente, la tasa de desempleo equivalente se eleva al 19% de la PEA y el
desempleo efectivo sube hasta el 21%. Ello plantea un reto a la sociedad y
el gobierno para ver más allá de la simple cifra de desempleo abierto.
En la coyuntura actual, la creación de empleos predominantemente femeninos
es superior a los masculinos. La incorporación cada vez mayor de la mujer en
la fuerza laboral ha sido un proceso reciente que se desenvuelve con un
grado de desventaja para la mujer y la fuerza de trabajo en general. El
crecimiento de la fuerza laboral femenina va acompañada de un elevado
porcentaje de subempleo y muy probablemente de desempleo equivalente. Las
variaciones de la tasa de subempleo femenino muestran cierta correlación con
la de crecimiento del producto, lo que no quiere decir que ocurra lo mismo
con el desempleo equivalente. Esto último podría significar que ciertos
sectores más dinámicos de la economía están aprovechando el subempleo
femenino de forma pro-cíclica. Por ejemplo, en lugar del despido se
establecen menores salarios y se utiliza mano de obra a tiempo parcial.
En los últimos cuatro años, el salario mínimo real ha caído en un 8%, dado
que el salario mínimo nominal se ha mantenido inalterado a 1,250 colones
mensuales. Así, desde 1988 hasta el presente el salario mínimo real ha
disminuido casi en un 30%, lo que unido al fenómeno del subempleo debilita
un poco el argumento que en el país existe mucha rigidez en el mercado
laboral. Con similar tendencia el promedio del Ingreso Base de Cotización de
los afiliados activos del Sistema de Ahorros para Pensiones, ha visto
reducido su poder real de compra en aproximadamente un 10% desde sus valores
más altos en 1999 hasta marzo 2002.
Utilizando información complementaria, la evolución del salario promedio
real basándose en cotizaciones del ISSS diverge según los sectores en
cuestión: aumenta para el sector público mientras disminuye en el privado,
durante la última década. Los salarios nominales promedio del sector público
superan a los del sector privado en casi un 60%. En los últimos diez años,
los salarios promedio reales para el sector público han aumentado 27%,
mientras que los del sector privado han sufrido una reducción de 14%. Para
la totalidad de la población afiliada, el salario promedio ha venido
aumentado, a excepción de 2001, año en el cual disminuyó de 308.71 dólares
que había alcanzado en 2000 a 304.6 dólares, lo que equivale a una reducción
de 1.33%.
Con relación a las finanzas públicas, la situación fiscal es delicada. Casi
la quinta parte del financiamiento del presupuesto del presente año se
origina en la contratación de deuda pública. Mientras los ingresos crecieron
a una tasa de 0.4% con respecto al año pasado, los egresos lo hicieron en
5.3%, lo que ha causado un crecimiento del déficit fiscal con respecto al
año pasado de 44.1%, que equivale a 60 millones de dólares. Al mes de junio,
la captación impositiva alcanza 884 millones de dólares, que representan el
50.2% de lo presupuestado para todo el año. Pero hay impuestos que se
encuentran por debajo de los rendimientos esperados; tal es el caso del IVA,
que cuenta con 45.8% y las importaciones, con 47.0% sobre el total del año.
El sector público ha continuado con la política de incrementar los niveles
de endeudamiento; a junio de 2002 la deuda pública alcanzó los $5.706
millones, que representan 39.1% del PIB. Al mes de junio 2002, el Gobierno
Central gastó en concepto de pago de intereses y comisiones de la deuda la
suma de 76.4 millones y por amortización 295.5 millones de dólares. La suma
de ambos pagos representa el 33.4% de los impuestos recolectados en la misma
fecha, es decir, la tercera parte de los impuestos se destina al pago del
servicio de la deuda.
Muchos de los indicadores en materia fiscal llevan a una seria preocupación:
baja presión tributaria y elevado déficit fiscal que se ve presionado al
alza para cubrir los requerimientos de la deuda provisional —que, en el
presupuesto correspondiente a 2002, tiene asignados más de 150 millones de
dólares—, y el nivel creciente del saldo de la deuda pública. Sin embargo,
las proyecciones oficiales del presupuesto para 2003 y los siguientes años
indican que el déficit fiscal comenzará a reducirse; el logro de estas metas
dependerá en gran parte del éxito de las reformas que se realicen en el
ámbito fiscal, relacionadas con austeridad presupuestaria e incremento de la
carga tributaria por medio de una mayor eficiencia en la recaudación.
Cambiemos el rumbo
Las señales de los diversos indicadores evidencian que a siete años de
práctico estancamiento, el modelo económico-social vigente adolece de serios
problemas estructurales que requieren de un cambio de rumbo en las políticas
públicas. El país ha seguido y sigue un audaz proceso de apertura de los
mercados de bienes y servicios al comercio internacional y una mayor
exposición a los mercados financieros internacionales, como si esta fuera la
carta de salvación, pero para que esta carta funcione de manera sostenible
es necesario hacer algunos cambios.
Un primer paso necesario es la búsqueda de nuevos consensos con relación al
modelo económico y el tipo de país que se quiere construir, dado que dicha
discusión no fue abordada apropiadamente después de los acuerdos de paz.
Tampoco en el entorno mundial se han presentado opciones alternativas
satisfactorias, pues las tendencias dominantes han girado en torno a las
reformas del consenso de Washington. Pero ya desde mediados de la década de
los noventa comenzaron a surgir críticas dentro del mismo establishment,
señalando que las reformas no estaban dando de sí en términos de crecimiento
económico y desarrollo social. Más recientemente, economistas de reconocido
prestigio académico, como Joseph Stiglitz y Jeffrey Sachs, han planteado
duras críticas al proceso de globalización, a la generalización de recetas
para lograr el desarrollo, y a las recomendaciones de organismos
internacionales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional,
con el aval de los gobiernos de turno.
Por otra parte, existe una discusión estéril acerca de la primacía del
mercado frente al Estado o viceversa. Ambas instituciones son necesarias
para el funcionamiento de una economía basada en la división social del
trabajo. Pero hay que reconocer que ambas adolecen de problemas y
debilidades. Sin adentrarse más en esta discusión, aunque ayuda en la
asignación de los recursos, el mercado nunca se hará cargo de la equidad en
la sociedad, ni tampoco es eficiente por sí solo (competencia imperfecta,
externalidades, información asimétrica, bienes públicos, etc.). Por su
parte, el Estado tampoco es garantía de eficiencia, honradez y
transparencia, pero se le necesita para regular al mercado, promover la
equidad, la eficiencia, el desarrollo. Es urgente definir seriamente el rol
que cada uno puede y debe jugar en la sociedad sin satanizar ni canonizar.
Todo ello exige una seria reflexión en torno a las necesidades y
posibilidades de cambio. Se pueden mencionar algunos lineamientos básicos o
lecciones que se derivan de algunas experiencias exitosas, pero no para
sugerir que el país debe imitar recetas, sino para invitar a la creatividad
y la propuesta de soluciones. Bien podría plantearse una lista limitada,
pero con puntos neurálgicos.
El estancamiento del crecimiento económico está vinculado necesariamente a
la falta de productividad de nuestros productores y a los escasos vínculos
intersectoriales que podrían ayudar a dinamizar la economía y la demanda
interna. En relación con la competitividad, existen una serie de factores
claves que permitirían un mejor posicionamiento a escala internacional,
tales como una mayor inversión en educación y aplicación intensiva de
tecnología de punta, más seguridad jurídica y seguridad ciudadana, y menores
costos en los servicios básicos de infraestructura. Todo ello requiere de un
esfuerzo extraordinario por parte de toda la sociedad, pero especialmente
del Estado que juega un papel regulador y participativo en varias de éstas
áreas, principalmente educación. Para poder aprovechar las ventajas de la
adaptación creativa de tecnología de punta, es esencial el fortalecimiento
de las habilidades y nivel educativo de la población. Los esfuerzos que El
Salvador ha hecho hasta la fecha en estas áreas, aunque loables, se quedan
pequeños frente a los retos que tenemos por delante. Es necesario
cuadriplicar esfuerzos en educación y aplicar una terapia intensiva para
adoptar la tecnología de punta.
De nada sirve tener un segmento selecto de la población con alto nivel
educativo y entrenamiento para utilizar dicha tecnología, pues estas
características tienen que estar presentes en la totalidad de la población
para poder aprovechar de manera más eficiente y ambientalmente sustentable
los escasos recursos que tenemos, y evitar la exclusión social y el
deterioro ecológico. Los altos niveles de educación y el uso intensivo de
tecnología debieran estar presentes en todos los sectores productivos,
agricultura, industria, comercio y servicios. De allí el otro factor, el
aprovechamiento de vínculos intersectoriales en los diversos sectores de la
economía; pues ello permitiría crear un flujo de bienes y servicios entre
los mismos, generando ingresos y empleos con mayor inclusión social,
mejorando la distribu e, y para plantear preguntas en esa dirección: ¿Cuál
debe ser el nuevo rol de la agricultura?, ¿qué tipo de agricultura se debe
desarrollar?, ¿cómo se pueda aprovechar para conservar o mejorar el medio
ambiente?, ¿cómo se pueden fortalecer los vínculos intersectoriales?
Responder a estas preguntas y tratar urgentemente el tema del agro es
condición necesaria para encarrilarse en la dirección correcta al desarrollo
del país.
Como este tipo de esfuerzos necesita de mayor intervención del Estado, un
Estado que sea promotor del desarrollo, grande en eficiencia y capacidad,
ello nos lleva al problema de la escasez de los fondos públicos, dado que
son insuficientes para atender las necesidades urgentes del país. Se
reconoce que El Salvador es uno de los países del hemisferio con menor carga
tributaria. Hasta la fecha, la carga tributaria es cercana al 11%, cuando la
de países como Chile y Corea es de 18.4% y 17.3% respectivamente, mientras
que en Estados Unidos asciende al 20% y en Alemania, al 27%, para mencionar
algunos casos considerados como exitosos. No se sabe exactamente cuál
debería ser la carga tributaria óptima para El Salvador, pero no cabe duda
que actualmente es demasiado baja y que los impuestos que los salvadoreños
pagamos no son suficientes para que el Estado asuma con seguridad un papel
de promotor del desarrollo, y es por ello que debemos repensar totalmente
las finanzas públicas, poniendo al centro de la discusión no sólo la
eficiencia sino también la equidad, tanto de los impuestos como del gasto
público. No se debe dejar de mencionar que en este campo es fundamental
tocar con mayor seriedad y efectividad los temas de la transparencia, la
corrupción, y el manejo político que se hace de la Corte de Cuentas.
Los esfuerzos de las negociaciones de Tratados de Libre Comercio con socios
estratégicos, como Estados Unidos, Canadá y otros, junto a los tratados ya
vigentes con México, República Dominicana y Chile, son claves para el logro
de una mayor apertura de los mercados de nuestros socios a los productos que
podemos ofrecerles, pero se convierten en un reto, no sólo para los
exportadores, sino también para los productores de bienes que compiten con
las importaciones, generado así un fenómeno de creación y destrucción
simultánea de puestos de trabajo. Si no se resuelven los problemas antes
mencionados, puede ser que tengamos un poco de oxígeno por un tiempo, pero
tarde o temprano el arrastre del atraso tecnológico, la escasez de mano de
obra calificada, la inseguridad jurídica y ciudadana, la falta de
transparencia y corrupción nos van a bajar al suelo nuevamente. Si nos
interesa el futuro de nuestros hijos, nietos y bisnietos, pensemos en el
largo plazo, El Salvador de aquí a 30 o 50 años, y comencemos a trabajar por
él hoy. Cuanto antes, mejor.
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Departamento de Economía de la UCA. Boletín de prensa Nº 9, 15 de octubre de
2002..
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