PROCESO — INFORMATIVO SEMANAL EL SALVADOR, C.A.

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    El informativo semanal Proceso sintetiza y selecciona los principales hechos que semanalmente se producen en El Salvador. Asimismo, recoge aquellos hechos de carácter internacional que resultan más significativos para nuestra realidad. El objetivo de Proceso es describir las coyunturas del país y apuntar posibles direcciones para su interpretación.

    Su producción y publicación está a cargo del Centro de Información, Documentación y Apoyo a la Investigación (CIDAI) de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” de El Salvador. Por favor, asegúrese de mencionar Proceso al utilizar porciones de esta publicación en sus trabajos.

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Año 24
número 1104
Junio 30, 2004
ISSN 0259-9864
 
 
 
 

ÍNDICE



Editorial: Difícil situación del FMLN

Política: El FMLN no sigue el paso

Economía: La creación de la nueva política agrícola

Economía: El sistema de pensiones de El Salvador: el costo de la inseguridad

Regional: Reformar el neoliberalismo

Derechos Humanos: Los gritos del silencio

 
 
Editorial


Difícil situación del FMLN

 

Decir que el FMLN no ha logrado superar el impacto de la derrota electoral de marzo pasado es volver sobre algo que se ha repetido hasta la saciedad. Sin embargo, no es irrelevante insistir sobre lo mismo una vez más, por cuanto que ese hecho refleja con pasmosa contundencia la incapacidad del partido de izquierda para enfrentar a sus propios fantasmas. Ante todo, el fantasma de la renovación interna: la palabra “renovación” no sólo ha sido usada con los propósitos más bajos —asociados en la mayoría de casos a meras disputas por el poder—, sino que ha sido demonizada. Esto último ha impedido a los dirigentes históricos del FMLN asumir y llevar adelante con seriedad los necesarios cambios al interior de su organización. Es innegable que el FMLN ha cambiado desde que era un ejército guerrillero hasta su conversión en partido político, pero esos cambios no han sido todo lo sustantivos que debieran. Más aun, se ha tratado de cambios más forzados por las circunstancias que por una toma de conciencia de la necesidad de revisar sus fundamentos organizativos e ideológicos.


Las coyunturas favorables —o al menos leídas de ese modo por sus principales figuras— han afianzado las resistencias para una renovación (o redefinición) del FMLN, dejando a sus abanderados sin trincheras desde las cuales defender sus posturas. Las coyunturas desfavorables han dado pie a la posibilidad de llevar nuevos aires al partido, pero quienes se oponen a cualquier cambio en su interior, lejos de favorecer el florecimiento de otras formas de conducirlo, han cerrado filas y se han empecinado en defender sus posiciones y el poder que las sostiene. Esta ha sido la historia del FMLN desde 1992 hasta la fecha; es por ello que las expulsiones, las huidas y el fraccionamiento han sido una constante en su desenvolvimiento como partido político. La situación actual del FMLN es un capítulo más en este interminable vaivén de resistencias y ansias de cambio, en el que se mezclan, a veces indiscriminadamente, buenos propósitos —es decir, propósitos nobles y sinceros— con ambiciones e intereses de poca monta.


A la par del fantasma de la renovación, está el fantasma de la identidad del FMLN. A estas alturas, no es totalmente claro qué es el FMLN —o qué ofrece a la sociedad— en términos ideológicos. Algo se sabe acerca de ello: en los estatutos del partido se habla de socialismo, revolución y democracia como referentes ideológicos. Pero no hay—–ni se ha elaborado hasta ahora— un planteamiento que, además de desarrollar cada uno de esos aspectos, los articule y los convierta en criterio de orientación práctica para sus bases, mandos medios y cuadros dirigentes. Como es natural, esto no se puede hacer sin debate y sin discusión, en los cuales deben ventilarse distintas posturas y distintos puntos de vista. Tampoco es algo que deba hacerse de un día para otro, bajo presiones coyunturales o como respuesta a presiones de la opinión pública, sino con el tiempo suficiente y las convicciones bien cimentadas en torno a un propósito que debería ser el de todos los efemelenistas: forjar un partido a la altura de las necesidades de la sociedad salvadoreña en el momento actual. Cumplida esta tarea, que ciertamente no es fácil, viene la siguiente: elaborar una propuesta de gestión gubernamental que, además de ser una opción a la emanada de la derecha, sea factible y realista.


Obviamente, sin claridad ideológica no puede haber claridad en las propuestas; a lo sumo, lo que se tendrá es un conjunto desarticulado de principios no del todo coherentes entre sí, un listado de recetas políticas elaborado para responder a coyunturas electorales y comportamientos ambiguos, en los que se mezclen el radicalismo de los puros con la condescendencia de los moderados. El resultado de esta amalgama no será otro que un partido sin identidad, sin proyecto y sin credibilidad (o con una credibilidad volátil, que baja o sube según cada coyuntura).


Eso es el FMLN, no como resultado de su último fracaso electoral, sino como resultado de su incapacidad —de la incapacidad de sus dirigentes históricos— para asumir con la seriedad debida los desafíos planteados por una sociedad compleja y cambiante como lo es la sociedad salvadoreña de principios del siglo XXI. Amoldar al partido a esos desafíos y no al revés: ese es el reto que los dirigentes históricos del FMLN no han podido asumir. No pudieron hacerlo inmediatamente después de firmada la paz, cuando las cinco organizaciones que hicieron la guerra todavía estaban juntas, ni lo hicieron después quienes se quedaron con los despojos del partido. Ahora mismo, no es esto lo que ocupa a los efemelenistas: de nueva cuenta, son las disputas y las rivalidades mezquinas las que consumen sus energías.


Pese al FMLN, la sociedad salvadoreña sigue con sus ritmos, sus problemas y sus ansias. El gobierno de Elías Antonio Saca ha ofrecido resolver esos problemas y encauzar las ansias de los salvadoreños por las sendas de la tranquilidad y el bienestar. Se podrá ser todo lo pesimista que se quiera acerca de estos ofrecimientos, se podrá augurar su fracaso más rotundo. Sin embargo, lo que no se puede negar es que la cuarta administración de ARENA le está arrebatando al FMLN una bandera que, pese a sus debilidades ideológicas y políticas, le ha dado hasta el día de hoy buenos resultados electorales: el compromiso social. El FMLN podrá estar muy en contra de ARENA, pero sería descabellado que se resistiera o saboteara las políticas sociales emanadas del gobierno de Saca. ¿Qué hacer entonces? Lo que el FMLN debió haber hecho hace tiempo y que en la actualidad se vuelve una tarea impostergable: decirse y decirle a la sociedad qué tipo de izquierda quiere ser, qué es lo que ofrece como tal, cómo va a realizar eso que ofrece, por qué se ha de confiar en ella y qué es lo que la hace preferible a otras opciones políticas.


No es poco lo que se pide (y espera) del FMLN, pero es lo que el partido está obligado a hacer si no quiere seguir a la deriva, más a la espera de los desaciertos de su principal oponente que de los logros que pueda obtener por sus propios méritos y su propio desempeño.

G

 

Política


El FMLN no sigue el paso

 

Hay mucho de cierto en los comentarios que actualmente se escuchan acerca del funcionamiento del FMLN. En el partido de izquierda el autoritarismo característico de algunos de sus dirigentes amenaza con provocar una nueva desbandada. De hecho, si bien es cierto que no es la primera vez que se hacen públicas las divisiones internas en este partido, todo parece indicar que el desencuentro entre los dirigentes está tomando un cariz distinto, más radicalizado y de mayor odio entre unos y otros campos. Los acontecimientos que reporta la prensa nacional en torno a los pleitos entre efemelenistas de diferentes filiaciones en la Alcaldía de San Salvador, puede constituir un buen barómetro para medir la divergencia e irresponsabilidad entre schafikistas y oscaristas.

G

 

Economía


La creación de la nueva política agrícola

 

Durante la semana pasada, los sectores que conforman el agro salvadoreño estuvieron a la expectativa sobre la convocatoria realizada por el ministro de Agricultura para la creación de una nueva política agrícola consensuada. Mario Salaverría, ex director de la Cámara Agropecuaria y Agroindustrial de El Salvador (CAMAGRO) y actual ministro de agricultura, se encuentra muy interesado en construir una política agraria beneficiosa para los productores y comercializadores del sector. Obviamente, para superar la crisis del agro, son necesarias ciertas medidas tales como la creación de una política agrícola que integre los aportes de los diferentes sectores involucrados, la creación de un Ministerio de Agricultura (MAG) más eficiente y moderno para atender las diversas necesidades de los subsectores, la formulación y puesta en práctica de políticas encaminadas a beneficiar a los pequeños productores.

G

 

El sistema de pensiones de El Salvador: el costo de la inseguridad

 

El pulso de la coyuntura económica en el mes de junio se ha visto impregnado por dos factores interesantes: por un lado, los medios de comunicación se han dedicado día a día a ensalzar y relatar con un optimismo desmesurado cada movimiento de la política económica y social de la nueva administración de Antonio Elías Saca, dando por descontado que será exitoso, sin cuestionar en ningún momento su viabilidad ni la manera en que serán impulsados los proyectos.

G

 

Regional


Reformar el neoliberalismo

 

El trigésimo período de sesiones de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) de las Naciones Unidas se está llevando a cabo en un clima de escepticismo hacia la globalización, que hasta hace poco se promovía como una panacea para los problemas del subdesarrollo. En la citada reunión, que se efectúa en San Juan de Puerto entre el 28 de junio al 2 de julio de los corrientes, se discute el documento titulado Desarrollo productivo en economías abiertas, el cual se comentará en las siguientes líneas.

G

 

Derechos Humanos


Los gritos del silencio

 

En reiteradas ocasiones hemos dicho cuál es el objetivo que queremos alcanzar con este espacio: no se trata sólo de analizar críticamente los aspectos más destacados del acontecer nacional e internacional desde los derechos humanos, sino también aquellas buenas prácticas que alienten la participación ciudadana para la transformación social. Precisamente por eso, en esta ocasión vamos a comentar y analizar un hecho sin precedentes en la región, la “marcha del silencio”, celebrada el pasado domingo 27 de junio en varias ciudades de dieciséis estados mexicanos en protesta por la delincuencia y como exigencia ciudadana contra la impunidad. Analizaremos, entonces, lo más destacado del evento así como su trascendencia y las repercusiones del mismo para nuestro país y la región.


Centenares de miles de personas, junto a grupos representativos de la sociedad civil y la iniciativa privada, formaron parte de esa gran movilización reclamando medidas urgentes para reforzar la seguridad pública en aquel país. La más relevante de las marchas fue la del Distrito Federal, donde una enorme cantidad de gente desfiló por las principales avenidas en una inédita manifestación contra los mencionados flagelos. Tan novedosa fórmula participativa fue organizada en un abrir y cerrar de ojos; tardaron sólo tres semanas. Durante la convocatoria y por los reproches manifestados en la marcha, quedaron claras las duras críticas contra las autoridades públicas por no frenar la ola de secuestros que continúa en una escalada ascendente y preocupante.


De este modo, hombres y mujeres de todas las edades, vestidos de blanco y negro caminaron hasta la inmensa explanada del Zócalo —en el corazón de la capital federal mexicana— en la que se considera la mayor manifestación de protesta en ese país durante la última década. En todas las marchas que se efectuaron, sus participantes portaron fotos de familiares asesinados por secuestradores y mantas demandando un “ya basta” a la inseguridad. Entre las muestras de indignación, destacaron también las niñas y los niños que portaban escrita su principal demanda: “Quiero vivir sin miedo”.


Sorprendentemente, esta demostración popular y masiva rebasó todas las expectativas y los propósitos de sus convocantes y organizadores. Tanto así que se han convertido ya en expresiones clamorosas de una sociedad exasperada por la delincuencia en todas sus expresiones y no sólo por el secuestro con propósito de extorsión. Los cientos de miles de personas que se integraron, pusieron de manifiesto un consenso que no es únicamente de rechazo y repudio al alza de los índices delictivos sino contra la ilegalidad en general y —sobre todo— contra la impunidad. El reclamo no era exclusivo; fue hecho tanto a las autoridades federales como a las estatales y municipales.


De un mar de gente en silencio se levantaron luego las voces y el clamor: “¡En paz!” “¡Ya basta!, ¡Ya basta!”, “¡Sí se pudo!, ¡Sí se pudo!”. En la movilización del Distrito Federal, resultó particularmente claro el protagonismo de sectores y organizaciones sociales. Un caso ilustrativo y ejemplar es el de la asociación de familiares de mujeres asesinadas y desaparecidas en Ciudad Juárez —“Nuestras Hijas de Regreso a Casa”— cuyas integrantes estuvieron en primera fila. “¡No venimos a ser relleno! ¡Estamos aquí para exigir justicia!”, exclamaban esas mujeres madres de las víctimas de Juárez, víctimas ellas también. Así se dio cabida en la multitudinaria protesta ciudadana, a los “feminicidios” en aquella ciudad fronteriza.


También merece destacar el acto final de la gran marcha. Desde el atrio de la catedral metropolitana en el Distrito Federal fueron lanzados mil globos: quinientos negros, por el sufrimiento y el duelo, y otro tanto blancos por el fin de la violencia y la inseguridad. También, como hecho inusual, durante quince minutos las treinta y cinco campanas del recinto religioso repicaron ante una multitud que coreaba: “¡Ya basta a la inseguridad!”. Tras encabezar el lanzamiento de los globos, el cardenal Norberto Rivera dijo que la “marcha del silencio” debía enseñarles “a escuchar al pueblo”; además, agregó que les permitía “afirmar que el problema de la inseguridad es algo real, no inventado por un grupo u otro, sino (que) es un sentimiento del pueblo que se siente indefenso, que siente que la delincuencia va creciendo y que hay impunidad en el país”.


Al terminar la homilía, se leyó un documento denominado “Negro y blanco desde Catedral” firmado por José de Jesús Aguilar, sacristán de la catedral. En él se advierte que durante los últimos años muchos fieles acudieron a los templos católicos a pedir por la salud de algún ser querido, asaltado y herido; por alguna hija o hermana violada; por la pronta localización y recuperación de un niño robado; por la libertad de alguna persona secuestrada; por el eterno descanso de quienes perdieron la vida en un asalto o secuestro. El documento también menciona a las mujeres que ruegan por el hijo o el esposo delincuente. Muchos preguntan a Dios en las iglesias: ¿Por qué?; pero al salir le hacen la misma pregunta a los gobernantes. Por eso —dicen las autoridades eclesiales— y en señal de solidaridad y comprensión hacia las y los fieles que experimentan angustia y dolor por la inseguridad, se lanzaron mil globos blancos y negros.


Ante semejante participación ciudadana, la Presidencia de la República dijo comprometerse con el reclamo popular y fue obligada a fijar una postura oficial. Los voceros de Vicente Fox “reconocieron y valoraron” la gran participación ciudadana, al tiempo que se comprometieron a escuchar y recoger las demandas expresadas; asimismo, estimaron que la gente demostró “dignidad y civismo al expresar de manera ordenada y pacífica sus exigencias y sus reclamos”.


En suma, la manifestación del pasado 27 de junio fue un paso importante hacia la toma de conciencia colectiva sobre la extensión de la criminalidad en México. En esa lógica, debe entenderse que la delincuencia no es sólo la que afecta a miembros de la clase pudiente en sus personas y sus bienes —quienes muchas veces son víctimas de secuestro— sino también la extensa red de corrupción que va desde las patrullas policiales y funcionarios de prisiones hasta los ministerios públicos, pasando por despachos privados de altos funcionarios.


En El Salvador, la realidad es diferente a la mexicana. Desde hace tiempo, la actuación de los representantes del soberano —es decir, del pueblo— y sobre todo la de quienes pertenecen a los partidos políticos mayoritarios, no ha redundado en mejoras sustantivas para la calidad de vida de las mayorías. En tal escenario, la participación social pasó de estar amenazada a quedar atrapada en un peligroso círculo vicioso donde predominan la exclusión amplia, la violencia, la inseguridad, el temor, la desconfianza y la frustración. Todo eso, lógicamente, conduce a la apatía y al establecimiento de prioridades individuales en el día a día, sin esperar nada de las instituciones. Así, se buscan soluciones “fáciles” e inmediatas a ciertos problemas y se incrementa la falta de intervención ciudadana en los asuntos de interés colectivo. Frente a esta situación el reto es claro: fomentar el empoderamiento de la gente mediante su participación organizada, como contrapeso indispensable y garantía necesaria para evitar un mayor desbalance y la debacle.


El mensaje del domingo, enviado por la sociedad mexicana, es una importante muestra de cómo puede ser ejercida la responsabilidad social. Supone, además, un buen ejemplo de exigencia ciudadana a las autoridades públicas y de solidaridad con las víctimas, ya demasiadas sin contar aquellas que lo son en potencia.


En nuestro caso, nos queda mucho camino por andar para hacer realidad ese tipo de expresiones ciudadanas contra la impunidad, la violencia social y la corrupción que nos afectan en serio. Pero no debemos caer en la desesperanza, pese a que no corran buenos tiempos para los derechos humanos. Marchas como las del pasado domingo en México son la prueba evidente de que algo ha cambiado en la conciencia ciudadana de sus habitantes. ¿Cuánto tiempo más esperaremos nosotros? ¿Cuántas víctimas más serán necesarias para que exijamos y logremos el fin de la impunidad en nuestro país?

G

 


 


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