El
imperio, la campaña electoral
Carta a Monseñor Romero
El imperio, la campaña electoral,
el 11-M y el 11-D
Querido Monseñor:
Veinticuatro años después de tu martirio y doce después de los acuerdos de
paz las cosas siguen mal, a veces muy mal. Mucha gente está harta de la
injusticia, la corrupción y la mentira. En tiempo de elecciones estamos
hartos de la desvergüenza. Y los pobres están hartos de la pobreza y de
tener que emigrar.
¿No hay solución, Monseñor? Quiero hablarte de estas cosas con la esperanza
de escuchar alguna palabra tuya que traiga luz y ánimo para trabajar.
El imperio. Es lo más grave. La palabra parecía muerta, pero la realidad la
ha resucitado. Hoy no basta con hablar de opresión y de capitalismo. Hay que
hablar de imperialismo, y de “imperialismo norteamericano”, que, con Bush,
se ha hecho inocultable: imponer su poderío sobre todo el planeta, a través
de todo, comercio injusto, información mentirosa, guerra cruel e irrespeto
impúdico de los derechos humanos.
El imperialismo nos llega con el servilismo político de los gobernantes,
pero en el día a día penetra de forma más profunda con la seducción e
imposición de la “cultura norteamericana”, the american way of life: el
individualismo, como forma suprema de ser y el éxito como verificación
última del sentido de la vida, como lo mejor que ha producido la historia. Y
a la inversa, comunidad, compasión y servicio son productos culturales
secundarios. Insistir en ello no es “políticamente correcto”. La igualdad de
la revolución francesa, y nada digamos la fraternidad del evangelio, están
obsoletos. De Irak no cuentan los iraquíes, y de África no cuenta nada.
Este imperialismo es antievangélico, y por ello para el cristianismo la
primera exigencia es combatirlo, proclamar —y vivir— la “cultura de Jesús”.
Y como, además, se pretende que comamos, bebamos, cantemos y nos divirtamos,
como ocurre en el imperio, hay que defender el “nacionalismo” bien entendido:
la defensa de la bondad de la creación de Dios, en diferentes pueblos,
tradiciones, culturas y religiones.
El imperialismo, además, nos confronta con otro problema, que es de siempre,
pero que hoy se ha acentuado. En Asia y África, “cristianismo” ha sido
sinónimo de “Occidente”, con beneméritas excepciones. Pues bien, en el mundo
actual, más de mil millones de seres humanos, los pueblos musulmanes, ven en
Bush, a la vez, la expresión de occidente y la expresión del cristianismo.
Con ello, la misión, no como proselitismo, sino como diálogo, se hace muy
difícil. ¿Quién les convence de que no hay que identificar las dos cosas si
el imperio, Bush y su grupo, aparecen orando al Dios de Jesús y desoyen a
los cristianos que se les oponen, incluido Juan Pablo II?
Monseñor, tú nos enseñaste a desenmascarar a los ídolos y les pusiste nombre:
la absolutización del capital, de la doctrina de la seguridad nacional y
también, aunque en sí fuesen buenas, de las organizaciones populares, cuando
todo lo subordinaban a ellas. A estos ídolos hay que añadir hoy el del
imperio, esa forma de generar víctimas, lenta o violentamente, por
imposición irredenta.
Conclusión: “Sólo Dios es Dios”, no lo es ni el César, ni el imperio, como
Jesús vino a decir a Pilatos. Equivocarse en eso, en forma creyente o
secularizada, tiene gravísimas consecuencias, como lo vemos a diario en el
mundo. Bien lo dijiste: “Ningún hombre se conoce mientras no se haya
encontrado con Dios. Por eso tenemos tantos ególatras, tantos orgullosos,
tantos hombres pagados de sí mismos, adoradores de los falsos dioses. No se
han encontrado con el verdadero Dios y por eso no han encontrado su
verdadera grandeza” (10 de febrero de 1980).
La campaña electoral ha mostrado que la política está por los suelos. Muchos
gritos y agresiones al adversario, a veces hasta físicos, y pocos argumentos.
Muchas promesas y pocos programas y medios de llevarlos a cabo. Entonces nos
vienen a la mente unas palabras tuyas: “Oyendo ciertos discursos de estos
días de carácter político, yo no encontraba ninguna idea constructiva...
Ideas serenas para construir el bien del país” (13 de enero de 1980). Y nada
digamos de pedir perdón por los errores en el pasado y de propósito de
enmienda. Apelar a la austeridad, generosidad e incluso al sacrificio no se
hace por no perder votos, pero sin ello no hay solución.
Quizás en muchas de estas cosas no haya muchas diferencias entre los
partidos, pero la derecha ha hecho un alarde de desvergüenza que pensábamos
superada. No apela a la esperanza —la inmensa reserva de los pobres—, sino
al miedo. Dicen: si gana la izquierda volverán los secuestros; los
salvadoreños en Estados Unidos no podrán enviar remesas; la educación —así
la presentan contradiciendo la realidad— será tan pobre como en Cuba. Del
miedo y el terror que produjo su fundador y varios de sus predecesores nada
dicen.
Y para un creyente da dolor cómo la derecha mete a Dios en su propaganda. Es
hipócrita invocar a Dios como aval del éxito futuro. Es cínico que ese Dios
no exija hacer examen de conciencia de unos quince años de gobierno, tan
favorable para las minorías en abundancia y tan perjudicial para las
mayorías en penuria. Y es indignante —si ganan—, ofrecer a Dios como el gran
tesoro para el país sin decir una palabra de cómo era Dios para Jesús.
Y por supuesto, nada dicen de tantos salvadoreños y salvadoreñas, con
Monseñor Romero a la cabeza, que se parecieron a Jesús en vida y murieron en
cruz como Jesús a manos de ejércitos y escuadrones de la muerte. Nada dicen
de ti, Monseñor. En público te silencian, y en privado te siguen teniendo un
miedo patológico. Tu palabra les sigue sacudiendo. También les iluminaría,
pero no se dejan sacudir ni iluminar. No les queda otra solución que
autoengañarse y tergiversarte.
Hablan de Dios, y no les importa nada lo que dicen de él. Qué poco entienden
lo que dijiste un 9 de septiembre de 1979: “Si es verdadera palabra de Dios
lleva algo explosivo y no muchos la quieren llevar. Si fuera dinamita muerta,
ya nadie tendría miedo”. Ni te escucharon ni te escuchan, y por eso hablan
de Dios mal y sin pudor. Y ojalá todos tengamos esto en cuenta: los
sacerdotes en nuestras homilías, los profesores de teología en nuestras
clases, y ciertamente los candidatos en campaña. No se puede manosear a Dios
ni quitarle fuerza y vigor. Cuando buscamos votos, dejemos a Dios en paz, y
si en serio queremos hablar de él, sobre todo los políticos, anunciémosle
como “un Dios de los pobres”.
La contrapartida es que política es “servicio”, y en nuestro mundo tiene que
ser “servicio a los pobres”. La derecha no sabe nada de eso, en la izquierda
puede haber algo más, pero en todos es difícil encontrar una vocación de
servicio que supere el egoísmo personal y de partido.
Es sabido que la palabra “política”, puede ser usada en el sentido
aristotélico de procurar el bien común en la vida pública, y puede ser usada
en el sentido pos-maquiavélico de pugnar por el poder del Estado. En
general, lo segundo prima sobre lo primero. Qué extemporáneas suenan hoy las
palabras del papa Pío XI: la política es la formas más elevada de la caridad.
Y qué chocantes son las palabras de los exégetas cuando dicen que la
religión de Jesús estaba centrada en el reino de Dios y pretendía configurar
la vida del pueblo; por eso era una religión política. No post-maquiavélicamente,
se entiende. Y por cierto, buena falta le hace también a la Iglesia meterse
en política en este sentido: “Si es cristiano, no cambie por nada el
proyecto del reino de Dios y trate de reflejarlo y ser sal de la tierra y
luz del mundo... En las diversas coyunturas políticas, lo que interesa es el
pueblo pobre” (10 y 17 de febrero de 1980).
El 11-M y el 11-D. Al terminar esta carta ha ocurrido la barbarie de Madrid.
Nos queda lejos, pero nos toca muy de cerca. 200 muertos, gente sencilla
trabajadora, entre ellos 13 latinoamericanos que se ganaban la vida lejos de
sus países. Como cuando lo de las torres de Nueva York, la solidaridad de la
gente ha sido ejemplar con los muertos y heridos. En protesta, once millones
de españoles se lanzaron a la calle en un espectáculo impresionante de
repudio y de solidaridad. Después estalló el escándalo político: del
atentado se responsabilizó un grupo islámico en venganza por el apoyo
vergonzante del gobierno español a Bush en la guerra de Irak, aun cuando el
90 por ciento de los españoles estaban en contra de la guerra. El gobierno
hizo lo posible por ocultarlo, y en otro acto memorable muchos españoles
salieron a la calle para protestar por la mentira. El gobierno perdió las
elecciones, y los españoles han escrito una bella página de solidaridad con
los que sufren y de dignidad ante el poder.
Pero, aunque la urgencia de las cosas lo haga comprensible, todavía falta
algo importante que ojalá se haga realidad, sobre todo a nivel europeo. En
Europa, aunque sea desde la tragedia, dicen que ya están a la altura de
Estados Unidos. Allí, hubo un 11-S, atentado en las torres de Nueva York, y
ahora un 11-M, atentado en los trenes de Madrid. Ambas fechas han entrado en
la historia universal, pero no así otras. ¿Qué pasa con el 11-S de Chile,
con el asesinato de Allende y la masacre en el palacio de la Moneda, tras la
cual estaba Estados Unidos? Y sobre todo ¿qué pasa con el 11-D? Ese día, el
11 de diciembre de 1981, alrededor de mil personas fueron asesinadas en El
Mozote, divididas en tres grupos: los hombres fueron encerrados en la
Iglesia, las mujeres en un casa, y los niños, unos 170, con una edad media
de seis años, en otra casa cercana a la de las mujeres, de modo que éstas
podían “escuchar” —algunos dicen “reconocer”— el llanto de su hijos cuando
les daban muerte. Todas y todos fueron asesinados. Los asesinos eran
miembros del batallón Atlacatl, entrenado por los norteamericanos, y el
mismo que asesinó a los jesuitas, a Julia Elba y Celina, el 16 de noviembre
de 1989.
Pues bien, el mundo, tampoco el mundo occidental democrático, reaccionó. La
embajada de Estados Unidos dijo no saber nada de muertos en El Mozote, y
cuando los muertos fueron inocultables, dijo que se debió tratar de un
enfrentamiento. No hubo reconocimiento de las víctimas y entierro digno, y
por supuesto no hubo manifestaciones en contra del terrorismo del batallón
Atlacatl, terrorismo de estado, ni pudo haberlo. La televisión —perdónesenos
la ironía— no mostró nada. Y salir a la calle a protestar hubiese
significado poner en juego la propia vida. Las cosas cambiaron, y años
después, sí se ha reconocido la masacre y enterrado a los cadáveres. Los
familiares los recuerdan —y celebran— todos los años. Y han hecho un
sencillo monumento con estas palabras: “Ellos no han muerto. Están con
nosotros, con ustedes y con la humanidad entera”, fechado en El Mozote, 11
de diciembre de 1991.
Si alguno de los familiares y amigos de las víctimas del 11-M de Madrid lee
estas páginas, comprenderá que con ellas nos hacemos muy solidarios de su
dolor, porque en El Salvador lo hemos vivido en carne viva. Y les ofrecemos
con mucha humildad consuelo, apoyo y también la esperanza del “ellos no han
muerto”. Y les pedimos con todo respeto que unan su dolor al de todas las
víctimas —más allá de las de Europa y las de Estados Unidos—, las víctimas
de Colombia, del Congo, de Bangladesh...
Los políticos europeos hablan ahora de repensar la “seguridad europea”. Y es
comprensible. (Ya dicen que la seguridad de los juegos olímpicos de Atenas
estará en manos de la OTAN). Pero Europa tiene otra tarea más importante y
más decisiva, para ellos y para todos: repensarse no sólo desde su seguridad
amenazada, sino desde la solidaridad con las víctimas de todo el mundo. Más
que una Europa unida, proclive al eurocentrismo, es decir, al egoísmo, lo
que se necesita es una internacional de todas las víctimas, con su dolor, y
de todos los solidarios y solidarias, con su entrega. La internacional de
todos los días 11- en cualquier parte del mundo, sobre todo en los lugares
en que las víctimas —por hambre y por balas— se cuentan por millones.
De nuevo, mucho dolor, mucho respeto y mucho cariño a las víctimas de
Madrid. No se trata de ir mas allá del 11-M, pues cada dolor es
inintercambiable, pero sí se puede ubicarlo en el dolor más grande de la
familia humana. Y también en su esperanza.
Monseñor, todas estas cosas, políticas y humanas, ocurren en Cuaresma. Es
tiempo de desierto, lugar de tentación y de reflexión. Y también lugar del
encuentro silencioso con Dios. Ahí resuenan sus palabras: “partirás tu pan
con el que tiene hambre”. Y hoy resuenan también tus palabras políticas: “Un
cristiano que se solidariza con la parte opresora, no es verdadero cristiano”
(16 de septiembre de 1979). “Lo que marca para nuestra Iglesia los límites
de la dimensión política de la fe es precisamente el mundo de los pobres...
Según les vaya a ellos, al pueblo pobre, la Iglesia irá apoyando desde su
especificidad de Iglesia, uno u otro proyecto político, apoyar aquello que
beneficie al pobre, así como también denunciar todo aquello que sea un mal
para el pueblo” (17 de febrero de 1980).
Jon Sobrino, 15 de marzo de 2003
Presentamos a continuación el Resumen Ejecutivo del documento Estudio
socioeconómico de once cantones y tres núcleos urbanos del oriente de El
Salvador (San Miguel y Usulután), elaborado por el Centro de Información
Documentación y Apoyo a la Investigación (CIDAI), en febrero de 2004.
[Documento]
Estudio socioeconómico de once cantones y tres núcleos urbanos del oriente
de El Salvador
El diagnóstico socioeconómico de once cantones y tres núcleos urbanos
situados en los departamentos de San Miguel y Usulután arroja información de
primera mano sobre los principales problemas que afrontan los pobladores de
esa zona, desde el año 2003 a la actualidad, así como la conciencia que
éstos tienen de sus problemas. El estudio ha sido dividido en dos áreas
específicas: primera, los resultados generales; y, segunda, el contraste
entre los resultados de las zonas urbanas y los cantones visitados del área
rural. Los primeros son los que arrojan más información.
Así, los resultados generales del estudio han sido agrupados, a su vez, en
seis grandes rubros —aspectos sociodemográficos, condiciones de vivienda,
percepciones de riesgo, recursos productivos y situación económica,
condiciones alimentarias y redes sociales—, de los cuales se han realizado
los siguientes hallazgos.
En primer lugar, respecto de la composición poblacional, destaca la
predominancia de las mujeres entrevistadas frente a los hombres; asimismo,
existe una fuerte presencia de población mayor de los 49 años (más de un
tercio de los pobladores entrevistados), lo que refleja la permanencia de
las personas mayores en el hogar.
Respecto del nivel educativo de los entrevistados, el estudio refleja que la
mayor parte de ellos saben leer y escribir y han asistido a la escuela.
Menos de un tercio de los entrevistados manifestó no haber asistido a la
escuela. Preguntados por el sostenimiento económico de sus familias, la
mayoría de los entrevistados manifestó que era el padre quien llevaba el
sustento familiar. Asimismo, de los entrevistados, la mayoría son amas de
casa y agricultores.
En segundo lugar, en lo referente a las condiciones de vivienda, el estudio
concluye que la mayoría de los entrevistados posee acceso al agua potable
por grifo y servicio de energía eléctrica, mientras que el porcentaje de
entrevistados disminuye cuando se les preguntó por el material de que estaba
hecho el piso de sus viviendas y si las mismas poseían tuberías de aguas
negras. Sólo una minoría dijo tener pozo en sus terrenos o viviendas.
En tercer lugar, respecto de la percepción de los riesgos medioambientales y
sociales, el estudio permite concluir que las personas entrevistadas
perciben, en su mayoría, poco o ningún riesgo en su vivienda o terreno.
Pocos ven, por ejemplo, amenaza por derrumbes, hundimientos o inundaciones,
pese a la presencia de quebradas secas y laderas expuestas a derrumbes. Un
vistazo a la zona permite darse cuenta de los peligros ambientales que
enfrentan esas comunidades. Con todo, la mayoría de las personas tampoco
percibe riesgo por erosión del suelo, deforestación, disminución de la
cantidad del agua, contaminación por basuras y disminución de animales
silvestres, pese a que la inspección del terreno denotaba carencias en esas
áreas. En general, la mayoría de los encuestados manifestó que, durante el
2003, no había tenido ninguno de los problemas señalados en la muestra. Una
minoría señaló como sus principales problemas las epidemias tales como
gripe, dengue y enfermedades gastrointestinales.
En el mismo sentido, las personas fueron consultadas sobre su percepción de
la violencia y la inseguridad en sus comunidades; al respecto, la mayoría
señala que sus comunidades son bastantes seguras y menos de un tercio de los
entrevistados respondieron lo contrario, es decir, que sus poblados eran
inseguros. Similar resultado se obtuvo al preguntárseles sobre la frecuencia
de hechos delictivos en las comunidades. La mayoría de los consultados
también coincidió en decir que no habían sido víctimas por algún tipo de
delito, lo cual dice del aparente nivel de seguridad de la zona en estudio.
Por ejemplo, quienes manifestaron haber sido víctimas de algún tipo de
delito, en su mayoría indicaron que se trató de robos menores relacionados
al raterismo.
En cuarto lugar, en lo tocante a la situación socioeconómica y los recursos
productivos, casi la mitad de los entrevistados dice no poseer recurso
productivo alguno. De los que poseen, la mayoría coincide en la crianza de
animales para su posterior comercialización. En la misma dirección, menos de
un tercio de las personas consultadas dice ser propietario de uno o varios
vehículos. Adicionalmente, fueron cuestionados sobre el número de miembros
de sus familias que aportaban económicamente al hogar y más de la mitad de
ellos coincidió en señalar únicamente a una persona. Quienes laboran, se
dedican en su mayoría a la agricultura, la ganadería y la pesca. Le siguen
las ocupaciones en actividades comerciales y de servicios.
Sobre el ingreso familiar, un tercio de los entrevistados se ubica en el
rango de entre 47 y 115 dólares mensuales, seguido de quienes reciben menos
de 46 dólares al mes, mientras que la décima parte dijo recibir entre 116 y
171 dólares. Quienes reciben más de 344 dólares son una minoría muy marcada.
Preguntados sobre si sus familias reciben remesas familiares, un poco menos
de un tercio de los consultados dijo haber recibido remesas en el último año,
habiendo recibido la gran mayoría no más de 50 dólares al mes. Sobre el
gasto familiar, la tendencia es similar: un tercio manifestó gastar entre 47
y 115 dólares al mes, seguidos por quienes dicen gastar menos de 46 dólares
mensuales. Un poco menos de la mitad de las personas entrevistadas dijo que
el gasto más importante corresponde a alimentación y vivienda, seguido por
alimentación y salud. Del total de gastos, el más bajo es el de educación.
En quinto lugar, el estudio sondeó las condiciones de alimentación de los
pobladores, preguntándoseles sobre su dieta semanal. Al respecto, una gran
mayoría dijo consumir a diario tortillas y frijoles, mientras que el pan y
los huevos son consumidos en menor cuantía, seguido del arroz, la carne
blanca, los lácteos, las verduras y las carnes rojas. Poco menos de un
tercio de las personas abordadas dijo no consumir nunca carne roja.
Finalmente, el estudio permite llegar a algunas conclusiones en lo referente
a las redes sociales y la participación de los pobladores para resolver sus
problemas. Un primer elemento considerado en este punto tiene que ver con el
transporte y el sistema vial de esas comunidades. En ese sentido, la gran
mayoría señaló la existencia de un transporte público accesible que les
permite desplazarse hacia sus actividades; de igual manera, la mayoría —más
de dos tercios— dijo que no se le dificultaba acceder al transporte público
en su comunidad. Sobre las condiciones de las vías de acceso, poco más de un
tercio respondió que la calle de su comunidad estaba pavimentada y con
iluminación, seguido de cerca por los habitantes cuyas vías de acceso no son
pavimentadas y carecen de iluminación.
Respecto de las redes sociales propiamente dichas, la mayoría coincide en
señalar las organizaciones religiosas como las de mayor presencia en sus
comunidades. Más de la mitad de las personas entrevistadas dijo participar
en esas organizaciones, mientras que sólo una décima parte dijo hacerlo en
las comunales. Preguntados sobre la autoridad a que acudirían en caso de
problema o conflicto dentro de su comunidad, un tercio señaló a la Policía,
seguido de cerca por la alcaldía y muy por debajo al cura o pastor. Los
resultados dicen que los pobladores de esas zonas tienen una participación
escasa en la solución de los problemas de sus comunidades y su vínculo con
las estructuras institucionales es mínimo.
Dos trabajadores de Oikos-Solidaridad trataron de dar respuesta a esta
situación, señalando que la participación es condicionada por la fuerte
presencia de iglesias protestantes, cuyos dirigentes inhiben la
participación de sus fieles en actividades que no sean de naturaleza
religiosa. De igual manera, los trabajadores entrevistados señalan que el
grado de participación tiene que ver también con las autoridades políticas
de la zona; para el caso, ambos coinciden en que la participación aumenta
cuando las alcaldías son gobernadas por los partidos FMLN y PCN, y que
disminuye cuando ARENA es el partido que gobierna el municipio.
El segundo gran bloque es el análisis comparativo entre la zona urbana y
rural. En esto se pueden notar algunas coincidencias y otros datos que más
bien abren una brecha entre las condiciones de vida de los habitantes de
esas zonas. Por ejemplo, el resultado permite concluir que la dieta
fundamental en ambas zonas es prácticamente la misma. La mayoría consume
frijoles y tortillas, en ambas zonas. Sin embargo, aunque la variación es
mínima, puede notarse que las personas que habitan en la zona rural son las
que más consumen este tipo de alimentos. Esto es evidente en tanto que en la
zona urbana hay una mayor diversificación de productos que son relativamente
escasos en la zona rural (lácteos, pan, carne roja y pollo y/o gallina).
En lo que se refiere a las remesas recibidas, en la zona urbana existe una
mayor proporción de personas que reciben este tipo de ayuda: un poco más de
la mitad. En la zona rural, apenas un tercio de la población recibe remesas.
Los montos más altos se reciben especialmente en la zona rural, donde un
poco más de la cuarta parte de las familias recibe ingresos en el tramo
correspondiente a más de 200 dólares mensuales.
Según los resultados, las remesas se gastan mayormente en alimentación,
tanto a nivel urbano como rural. Aunque en está última tiene mayor peso.
Como dato interesante, el segundo gasto más importante que se realiza con
este tipo de ayuda difiere esencialmente entre las zonas urbana y rural.
Para quienes habitan en la zona rural, el segundo gasto más importante es la
salud, mientras que en la primera corresponde a gastos fuera de necesidades
fundamentales.
En lo referente a las características de la vivienda, los resultados arrojan
que la mayoría de familias que habitan en la zona urbana cuentan con los
servicios más indispensables (agua, luz y piso de ladrillo). Sin embargo,
hay un problema que se hace evidente en la misma zona: la falta de tuberías
de aguas negras. En la zona rural, la principal problemática es la falta de
tuberías de agua potable. Las principales vías de acceso en los núcleos
urbanos se encuentran pavimentas o adoquinadas, aunque algunas de ellas
carecen de iluminación. En contraposición, en la zona rural, las vías de
acceso son generalmente calles de tierra y las mismas carecen de iluminación.
Aunque más de las dos terceras partes de las familias consultadas en dicha
zonas expresaron las presencia de transporte publico, también reconocieron
la larga espera que se debe realizar para abordar las unidades.
La enfermedad que más afectó en la zona rural y urbana fue la conjuntivitis.
Sin embargo, es interesante notar la mayor parte de personas que padece
problemas en las vías respiratorias habita en la zona urbana. Aunque, a
nivel general, el perfil del estado de la salud de la comunidad que presenta
la zona urbana y rural tiende a ser bastante similar. Respecto de la
percepción sobre la seguridad en sus comunidades, los habitantes de las
zonas rurales manifestaron sentirse un tanto más seguras que los de los
núcleos urbanos. Ello se refleja al preguntárseles sobre si han sido
víctimas de algún hecho delictivo en el último año: los casos de robo, por
ejemplo, aumentaron entre los habitantes de la zona urbana, sobre los
pobladores de las zonas rurales visitadas.
Por último, en lo que se refiere a la posesión de recursos productivos y
vehículos, destaca el repunte al doble de la crianza de animales en la zona
rural respecto de la zona urbana, mientras que la situación se invierte
respecto de la posesión de vehículos: el porcentaje de habitantes
propietarios en los núcleos urbanos dobla a los propietarios de las zonas
rurales.
En definitiva, el estudio comparativo permite apreciar, por un lado, la
brecha que separa a los habitantes de las zonas urbanas respecto de quienes
habitan en los cantones ubicados en el área rural, en cuanto al acceso a
servicios básicos y grado de vulnerabilidad. Por otro lado, algunos datos
como el de la seguridad sugieren que los habitantes de las zonas rurales
llevan, en promedio, una vida más tranquila que la de sus pares de los
núcleos urbanos.
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