PROCESO — INFORMATIVO SEMANAL EL SALVADOR, C.A.

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    Su producción y publicación está a cargo del Centro de Información, Documentación y Apoyo a la Investigación (CIDAI) de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” de El Salvador. Por favor, asegúrese de mencionar Proceso al utilizar porciones de esta publicación en sus trabajos.

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Año 24
número 1051
junio 4, 2003
ISSN 0259-9864
 
 
 
 

ÍNDICE



Editorial: Flores y la gente: realidades encontradas

Política: Francisco Flores: cuatro años después

Economía: El discurso del presidente Flores a la luz de las cifras

Sociedad: El mejor de los países posibles

Regional: El Salvador en el contexto internacional, según el discurso del presidente Flores

Derechos Humanos: Cuatro años de puras “flores”

Microeconomía: Microeconomía familiar salvadoreña: ¿realismo mágico del gobierno?

 
 
Editorial


Flores y la gente: realidades encontradas

 

Ocho de cada diez salvadoreños aseguran haberse beneficiado poco o nada de la gestión del presidente Flores, según la última encuesta del IUDOP, en la cual se evalúa su cuarto año al frente del poder ejecutivo. Pero ello no ha sido suficiente para que éste recapacitara. Tampoco lo han sido las críticas de la dirección de ARENA, las cuales apuntan en la misma dirección: ausencia de política social y mala ejecución de la económica. En su mensaje anual, dado a conocer en la Asamblea Legislativa, el presidente Flores volvió a repetir que el país se encuentra en la dirección correcta. Para ello, esgrimió una cantidad de cifras abrumadora, impropia en un discurso de esta naturaleza, y en unas cuantas mentiras, como que había reducido el déficit fiscal, que no había subido los impuestos, que la factura de la energía es engañosa, que ha apoyado a los sectores agrícola, ganadero y pesquero, etcétera. Si el discurso dijera la verdad, ARENA no habría salido bien parada en las elecciones recién pasadas, porque la población no ha comprendido los logros de estos últimos cuatro años o porque, si los ha comprendido, fue muy ingrata con su benefactor. Se mantiene, pues, el abismo que separa al discurso gubernamental de la percepción de la mayor parte de la población. Sin intentar cerrarlo para poder cruzarlo, es imposible que Flores pueda cumplir su promesa de acercarse a cada uno de los salvadoreños y salvadoreñas para solucionarle sus problemas sociales y económicos.


Lo que éstos esperan en este último año de Flores está establecido de forma muy clara, en la encuesta citada. La gente pide mejorar su situación económica, es decir, crear empleo, disminuir la pobreza y subir el salario mínimo, por un lado, y, por el otro, controlar la delincuencia, así como también la resolución del conflicto de la salud. En términos generales, la gente pide al presidente Flores y a ARENA crear bienestar general. La cuestión es cómo satisfacer estas demandas, legítimas y justificadas, en tan sólo un año y con un poder ejecutivo empecinado en que el país va en la dirección correcta. Las consecuencias de esta diferencia de perspectiva están reflejadas en las preferencias electorales, las cuales favorecen al FMLN y no a ARENA.


El presidente Flores, de alguna manera ha captado el mensaje, pues se ha puesto a la defensiva. La enorme cantidad de cifras, algunas de ellas usadas con poco rigor, que utilizó en su mensaje anual en la Asamblea Legislativa, intenta responder a las críticas hechas de dentro y fuera de ARENA. Con ellas quiso demostrar, sin convencer, que el suyo es el mejor gobierno que el país ha tenido, en décadas, incluidos los dos gobiernos anteriores de ARENA. Su lista de logros es grande: cobertura en educación, atención a la infancia y la juventud, construcción de museos, escenarios deportivos, parques, carreteras, calles, plazas y viviendas, acceso de los más pobres a la salud, al agua, a la energía y a las comunicaciones, rescate de comunidades rurales, creación de empleo, seguridad alimentaria para los campesinos, nuevas tecnologías, transporte ordenado, anillo periférico, etc. En una palabra, “El Salvador es hoy sinónimo de éxito en cualquier campo” y goza de “gran prestigio internacional”, por “nuestro exitoso programa de combate a la pobreza, nuestra transición democrática y la transparencia y efectividad de nuestro gobierno”.


El gran desafío de Flores y ARENA es que la mayoría de la población no comparte esta perspectiva, ni esta valoración. Por lo tanto, aquí “el nuestro” sobra. La población sólo le concede la construcción de calles y carreteras. La mayoría, casi la mitad, no reconoce logro alguno y otra parte no sabe identificar un logro. Ambas posturas, en total, son sostenidas por más de la mitad de la población (61%). No es de extrañar, entonces, que la valoración general de este cuarto año sea baja (5.01), la segunda peor nota del periodo. La primera (4.84), la obtuvo en febrero de 2000. Con la perspectiva de los cuatro años de gobierno, la mayoría no observa cambio positivo. Casi ocho de cada diez afirman que el país está igual o peor. Casi la mitad opina que Flores ha gobernado mal, contra una cuarta parte que sostiene que lo ha hecho bien y el resto, que su desempeño ha sido regular.


Los puntos más criticados son los mismos de siempre: economía y seguridad ciudadana. A estos se agrega ahora el conflicto de la salud. La mayoría asegura que la economía está peor o sigue igual. Ambas percepciones hacen más del 80 por ciento. Sólo un reducido grupo asegura que está mejor (14%), el cual es un grupo que se aproxima al que asegura que éste es un buen gobierno. Los Tratados de Libre Comercio no aparecen como la solución a la crisis por la que pasan las familias salvadoreñas: seis de cada diez asegura que benefician a los empresarios y tres de cada diez, a los ricos y poderosos. La mayor parte de la población no duda que ARENA gobierna exclusivamente para los ricos. La gran mayoría asegura que la delincuencia ha aumentado. La mayor parte de la población encuestada señala falta de apertura y disponibilidad para concertar y resolver el conflicto de la salud. No es nada halagüeño que las tres cuartas partes opinen que el mandatario es sordo a sus demandas, cuando éste insiste en que se propone “elevar la calidad de vida de la familia salvadoreña”. Las medidas que propuso después de las elecciones de marzo pasado son vistas por la mayoría, seis de cada diez personas, como una simple estrategia de supervivencia política, es decir, no le otorgan credibilidad.


El gobierno de Flores está, pues, agotado y lo que es peor, carece de credibilidad. La postura defensiva que ha adoptado así lo confirma. Ahora bien, según su análisis, los resultados y las perspectivas electorales no favorecen a ARENA por haber hecho un buen gobierno, el mejor de todos, en décadas. Pero si ARENA pretende continuar dirigiendo el poder ejecutivo, tendrá que rescatar lo que queda de este gobierno. El gobierno de Flores es cosa del pasado. Poco podrá hacer en el año que le queda. No tiene ni tiempo, ni recursos, ni credibilidad. Así, pues, el presidente Flores deja en muy malas condiciones a su partido para las próximas elecciones. Sin cambios inmediatos y eficaces, que beneficien de forma directa a la población, es casi imposible recuperar lo que queda del tercer gobierno de ARENA. Es cierto que una buena parte de la responsabilidad es de Flores, pero también de ARENA, que ha apoyado su mal gobierno. La herencia que le deja se la tiene bien ganada.

G

 

Política


Francisco Flores: cuatro años después

 

El pasado domingo 1º de junio, el presidente Francisco Flores se presentó en una sesión solemne ante la Asamblea Legislativa. El ritual tenía como objetivo presentar la situación del país ante los legisladores. Dado que la ley no estipula que la total sinceridad y transparencia sean elemento primordial de este ejercicio, Flores no desaprovechó una tribuna ideal para hacer alarde de las realizaciones de su gobierno. Remachó ante sus detractores —el 80% de los salvadoreños que dicen en las diferentes encuestas no estar de acuerdo con su política— un rosario de realizaciones que considera deben acreditarse a su equipo gubernamental. Flores dice haber cumplido con creces su tarea. Si “el éxito de un gobernante se mide por el cumplimiento de sus promesas —dice el mandatario—, por esta razón es que vengo acá, no con aseveraciones vagas, sino con la certeza de obras verificables, a decir que he cumplido”.


Será un trabajo de los periodistas acuciosos investigar si de verdad se construyeron las carreteras, los hospitales y las escuelas que el mandatario atribuye a su administración. Habrá que determinar también sobre el terreno si es cierto que los habitantes del Gran San Salvador tienen agua en abundancia como lo ha manifestado Flores. Los economistas dirán si es cierto que se ha logrado “reconstruir el país, honrar nuestras deudas, duplicar la inversión pública, construir la obra social más grande en la historia del país”. O si se ha reducido el déficit fiscal y sin subir los impuestos. Los peritos de la Corte de Cuentas tendrían que confirmar si realmente todo se ha hecho “con visión clara y con honestidad”. Finalmente, habrá que investigar si realmente los niños salvadoreños ya no mueren de dengue, malaria o de tuberculosis, tal como anuncia el presidente.


Sin embargo, más allá de la verificación obra por obra de las autoproclamadas realizaciones gubernamentales, no escapa la diferencia entre el discurso presidencial y la realidad que dicen vivir la gran mayoría de salvadoreños. Dice Flores que hace cuatro años se comprometió a “trabajar para transformar a El Salvador en un mejor país”. El 1º de junio de 2003, su convicción íntima le permite afirmar, en una paráfrasis de la segunda epístola de Pablo a Timoteo, que su gobierno ha peleado la buena batalla, ha hecho el trabajo y está por capitalizar sus frutos.


Es evidente que el discurso presidencial tenía como finalidad detener la oleada de críticas que ha recibido su gobierno en los últimos días. En esta línea, el principal objetivo eran sus detractores del FMLN. Por eso declara el mandatario que “los salvadoreños logramos, aun en la adversidad, construir cada día el presente que queremos y el futuro que esperamos. Las bases son firmes, el camino está trazado, no nos detengamos, no nos retrasemos. [No hay que dejarse desviar por] los que irresponsablemente desean descarrilar el esfuerzo”. [Así], “no permitamos que nuestros hijos vuelvan a comenzar de cero, es bastante el camino recorrido, apreciemos lo que hemos logrado, no ha sido fácil, ni ha sido suficiente, pero ha sido nuestro y no impuesto por ideologías que recurrentemente han fracasado”.


Por otro lado, Flores se dirige también con especial fuerza a “sus hermanos areneros” que han puesto en tela de juicio en los últimos días las realizaciones de su gobierno. Les recuerda que su gobierno ha sido el único que ha resuelto problemas ya perennes, como la construcción de vías de acceso a las comunidades rurales, escuelas e instalaciones deportivas. “Cincuenta municipios pobres y aislados están hoy conectados al desarrollo por carreteras pavimentadas y 162 nuevos puentes. Carreteras ansiadas por generaciones son hoy una realidad”. Asimismo, las cifras que ofrece Flores dicen ser superiores y en algunos casos duplican a los indicadores de hace cuatro años.


Finalmente, en el trasfondo de las palabras de Flores, hay un guiño especial hacia el electorado salvadoreño. El presidente le recuerda la situación endémica que ha caracterizado el país. Pese a que califica, sin decirlo, de ineptos a sus predecesores, incluso a Calderón Sol y a Cristiani, que no supieron resolver los problemas de pobreza, falta de carreteras o de acceso al agua potable de la mayoría de la población; pese a ello —quizá porque no es permitida la reelección presidencial—, sigue pidiendo que se considere el voto para su partido. Flores pide a los salvadoreños que no se tire a la borda lo que tanto le ha costado realizar en sus cuatro años de gestión.


Nadie puede negar el derecho de Flores de defender la acción de su gobierno. Todas las leyes internacionales y la misma Constitución de la República reconocen el derecho a la defensa de las personas. Y, a decir verdad, en los últimos días, el gobierno de Flores era vilipendiado por propios y extraños. Entonces, como de esperarse, el mandatario usó la tribuna inmejorable de la Asamblea Legislativa, en un momento en el que todo el pueblo estaba pendiente del informe de sus gestiones, para iniciar la defensa de su administración.


En torno a las recriminaciones solapadas de Francisco Flores a sus correligionarios areneros, no hay señal de mayor rebeldía. Los legisladores areneros ofrecieron una conferencia de prensa para alabar a su presidente. Los dos principales matutinos del país, conocidos por su apoyo militante al partido oficial, avalaron las declaraciones de Flores. Los dos ex presidentes de la República, los más críticos frente a la gestión gubernamental a cuyo déficit en el plano social atribuyeron los malos resultados del partido, no manifestaron malestar alguno acerca del tenor del discurso de Flores. Sin embargo, pese al hermetismo que ha rodeado el hecho, no cabe duda que no contribuirá a apaciguar las relaciones entre los “elefantes” de ARENA. De esta manera, ponerse de acuerdo sobre el candidato idóneo para competir en las próximas elecciones presidenciales puede convertirse en un ejercicio más difícil para los dirigentes más influyentes del partido. Francisco Flores manifestó una vez, de manera solemne, su resentimiento y frustración respecto de las declaraciones post electorales de los otros presidentes honorarios.


La oposición por su lado, especialmente el FMLN, no tardó en calificar de mentiroso al presente por sus supuestas realizaciones. Los líderes efemelenistas manifestaron su desacuerdo con el discurso presidencial. Para ellos, las cifras lanzadas por el presidente son insostenibles en la realidad. De esta manera, el partido de izquierda se hace eco de las encuestas que evaluaron de manera negativa el desempeño gubernamental. En la misma línea, fustigaron la decisión del gobierno que impide que las alcaldías puedan cobrar sus impuestos a partir de los recibos de teléfono. Esta medida asesta, a todas luces, un golpe importante a los municipios en su afán de conseguir recursos para llevar a cabo algunas obras demandadas por la población. Flores parece estar dispuesto a sacrificar la autonomía municipal en aras de dar la sensación que ha bajado el recibo de electricidad de los electores.


Ahora bien, la gran pregunta debería centrarse en saber si el presidente ha logrado o no su cometido: hacer ver a la población en general y a sus adversarios que han sido injustos en su evaluación de su labor gubernamental. En el país, los medios de comunicación no tienen la costumbre de organizar este tipo de consultas. Habría sido interesante preguntarle a los salvadoreños, en una encuesta rápida y seria, su valoración del discurso presidencial, luego de los comentarios de la oposición. En todo caso, pese a las carencias evidentes en el tratamiento de la información de los medios de comunicación del país, conviene detenerse en la estrategia gubernamental que consiste en retomar para los salvadoreños las grandes realizaciones de la administración de Flores.


Hay que notar, en primer lugar, que el desfase entre la lectura oficial de la situación del país y la opinión emitida por los salvadoreños ha sido una constante desde la llegada de Flores a Casa Presidencial. El presidente se ha caracterizado por su tozudez en esta materia. Es poco probable que su discurso haya hecho mella en la población que sigue viendo erosionada su capacidad adquisitiva, en beneficio de la irracionalidad económica instaurada.


En este tema, como le ha venido sucediendo a lo largo de sus cuatro años de gobierno, Flores se equivocó en su estrategia de comunicación. La solución para un enfermo que se cree en estado terminal, aunque fuera una enfermedad imaginaria, no es negarle la veracidad de sus síntomas. Hay que tratar de hacer el diagnóstico con la colaboración del paciente para ayudarle a aceptar y digerir el punto de vista del médico. Flores llegó el 1º de junio a decirle a los salvadoreños que es mentira que su situación económica está mal y que dejen de fingir su supuesto malestar. En política es una estrategia suicida que refuerza la convicción de poca capacidad de escucha, insensibilidad frente a los problemas del país y poco dado a la concertación que suelen destacar los salvadoreños cuando se les pregunta acerca de su presidente.


Además, por otro lado, Flores omitió referirse a los principales problemas que aquejan a los salvadoreños. La huelga en el Seguro Social, el principal talón de Aquiles del gobierno en los últimos meses, no mereció ningún comentario en el discurso del mandatario. El presidente decidió ignorar un serio problema que preocupa a muchos salvadoreños. Ignora que buena parte de la población, si no manifiesta una simpatía militante con los trabajadores en huelga, ve en la actitud del presidente una posición intransigente e irresponsable que rehuye su responsabilidad. De nueva cuenta, el mandatario hace gala de su miopía política.


Flores no sólo siguió con su misma tónica de enfrentamiento con el electorado desde que llegó al poder, sino que en esta particular coyuntura compromete aún más a su partido. Por ello, si ARENA llegara a perder las elecciones del próximo año, buena culpa se la endosarán al discurso de autocomplacencia de Flores.


Flores, sin duda, habría revertido la situación o por lo menos calmar las aguas si hubiera aprovechado la circunstancia para renovar su compromiso con la solución de los problemas que más aquejan a los salvadoreños. De paso, habría sido una decisión audaz sacrificar a su ministro de Salud y el director del Seguro Social como muestra de buena voluntad de su gobierno para resolver el conflicto en la institución. En vez de ello, el mandatario se dedicó a alabar a un sistema de salud, a todas luces obsoleto, y que ha segado la vida de cientos de niños salvadoreños durante su mandato. Finalmente, el presidente entiende poco de la dinámica de un sistema presidencialista. No hay que olvidar que, al mismo tiempo que éste tiene tendencia a concentrar los poderes en el Ejecutivo, también le pasa la factura con creces cuando las cosa no caminan según lo deseado por los electores.

G

 

Economía


El discurso del presidente Flores a la luz de las cifras

 

En el informe de su cuarto año de gestión, el presidente Francisco Flores mencionó lo que a su parecer son los grandes avances que ha experimentado el país durante los últimos años, a pesar de los golpes que han significado los terremotos y las sequías. En su discurso, efectúa un breve análisis que destaca las diferencias de cómo se encontraba el país hace algunas décadas y cómo se encuentra ahora. Flores también subraya los grandes resultados y avances en materia económica. Avances logrados, a pesar de la grave coyuntura económica mundial, que ha incidido grandemente en la actividad económica nacional.


Ante el discurso, se ha desatado una serie de reacciones en los diferentes sectores de la sociedad. Para la oposición, lo mencionado por el actual gobernante ha sido “una lluvia de mentiras” que no se corresponden con la realidad cotidiana de los salvadoreños. Para el centro político, representado por el CDU, el discurso del presidente plantea la existencia un país distinto al que perciben los salvadoreños. Debido a esto, son evidentes las marcadas discrepancias que existen entre el Ejecutivo y los demás actores sociales.


El mandatario fue claro en expresar que las medidas más acertadas de su gobierno para mantener la estabilidad económica fueron: la implementación de la Ley de Integración Monetaria (LIM), el haber honrado las deudas del país a tiempo y una reducción del déficit fiscal sin el incremento de los impuestos. Finalmente, en el sector externo, haber impulsado y aumentado las exportaciones salvadoreñas hacia aquellos países con quienes se ha ratificado convenios de libre comercio.


Parece ser que los cuatro aspectos anteriormente mencionados constituyen los logros más sobresalientes que destaca el actual gobierno de ARENA en el ámbito macroeconómico. Para apreciar más nítidamente los logros hay que remitirse a las siguientes cifras.


Para el presidente de la República, una de las razones más importantes para implementar la LIM fue reducir las tasas de interés, para lograr una reactivación de la economía a través del incremento de la inversión privada. Sin embargo, a pesar que las tasas de interés han bajado, se puede observar que la inversión privada no ha crecido durante los últimos años. De hecho, en 2001 no hubo una expansión del crédito al sector privado. Ello se debió a un menor crecimiento de la economía y a la falta de inversión empresarial (CEPAL, 2001).


Durante el gobierno de Flores, el crédito destinado al sector privado ha estado prácticamente estancado. Debido a esto, entre otros aspectos, el gobernante optó por dolarizar la economía para que los agentes económicos tuvieran un mejor acceso a créditos. Sin embargo, a pesar de la medida, se observa que las familias y las empresas no responden a dicho estímulo. En 1999, año en que asciende al Ejecutivo Francisco Flores, el crédito al sector privado presenta un saldo anual de 5,500 millones de dólares. Para finales del año pasado, específicamente en septiembre de 2002, el saldo era de 5,316 millones de dólares, aproximadamente. Como se puede notar, durante los cuatro años de Flores, el crédito al sector privado ha presentado una tasa negativa de 3.35%.


Otro aspecto del cual el presidente se ha jactado, es que el país ha logrado honrar sus deudas a tiempo. Esto es cierto. Sin embargo, el manejo de la deuda externa del sector público, en términos generales, es cuestionable. Hay cifras que indican que el gobierno, a pesar de estar cumpliendo con sus obligaciones presentes, está próximo a rebasar los parámetros del control de la deuda, establecidos por los organismos financieros internacionales. No es posible hablar de avances económicos sustantivos, cuando la fuente de esos avances proviene fundamentalmente de los empréstitos del exterior y no tiene como contrapartida un aumento considerable en la producción nacional.


Para el caso, se tiene que, en 1999, la deuda externa pública ascendía a 2,788 millones de dólares. En 2002, según datos preliminares, la misma era de 3,457 millones de dólares. Durante los cuatros años de gestión del actual mandatario, la deuda externa pública ha crecido considerablemente en 43.01%. Dentro de los componentes que constituyen esta deuda, el gobierno central es el que se encuentra mayormente endeudado con los acreedores internacionales. En estos cuatro años, la deuda externa correspondiente al gobierno central creció en aproximadamente un 50.0%. Lo cual significa que si bien puede ser cierto que se estén honrando las deudas, esto se logra esencialmente mediante la generación de nueva deuda bonificada.


En materia fiscal, los logros en el control del déficit, a pesar de que existe una política agresiva de recaudación de impuestos, aún son incipientes. En este sentido, es importante apuntar que el sector fiscal se mantiene en un equilibrio frágil. Por ello, es necesario un mayor control sobre las variables fiscales, tratando de erradicar los gastos administrativos innecesarios, al tiempo de buscar una mayor y mejor recaudación tributaria.


Uno de los logros más publicitados por el presidente de la República es el fortalecimiento de las exportaciones. Ciertamente, las exportaciones, a pesar de la coyuntura económica internacional adversa, han logrado crecer en una cuantía considerable. Empero, hay que notar que las importaciones han presentado tasas de crecimiento bastante superiores que las primeras. Debido a esto, el saldo de la balanza comercial tiende a mostrar sistemáticamente un déficit durante los últimos años.


En 1999, primer año de gestión de Flores, las exportaciones ascendieron a 2,510 millones de dólares. Cuatro años después, según datos preliminares, las mismas alcanzaron un valor de 2,992.2 millones de dólares. Durante este período, las exportaciones del país han crecido alrededor del 19.0%. Para las importaciones se tiene que en 1999 ascendían a un monto de 4,094.7 millones de dólares. En 2002, las mismas tuvieron un valor de 5,190.2 millones de dólares. En los últimos cuatros años, las importaciones han variado en un 26.75%. Dado esto, se nota que las importaciones del país crecen más rápidamente que las exportaciones. Esto tiende agudizar, en cierta manera, el déficit comercial y atenta contra el equilibrio de la cuenta corriente.


Estos datos indican que lo expresado por el presidente fue un discurso un tanto exagerado, en términos de los logros económicos alcanzados. Aunque de manera general, no se puede negar la existencia de logros en el ámbito económico, es importante apuntar que los mismos son aún incipientes. Por ello, es necesario realizar cambios sustanciales en la gestión económica del país. De tal manera que dichos cambios puedan ser realmente percibidos por la población salvadoreña.


Finalmente, el presidente durante el discurso reiteró su deseo de establecer un tratado de libre comercio con EEUU. Para el mandatario, esta medida se constituye como única y suficiente para dinamizar el aparato productivo salvadoreño, especialmente el sector agrícola. No obstante, hay que tomar en cuenta las grandes diferencias entre los sectores agrícolas nacional y norteamericano. En este sentido, el gobierno debe comprender que se necesita un papel protagónico de su parte, para buscar mejoras sustanciales, no sólo en el sector agrícola, sino en la economía en general.

G

 

Sociedad


El mejor de los países posibles

 


El presidente Francisco Flores se ha dirigido a la nación al cierre de su cuarto año de gobierno y ha dicho, sin ambages, que logró “construir la obra social más grande en la historia del país, reduciendo el déficit fiscal y sin subir impuestos”. El mandatario no tiene reparos en gritar a los cuatro vientos que la suya es la gestión más exitosa de El Salvador en los últimos años, incluidos los gobernados por sus antecesores areneros, lo cual habría llevado a que el país sea tomado en cuenta “como actor importante en la comunidad internacional” y sea “sinónimo de éxito en cualquier campo”.


El discurso presidencial, cargado con una gran cantidad de datos comparativos, continúa con el ritual de encantamiento. En los últimos cuatro años, asegura el presidente, el gobierno elevó la cantidad de escuelas en el país de 2,647 a 3,947; casi se duplicaron los escenarios deportivos, pasando de 450 a 700; se elevó la expectativa de vida de sólo 57 años a 70; se triplicó la producción de agua en el Gran San Salvador; se amplió la cobertura de electricidad y vivienda, y se lograron controlar los índices de violencia y delincuencia. En pocas palabras: los salvadoreños viven, gracias al actual gobierno, en el mejor de los países posibles.


Al unísono, el discurso de los principales funcionarios de gobierno repite el estribillo presidencial. El ministro de Hacienda, Juan José Daboub, sostuvo que los cuatro años de Flores “han estado caracterizados por una dedicación y una inversión en las áreas sociales. De hecho, ha sido el doble de los últimos diez años” (El Diario de Hoy, 01.06.03). La ex ministra de Educación y actual encargada de las áreas sociales por parte del gobierno, Evelyn Jacir de Lovo, se guardó su balance de los cuatro años, aunque su estrecha vinculación al equipo de gobierno le habría impedido sostener una visión con el mínimo de crítica.


Las voces de Francisco Flores y Daboub fueron las únicas autorizadas para repetir el discurso oficial en un momento político en que resulta peligroso cualquier signo de crítica. Curiosamente, fueron esas mismas voces las más vapuleadas por parte de sectores ligados al partido ARENA, luego de conocerse los resultados de las pasadas elecciones. Recuérdese que en los días de autoanálisis arenero que siguieron a los pasados comicios, los ex presidentes Armando Calderón Sol, Alfredo Cristiani y otras figuras históricas areneras, endosaron los malos resultados electorales a las políticas impopulares de Flores y su equipo de gobierno. Daboub fue uno de lo más tildados.


Pasados los tiempos de evaluación en ARENA, y con los críticos puestos en su lugar por el mismo presidente Flores, no podían esperarse voces divergentes del discurso presidencial. Con ello, los estrategas políticos oficiales se aseguraron que, llegado el tiempo de rendir cuentas a la nación ante los diputados, Flores y su partido acudieran en una aparente sintonía, al menos frente a la opinión pública.


En un país en que los únicos datos sobre indicadores sociales y económicos son los oficiales no puede esperarse información fidedigna e independiente. Los mismos se prestan a la manipulación y al manoseo cuando se quieren mantener los privilegios. A partir de ese vergonzoso hecho, sería un ejercicio infructuoso pretender contrastar el caudal de datos manejado por Flores en su discurso. A lo sumo, acudiendo a entidades internacionales como la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), puede esgrimirse que, aunque el país ha avanzado durante los últimos años en algunos aspectos, comparativamente tiene mucho camino por delante.


Por ejemplo, para 2000 —último año que registra el informe de 2002 de los Indicadores Sociales de la Región Norte de América Latina, de la CEPAL—, El Salvador destinaba el 3.4% de su Producto Interno Bruto para gastos sociales públicos, mientras que, un año antes, Costa Rica destinaba el 14.4% de su PIB para el mismo rubro. Por más que el gobierno quiera convencer a propios y extraños de que el país se sitúa en una posición estratégica en el escenario internacional, pocos se tragan el anzuelo de que El Salvador goza de envidiables bases sociales. Por el contrario, el país asiste a la globalización y a los tratados de libre comercio con innegables déficits sociales.


Pero en este punto la moraleja es clara: de poco sirve querer comparar datos si en sí mismos no reflejan necesariamente la realidad vivida por los salvadoreños. Las únicas vías posibles serían apelar al sentido común —que dicta que la situación económica y social no van tan bien como lo pinta el discurso presidencial año con año—, las encuestas de opinión —que desdicen las valoraciones oficiales—, y los resultados de las elecciones —que castigan o premian las decisiones tomadas en los círculos de poder—.


Si se atiende al sentido común es fácil concluir que el país no es el paraíso que trasluce en los discursos oficiales. Es de general aceptación que el actual gobierno —y sus dos predecesores— han gobernado para los más ricos y más poderosos. Además, el sentido común dice que el actual gobierno ha sido menos exitoso que los anteriores, quizás porque le tocó sortear un entorno nacional e internacional más hostil o porque no ha logrado responder con suficiente tino político ante los retos que ha enfrentado. Como quiera que sea, del sentido común se concluye que el discurso de Flores ante la Asamblea Legislativa dista del vivir diario de los salvadoreños.


Si se atiende a los sondeos de opinión, el balance de la ciudadanía no parece ser tan halagüeño como el de Flores y su séquito. El último sondeo del IUDOP muestra que el 46% de los salvadoreños consultados sostiene que el mandatario ha gobernado mal el país, mientras que un 25.6% considera que lo ha hecho bien; además, un 27.3% dijo que Flores está gobernando de manera regular. Los resultados dicen también que casi la mitad de los consultados (47.2%) considera que la situación del país está peor desde que inició la gestión de Flores y el 31.7% considera que la situación sigue igual. Sólo una quinta parte sostiene que el país ha mejorado desde que el actual presidente tomó las riendas del Ejecutivo.


Sin lugar a dudas, los resultados de los pasados comicios desdicen la valoración optimista del presidente —¿y de su partido?—. En un primer momento, Flores pareció haber entendido el mensaje de los salvadoreños en las elecciones recién pasadas, pero su discurso descontextualizado niega cualquier signo de autoanálisis serio sobre lo que ocurrió el pasado 16 de marzo. Es más, con el tono en que aparece el discurso presidencial, los días de escarmiento que siguieron a las elecciones en los círculos areneros parecen haber caído en saco roto. Del autoanálisis arenero sólo se habría llegado a las siguientes conclusiones: el predominio del francisquismo —al menos hasta que concluya la tercera gestión presidencial de ARENA—; la vigencia del poder de los ex presidentes areneros, Calderón Sol y Cristiani; la disminución de cuotas de poder del grupo de los empresarios; y la necesidad de articular un solo discurso arenero de cara a las elecciones presidenciales de 2004.


Sobre la atención a las demandas sociales de los salvadoreños —con todo y medidas desesperadas como el aumento al salario mínimo, la disminución de las tarifas eléctricas y la revalorización de las pensiones—, Flores y su gobierno no parecen estar en la disposición —ni parecen tener las suficientes energías ni el tiempo necesario— de articular políticas de largo plazo que realmente respondan a esas necesidades. La deficitaria atención de las áreas sociales ha sido una debilidad constantemente recriminada al actual gobierno. Éste, en su último año de vigencia y cuando se ve amenazado por los adversos resultados electorales, se ha visto forzado a mirar hacia esas áreas, aunque no tenga la suficiente fuerza como para salir airoso del reto que le presentan. Todo —excepto los datos manejados por el presidente Flores— parece indicar que los salvadoreños no están precisamente en el mejor de los países posibles.

G

 

Regional


El Salvador en el contexto internacional, según el discurso del presidente Flores

 

Si se toma en cuenta lo expresado por el presidente Francisco Flores en su informe a la nación al final de su cuarto año de mandato, se verá que El Salvador que muestra el mandatario está situado en el contexto internacional en una posición de subordinación, sobre todo con respecto a los EEUU, y que, antes que buscar soluciones nacionales a los problemas nacionales, lo que busca son respuestas fáciles que vienen de afuera. Este análisis se detendrá a revisar algunos pasajes de su discurso para constatar lo anterior.


Hay tres elementos importantes: El libre comercio como elemento clave para la solución de los problemas económicos, el papel asignado a la emigración salvadoreña y la posición del país frente a los EEUU.

El CAFTA como lámpara de Aladino
El Tratado de Libre Comercio (TLC) entre Centroamérica y los Estados Unidos (CAFTA, por sus siglas en inglés) ocupa un lugar privilegiado en la estrategia económica del tercer gobierno del partido ARENA. Ante la constatación de una realidad problemática (“el problema fundamental del agro, es el desplome de los precios”), la salida por excelencia sería el CAFTA (“la única solución es agregarle valor a lo que produce nuestro campesino. Por esto es que el Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos, es la única esperanza en el horizonte de las familias pobres en las zonas rurales”).


¿En qué sentido sería la única esperanza de esas familias pobres? En que, abiertas las puertas del mercado de la potencia hegemónica mundial, los productos salvadoreños sean consumidos... ¡por salvadoreños!: “La posibilidad de que nuestros hermanos salvadoreños en el extranjero consuman lo que acá producen nuestros campesinos, significará la transferencia de recursos más efectiva, para aliviar su pobreza”, afirmó el presidente Flores. Por lo demás, salvo el “desplome de los precios” (¿De qué? ¿Del café en el mercado internacional?), no habría mayores problemas agrícolas para el mandatario.


Según las palabras del discurso presidencial, el libre comercio con los Estados Unidos es la lámpara de Aladino que traerá progreso para todos. Por ello, resulta lógico que Flores prometa lo siguiente para el último tramo de su período presidencial: “Me dedicaré a lograr las mejores condiciones, de un Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos, convencido de que esta es la mejor opción, para el agro salvadoreño, para las jefas de hogar y para la micro y pequeña empresas, que verán expandidos sus horizontes, de oportunidades”.


Que sea la mejor opción para los sectores mencionados es algo que pone en duda el desarrollo mismo de las negociaciones, las cuales no han satisfecho las demandas de los productores agrícolas, de la industria textil, por no citar a las organizaciones campesinas, feministas, ambientalistas y sindicales, amén de compañías transnacionales como la telefónica francesa Telecom. Todos estos sectores se quejan de la férrea confidencialidad con la que se dan las negociaciones. Sin permitir el acceso a la prensa más allá de las puertas donde se reúnen los delegados gubernamentales centroamericanos con Regina Vargo y el resto del equipo negociador de los EEUU, es imposible para cualquier jefa de hogar, campesino o pequeño empresario tener elementos de juicio para saber si el CAFTA es, efectivamente, la mejor opción.

Los salvadoreños en el exterior
Sobre la emigración salvadoreña, el discurso muestra cómo el gobierno de turno tiene un interés meramente instrumental con respecto a los salvadoreños que viven en el exterior. Los concibe como (a) proveedores de divisas; (b) una masa de potenciales desempleados en el país, pero que se han colocado en el mercado laboral del extranjero y (c) como el mercado cautivo para los productos tradicionales de exportación.
Esto último se revela en el discurso presidencial. Para el presidente Flores, el CAFTA no sólo abre muchas puertas, sino que “le agregará valor a todo lo nuestro, al convertir en producto de exportación, nuestros productos tradicionales. Nuestros compatriotas en el exterior tienen más capacidad adquisitiva que nuestro mercado de consumo, aquí en El Salvador”. Las palabras son elocuentes.


Si la comunidad salvadoreña en el exterior es útil en cuanto significa una fuente de divisas y un mercado potencial para las exportaciones de productos tradicionales, según la lógica del actual gobierno, lo mejor será procurar que se mantenga en el exterior el mayor tiempo que pueda. Ello explica por qué gran parte de las gestiones de la diplomacia salvadoreña se invierten en tratar de impedir el peligro de una deportación masiva de los compatriotas indocumentados en Estados Unidos. Ello implicaría recibir menos dólares en concepto de divisas familiares y aumentar la masa de personas desempleadas.


Por ello resulta lógico que el presidente exhiba como logro las gestiones de su servicio exterior para lograr que la comunidad salvadoreña se arraigue en Estados Unidos. Según Flores, el prestigio internacional de El Salvador “nos ha permitido proteger de forma efectiva, a nuestros compatriotas en el exterior. El Programa de Protección Temporal fue un rotundo éxito, al lograr inscribir al 97% del universo de elegibles, para el programa. Hoy buscamos una nueva extensión del permiso de estadía, para nuestros compatriotas. Estamos confiados en lograrlo”.
Sin lugar a dudas, las gestiones para proteger a los emigrantes del peligro de deportación son positivas, pero llaman la atención dos cosas: Uno, que las gestiones diplomáticas no busquen proteger, efectivamente, los derechos humanos de las emigrantes indocumentados cuando están en camino hacia los EEUU. A lo largo de ese camino, que abarca tres países, los salvadoreños están a merced de los “coyotes” y de las arbitrariedades de la policía y las autoridades migratorias. Es curioso que su situación sólo adquiera interés una vez que están instalados en territorio estadounidense y puedan trabajar y enviar dólares. La otra cosa que llama la atención es que no se trabaja para hacer de El Salvador un país que invite a quedarse, sino que impela a emigrar.

Las relaciones de El Salvador con los Estados Unidos
En una parte de su discurso, Flores asevera lo siguiente: el país ha logrado un prestigio sin precedentes en la comunidad internacional, a tal grado que, en su opinión, “El Salvador es hoy sinónimo de éxito, en cualquier campo, y salir de nuestras fronteras y decir que somos salvadoreños, es un orgullo”. No parece haber seguridad que sea un orgullo decir que se es compatriota de un Cruz León, acusado de actos terroristas en Cuba, que se pertenece a un país donde un terrorista internacional como Posada Carriles pudo moverse a sus anchas, o de ser gobernados por un presidente que se precia ser “amigo” del mandatario estadounidense, título que ha logrado por avalar todas las decisiones de Washington en política internacional.
De la inequívoca sumisión y dependencia del gobierno de Flores, son muestra estas palabras: “Queremos reconocer a la Embajadora de los Estados Unidos, Rose Likins, quien ha construido una magnifica relación entre su gobierno y el nuestro, y en nuestros momentos más duros, ha actuado como una salvadoreña, buscando ayuda para nuestros compatriotas”. Más bien, el que ha actuado como un funcionario estadounidense en los momentos más álgidos para Washington ha sido el presidente Flores. Éste ha promovido condenas para gobiernos no gratos para Estados Unidos en cónclaves internacionales, ha reconocido a movimientos golpistas como el que destronó temporalmente a Hugo Chávez y se ha alineado, como también lo han hecho Aznar y Blair, a la “política antiterrorista” de Washington, apoyando la guerra injusta en Iraq.
Como comentario aparte, hay que decir que la diplomática se ha mostrado preocupada por la situación de las inversiones estadounidenses en El Salvador si acaso hay un cambio de gobierno en las próximas elecciones, pues teme que un posible gobierno de izquierda cambie las buenas relaciones entre Washington y San Salvador.

G

 

Derechos Humanos


Cuatro años de puras “flores”

 

El recién pasado domingo 1º de junio acudió a la Asamblea Legislativa el presidente de la República para presentar, como cada año, su informe de labores acerca de los últimos doce meses de gobierno. Este ritual, recurrente en nuestro país, no pasa de ser una mera formalidad mediante la cual se pretende simbolizar la rendición de cuentas al pueblo, por parte de quien encabeza el Órgano Ejecutivo; pueblo que también en teoría, dentro de la Constitución, se encuentra representado por el Órgano Legislativo. Sirve, asimismo, para “la puesta en escena” del principio de división de poderes establecido para evitar la supremacía de algún órgano estatal sobre los otros y para garantizar —de esa manera— los pesos y contra pesos que deben existir entre los diferentes componentes del sistema, en aras de asegurar la existencia de la democracia.


Debido a ello es lógico que, cuando le toca pasar de manera obligatoria por ese momento crítico para informar del trabajo que ha desarrollado, cualquier gobernante se esfuerce por aprobar el examen ante quienes dicen ser “representantes del pueblo”; así, resalta los que piensa son sus principales logros y los que considera sus mayores éxitos alcanzados durante un año de gestión pública. Pero esta actitud legítima —querer salir avante al enfrentar semejante trance— no puede ni debe basarse en la exageración de datos, en la difusión de falsedades y mucho menos en la presentación de asuntos ridículos como “logros de gobierno”. Proceder así deslegitima el informe y a quien lo presenta, además de generar incertidumbre entre la población; un comportamiento así sólo se explica cuando es imposible administrar, con cierta inteligencia, la desesperación o cuando la soberbia ya alcanzó niveles superlativos.


A partir de lo anterior, no fue difícil detectar que el último informe rendido por el presidente Francisco Flores careció de la solvencia requerida al detectar —dentro del mismo— una clara intención de engañar a la población salvadoreña. Una vez más, con un discurso demagógico propio de un político tradicional de bajo nivel, lleno de frases rebuscadas pero vacías de contenido, Flores se quiso congraciar con sus oyentes; su retórica intervención, con pretensiones de poética, hubiera lucido más en medio de una presentación artística o en una verbena.


No obstante el enorme esfuerzo de Flores por sonar bien y bonito, sus palabras golpean cada vez más los oídos de una mayoría indignada de la población a la cual le toca lidiar —día a día— con una realidad muy distinta a la que aquél insiste en presentar. Por eso, escuchar los supuestos “grandes avances del país” y la “casi resolución total a los problemas que aquejan a las y los salvadoreños”, constituye un verdadero insulto a la inteligencia de las personas.


Para poder afirmar lo anterior no hay que abundar mucho. Por ejemplo, podemos citar que en amplios sectores del llamado “Gran San Salvador” —sobre todo en las zonas más populosas, barrios pobres y zonas marginales— aún no se recibe el servicio de agua potable; pero Flores afirma lo contrario, diciendo que tan grave problema ha desaparecido en esa extensa zona territorial donde se encuentra concentrada la mayor cantidad de gente. También se desconoce cuáles son las calles en buen estado por donde transita este señor, ya que las vías por las que se conduce la mayor parte de habitantes están saturadas de baches y se encuentran en una situación deplorable, mientras continúa pendiente su reparación desde hace varios inviernos.


En el mismo sentido, se desconoce a dónde se encuentran las 400,000 personas que según él viven ahora con mayor comodidad que antes. La mejoría sustancial en la calidad de vida para un grupo tan significativo de la población, sin duda generaría un impacto bastante fuerte en la dinámica de la economía nacional; además, dicho avance se podría constatar a simple vista. Sin embargo, nada de eso ha ocurrido. Mucho menos se sabe dónde se encuentran las personas de escasos recursos económicos, supuestamente beneficiadas por algo que afirmó Flores en su exposición: el hecho de que El Salvador haya duplicado o triplicado el rubro de las exportaciones, a raíz de los tratados de libre comercio suscritos últimamente.
También sería interesante contrastar las palabras del presidente, quien asegura haber generado miles de miles de empleos durante su mandato, con la opinión de las más de 8,000 personas despedidas el año pasado de varias dependencias oficiales y de las que aún permanecen desempleados, así como con las casi 2,000 que corrieron la misma suerte este año. A muchas de éstas personas les faltaban pocos años para jubilarse; además de perder su empleo, fueron afectadas al cesar su afiliación en el Instituto Salvadoreño del Seguro Social (ISSS) y al dejar de cotizar para tener derecho a una pensión.


Por otra parte, no se puede obviar la absurda terquedad y el nulo talante de estadista que ha caracterizado a Flores, en el marco del prolongado conflicto desatado a raíz de su intento por privatizar el ISSS y la oposición social que en ese marco debió enfrentar. La huelga de médicos y trabajadores de esa institución lleva ya más de ocho meses de duración y la incapacidad de Flores para encontrarle una salida ha generado, lamentablemente, condiciones sin precedentes en materia de salud que afectan a amplios sectores de la población salvadoreña. A esta situación, no se refirió en su informe de labores.


¿Y qué decir de la delincuencia? Sobre este tema, Francisco Flores destaca que su gobierno logró reducir los secuestros; eso, que en principio es algo bueno, en la práctica minimiza su impacto positivo al ser el único resultado que puede ofrecer en materia de seguridad pública. No debemos olvidar que nuestra sociedad está sumergida dentro de una criminalidad intolerable, en la que el secuestro es un delito que casi no ocurre y que sólo afecta a un círculo extremadamente pequeño de personas. Mientras Flores se llena la boca con ese único logro, el país se encuentra arrodillado ante la ola de asesinatos, violaciones sexuales y robos, entre otros delitos.


Celebramos alegres el rescate del hijo de quien ahora es presidente del Consejo Ejecutivo Nacional del Partido ARENA. ¡Qué bueno! Pero, ¿qué pasó con la violación y muerte de la niña Katya Miranda? Ese horrendo crimen sigue en la impunidad. Sin duda, este gobierno prioriza y evalúa su combate a la delincuencia en la medida que protege los intereses del gran capital ante los ilícitos que lo afectan. Es cierto que se debe enfrentar de manera eficaz el secuestro, pero eso no significa que dicho esfuerzo se haga en detrimento de la atención que debe prestarse a otras formas delictivas de más peso y que ocurren con mayor frecuencia. En fin, el padecimiento delincuencial que afecta a la mayoría de nuestra población cuestiona el informe presidencial y evidencia lo selectivo del combate a la criminalidad que caracteriza la gestión de Flores. Recordemos además que, a finales del 2002, éste se pronunció en favor de la impunidad cuando declaró que la amnistía decretada en marzo de 1993 —que favoreció a los mayores asesinos y secuestradores de este país— era “la piedra angular de la paz en El Salvador”.


Pero también llama la atención que haya destacado en su discurso, como logros propios de su administración, dos cosas: que las 122 medallas obtenidas en los Juegos Centroamericanos y del Caribe; y que, en las mismas competencias, la selección de fútbol haya vencido a México. Estos datos, si bien son ciertos, demuestran su falta de seriedad pues se trata de eventos que no tenía por qué incluir en el informe, al ser fruto de una política gubernamental elitista en materia deportiva. Es una burla para una mayoría de la población que vive en condiciones muy difíciles y que, además, le toca escuchar a este señor diciéndole algo parecido a esto: “No tienen seguridad personal, económica, jurídica, social, ambiental… pero tienen medallas”. Todo esto, sin dejar de lado el burdo manejo político de los Juegos y las torpezas protocolarias que —en ese marco— abundaron.

G

 

Microeconomía


Microeconomía familiar salvadoreña: ¿realismo mágico del gobierno?

 

El Informe del cuarto año de labores que el presidente de La República, Francisco Flores hizo a la Nación el 1 de Junio de 2003 fue poco menos que incoherente. El país que se describe desde la cúpula del Ejecutivo no guarda relación alguna con la realidad microeconómica percibida por la población salvadoreña y continuamente aquejada por una pobreza asfixiante.


El presidente Flores sostuvo que “elevar la calidad de vida de la familia salvadoreña” ha sido el objetivo primordial en su gestión gubernamental. Efectivamente, si el nivel de bienestar de cada familia salvadoreña es la unidad de medida a utilizar y si se comprueba que dicho nivel ha incrementado, entonces no debería existir objeción; la gestión del Ejecutivo podría considerarse exitosa. Sin embargo, precisamente al verificar el nivel de bienestar de las personas y su apreciación del éxito de las políticas económicas en mejorar sus condiciones de vida, este razonamiento cae como un avión sin piloto.


Así, y en contraposición directa al discurso del Ejecutivo, se tiene que:
1. La dolarización como política económica destinada a elevar el nivel de bienestar de la mayoría de la población ha fracasado. Desde su implementación, sus publicitadas ventajas no se han traducido en beneficios tangibles para la gente de escasos recursos: el costo de la vida aumentó con el “redondeo” de cifras y su efecto es sentido con mayor fuerza por las personas que sufren pobreza extrema, puesto que un dólar menos en las manos de un pobre no se equipara al efecto de restar el mismo dólar a un rico. Por otro lado, la baja de las tasas de interés que se explicitó como clave para reactivar la economía y la capacidad adquisitiva de las personas ha sido un fiasco como política económica de “reanimación”.


2. Hay que tomar en cuenta que las personas que sufren de pobreza extrema generalmente no son aquellas que compran carros y utilizan tarjetas de crédito, sino tal y como lo señala la terminología de la Dirección General de Estadística y Censos, son aquellas que ni siquiera alcanzan a cubrir la totalidad del valor de la canasta básica alimentaria —CBA— además de los pobres relativos que son aquellos que acceden dos veces el valor de la CBA, pero que tampoco llegan a cubrir el valor de otras muchas variables como la educación, la salud, la vivienda, etc. Por lo tanto es falso e irreal adjudicar una mayor capacidad adquisitiva a estos sectores, tomando grotescamente como parangón el hecho de que: “Hace diez años, en El Salvador circulaban 100,000 vehículos. Ahora que los salvadoreños han mejorado sus ingresos y tienen acceso al crédito por la integración monetaria, existen en el país cerca de, 500,000 vehículos en circulación.”


Es ilusorio pensar que el aumento en el parque vehicular se explique por factores como un aumento en el bienestar económico de las familias por la Ley de Integración Monetaria, que apenas ha entrado en vigencia desde el año 2000, pues este mercado está sujeto a distorsiones de otros fenómenos y factores, como la incidencia de las remesas en el auge consumista no productivo (la verdadera tabla de salvación de miles de familias salvadoreñas y por tanto, del país entero), el creciente mercado negro de vehículos usados más baratos, etc.


3. Tampoco la inflación decreciente debería ser motivo de fanfarria para el gobierno, puesto que este índice no se ha traducido en una mejora de la capacidad adquisitiva de las personas, o en una cobertura mejor de su CBA y de su Canasta de Mercado puesto que los precios que han estado fluctuando a la baja, han sido focalizados en precios de productos salvadoreños, como los productos básicos del agro salvadoreño y no los precios de los productos importados. Existe, pues, un deterioro en los términos de intercambio de carácter estructural.


4. Ciertamente, las tasas de interés descendieron, pero las que cayeron en mayor proporción fueron las pasivas, es decir, las de ahorro, afectando directamente a la población cada vez más declinante de ahorrantes en comparación con las activas, que son las de crédito y préstamo. El panorama es aún más oscuro, si se toma en cuenta que con la erosión premeditada de la política monetaria el gobierno ha dejado expuesto al país a soportar el impacto de futuros shocks externos en la economía y sus consecuencias negativas en la población, con las manos atadas. Las restricciones presupuestarias propias de nuestra política fiscal dejan al país relegado a un estado parapléjico ante una recesión en Estados Unidos o una crisis financiera en la región. Es decir, se convierte en un Estado incapaz de proteger a los sectores vulnerables y productivos.


5. En el ámbito microeconómico, los Tratados de Libre Comercio son una falacia de estrategia económica supuestamente dirigida a mejorar las opciones económicas de la gente. Con los tratados de libre comercio ya rubricados, las exportaciones que se han incrementado no han sido las de los micro, pequeños y medianos productores, como se ha querido hacer creer a la ciudadanía; sino más bien aquellos que tienen el capital, tecnología y competitividad suficiente para insertarse a mercados de alta competitividad, es decir, la gran empresa. El empleo que ha aumentado por el sector maquila tampoco es un aliciente o reflejo de desarrollo, pues los empleos son precarios, puesto que los salarios no cubren el valor mínimo de sobrevivencia, sus externalidades positivas en la población son mínimas para las familias salvadoreñas.


6. Es irónico que se mencione el dato triunfalista de este aumento en empleos de baja calidad, precarios y explotados con una cifra de 84 mil nuevos puestos cuando año con año son 72 mil personas las que emigran en búsqueda de empleo y mejores opciones a Estados Unidos, 11 mil universitarios salen graduados en el mismo tiempo y se lanzan a la búsqueda de empleo y por otro lado la oferta de empleos no cubre ni siquiera el 50% de la demanda existente en El Salvador. Por ejemplo, las empresas de colocación de empleo reflejan esta dificultad en el acceso a empleo, pues apenas garantizan la colocación de tres salvadoreños de un total de 100 que esperan conseguir un trabajo. (LPG, 29.04.03). Por otro lado, en el auge en consumo no productivo de las familias se ha visto que quienes en verdad se han beneficiado han sido en mayor cuantía los productores extranjeros y no nuestras PYMES o los pequeños productores del sector agropecuario, ya que las importaciones casi doblan nuestras exportaciones totales.


7. En el sector agropecuario se aglutina la mayoría de los puntos focales de pobreza extrema y esto se refleja en el cambio en la estructura de divisas. Se confirma tal realidad al observar que, para 1978, las agroexportaciones tradicionales engrosaban el 81% de nuestras fuentes de divisas o ingreso para la población de El Salvador, mientras que, para el año 2000, estas ya sólo representaban el 17%. El círculo vicioso de la pobreza es una callejón sin salida, más aún cuando los empleos no son remunerados el mínimo necesario para alcanzar un nivel digno de vida para la población. ¿Qué opciones quedan? Para aquellos que no acceden a empleo, emigrar y para los que no pueden salir del país, aumentar el sector informal urbano, de ahí que ahora las remesas hayan pasado a conformar, de un nivel de 8% del total de divisas del país en 1978, a constituir un increíble 67%.


Es por ello que la “libertad” perseguida como paradigma del desarrollo bajo el actual modelo económico neoliberal, si bien es cierto, puede dar cuenta cuantitativamente supuestos logros a nivel macroeconómico, lo cierto es que esconde una realidad omnipresente en el país: el que tiene recursos (capital) es el que obtiene “oportunidades”. Por eso el Pdte. Flores tiene razón al exponer que “Ni la libertad, ni las oportunidades aparecen por azar. Son el proceso, de un proceso constructivo, con una visión muy clara de a donde queremos llegar.” El problema es que este proceso de “libertad de elegir” ha sido un proceso claramente dirigido a beneficiar a los sectores empresariales capitalistas y no al pueblo en general.

G

 


 


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