Justicia
incierta
El proceso judicial que se sigue
en la actualidad en contra del ex presidente Alfonso Portillo sólo puede
despertar calificativos elogiosos. Resulta ejemplar que se le pidan cuentas
a un ex gobernante por sus acciones corruptas. Es un buen paso para combatir
la impunidad, un mal inveterado en la sociedad guatemalteca.
Ese mal se puso de manifiesto durante el gobierno de Portillo. Sobre su
gobierno estalló un escándalo de malversación de fondos públicos y de lavado
de dinero en cuentas bancarias de Panamá y las Islas Caimán. Los principales
involucrados fueron el entonces presidente Portillo, algunos de sus
familiares y otros altos funcionarios de su gabinete.
Sin embargo, hay varios elementos que hacen prever que el proceso no tendrá
los resultados que se desean. Véanse los hechos.
Poco después que el Ministerio Público asumiera la tarea de investigar a
fondo los actos de corrupción del ex gobernante, se comenzaron a dar pasos
importantes. El once de junio se anunció la congelación de las cuentas
bancarias de Portillo. La semana pasada, un juez civil ordenó el embargo de
algunos inmuebles y cuentas bancarias propiedad del ex presidente.
El Fiscal General guatemalteco, Juan Luis Florido, declaró a la prensa que,
aunque no es posible solicitar la extradición de Portillo, quien se
encuentra en México, se está intercambiando información con Panamá y Estados
Unidos, países en los que se investiga al ex presidente por lavado de dinero.
Además, según anunció Florido, se ha creado una unidad especial, dentro del
Ministerio Público, para desalojar los inmuebles embargados a Portillo.
Sin embargo, la pieza clave en este juicio, esto es, el propio Portillo,
sigue fuera de Guatemala y, por lo tanto, fuera del alcance de la justicia.
La información que podría recabarse en el extranjero no es suficiente, según
el Fiscal, para pedir la extradición del acusado. “Entiendo que la Fiscalía
contra la Corrupción investiga las sociedades que se mencionaron en las
demandas civiles que se presentaron para obtener información adicional
dentro de las investigaciones. Pero, por ahora, no estamos en ninguna fase
que nos permita solicitar medidas contra el ex presidente”, declaró el
funcionario del Ministerio Público.
Por muy esperanzador que parezca el hecho de que se estén tomando acciones,
el camino hacia la justicia está lejos. No hay elementos que garanticen la
extradición de Portillo. Durante las primeras semanas del gobierno del
actual presidente Óscar Berger, Portillo huyó al saber que se investigarían
sus acciones. Declaraciones como las del fiscal Florido son poco alentadoras:
“Desde el momento en que [el ex presidente Alfonso Portillo] solicitó una
prórroga a su visa de permanencia en México, las autoridades tendrán
conocimiento de su paradero. Más no podemos, porque no existe una denuncia
específica contra él. El trabajo lo estamos haciendo, pero no va a arrojar
resultados en el corto plazo.”
Mientras no exista una orden de extradición contra Portillo, no habrá nada
que lo detenga en México. Puede, incluso, trasladarse a otro país que no
tenga convenio de extradición con Guatemala, en caso de que la investigación
se profundice. Por de pronto, el intercambio de información con los
investigadores en los EEUU es todavía muy incipiente.
La banca guatemalteca, gran perjudicada
Algunos bancos guatemaltecos resultaron afectados con las corruptelas en las
que estuvo involucrado Portillo. Los desfalcos de Portillo y los suyos
estuvieron a punto de crear “una crisis sistémica en el campo financiero”,
según palabras del presidente del Banco de Guatemala, Lizardo Sosa.
Un banquero llamado Francisco José Alvarado Macdonald, espera pedirle
cuentas al ex mandatario para resarcir las pérdidas, que ascienden a más de
15 millones de quetzales. Alvarado Macdonald, que guarda prisión en la
actualidad, pues no pudo huir de la justicia guatemalteca, como el otrora
gobernante, no podrá, sin embargo, disfrutar de ese dinero, pues tendrá que
reponerlo a los bancos desfalcados. Este personaje fungió, ni más ni menos,
como cómplice de Portillo, ayudándole a hacer préstamos fraudulentos que
hundieron a varios bancos.
Reos de lujo
El banquero fue capturado el 12 de junio. Guarda prisión en un sector
especial del Centro Preventivo de la Zona 18 de la ciudad de Guatemala.
Dicho sector, conocido como “cinco estrellas” por sus comodidades, es donde
también guardan prisión once reos por casos de desfalco. Parece que la
corrupción de altos vuelos merece un trato privilegiado en el sistema penal
centroamericano. Si no, recuérdese que otro ex mandatario acusado de
corrupción, el nicaragüense Arnoldo Alemán, guarda prisión en su lujosa casa
de campo de Los Chiles.
Los once compañeros de celda de Alvarado Macdonald compartieron vínculos
políticos con el ex presidente. Algunos de ellos desempeñaron cargos durante
su gobierno. Eso basta, según el ministro de Gobernación, Arturo Soto, para
dispensarles ese trato especial, aunque, extrañamente, el funcionario
desmiente lo que salta a la vista. “No son presos con privilegios, sino que
no podemos mezclar a ex ministros con reclusos comunes, por seguridad”, ha
declarado el ministro a la prensa. ¿Cuántas veces en Centroamérica se han
mezclado a acusados sin sentencia con reos peligrosos y nadie se ha
preocupado por su seguridad?
Estos reos desempeñaron funciones en el Instituto Guatemalteco del Seguro
Social (IGSS), una institución que fue saqueada por el clan cercano a
Portillo, desde sus puestos de dirección. También tienen el honor de
compartir celda con Alvarado Macdonald, el ex contralor de la República y
los dos ex funcionarios máximos de la cartera de Gobernación, Óscar Dubón
Palma, Byron Barrientos y Luis Dávila, respectivamente. Eduardo Weymann, ex
ministro de Finanzas, se presentó voluntariamente a las autoridades
judiciales, y es el único de los doce reos “de lujo” que no tiene una cama
propia. Los doce están junto a un capo del narcotráfico y junto al sacerdote
Mario Orantes, a quien se le imputa la muerte de Monseñor Girardi.
Con todo, Alvarado Macdonald tiene esperanzas de que su estancia en el
reclusorio sea corta. Un juez resolvió el pago de una fianza como sanción
para el reo. Como se ve, hay una justicia pronta y cumplida para los
delincuentes de cuello blanco. Ello crea un mal precedente en este caso.
Tómese en cuenta que el 16 de junio se abrió el proceso judicial en el caso
del desfalco del IGSS. El desfalco se dio a través de la creación de un
fideicomiso fraudulento. Uno de los responsables, Marco Tulio Acosta,
compareció en audiencia pública y ya se han programado las comparecencias de
otros imputados para el 12 de julio próximo. Si las autoridades judiciales
correspondientes dictaminan que todo se resuelve mediante el pago de una
fianza, la intrincada red de corrupción quedará intacta, y esta prueba de
fuego del sistema de justicia guatemalteco distará de ser ejemplar.
La banca tiene pocas esperanzas de resarcirse
Con todo y el poder económico de la banca guatemalteca, esta no tiene
grandes esperanzas de recuperar el dinero desfalcado. El desastre bancario
era inminente, cuando estalló el escándalo de los bancos defraudados. El
Banco de Guatemala, que funciona como el Banco Central de Reserva, tuvo que
intervenir los bancos para evitar el colapso, esa “crisis sistémica” a la
que alude Sosa.
Obviamente, si fue el Banco de Guatemala el que intervino los bancos para
evitar mayores desastres, esto quiere decir que se usaron fondos nacionales
para solventar la situación. Aunque en su momento Sosa se encargó de aclarar
que la medida no afectaría la política monetaria, cabe reparar en que fue el
dinero estatal, valga decir, de los contribuyentes, el que se utilizó para
evitar la quiebra de bancos privados y del sistema bancario en general.
Cuando menos, los bancos afectados tienen en Alvarado Macdonald un acreedor
fijo al cual pedir cuentas. ¿A quién tendrán que pedirle cuentas los
contribuyentes guatemaltecos por todo el dinero que Portillo desfalcó? ¿Quién
es el garante de que se le devuelva a Guatemala ese dinero, quetzal sobre
quetzal?
¿Es imposible superar las secuelas del saqueo?
El editorialista del matutino Prensa Libre se interrogaba si era posible que
el actual gobierno cumpliera sus promesas en el área social, tomando en
cuenta que Portillo descapitalizó considerablemente las arcas nacionales. La
preocupación del editorialista es legítima y toca el tema crucial de las
promesas de bienestar social con las que los políticos alegran los ánimos
del electorado: ¿con qué fondos se financiarán las políticas sociales? La
administración de Berger puede tener las mejores intenciones del mundo, en
el sentido de buscar un estilo de gobernar descentralizado —a la usanza de
los “gobiernos móviles” de ciertos regímenes populistas—, que conozca de
primera mano las urgencias de la población. Pero si no hay un respaldo
económico para esas buenas intenciones, no se está hablando de nada.
Obviamente, si Portillo y sus cómplices no devuelven el dinero saqueado —dinero
que podría emplearse para enfrentar problemas sociales graves y no para
disfrute de un grupo de corruptos—, esos fondos no reaparecerán por arte de
magia en las arcas nacionales guatemaltecas.
En síntesis, la corrupción gubernamental es un mal que afecta a la sociedad
en su conjunto, al grado que puede llegar a poner en peligro su estabilidad
económica. Si bien todos son afectados por igual, es evidente que hay
sectores que pueden salir mejor librados que otros. No hubo ninguna
intervención estatal que protegiera los intereses de los contribuyentes
guatemaltecos, como si la hubo en el caso de los bancos. Estos, al menos,
pueden resarcirse de sus pérdidas en parte, mediante el embargo de bienes
inmuebles propiedad de los estafadores, tal como se está procediendo en este
momento.
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