PROCESO — INFORMATIVO SEMANAL EL SALVADOR, C.A.

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El informativo semanal Proceso sintetiza y selecciona los principales hechos que semanalmente se producen en El Salvador. Asimismo, recoge aquellos hechos de carácter internacional que resultan más significativos para nuestra realidad. El objetivo de Proceso es describir las coyunturas del país y apuntar posibles direcciones para su interpretación.

 

Su producción y publicación está a cargo del Centro de Información, Documentación y Apoyo a la Investigación (CIDAI) de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” de El Salvador. Por favor, asegúrese de mencionar Proceso al utilizar porciones de esta publicación en sus trabajos.

 

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Año 25
número 1133
Febrero 16, 2005
ISSN 0259-9864

 

 

Índice


 

Editorial: Los referentes de identidad de los salvadoreños

Política: Preocupaciones por la gobernabilidad

Economía: Reforma tributaria: ¿desaliento a la inversión?

Sociedad: Persiste la violencia

Regional: Las recomendaciones de la UE a Centroamérica

Derechos Humanos: El Salvador y la UE

 

 

Editorial


Los referentes de identidad de los salvadoreños

 

Definir qué es la identidad no es una tarea fácil. Con todo, lo primero que tiene que hacerse es descartar esas visiones esencialistas, según las cuales la identidad es algo fijo e inmutable o, mejor aun, algo que se puede atrapar con las manos. En la actualidad, lo usual es entender la identidad como un proceso siempre cambiante y dinámico, mediante el cual los individuos recrean permanentemente las señas que los identifican como parte de un grupo social más amplio. Tener una identidad es sentirse parte de una comunidad, con unos usos, costumbres, opciones y estilos de vida particulares. Cada individuo conforma su identidad —la construye— desde unos referentes a partir de los cuales nutre su subjetividad. Obviamente, los salvadoreños no escapan a esta dinámica; su identidad se ha venido creando y recreando a partir de la instauración de esa comunidad nacional denominada El Salvador. Ahora mismo, en el marco de un proceso de globalización acelerada, la identidad del salvadoreño está siendo redefinida de nuevo, no sólo por los influjos culturales externos, sino por la generación de un conjunto de referentes simbólico-culturales que encuentran en los grandes medios de comunicación la plataforma privilegiada para su difusión pública y masiva.


Redefinir la identidad del salvadoreño no significa eliminar las señales de identidad tradicionales, sino reescribir muchas de ellas e insertarlas en la nueva imagen que el salvadoreño se está forjando de sí mismo en estos tiempos de globalización económica, política y cultural. Los referentes simbólico-culturales locales que los grandes medios de comunicación han venido poniendo en circulación desde los años noventa expresan aspectos que tradicionalmente se han adscrito a la salvadoreñidad, con otros aspectos más a la altura de las nuevas circunstancias socio-culturales. Veamos algunos de esos referentes.


En el plano político-empresarial, figuras como Wilfredo Salgado —alcalde de San Miguel— y Elías Antonio Saca —actual presidente de la República— son presentados como dos modelos a seguir. Tal como han sido recreados por los medios, ambos son, a su manera, exitosos en los negocios y la política. Ambos comenzaron desde abajo, sin riqueza alguna, pero su esfuerzo y sacrifico individuales les permitieron amasar el dinero suficiente para ser respetados y para aspirar a ocupar importantes cargos públicos, con los cuales —una vez obtenidos— han recibido un premio más que merecido. Es cierto, uno habla mejor que el otro; es menos tosco y más agradable en el trato. En uno la picardía, el morbo y el aire socarrón son algo espontáneo; en el otro lo es la simpatía y la sonrisa amable. Pero —esta es la conclusión que se desprende de la estrategia mediática— los dos son salvadoreños; los dos representan lo mejor que el salvadoreño puede dar de sí. Sin duda, habría que aspirar a ser como ellos, son un modelo a seguir.


Complemento de Salgado y Saca, como referentes culturales promocionados por los grandes medios, es Roberto D’Aubuisson, el ex mayor que, él solo —en la recreación mediatica—, se hizo cargo de la titánica tarea de limpiar al país de comunistas reales o presuntos. D’Aubuisson pudo hacer lo que hizo por su coraje y hombría a toda prueba, por su frialdad y ausencia de sentimientos débiles que, en cualquier caso, sólo se pueden permitir en las mujeres. El ex mayor fue, sin duda, un macho, siempre dispuesto a desafiar a la muerte, a jugarse el todo por el todo, sin temer a ningún “vendepatria”. No tenía ni ambicionaba dinero —tal era su grandeza—, pero fue respetado por quienes sí lo tenían. ¿Cómo no va a ser D’Aubuisson un modelo a seguir? ¿No fue acaso un salvadoreño bien salvadoreño? ¿No son acaso el machismo, la virilidad, el abuso de la fuerza y la ausencia de sentimientos de compasión algo necesario para sobresalir en la vida y para llevar adelante grandes empresas, como esa que asumió el ex mayor de hacer del país una tumba para los rojos?


Pero no sólo de la esfera política-empresarial los medios extraen materiales para la construcción de referentes de identidad para los salvadoreños. Lo hacen también de los ámbitos religiosos —convirtiendo a ciertos líderes religiosos conservadores o neoconservadores en modelos de conducta moral y política para todos—; empresarial —haciendo creer al público que el éxito de determinados empresarios o fundaciones empresariales es lo que garantiza la felicidad de los salvadoreños—; deportivo —donde se promueven, como algo deseable para todos, los hábitos y modo de ser de determinadas figuras deportivas— y el mismo ámbito mediático —cuyos conductores estrella son presentados como un ideal a seguir en vestido, corte de cabello y, por qué no, en preferencias políticas—.


Sólo como ilustración, conviene detenerse en el ámbito deportivo. Aquí, los medios han trabajado denodadamente por convertir al “Mágico” González en un referente para los salvadoreños. Para ello, han sobrevaluado sus capacidades como futbolista: lo han convertido en un genio, sino el más grande de la historia, sí en uno que está, con todo derecho, a la par de otros grandes como Pelé, Di Estéfano y Diego Maradona. Los medios nunca cesan de recordar su grandeza; las anécdotas de quienes los conocieron en España siempre hablan de su genialidad. Se trata de un genio que, pese a surgir de abajo, llegó a acariciar el éxito en España, donde lo tuvo todo –dinero, bienes de lujo, viajes, reconocimiento— al alcance de la mano. Pero, nos dicen los medios, para acceder a ese mundo tenía que renunciar a ser él mismo, tenía que renunciar a su indisciplina, su vida desordenada, sus juergas y sus desvelos. Y, claro está, el “Mágico” González no lo hizo, porque, además de ser un genio con el balón, él es una persona auténtica. O era su autenticidad —ser como él es— o era el éxito deportivo; el “Mágico” —por algo es “san Mago”— se decidió por lo primero, con lo cual tuvo que regresar a El Salvador para vivir su autenticidad, sin las presiones y la disciplina con las que tenía que lidiar si quería ser parte de ese mundo falso del deporte internacional de primer nivel.


Si desde referentes como Wilfredo Salgado, Elías Antonio Saca o D’Aubuisson se fomentan valores como la picardía, la virilidad, las ambiciones, el abuso y la manipulación como claves del éxito en la vida, con referentes como el “Mágico” González se fomentan valores como el conformismo, la renuncia al esfuerzo, la indisciplina y la aceptación de la suerte que a cada uno le ha tocado. Se trata ciertamente de referentes contradictorios, pero complementarios. Y es que para que haya salvadoreños que aspiren (y puedan) ser como Wilfredo Salgado o Elías Antonio Saca debe haber salvadoreños que aspiren ser como el “Mágico” González. La ambivalencia de los salvadoreños, las ambiciones y actitudes encontradas que los caracterizan, se explican en parte por la existencia de referentes culturales como los que se han descrito.

G

 

Política


Preocupaciones por la gobernabilidad

 

Luego de la firma de los Acuerdos de Paz muchos pensaban que la política nacional debería de discurrir por cauces completamente distintos a los vividos durante la década de confrontación armada. Sin embargo, poco tiempo después, se llegó a la triste conclusión que el entendimiento político que se esperaba estaba más difícil de lograrse, no obstante el hecho de que los actores políticos habían mostrado su plena disposición a respetar su compromiso de abandonar la lucha armada. Desde entonces, la palabra polarización se ha puesto de moda y muchos temen que el país se vuelva ingobernable, debido a la gran distancia que separa a las principales fuerzas políticas del país.

G

 

Economía


Reforma tributaria: ¿desaliento a la inversión?

 

La reforma tributaria impulsada por el Ejecutivo ha generado diversas reacciones en el ámbito empresarial. Algunos sectores de la empresa privada, por ejemplo, han expresado cierto descontento hacia esta medida. Para las gremiales empresariales más importantes es necesario elevar el nivel de recaudación de impuestos. Sin embargo, este debe lograrse a través de mecanismo institucionales que no sean excesivamente engorrosos, ya que pueden debilitar la actividad empresarial.

G

 

Sociedad


Persiste la violencia

 

Desde finales del año pasado, los homicidios cometidos en el país han aumentado cada día. Sólo entre el 23 y el 31 de diciembre de 2004, la Policía Nacional Civil registró 85 asesinatos en todo el país. El primer día del año presagiaba una tendencia igualmente preocupante: entre la 1 p.m. del 31 de diciembre y las 6 p.m. del 1 de enero —en el lapso de unas 30 horas— se produjeron 15 asesinatos, de acuerdo al Comité de Emergencia Nacional. Las cifras se habían disparado y la tendencia no se detendría en los días siguientes. Para 2005, según las cifras manejadas por la prensa nacional, se cometían en el país entre 9 y 10 asesinatos diarios, uno de los índices más altos de los últimos años.

G

 

Regional


Las recomendaciones de la UE a Centroamérica

 

La firma de tratados comerciales constituye la agenda del día para los gobiernos centroamericanos. En este sentido, la Unión Europea (UE) se vislumbra como un socio clave. Constituye un acierto buscar el estrechamiento de lazos diplomáticos y comerciales con la mayor cantidad de contrapartes —sean éstas los EEUU, la propia Unión Europea, los países del cono sur, entre otros—, en vez de apostarle todo a una sola carta. Depender, por ejemplo, única y exclusivamente de lo que se logre sacar del Tratado de Libre Comercio (TLC) entre los países del Istmo y los EEUU (CAFTA, por sus siglas en inglés) es pecar de miopía.

G

 

Derechos Humanos


El Salvador y la UE

 

Desde hace más de quince años, la política oficial salvadoreña se ha caracterizado sobre todo por una pretendida “apertura de mercados”. Los tratados o convenios con diversos países y regiones del mundo han sido el incentivo, con el aparente propósito de fomentar las exportaciones e incenivar la inversión extranjera. Desde principios de los noventa, los gobiernos “areneros” impulsaron una estrategia económica basada en reformas estructurales que incluyeron la liberalización del comercio, la reprivatización del sector financiero y otros servicios estatales, la reforma del sistema de pensiones y la adopción de incentivos para la inversión —sobre todo para la extranjera directa— con el propósito de volver al país más competitivo y elevar sostenidamente el crecimiento económico.


Ejemplo de esto es la relación comercial con la Unión Europea (UE). El vínculo consiste en permitir la entrada de ciertos productos procedentes de Centroamérica en el “viejo continente”, sin pagar impuestos o cancelando un precio ínfimo; esto, bajo un programa denominado Sistema Generalizado de Preferencias (SGP). A cambio Europa exigió, en principio, una lucha frontal contra el narcotráfico.


El Salvador resultó beneficiado con dicho Sistema desde 1999; entonces, el acuerdo se estableció para tres años y el plazo se prorrogó hasta la fecha. Sin embargo, este trato preferencial fue duramente criticado por la India quejándose en la Organización Mundial del Comercio (OMC) por la desventaja económica que representaba para los asiáticos la vigencia de tales facilidades para Centroamérica. Debido a eso, los países europeos decidieron ser más rigurosos en lo relativo a los requisitos para optar al SGP. En ese marco, mantuvieron como condición la lucha contra las drogas; además, para tener acceso a un nuevo acuerdo preferencial, solicitaron el cumplimiento de normas ambientales y la aplicación de los veintitrés convenios laborales de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).


Por este último requisito, el gobierno de Antonio Elías Saca se encuentra hoy en serios problemas ya que los convenios número 87 y 98 todavía no han sido suscritos por El Salvador. Según algunos de los funcionarios del Presidente de la República, estos son incompatibles con la Constitución. Los convenios precitados tratan sobre la facultad de los empleados públicos para asociarse, así como la posibilidad de pactar contratos colectivos de trabajo. Este tipo de derechos se encuentran actualmente regulados, de manera muy clara, sólo para el sector privado y empleados de instituciones oficiales autónomas.


El gobierno alega que los referidos convenios contrarían el texto constitucional; en concreto hablan del artículo 39, referente a los contratos o convenios colectivos de trabajo de los empleados de las empresas; del 47, sobre la facultad de los trabajadores del sector privado e instituciones oficiales autónomas de formar sindicatos; y del 221, que prohibe a los empleados públicos y municipales realizar huelgas. Así, los representantes gubernamentales pretenden hacer creer que para ratificar estos convenios se debe reformar la Constitución de la República mediante un largo y engorroso camino que requiere el acuerdo de dos legislaturas.


Lo anterior supone que la Asamblea actual tendría que proponer y aprobar dicha modificación con cuarenta y tres votos, para que la siguiente —que arranca en el 2006— la ratifique con la mayoría calificada de cincuenta y seis diputados. Sin embargo, desde nuestra óptica, lo que el gobierno debería hacer es interpretar las disposiciones supuestamente “afectadas” de una manera integral y armónica, tal como lo señala la doctrina jurídica y la jurisprudencia constitucional; deben entenderse las disposiciones en cuestión relacionadas con las normas establecidas en los artículos siete —que regula el derecho de asociación— y ocho —el cual determina que nadie esta obligado a hacer lo que la ley no manda, ni a privarse de lo que ella no prohibe— de nuestra Carta Magna.


No pretendemos en este comentario desarrollar un argumento jurídico exhaustivo que demuestre si es o no constitucional la ratificación de dichos convenios. Lo que sostenemos es que su aceptación debe verse como una garantía para las y los trabajadores del sector público; sería un gesto estatal coherente con el adecuado respeto de los derechos humanos. Diversas experiencias en esta materia —sobre todo en lo que toca a los derechos económicos y sociales— indican que las autoridades nacionales sólo observan los hechos desde la óptica pecuniaria; en nuestro caso, para las administraciones “areneras” el problema reside en lo siguiente: de no ratificarse estos convenios de la OIT antes del primero de julio del año en curso, El Salvador quedaría excluido de los beneficios del SGP con la UE y en términos económicos eso representaría un pérdida aproximada de ochenta millones de dólares. Eso arriesgaría aún más la precaria inversión extranjera y las exportaciones salvadoreñas con otros países. Como se puede ver, aún desde las puras cifras, al país no le conviene ignorar los requerimientos de los europeos pues las consecuencias pueden ser importantes.


Pero independiente de los puntos de vista que se tengan para salir al paso del escollo planteado, esta preocupación no existiría de haberse seguido con atención las recomendaciones de la Comisión de la Verdad. En su informe público, hace más de diez años, dicha Comisión recomendó —en lo relativo a la protección de los derechos humanos— la necesidad de ratificar, entre otras normas, los convenios relativos a la facultad de poder sindicalizar al sector público y la posibilidad de suscribir contratos colectivos con los empleados gubernamentales, lo que se encuentra establecido en los convenios 87 y 98 de la OIT.


En ese escenario, aunque el Presidente salvadoreño diga que le hizo saber a la Unión Europea, que “dejar a El Salvador fuera es dejar sin oportunidades al país que ha sido líder en la integración y que respeta los derechos laborales”, es claro que las palabras de Saca no tendrán el peso necesario para que allá cambien una posición que obedece a criterios preestablecidos en sus propias leyes de cooperación.


El Ejecutivo pretende hacer cambiar de idea a los países europeos enviando delegaciones integradas por ministros de varias ramas; así busca que El Salvador siga gozando de los beneficios de SGP, sin ratificar los convenios antes señalados. Estas gestiones no tienen muchas posibilidades de prosperar; mas bien nos exhiben como un país poco serio en sus relaciones internacionales. La situación es clara: la UE ya puso las cartas sobre la mesa y el gobierno “arenero” decidirá si las toma o las deja.


A esta administración del Ejecutivo le salió el tiro por la culata, pues pese a ostentar uno de los primeros lugares en Latinoamérica y el mundo en lo relativo a apegarse al pie de la letra a las “buenas” políticas de los organismos multilaterales en la materia, no ha conseguido sus propósitos. En particular, se resiente la falta de crecimiento económico; desde 1996 se observa una inexplicable desaceleración económica que se traduce en problemas críticos de empleo, recaudación y competitividad, entre otras complicaciones. Pregona la “apertura de mercados”, pero al tener la posibilidad de entrarle en serio a uno que ofrece grandes beneficios —como en el caso de la UE— se encuentra acorralada por no tener una legislación laboral acorde al terreno en el que quieren “jugar”: el de la globalización. Eso evidencia el menosprecio oficial de los derechos laborales y su resistencia a realizar cambios sustanciales en favor de las y los trabajadores.


En definitiva, está claro que la Unión Europea —acostumbrada normalmente a respetar los derechos humanos— sólo desea vínculos comerciales con países que también los garanticen. El Salvador, entonces, debería tomarle la palabra y ratificar los convenios de la OIT; no sólo por el interés económico, sino también para demostrar que el país realmente empieza a cambiar, que es coherente con la estrategia económica aplicada y que ya se decidió a salir del oscurantismo en el que ha permanecido durante toda su historia.

G

 

 


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