PROCESO — INFORMATIVO SEMANAL EL SALVADOR, C.A.

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    El informativo semanal Proceso sintetiza y selecciona los principales hechos que semanalmente se producen en El Salvador. Asimismo, recoge aquellos hechos de carácter internacional que resultan más significativos para nuestra realidad. El objetivo de Proceso es describir las coyunturas del país y apuntar posibles direcciones para su interpretación.

    Su producción y publicación está a cargo del Centro de Información, Documentación y Apoyo a la Investigación (CIDAI) de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” de El Salvador. Por favor, asegúrese de mencionar Proceso al utilizar porciones de esta publicación en sus trabajos.

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Año 24
número 1080-1081
Enero 14, 2004
ISSN 0259-9864
 
 
 
 

ÍNDICE



Editorial: Persiste la guerra sucia contra las maras

Política: Las apuestas externas de Flores

Economía: Los pobres siguen siendo mayoría en El Salvador (I)

Derechos Humanos: Los derechos humanos en el 2003 (II)

Documento: Desarrollo económico con equidad

 
 
Editorial


Persiste la guerra sucia contra las maras

 

Un año nuevo ha comenzado, pero las novedades son casi inexistentes para los salvadoreños, pues lo que predomina en estos inicios de 2004 es la continuidad de los problemas, respecto del año anterior, en los campos social, económico y político. Deterioro en las condiciones de vida de la mayor parte de la población, desempleo, subempleo y bajos salarios, dependencia de las remesas, explotación en las maquilas, una campaña política basada en el juego de imágenes... Eso es lo que ha dejado el “año viejo” a la sociedad salvadoreña. También le ha dejado un ejercicio gubernamental abusivo, prepotente y autoritario, del cual hay escasas esperanzas de liberarse a partir de junio de este año.


El Plan Mano Dura fue —-y continúa siendo— la última manifestación de ese ejercicio de poder gubernamental que apuesta por la coerción como mecanismo privilegiado para resolver los problemas sociales. A estas alturas, los estrategas de ARENA han comprobado que buena parte de los salvadoreños añoran la bota militar, es decir, que la cultura autoritaria sigue siendo el referente de identidad de un segmento considerable de la población. Eso los ha llevado a seguir explotando publicitariamente, no sólo los presuntos éxitos de la lucha contra las maras, sino la confrontación con todos aquellos —por ejemplo, los jueces— que no se han plegado incondicionalmente a los designios del Ejecutivo.


El año 2003 finalizó con una guerra sucia contra las maras. Esa guerra sucia continúa en el 2004 y, de ganar la presidencia Elías Antonio Saca, seguramente la misma se mantendrá durante los cinco años de su mandato. No es casual que Saca se esté comprometiendo, en esta fase de su campaña, a llevar adelante un Plan “súper” mano dura, esto es, un plan mucho más agresivo y violento contra las maras. La apuesta es que buena parte de la población recibirá con beneplácito esta oferta de más coerción estatal contra esos jóvenes. Sus valedores no están equivocados, por lo menos si se toma como medida la aceptación ciudadana del Plan mano dura reflejada en dos encuestas realizadas por la UCA durante octubre, noviembre y diciembre del año pasado. La cultura autoritaria sigue viva entre los salvadoreños y ARENA está sacando el debido provecho de ello —al igual que está sacando provecho del ansia de mejoramiento individual que caracteriza al salvadoreño promedio, en estos tiempos de predominio cultural del “estilo americano” y de escasas oportunidades de desarrollo personal y familiar—.


Esa guerra sucia contra las maras está siendo un completo éxito para ARENA. Sin embargo, muchas de las cosas que son buenas para este partido no lo son para la sociedad salvadoreña, pese a lo que crean todos esos salvadoreños ingenuos que han sido manipulados por el juego de imágenes mediático. El Plan Mano Dura —y su uso perverso a nivel mediático— constituye la mejor prueba de cómo lo que favorece a ARENA puede ir en contra de lo que le conviene al país en materia de democratización, fortalecimiento institucional y respeto a los derechos humanos.


No hace ningún bien al país, en primer lugar, la manipulación del dolor de las víctimas que hace el gobierno. Las víctimas de los hechos de violencia en los que intervienen real o presuntamente miembros de maras, son usadas con fines publicitarios para justificar la agresividad estatal contra otros salvadoreños. De alguna manera, el gobierno y los medios que se prestan a su juego trafican con el sufrimiento de aquellos que han sido golpeados por la violencia. Se escandaliza a la opinión pública, pero se banaliza el sufrimiento de las víctimas que se hace aparecer como un acontecimiento más —como las noticias sobre el clima o los deportes— de los que saturan las agendas de los medios de comunicación.


En segundo lugar, no hace ningún bien al país la demonización de un grupo social específico, sobre el cual se descargan todas las culpas por la maldad existente. Ese tipo de estigmatizaciones no sólo divide a la sociedad, sino que también crean un clima de mayor violencia. En un reciente spot publicitario del gobierno se incita a los salvadoreños a usar la mano dura contra las maras. ¿Es esto una llamada para que cualquier ciudadano ejerza la violencia contra esos jóvenes? Si es esa la intención del mensaje gubernamental, lo que le espera al país son mayores cuotas de violencia social. Si no es esa la intención del gobierno, bien harían sus asesores en evitar ese tipo de publicidad. En cualquier caso, la irresponsabilidad del presidente Francisco Flores y los suyos es absoluta.


En tercer lugar, tampoco hace bien a El Salvador la denigración de los jueces por parte de los voceros del gobierno. El spot al que se hizo referencia antes insiste en que los jueces liberan a asesinos, lo cual obviamente —como en alguna ocasión señaló Flores— los convierte en sus aliados. Otra grave irresponsabilidad del presidente Flores y los suyos, pues la apreciación no tiene más finalidad que “castigar” a quienes han buscado defender los fueros de la legalidad ante la embestida autoritaria del Ejecutivo. De todos modos, en un ambiente en el cual se ha hecho de las maras el principal foco de violencia, el dedo acusador apunta hacia los jueces que no se prestan al juego gubernamental, con todo lo que ello supone de desprestigio para ellos y de socavamiento de su función como garantes del Estado de derecho.


En definitiva, la guerra sucia contra las maras es uno de los legados más preocupantes del gobierno de Francisco Flores. Una gran mayoría de salvadoreños lo ha recibido con alegría, sin atisbar los graves riesgos que supone para la misma sociedad legitimar esa embestida autoritaria. La aceptación social del Plan Mano Dura da la medida de lo pobre que es la cultura política de los salvadoreños y de lo mucho que queda por caminar en la construcción de un orden democrático que en verdad sea tal. Es de temer que, de ganar Saca las elecciones presidenciales, ese camino tendrá que recorrerse, durante cinco años más, haciendo resistencia a ARENA y trabajando por la creación de unos valores políticos más críticos y reflexivos, es decir, más democráticos. Tarea ciertamente difícil, pero por la que vale la pena comprometerse en este inicio de año, si es que en verdad se quiere una sociedad distinta a ésta, que sólo genera riqueza para unos pocos y frustración, exclusión, violencia e inseguridad para la mayoría.

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Política


Las apuestas externas de Flores

 

Inicia el nuevo año, y la reunión cumbre de los jefes de estado y de gobierno del continente americano en Monterrey, México, celebrada del 12 al 13 de enero, constituye un claro ejemplo de la actual situación política del continente. Según noticias provenientes de Argentina, Venezuela y Brasil, los gobernantes de estos países anunciaron sus reservas en torno a los temas propuestos por el presidente estadounidense, George W. Bush. Nestor Kirchner, el presidente de la Argentina, prometió que iba a dejar knock-out a su oponente de la Casa Blanca en Washington. Lula da Silva dijo que no le interesaba la reunión si tan sólo se trataba de hablar de la seguridad de los Estados Unidos, en vez de la creciente pobreza en el continente, que constituye su principal preocupación. Hugo Chavez, de Venezuela, no ocultó su simpatía por Cuba, a despecho de las declaraciones del mandatario norteamericano, que ve en el régimen de La Habana su principal pesadilla en América Latina.

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Economía


Los pobres siguen siendo mayoría en El Salvador (I)

 

La pregunta es obligada: ¿habrá esperanza o no para los pobres en El Salvador, dadas las promesas económicas de los candidatos a la presidencia en 2004? ¿Serán estos planes suficientes para erradicar los factores causales de la pobreza? Preguntas de esta naturaleza son válidas en tiempos preelectorales, pero antes habría que aclarar debidamente a quiénes se considera pobres en El Salvador. Esta interrogante es clave, puesto que los distintos partidos políticos parecen desvivirse por convencer a quienes padecen la pobreza en el país, de que sus planes de gobierno los colocan en el centro de sus objetivos de corto y largo plazo.

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Derechos Humanos


Los derechos humanos en el 2003 (II)

 

II. El funcionamiento de las instituciones

Para cumplir sus fines y obligaciones, todo Estado necesita la organización de un aparato gubernamental sólido y eficiente que garantice una real división de poderes y funciones; pero, sobre todo, que facilite la realización personal y grupal de sus miembros a través de una convivencia democrática en la que se respete la legalidad. Sobre esa base, en cualquier sociedad moderna se fundan las instituciones oficiales necesarias para alcanzar las aspiraciones de sus habitantes y garantizar una convivencia pacífica entre los mismos. Dentro de estos organismos se encuentran aquéllos encargados de mantener el equilibrio social; son éstos los que deben evitar la vulneración del orden establecido o sancionar a las personas y entidades que lo hagan, de tal suerte que —al existir diferencias, controversias o abusos entre los particulares, o entre éstos y alguna institución estatal— se cuente con dependencias formales encargadas de hacer volver las cosas a la normalidad y se deduzcan las responsabilidades respectivas de los perturbadores.


Lo anterior adquiere mayor importancia cuando las alteraciones al orden afectan a los derechos humanos, reconocidos como aquellas potestades más valiosas y más importantes —por su esencialidad— para las personas. Debido a ello, cada organización estatal dispone de un conglomerado institucional que se encarga de velar por la protección de los mismos, prevenir sus violaciones y sancionar a los culpables.


En nuestro país, estas tareas recaen en varios componentes del sector justicia; entre éstos se encuentran el Ministerio Público —integrado por la Fiscalía General de la República, la Procuraduría General y la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos—, la Policía Nacional Civil y el Órgano Judicial. Debido a ello, aproximarse y valorar el trabajo desempeñado por estas instituciones en el 2003 es un buen termómetro para establecer cómo estuvo la temperatura de los derechos humanos el año recién finalizado.

1. Fiscalía General de la República (FGR)
El artículo 193 de la Constitución establece que al Fiscal General de la República le corresponde —entre otras funciones— promover de oficio o a petición de parte la acción de la justicia en defensa de la legalidad, dirigir la investigación del delito con la colaboración de la Policía Nacional Civil en la forma que determine la ley y promover la acción penal de oficio o a petición de parte.


Con esta base constitucional, quedan determinados los principales mandatos para el titular de la institución, de los cuales se puede deducir la gran importancia de esta entidad para el correcto funcionamiento del Estado de Derecho. En sus manos se encuentra la llave de entrada a los juicios penales y la reivindicación judicial de las víctimas. Cualquier persona que haya sido víctima de algún delito debe ser respaldada y salvaguardada por este componente del Ministerio Público.


Con semejante responsabilidad, el papel del Fiscal General de la República debe ser protagónico e incisivo en el quehacer cotidiano del país. Sin embargo, durante 2003, la figura del responsable de la FGR y la institución misma tuvieron un desenvolvimiento discreto y sin la relevancia requerida, para formularlo de la manera más elegante. Aquí vale resaltar dos aspectos. En primer lugar, está el ya cuestionado actuar publicitario del titular de la institución, criticado durante los años anteriores debido a que su presencia mediática no se ha traducido en un trabajo eficiente de cara a las víctimas de los delitos; durante su primera administración hubo “mucho ruido y pocas nueces”. Pero ahora no ha sido tan evidente la estrategia publicitaria en la FGR; sin embargo, su labor sigue sin rendir los frutos esperados.


Con ello queremos decir que la auténtica medición del trabajo fiscal no tiene que ver con su mayor o menor presencia en los medios de difusión, sino con su trabajo diario y el impacto positivo del mismo en el buen funcionamiento del país; por eso, pese a que durante 2003 se redujeron considerablemente los espectáculos montados por la FGR, su accionar pasó casi desapercibido; transitó el año con más pena que gloria. Dicho eso, pasaremos a comentar algunos de los principales eventos en los que intervino esta dependencia del Ministerio Público.


Indudablemente, existe un caso que ha marcado las dos gestiones de Belisario Amadeo Artiga Artiga al frente de la FGR: el de la violación y asesinato de la niña Katya Natalia Miranda Jiménez, que fue asumido como propio y anunciado como carta de presentación por el referido funcionario cuando se juramentó como Fiscal General en noviembre de 1999. El año recién pasado, en enero, fueron presentados sendos escritos por parte de la familia doliente y el IDHUCA para que las investigaciones salieran de su letargo y se reiniciaran, en una verdadero afán por corroborar lo que ya es un secreto a voces: ¿quiénes violaron y mataron a la pequeña Katya?


Se le solicitó a Artiga que investigara exhaustivamente a los miembros de la familia Miranda por los delitos de violación y homicidio agravados y fraude procesal o encubrimiento. Estas peticiones fueron respaldadas por casi 25 mil salvadoreñas y salvadoreños que estamparon sus firmas para exigirle a Artiga Artiga un mayor dinamismo en la investigación del crimen. Como respuesta a lo anterior, la Fiscalía nombró a dos nuevos fiscales para hacerse cargo de las averiguaciones; no obstante, esta decisión no pasó de ser un mero formalismo. El caso sigue estancado y el pueblo salvadoreño continúa exigiendo justicia.


Por otro lado, los mismos datos de la FGR —aludidos en la primera entrega de este balance— apuntan a un aumento significativo de la cantidad de homicidios ocurridos en el país. El mismo Banco Interamericano de Desarrollo (BID) señaló, en un estudio reciente, que El Salvador se ha convertido en el país más violento de Latinoamérica al presentar los índices más elevados de homicidios por habitante en el continente. Estos datos —por su propio peso— deberían obligar a que la Unidad de Delitos Relativos a la Vida de la Fiscalía se convirtiera en un espacio de trabajo altamente tecnificado y agresivo, pues es uno de los pilares fundamentales —cualitativa y cuantitativamente— para lograr los fines constitucionales que dan sustento a la creación de la FGR.


No obstante, todavía no se percibe la efectividad deseada para el tratamiento de este tipo de casos. Es más, ni siquiera los agentes auxiliares encargados de las investigaciones de homicidios se encuentran entre los mejor pagados de la institución fiscal.


Así, a manera de ejemplo, podemos citar el famoso caso de un buen número de mujeres que en distintas fechas aparecieron decapitadas en diversos lugares de la capital y su periferia. Lo dantesco de estos crímenes y su frecuencia hicieron pensar que la FGR saldría de su letargo para investigarlos. Lo cierto es que no fue así ya que, salvo una excepción, los demás crímenes de esta naturaleza han quedado en la impunidad; uno de ellos, incluso, en circunstancias casi risibles de no ser porque se trata de la investigación de la muerte de un ser humano. Lo anterior ocurrió con la decapitación de una mujer identificada como Rosa N., cuyo crimen fue atribuido a miembros de la “Mara 18”; los presuntos responsables, luego de ser capturados en un publicitado operativo fueron puestos en libertad durante las primeras diligencias judiciales al establecerse —de manera irrefutable— que el principal señalado en el asesinato por la FGR estaba encarcelado el día del crimen. De esa manera, se desbarató toda la tesis fiscal y de nuevo la institución quedó en el más absoluto ridículo.


Se debe hacer notar, también, que sobre el homicidio de Ramón Mauricio García Prieto —ocurrido el 20 de junio de 1994— las víctimas denunciaron formalmente ante el Fiscal Artiga Artiga al general Mauricio Ernesto Vargas, señalándolo como principal sospechoso de la autoría intelectual del crimen. Como tantas otras, dicha denuncia ha pasado a dormir el sueño de los justos, pues —a varios meses de su interposición— la FGR no ha dado señales de diligencia y voluntad por llegar hasta la verdad de los hechos. En igual estancamiento se encuentra el caso de los hermanos Carías, asesinados en noviembre del 2000, ya que la fiscalía ha ignorado por completo la declaración de la madre de las víctimas que da ciertas luces sobre la motivación del doble crimen. La FGR ha dado a conocer su propia hipótesis sobre el caso y ha tratado de judicializarla, como casi siempre, sin mucho éxito.


También volvió a ser noticia el escándalo de los títulos irregulares de abogados, en el que la FGR desistió de continuar con las indagaciones, debido a que la acción penal para este delito prescribió. No obstante lo anterior, conviene mencionar que no se entiende por qué la Fiscalía dejó que prescribiera este delito, pese a la gran publicidad que rodeó al anuncio de las grandes anomalías en las acreditaciones académicas de miles de personas.


Como es costumbre, los abusos sexuales contra las mujeres y la niñez no cesaron durante el año que reseñamos. En ese rubro destacó el caso del abogado Nelson García, a quien se le descubrieron diversos actos vinculados con pornografía infantil, corrupción de menores y agresiones sexuales. Alrededor de este escándalo, se criticó mucho a la FGR por la parsimonia con la que depuró las primeras diligencias de investigación; se llegó, incluso, a dudar mucho sobre la posible finalización exitosa de la misma. Habrá que ver cómo avanza la investigación de estos delitos en el 2004, por la gravedad de los mismos y porque coloca sobre el tapete lo relativo al tráfico de influencias y la transparencia del sistema.


Un dato interesante, por lo perjudicial que es para la institucionalidad del país, lo constituye el ataque sistemático y nada ético del Fiscal Artiga Artiga contra la Procuradora para la Defensa de los Derechos Humanos. Sobre el particular, se debe mencionar que el Fiscal General ha mantenido una permanente actitud confrontativa con la citada funcionaria, al punto de tener abierto un expediente contra ella por el delito de homicidio. Eso, sin el menor sustento fáctico y evidenciando una total carencia de escrúpulos por parte del encargado del despacho de la FGR; ni siquiera ha permitido el acceso de las supuestas investigaciones a la propia interesada ni a sus representantes legales. Lo anterior desdice mucho del papel del Fiscal General y permite deducir que no es exagerado advertir la fragilidad de nuestro “Estado de Derecho”.


También se ha cuestionado negativamente el papel jugado por la FGR en casos como el lavado de dinero en la financiera LAFISE de El Salvador, vinculado con el asesinato de Sigfred Guth Zapata, que volvió a la palestra pública luego de años de silencio ante la pasividad del Fiscal General por indagar sobre estos hechos. Por otro lado ha sido clara la lentitud de la Fiscalía en la malversación de fondos en la Administración Nacional de Acueductos y Alcantarillados (ANDA); esa tardanza —¿premeditada o negligente?— facilitó la fuga del principal implicado, Carlos Perla, quien ahora es prófugo de la justicia. Y todo esto ocurrió pese a que la corrupción en esa entidad autónoma se conocía desde hace bastante tiempo; pero, tal como lo dijo en su oportunidad el Fiscal General, este caso lo iba a tratar con “guantes de seda”. Hechos como el apuntado son un buen ejemplo de cómo el Ministerio Fiscal trata de manera desigual los expedientes que maneja: a unos les aplica el más fino de los manejos —con “guantes de seda”— y a otros— los delincuentes pobres— la “mano dura”. Todo depende de la procedencia o influencia económica y política de los involucrados.


Las graves carencias de formación jurídica y capacitación en la Fiscalía, siguen dando de qué hablar. A propósito, puede citarse el malogrado caso contra el ex Juez Ricardo Canales Herrera y dos subalternas de éste en el Juzgado Segundo de Instrucción de San Salvador. En esa investigación se intentó procesar a esas personas por delitos inexistentes, relacionados con la desaparición de más de 200 mil colones —casi 23,000 dólares— de la bodega del referido tribunal. La acusación nunca tuvo peso, y dejó en evidencia, no sólo la arbitrariedad con la que a veces procede la Fiscalía, sino la pobreza oral y escrita de sus miembros a la hora de la audiencia inicial. A lo mejor se trató sólo de un ajuste de cuentas hacia un juzgador que destacó por la imparcialidad de sus decisiones, cosa bastante preocupante para el desarrollo de la institucionalidad. La presentación posterior de un deplorable e ininteligible escrito de apelación por parte de los agentes auxiliares encargados de la acusación, pone en primera línea las graves deficiencias académicas de la FGR al momento de sus intervenciones oficiales.

2. Policía Nacional Civil (PNC)
Esta corporación es clave para que nuestra sociedad sea de verdad segura, al menos en lo relativo a la integridad física y el patrimonio. Su rol en materia la prevención del delito y una adecuada persecución del mismo es, sin regateos, crucial. Asimismo, es la herramienta de “fuerza” con la que cuenta el aparato estatal para hacer valer el imperio de la ley ante un incumplimiento injustificado.


Partiendo de lo anterior, sobre la PNC se puede y debe decir primero que a lo largo de 2003 fue señalada de nuevo por la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos, como la institución estatal que más ha violado los derechos humanos de la ciudadanía y de las que menos cumple sus funciones. Es cierto que es la única entidad gubernamental que tiene designada de manera expresa las tareas de seguridad pública; por lo tanto, es lógico que deba hacer uso de la coerción en muchas de sus intervenciones.


Ese solo hecho hace parecer coherente que —debido a la parte “dura” de sus atribuciones— lo normal sea que se le señale como una de las instituciones que más interfiere en el pleno goce de los derechos ciudadanos, ya que no pude negarse que es precisamente en el desarrollo de su funciones que pueden producirse abusos dolosos o culposos, e incluso señalamientos injustos hacia la corporación. Pero lo anterior no parece ser la única explicación de los señalamientos hechos hacia la Policía. Arbitrariedad en los procedimientos, hostigamientos injustificados con claros sesgos discriminatorios, abusos de autoridad y —lo peor de todo— aplicación de torturas, son sólo algunos de los hechos más graves que se le atribuyen a la PNC en el 2003. Eso no es un retroceso sino un franco asentamiento de prácticas prohibidas, antidemocráticas y de claro irrespeto de su mandato originado con los acuerdos de paz. Estos hechos hablan por sí mismos y son un claro ejemplo de que las cosas están mal dentro de la corporación.


Por otra parte es necesario decir que causó un gran impacto el cambio de su Director General. La renuncia de Mauricio Sandoval dio paso al ascenso del comisionado Ricardo Mauricio Meneses Orellana, antiguo militar y oficial de carrera que había desempeñado varias jefaturas importantes al interior de dicho cuerpo de seguridad. Es innegable que el cambio ha sido positivo, en cuanto a que con éste se fue —en parte— cierta visión ideologizada del mando policial. De hecho, Meneses ha mostrado un poco más de apertura en su gestión hacia la sociedad. Recibió, por ejemplo, con cierta prudencia el informe de la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos y ha posibilitado el reinstalo de algunos agentes policiales que fueron despedidos injustamente por la anterior administración y que terminaron siendo amparados por la Corte Suprema de Justicia. Con su antecesor, eso era impensable.


Sin embargo, se ha quedado corto en el cumplimiento de sus deberes. Resulta evidente que su papel en el impulso del denominado “Plan Mano Dura”, contra las pandillas juveniles en las zonas más pobres del país, ha sido muy fuerte; eso le resta méritos. Sobre todo porque dicho plan contempla una serie de atropellos a los derechos consagrados en la Constitución y el referido oficial se comprometió, al ser juramentado, que cumpliría con lo estipulado en la Carta Magna. En este punto, hasta podría decirse que el actual Director de la Policía ha sido manipulado por el Presidente de la República, para cumplir con la agenda electoral de este último. Lo anterior cobra fuerza, si tomamos en cuenta que la PNC ya tenía diseñado su propio plan contra las “maras”, anunciado y puesto en marcha a inicios del 2003, el cual fue bautizado con muy poca creatividad: “Cero tolerancia”.


De igual forma, causó sorpresa el que se mencione que altos jefes policiales pertenezcan a dichos grupo. Sin embargo, sólo así se explica la fuga de pandilleros; es el caso del sujeto identificado como “Crazy”, quien, pese a ser un supuesto jefe de la “Mara 18”, se escabulló de manera casi risible de las bartolinas policiales.


En otros hechos, ocurridos también en bartolinas de la PNC, se ha denunciado que miembros de la Policía han violado mujeres detenidas. Todo lo señalado amerita una intervención enérgica de la Inspectoría General de la institución y, por supuesto, el accionar del sistema de justicia para dictar y aplicar las sanciones correspondientes.

3. Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos (PDDH)
El Secretario General de la Organización de Naciones Unidas (ONU), al dar por finalizada la función verificadora de los acuerdos de paz en El Salvador a finales del 2002 señaló —sobre la PDDH— que “tras un prolongado período de deterioro de esta institución fundamental [...] ésta ha conseguido grandes progresos en el restablecimiento de su capacidad y la recuperación del respeto entre los ciudadanos y está reanudando vínculos de suma importancia con la comunidad internacional [...] sin embargo, sigue careciendo gravemente de financiación”.


Partiendo de lo anterior, se puede analizar mejor el desempeño de la PDDH durante el año pasado. No se cuestiona que la institución haya recobrado de cierta forma su credibilidad entre la población. Por el contrario, importantes presencias públicas, pronunciamientos y resoluciones valientes e inéditas se han encargado de afirmar lo anterior.


De eso se deriva que en el año anterior se hayan incrementado los ataques contra esta institución, en especial en contra de su actual titular: doctora Beatrice Allamani de Carrillo. Sobre estos acosos, además del ahogo económico permanente en el que se mantiene a la PDDH, podemos destacar que la referida funcionaria ha sido señalada por dirigentes políticos de derecha e incluso por funcionarios del partido en el Ejecutivo, como la “defensora de los delincuentes”. Los atropellos en su contra han llegado hasta los insultos públicos de la peor especie, que a la larga mancillan, no sólo la dignidad de la Procuradora, sino la propia institucionalidad del país. Publicaciones indecentes y de mal gusto atribuidas al Instituto Pro Libertad y Derecho rebasaron los límites del decoro y el respeto, evidenciando que en el país aún existen maniáticos, quienes con sus escritos estimulan la violencia.


Lo peor es que estos ataques parecen efectuarse de manera orquestada, ya que una vez producidos de manera coordinada entre funcionarios y el citado Instituto, surgieron amenazas de muerte para la Procurador Carrillo. Igual suerte corrieron personeros del lDHUCA y de la Radio YSUCA durante el año anterior, en un procedimiento que parecía ser la imitación calcada de los embates contra la funcionaria.


Esta especie de calvario para la Procuradora ha contado, además, con la participación del Fiscal General de la República; éste, de manera poco profesional e inaceptable, insinuó que podría procesar penalmente a la titular de la PDDH por el delito de homicidio en dos policías, quienes murieron en diciembre del 2002 durante un operativo en el Centro Penal “La Esperanza”. La Procuradora fue medió y su intervención evitó males mayores; sin embargo, la consigna oficial es atacarla para —al menos— neutralizarla. Todos estos hechos han provocado que diversas organizaciones sociales de derechos humanos se hayan pronunciado en favor de la PDDH y contra los intentos por destruirla o deslegitimarla.


No obstante el trabajo cuesta arriba que le ha tocado desarrollar, la PDDH ha destacado por continuar fiel a su mandato. Así, destaca que este componente del Ministerio Público presentó un informe especial sobre la PNC; en éste resaltó las graves deficiencias detectadas dentro de esa corporación, censurándola por cometer delitos y violaciones a los derechos humanos. En términos similares se pronunció sobre la FGR, a la que se señaló por incumplimiento de sus funciones.


Por otra parte, ha sido enérgica la postura de la PDDH con relación a la “Ley Antimaras”, a la que se opuso desde un inicio señalando los vacíos e inconstitucionalidades de la misma así como los abusos que han ocurrido durante su puesta en marcha. Sobre este punto destaca la presentación de un recurso de inconstitucionalidad ante la Corte Suprema de Justicia, para que se declare la incompatibilidad de la referida ley con nuestra Carta Magna.


No obstante sus aciertos, se debe señalar la falta de liderazgo de la PDDH para lograr la integración de un bloque unido y sólido entre esa institución y las organizaciones sociales en defensa de los derechos humanos y contra los abusos institucionales. Acerca de 2003, se puede concluir que existieron esfuerzos muy dispersos para lograr ese importante objetivo.

4. Procuraduría General de la República (PGR)
Esta es la institución más silenciosa del Ministerio Público. Su trabajo, durante años, ha sido duro pero discreto. En 2003 destaca el cambio de Procurador General, ya que abandonó la silla Miguel Ángel Cardoza y llegó a ocuparla Gregorio Sánchez Trejo. Este cambio, si bien no ha influido mucho en lo esencial del funcionamiento de una institución que casi camina por sí sola, puede generarnos algunas dudas de cara al futuro.


De entrada, tenemos que la PGR estuvo en manos de Cardoza durante casi siete años, durante los cuales e produjo una verdadera “reingeniería” institucional que mejoró considerablemente su desempeño y la convirtió en el modelo a seguir para el sector público. Con semejantes antecedentes, el compromiso se le hacía muy grande al sucesor de Cardoza.


Sánchez Trejo llegó a la PGR por una negociación política partidaria. De hecho, el ahora Procurador General fue quien obtuvo el mayor número de votos entre los abogados y abogadas del país para ocupar un puesto como magistrado de la Corte Suprema de Justicia. Como la Asamblea Legislativa no lo avaló para incorporarse a la cúpula del Órgano Judicial, le otorgó —casi como consolación— este cargo en un claro intento por no incomodar al sector de las asociaciones de abogados. Eso, de entrada, cuestiona la gestión del nuevo jefe de la PGR. Sin embargo, será el tiempo el que juzgue a este nuevo funcionario por sus hechos.


Por el momento, sí preocupan algunas de sus primeras actuaciones. Se le nota inconsistente en sus declaraciones públicas y un tanto desubicado con el quehacer de la Procuraduría. Por ejemplo, se ha retrasado un importante proyecto denominado “Pro bono”, que facilitaría la participación de bufetes privados en la tramitación de casos para personas de escasos recursos económicos. Además, pese a que su despacho es el encargado de velar por la familia y por la niñez, nombró colaborador del mismo a un conocido abogado que forma parte del equipo del Estado salvadoreño encargado de litigar en la Corte Interamericana de Derechos Humanos el caso de la desaparición forzada de dos niñas a manos de las Fuerzas Armadas. En otras palabras, en la institución que defiende a la niñez colabora directamente con su titular alguien que está defendiendo a responsables de graves violaciones a los derechos humanos de niños y niñas.

5. Órgano Judicial
De todas las instituciones valoradas en este balance, el Poder Judicial es el único que cuenta con el carácter de órgano fundamental del Estado. Su Presidente es uno de los jefes de Estado y sobre su andamiaje institucional recae una de las funciones más importantes para una democracia: impartir justicia: Es decir: juzgar y hacer ejecutar lo juzgado.


Luego de una larga cadena de reformas legales e institucionales, que tenían como propósito modernizar y mejorar este componente estatal, se ha comprobado con el correr del tiempo que —pese a los ajustes— la práctica judicial ha retrocedido en muchos y muy preocupantes aspectos. A estas alturas, podemos decir que la actividad jurisdiccional se ha asentado en su mediocridad y ha demostrado que sin voluntad política real todo lo demás es pura apariencia, cosmetología superficial y retórica.


El Órgano Judicial, representado por su autoridad máxima en la Corte Suprema de Justicia (CSJ) pero también por magistrados de Cámara y jueces, ha sido incapaz de convertirse en el equilibrio que garantice la convivencia pacífica en El Salvador. Su inoperancia en aquellos casos más emblemáticos para el país y la desprotección a la que somete a víctimas de la injusticia y la impunidad, así como la liviandad con la que retuerce criterios judiciales y jurisprudencia para favorecer a los grandes actores económicos y políticos del país, son impresionantes. Igual se puede decir de los problemas de corrupción al interior de esta esfera estatal.


Salvo honrosas excepciones, el Poder Judicial ha destacado por aplicarle buenas dosis de injusticia a la población salvadoreña. Primero, hay que señalar, que el sistema judicial ha sido señalado otra vez por el Departamento de Estado de los Estados Unidos de América, como una “institución ineficiente y corrupta”. Eso no es fruto de la casualidad ni es una visión errada.


¿Por qué? Porque el aparato judicial demora sin justificación la tramitación de los juicios. Por ejemplo, en mayo pasado se denunció que —después de tres años— la CSJ no resolvía sobre el caso de las intoxicaciones con metanol, en el que las numerosas víctimas pedían al máximo tribunal declarar que la FGR les había vulnerado derechos constitucionales. En idénticos términos se pronunciaron las víctimas en el caso “Jesuitas”, quienes, luego de dos años de interponer un recurso de amparo, al final de 2003 aún no recibían respuesta. De este tipo de casos existen miles.


Eso genera que, aunque eventualmente el sistema de justicia pudiera emitir sentencias rectas, éstas llegan a demasiado tarde; ello las convierte automáticamente en injustas. Pero lo peor es que, en muchos casos, las resoluciones no sólo llegan tarde sino que parecen obedecer a oscuros intereses los cuales demuestran que —con honrosas excepciones, insistimos— la CSJ y el conglomerado de jueces no ejercen su mandato de manera independiente. Así, resultó extraño que la Sala de lo Penal de la CSJ emitiera una resolución sobre el caso “Riley Serrano”, justo cuando se efectuaba una vista pública en otro proceso judicial en contra del imputado.


Lo anterior es relevante, porque la Sala de lo Penal declaró firme una condena contra el señor Serrano por el delito de secuestro mientras se ventilaba un juicio por lavado de dinero en perjuicio del mismo imputado. En este último proceso, no existían pruebas fehacientes que corroboraran el lavado de dinero; pero la sentencia de la Sala de lo Penal sirvió para que los jueces de Sentencia, sin analizar el resto de documentación dijeran, sin más, que si el señor Serrano era secuestrador, seguramente también había lavado dinero. Resulta curioso cómo en este caso, en que los ofendidos son de una conocida familia muy relacionada con la gran empresa y el Partido ARENA, se dan estos movimientos judiciales coordinados. En otros casos, en los que sí existen mayores evidencias incriminatorias o abundantes pruebas sobre hechos injustos ocurre lo contrario: el Poder Judicial actúa más lento o en abierta indefensión para las víctimas.


Merece especial mención que en el 2003 se tenía que dar la renovación de un tercio de la CSJ y la elección de un nuevo presidente del Órgano Judicial. Ello generó muchas expectativas en la sociedad. Con este proceso se tuvo lo siguiente: primero, que fue tristemente reelecto el Presidente de la CSJ, Agustín García Calderón. Esta nominación se dio por la puerta trasera, ya que fue condicionada. Se le recriminó que había hecho mal su trabajo, pero que le darían otra oportunidad para mejorarlo. ¿En qué país decente se nombra para tan importante función a alguien que ya demostró, durante tres años, su incompetencia? La aceptación de la Presidencia de la CSJ por parte de García Calderón, después de recibir regaños y reconvenciones, demuestra la pobreza moral y profesional del flamante funcionario. Una persona seria y con dignidad, no hubiera aceptado un cargo en semejantes condiciones.


No obstante, los nuevos cinco magistrados que se integraron a la derruida CSJ, han hecho varias promesas. Al igual que en otros casos, será el tiempo el que se encargue de medir el impacto de esta renovación parcial en el máximo Órgano de justicia del país. Entre los nombrados, destacan el ex Procurador General de la República, Mirna Perla y Marcel Orestes Posada. Los demás elegidos son Ulices del Dios Guzmán y Néstor Castaneda. Está por verse la incidencia que éstos puedan tener en la CSJ durante los próximos años.

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Desarrollo económico con equidad

 

Presentamos a continuación el discurso del presidente Francisco Flores leído en la Cumbre Extraordinaria de las Américas, celebrada en Monterrey, México, del 12 al 13 de enero de 2004.

Desarrollo económico con equidad

Quisiera plantear lo siguiente, en El Salvador nosotros hemos aprendido Una lección de la historia y es que hay que ver para adentro. Cuando nosotros nos preguntamos cuál es el problema de El Salvador y éramos una sociedad verdaderamente sin esperanza.


Teníamos estos problemas fundamentales, teníamos una guerra que había durado trece años, teníamos un profundo desempleo agravado por el desplome de los precios agrícolas, se producía una crisis en el área rural; teníamos una administración pública completamente ineficiente y no podía abordar los temas que inyectándole dinero no era una solución porque la mayor parte de los fondos se quedaban en las burocracias.


Teníamos una deuda impagable, teníamos una economía cerrada que producía precios sumamente caros particularmente para los pobres; éramos un país inseguro con altísimos índices delincuenciales y teníamos encima de todo, habíamos sufrido desastres naturales como terremotos e inundaciones.


Ahora yo me pregunto: ¿cuántos de estos son atribuibles a la globalización, a los organismos internacionales o al imperialismo? No encuentro ninguno, todos son atribuibles a la naturaleza o a la mala administración de nuestro país.


El problema es que en nuestro país los salvadoreños tienen una presuposición y es que cuando eligen un gobierno, lo eligen para que les resuelva sus problemas y el problema mío personalmente es que cuando yo era candidato les dije eso a los salvadoreños. Les dije que yo corría porque yo podía resolver los problemas; así que yo no tengo opción más que ver para adentro y tratar de resolver esos problemas.


Esa es la actitud de El Salvador, entonces nuestro planteamiento y eso es lo que nos ha llevado donde estamos. Resolvimos el problema de la guerra con un histórico acuerdo de paz, la resolvimos haciendo la paz.


Resolvimos los problemas de una economía cerrada abriéndola, integrándonos a Centroamérica, buscando oportunidades en el resto del mundo como este sustancialmente beneficioso acuerdo comercial al que hemos llegado con los Estados Unidos con los países centroamericanos que tiene todas las características para convertirse en un motor de desarrollo sostenible para nuestra región.


Hemos resuelto los problemas de inseguridad combatiendo el crimen organizado, combatiendo las bandas delincuenciales y hemos enfrentado decididamente los desastres naturales, nunca los hemos ocupado para decir bueno es que los terremotos nos partieron la columna.


Después de haber sufrido dos profundos terremotos en el 2001, seis meses después habían desaparecido todas las señales de esos terremotos porque nos dedicamos a enfrentarlos decididamente.


Enfrentamos entonces con responsabilidad y se genera una energía positiva en toda la sociedad, se acompaña el proyecto de los salvadoreños, se acompaña el proyecto de gobierno.


Cuál ha sido la consecuencia de esto, es que hemos podido darles soluciones. En los últimos cinco años hemos construido más carreteras que en los últimos veinticinco años en el país, hemos construido suficientes escuelas para atender el 91% del déficit educacional, hemos reducido el desempleo del 13% al 6%. Hemos abierto nuestra economía y tenemos precios más bajos.


Tenemos las tasas de interés más bajas de toda Latinoamérica del 21% al 6%. Como consecuencia de esto nuestro gran logro han sido los pobres. Teníamos 33% de nuestra población bajo la línea de la extrema pobreza, hoy tenemos la mitad el 15%.


Teníamos el 32% de nuestra población en analfabetismo y hoy tenemos menos de la mitad el 13% y nuestra conclusión es que el esfuerzo más importante que tiene que hacer un país es ver hacia adentro, asumir sus responsabilidades, enfrentar sus retos y buscar oportunidades en el mundo.


Monterrey, 13 enero 2004
Fuente: www.rree.gob.sv/website/discursos.html

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