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Su producción y publicación está a cargo del Centro de Información, Documentación y Apoyo a la Investigación (CIDAI) de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” de El Salvador. Por favor, asegúrese de mencionar Proceso al utilizar porciones de esta publicación en sus trabajos.
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Año 25
número 1151
Junio 29, 2005
ISSN 0259-9864
Editorial: (Neo)populismo mediático
Política: Pulso político de la Asamblea Legislativa
Economía: El CAFTA: ¿una ayuda de EEUU a Centroamérica?
Derechos Humanos: Por las víctimas
Documento: Objetivos de desarrollo del milenio: una mirada desde América Latina y el Caribe
(Neo)populismo mediático
Desde que los regímenes democráticos arraigaron en Occidente como los regímenes políticos menos perniciosos, las discusiones acerca de sus fortalezas y debilidades se hicieron cada vez más frecuentes. Así, desde que Alexis de Tocqueville escribiera La democracia en América, en 1832, hasta el presente, con los estudios de académicos como Juan Linz, Robert Dahl, Giovanni Sartori y Arend Lijphart, de la democracia y las democracias se han dicho —y se siguen diciendo— muchas cosas. En América Latina, la discusión en torno a la democracia ha sido particularmente intensa desde los años ochenta, cuando, de la mano de autores como Guillermo O’Donnel, Manuel Antonio Garretón, Fernando Calderón y otros, el problema del agotamiento de los regímenes autoritarios hizo saltar al primer plano el tema de la transición democrática.
Sin que haya unanimidad en todos los autores, de las discusiones más teóricas
acerca de la democracia, como régimen político, se pueden entresacar una serie
de características que la distinguen de otros regímenes políticos y que la dotan
de su particular atractivo. Dicho brevemente, un régimen democrático no descansa
en el poder irrevocable de un Jefe, ni en el poder de un líder o de una
coalición civil-militar, ni en el poder absoluto de una institución. Asimismo,
un régimen democrático exige de suyo tanto la participación ciudadana como la
discusión y la crítica públicas. Es decir, la democracia supone la presencia
ciudadana en el espacio público: el espacio donde se examinan, se valoran y
critican los problemas socio-políticos y donde se proponen alternativas
razonables de solución a los mismos que sean aceptables para la mayoría, pero
que tomen en consideración los intereses de la minoría.
Obviamente, sin un entramado institucional sólido y bien articulado, regido por
el imperio del derecho, el régimen democrático se tambalea, ya sea por las
propensiones autoritarias de quienes tienen el poder, o por la irrupción de
demandas ciudadanas incontrolables. En una palabra, el ejercicio del poder en un
régimen democrático requiere de mediaciones institucionales, mismas que, además
de cauce de decisiones y demandas, sirven de mecanismo de control de abusos,
irresponsabilidad y personalismos emanados del poder.
En el debate latinoamericano —que es el que nos interesa retener aquí— han
salido a relucir diversos tópicos, no sólo a propósito de los cambios políticos
suscitados desde la crisis de las dictaduras, sino sobre la historia política
previa a la llegada de los militares al poder. Los estudios sobre las
transiciones estuvieron marcados en sus inicios por un indudable optimismo
acerca del futuro democrático de los países que comenzaban a desmontar los
mecanismos de poder heredados del autoritarismo. Posteriormente, sobre todo
cuando se comenzó a discutir el tema de la consolidación, ese optimismo se fue
desvaneciendo, hasta dar pie a posturas más escépticas e incluso pesimistas —justificadas
a partir de algunas experiencias concretas como la peruana, la argentina o la
venezolana— sobre las perspectivas de la democracia en América Latina.
Desde los años noventa se hizo cada vez más claro que en el ejercicio político
latinoamericano de la transición no sólo estaba pesando la cercana herencia
autoritaria —los llamados “enclaves autoritarios”—, sino una herencia anterior
al arribo de los regímenes militares: el populismo. No es que el autoritarismo y
el populismo estuvieran reemplazando a algunas de las incipientes democracias
latinoamericanas; más bien, les estaban dando una textura propia, es decir,
haciendo de ellas unas “democracias delegativas”, en las cuales —según Guillermo
O’Donnel— “la persona que gana la elección presidencial está autorizada para
gobernar como él o ella crea conveniente, sólo restringida por la cruda realidad
de las relaciones de poder existentes y por la limitación temporal del término
de su mandato. El presidente es considerado la encarnación de la nación y el
principal definidor y guardián de sus intereses”.
En el caso de la herencia populista, no se trataba (ni se trata) de un calco del
populismo tradicional —el de Perón o Lázaro Cárdenas—, pero sí de una
actualización de algunas de las características del mismo, ofrecidas al público
a través de unos medios de comunicación anuentes a esa forma de ejercer el poder.
Desde los años noventa, se ha venido fraguando en algunas experiencias
latinoamericanas una especie de (neo)populismo mediático, en virtud del cual el
presidente de la República es vendido al público —siguiendo el esquema de las
democracias delegativas— como amo y señor de los destinos de la sociedad, es
decir, como el garante y ejecutor directo de las decisiones que afectan a la
mayoría de los ciudadanos.
En esa forma de concebir y ejercer el poder, aunque respaldada por el mecanismo
electoral, se echa por la borda uno de los supuestos más importantes de la
democracia: la mediación institucional. Y es que, en el populismo mediático de
nuestro tiempo, las instituciones, débiles o no, son abolidas (mediáticamente)
por el voluntarismo presidencial, que pasa por encima de las exigencias que
aquellas le plantean a la hora de asumir, a través de los medios de comunicación,
compromisos de todo tipo ante los ciudadanos. La idea que se vende es que el
presidente es alguien “cercano” a la gente, cuyas preocupaciones, alegrías y
frustraciones no le son ajenas; que el presidente es alguien que no está
sometido al control de nada ni nadie y que, por tanto, puede hacer ya lo que,
respetando procedimientos y normas, tardaría más tiempo realizar.
El populismo mediático constituye una grave amenaza para la democracia. Y es que,
cuando en la práctica (y no sólo mediáticamente) se elimina a (o se reduce el
peso de) las instituciones, la discrecionalidad y los abusos se convierten en la
norma del ejercicio de poder político. Cuando esa abolición de las instituciones
no pasa de ser una ilusión vendida por los medios, como sucede en El Salvador,
la suprema voluntad del presidente se queda en meras promesas que nunca se
cumplen o que, para hacerse realidad, deben sortear los mecanismos
institucionales vigentes, a los que los publicistas del gobierno terminan
haciendo culpables de impedir que el presidente resuelva los problemas de la
gente.
Pulso político de la Asamblea Legislativa
Mientras las noticias, y quienes las fabrican en El Salvador, siguen hablando de la polarización entre ARENA y el FMLN, el pulso de la vida política se mueve subrepticiamente hacia los partidos pequeños representados en la Asamblea Legislativa. Sobre este tema conviene hacer una aclaración. Muchos de estos llamados “partidos”, en realidad no son más que un grupo de tres o cuatro personas, disidentes de algún movimiento político, en general del FMLN, que se destacan por sus intenciones de rivalizar con sus ex camaradas.
El CAFTA: ¿una ayuda de EEUU a Centroamérica?
En días anteriores, las intensas discusiones sobre el CAFTA se concentraron en dos instancias del Congreso de los Estados Unidos. El martes 14 de junio se realizó el primer simulacro de votación en el Comité de Finanzas del Senado. En esa oportunidad los resultados fueron de 11 votos a favor y 9 en contra. Un día después, el miércoles 15, se llevó a cabo otro simulacro en el Comité de Medios y Arbitrios de la Cámara de Representantes. En esa oportunidad había más votos en juego. Los resultados fueron 25 a favor y 16 en contra.
Por las víctimas
El presente mes, del lunes 13 al viernes 24, se realizó el IV Curso Especializado “Victimología y asistencia a víctimas”. Convocaron la Sociedad Mundial de Victimología (SMV), la Asociación Salvadoreña de Victimología y el IDHUCA con un propósito central: contribuir a sensibilizar a quienes, en la sociedad y la administración pública, atienden personas afectadas por la violencia de todo tipo y los abusos de poder. Este evento se inscribe en un esfuerzo global, pues durante los últimos años se han impulsado en el mundo estudios que incluyen lo relativo a los factores sociales, económicos, jurídicos y políticos relacionados con el fenómeno, como también las prácticas para ayudar a que las víctimas superen su experiencia.
En tal sentido, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó, en noviembre
de 1985, la Declaración sobre los principios fundamentales de justicia para las
víctimas de delitos y del abuso de poder. Entonces se reconoció la necesidad de
incorporar estos principios al catálogo universal de derechos humanos, para
garantizar su protección estatal contando con la participación de instituciones
privadas. En el país, hasta la fecha, lo primero no se ha logrado; en cambio, sí
existen experiencias positivas desarrolladas por organizaciones sociales cuyos
resultados deben ser conocidos por funcionarios y funcionarias de las
instituciones que integran el sistema de justicia. Por eso se incluyeron en la
actividad testimonios de víctimas y visitas a lugares como Tecoluca, San
Vicente, donde tuvieron lugar numerosas matanzas y la población atropellada sólo
ha recibido el desprecio de sus victimarios, quienes aún continúan impunes.
La clausura del IV Curso Especializado se realizó en la Capilla de la UCA, ante
cinco de sus mártires ahí sepultados. De las intervenciones durante el acto
referido, a continuación transcribimos dos: la de Adriana Ospina, alumna, y la
de John Dussich, secretario general de la SMV y profesor del evento. La primera
expresó lo siguiente:
Es un honor para mí poder dirigirme a Ustedes en este lugar tan simbólico, no
sólo para el pueblo salvadoreño sino para todos los latinoamericanos que como yo
sentimos, como una sola, la lucha por encontrar diariamente buenos motivos para
seguir soñando con la paz, la verdad y la justicia de nuestros pueblos. Y en
este camino de ir buscando y encontrando, el pasado 13 de junio, un grupo de
personas de distintos lugares del mundo, encontramos un muy buen motivo para
unirnos, reflexionar y cuestionarnos: las víctimas.
Durante quince días las víctimas y sus historias se convirtieron en el mejor de
los pretextos para recordar nuestro compromiso social como profesionales de las
ciencias sociales y de la salud, para reconocer los aciertos y desaciertos de
nuestros sistemas, para confesar nuestros errores y para descubrir que ni en los
mejores tratados de victimología, se enseña el respeto por la palabra y la
historia de ese otro ser humano que a diario deposita en cada uno de nosotros
quizás su única posibilidad de sentirse ser humano.
Y para no perder el buen hábito de encontrar buenos motivos, hoy es
definitivamente un buen motivo para celebrar, porque aceptamos el reto que, en
el ámbito personal o institucional, nos pusimos con esfuerzo logramos finalmente
seguirle el ritmo a nuestros profesores John Dussich y Annette Pearson, a través
de quienes aprendimos o recordamos el respeto por el tiempo de los demás, la
importancia de la rigurosidad, la pasión y el compromiso que como aprendices de
victimólogos y victimólogas debemos tener presente siempre.
A ellos gracias por compartir como nosotras quince días de sus vidas y por
pasarnos la “antorcha” para que mantengamos encendida la llama de la
victimología por donde vayamos. También agradecer en nombre de mis compañeros y
compañeras a la UCA y especialmente al IDHUCA, por permitir que este curso fuera
posible; a cada una de las personas que compartieron con nosotros sus
experiencias y especialmente, a cada una de las víctimas por convertirse en
nuestra inspiración.
Por su parte, el profesor Dussich expresó estas palabras:
Hoy me siento muy orgulloso, porque hemos llegado al final de este Cuarto curso
centroamericano de victimología y asistencia a víctimas. Treinta y tres
estudiantes se inscribieron y asistieron a diez días intensos de ponencias,
soportando compromisos incompatibles; muchas de estas personas con obligaciones
laborales que cumplir, ruido y calor insoportables. No sólo compartieron
información y experiencias, y escucharon atentamente, sino también elaboraron
propuestas de proyectos de acción excelentes. Tanto es así, que considero que
son de los mejores proyectos que he conocido en todos los cursos de victimología
que he enseñado.
Durante el curso, he oído frecuentemente la pregunta: ¿Qué es un victimológo? Yo
diría que un victimológo, en primer lugar, es alguien que ha recibido una
educación especializada en victimología; en segundo lugar, es una persona que
estudia o trabaja de tiempo completo con víctimas o enseña la victimología.
Además, agregaría que la afiliación a la Sociedad Mundial de Victimología indica
que la persona desea participar con otros profesionales en organizaciones
reconocidas, como signo de su pertinencia al gremio y gesto de solidaridad.
Todos nuestros estudiantes han dado su primer paso con sus estudios de
victimología, otros trabajan exclusivamente en el campo de la victimología y
algunos se han hecho miembros de la Sociedad Mundial. En este sentido, cada
estudiante es una de dos: o ya es un victimológo, o está en camino de serlo.
Entonces, quiero aprovechar esta oportunidad para declarar que este Curso ha
sido todo un éxito, felicitar a cada uno de los estudiantes por sus logros y
darles la bienvenida a la comunidad de los victi-mológos.
De nuevo quiero darle al equipo del Instituto de Derechos Humanos de la UCA
dedicados colaboradores, mis más sinceros agrade-cimientos por su trabajo y
apoyo no solamente a lo largo de estas dos semanas, sino también durante los
meses de su preparación. Sin sus contribuciones día a día, este Curso no habría
sido posible.
Con la conclusión de este Curso, hemos llegado juntos al final de este viaje; en
los próximos días empezarán una etapa provista de nueva información para
comenzar sus carreras como victimológos. Cada uno de ustedes significa
posibilidades valiosas para las víctimas de su país. Desde ahora tienen la
responsabilidad de utilizar las lecciones aprendidas para mejorar la situación
de las víctimas, divulgar el mensaje sobre sus derechos y capacitar a otros en
estos temas.
Confío que nuestra relación no terminará hoy, simplemente cambia de profesor y
estudiante a colega. Pero en mi corazón, ¡serán siempre mis estudiantes! En el
futuro espero que podamos intercambiar información para apoyar nuestras
actividades. Estaré atento a saber del desarrollo de sus carreras y de la manera
en que enfrentan los desafíos del futuro. Siempre apreciaré su diligencia, su
sed de nuevos conocimientos y su amistad.
Buena suerte y sobre todo disfruten bien sus recursos, fortalezcan sus
repertorios y ¡sean sobrevivientes exitosos!
¡Muchas gracias!
Objetivos de desarrollo del milenio: una mirada desde América Latina y el Caribe
Los objetivos del Milenio
Hace cinco años, los gobiernos de 189 Estados Miembros de las Naciones Unidas
aprobaron la Declaración del Milenio, un compromiso mundial para combatir la
desigualdad y mejorar el desarrollo humano, con un horizonte puesto en el 2015.
Se trata de una carta de navegación para erradicar la pobreza extrema y el
hambre, univer-salizar la educación primaria, promover la igualdad entre los
sexos, mejorar la salud, detener el deterioro ambiental y fomentar una
asociación mundial para el desarrollo.
En estos momentos se están evaluando los progresos alcanzados en los países de
todo el mundo. Dado que nuestro año de comparación es 1990 y quedan 10 años para
cumplir los objetivos, cabe preguntarse si hemos avanzado lo suficiente.
Los organismos de las Naciones Unidas con presencia en la región hemos elaborado
un documento en el que se evalúan los avances alcanzados en América Latina y el
Caribe. El documento se titula Objetivos de desarrollo del Milenio: una mirada
desde América Latina y el Caribe y su eje articulador es la desigualdad que
persiste en la región —la más inequitativa del mundo— y que limita las
posibilidades de cumplir con los objetivos y metas del Milenio.
Las Naciones Unidas tienen previsto realizar una cumbre mundial en Nueva York en
septiembre próximo para presentar un informe global sobre los progresos hacia el
cumplimiento de los objetivos de desarrollo del Milenio. El presente informe
interins-titucional es una contribución para estos debates.
El balance de la región
El balance es mixto. Si bien se observan algunos progresos, son claramente
insuficientes. La región está en vías de cumplir la meta de reducción del hambre,
de la desnutrición y mortalidad infantil, así como la de acceso a agua potable,
tanto urbana como rural, y ha logrado avances muy significativos en la reducción
de las desigualdades de género, en especial en la educación. Estas son cinco
condiciones indispensables para lograr un desarrollo más equitativo.
Sin embargo, no se ha progresado lo suficiente en las metas que buscan reducir a
la mitad la pobreza extrema, disminuir tres cuartas partes la mortalidad materna,
universalizar la educación primaria, mejorar sustancialmente el acceso a
servicios de saneamiento y garantizar la sostenibilidad del medio ambiente. La
asistencia oficial para el desarrollo comprometida por los países
industrializados tampoco ha alcanzado los niveles acordados y no llega a la
región en las cantidades necesarias.
La pobreza extrema sigue siendo demasiado elevada. En América Latina y el Caribe
222 millones de personas son pobres. De ellas, 96 millones (18,6%), o una de
cada cinco personas, viven en la indigencia.
El porcentaje de avance hasta el 2004 en la reducción de la pobreza extrema en
el conjunto de la región fue del 34%, pese a que desde 1990 ha transcurrido más
de la mitad (56%) del tiempo previsto para el logro de la meta.
Sólo Chile ya ha reducido a la mitad la pobreza extrema y las mediciones indican
que Brasil, Costa Rica, México, Panamá y Uruguay han logrado avances
significativos. En cambio, resulta preocupante que los países con mayor pobreza
extrema en la región se encuentren entre los que progresaron menos en este
sentido.
La reducción a la mitad de la pobreza extrema y del hambre hacia el 2015 exige
un crecimiento económico sostenido. Según estimaciones de la CEPAL, el
crecimiento requerido por los distintos países de la región para que todos ellos
logren cumplir la meta en el 2015 implica un aumento promedio del producto por
habitante del 2,9% al año. Este promedio, sin embargo, esconde grandes
diferencias. En particular, si no hay cambios en la distribución del ingreso,
los países con mayores niveles de pobreza extrema, superiores al 30% —Bolivia,
Guatemala, Honduras, Nicaragua y Paraguay— deberían incrementar su ingreso por
habitante a una tasa promedio anual del 4,4% durante los próximos 11 años, tasa
que supera ampliamente la cifra histórica de estos países.
Una mejor distribución del ingreso potenciaría el efecto de la expansión
económica en la reducción de la pobreza. Se estima que con una leve mejora en
materia de distribución del ingreso el incremento del producto regional por
habitante necesario para cumplir la meta bajaría casi un punto porcentual. En
otras palabras, el esfuerzo de crecimiento necesario sería menor o podría
alcanzarse la meta en un plazo más corto, siempre y cuando se eleve más
rápidamente el ingreso de los estratos pobres.
La región está en vías de cumplir la meta sobre reducción del hambre, ya que en
15 de 24 países disminuyó la subnutrición. También se espera que la desnutrición
infantil (niños con peso inferior al normal) se reduzca a la mitad para el 2015.
No obstante, tal como en el caso de la meta de reducción de la pobreza, es
inquietante que los países más pobres sean precisamente los que menos han
avanzado en su cumplimiento.
En educación primaria se registran avances y las tasas de matrícula son
superiores al 93%. El progreso fue mayor en países de nivel de ingreso por
habitante intermedio, como Brasil y México. Sin embargo, un 13% de los jóvenes
de entre 15 y 19 años de edad no ha completado el ciclo primario y, de
mantenerse la tendencia a la deserción escolar temprana, no se alcanzará la
universalización de la enseñanza básica.
La región no presenta —como otras en desarrollo— desigualdad de género en
educación. Con la excepción de Bolivia, Guatemala y Perú, los países alcanzaron
esta meta e incluso más mujeres que varones terminan la primaria y estudian en
los niveles secundario y universitario.
Pero los ingresos laborales de las mujeres son hasta entre el 30% y el 40% más
bajos que los de los hombres, persisten problemas como la violencia familiar y
aún no hay suficiente representación femenina en los parlamentos. En términos
generales, es necesario que las mujeres logren un mayor grado de autonomía,
tanto desde el punto de vista físico y económico como familiar, tal como se
discute en detalle en el documento.
Tanto la mortalidad entre los menores de cinco años como la mortalidad infantil
(menores de un año) experimentaron fuertes descensos.
En América Latina y el Caribe 2,4 millones de personas padecen el VIH/SIDA y
desde el 2000 el número aumentó. El 28% de estos casos corresponde a Brasil,
único país, sin embargo, que ha puesto un sólido freno a la epidemia.
Los indicadores ambientales revelan un serio deterioro del medio ambiente en la
región y pocas probabilidades de cumplir con las metas. Resultan particularmente
alarmantes la pérdida de los bosques y de la biodiversidad, la contaminación del
aire y el crecimiento de los tugurios en las ciudades.
Sin embargo, sí será posible alcanzar la meta correspondiente al acceso al agua
potable en la mayoría de los países, aunque la situación es menos promisoria en
materia de saneamiento.
La meta del saneamiento urbano se ha alcanzado en los países del Caribe y hay
progresos importantes en otros, pero están rezagados Bolivia, Brasil, El
Salvador, Guatemala, Haití y Perú que, además, tienen coberturas inferiores al
60%.
Otro objetivo en el cual no se han logrado avances se refiere a la cooperación
de los países industrializados con los países de menor desarrollo, situación que
se aplica en especial a la asistencia oficial para el desarrollo. No sólo se
está lejos del compromiso de transferir a los países en desarrollo el 0,7% del
PIB de los países industrializados sino que, además, tal asistencia ha
disminuido del 0,33% del PIB en 1990 al 0,25% en la actualidad. Por otro lado,
una compleja trama de barreras arancelarias, para-arancelarias y subsidios a la
producción limita, en especial para los productos agrícolas, la capacidad
exportadora de la región.
Algunas reflexiones
1. La región presenta una gran heterogeneidad. El ingreso por habitante oscila
entre un máximo de 10.000 dólares a precios del año 2000 en Antigua y Barbuda, y
un mínimo de 400 dólares en Haití y 800 en Nicaragua. Los indicadores sociales
arrojan una disparidad similar. Donde no hay heterogeneidad es en la mala
distribución del ingreso, aunque el Caribe de habla inglesa ostenta una mejor
situación que el resto de los países. Por lo tanto, resulta complicado
generalizar conclusiones o recomendaciones de política.
2. El cumplimiento integral de los objetivos de desarrollo del Milenio
difícilmente pueda lograrse sin una alta y sostenida tasa de crecimiento y
mejoras en la equidad. No es de extrañar, entonces, que en una región cuyo
ingreso anual por habitante sólo ha aumentado un 1,3% en los últimos 14 años y
cuya distribución del ingreso no ha mejorado, no se registren progresos
suficientes en el cumplimiento de los objetivos de desarrollo del Milenio. Tal
como la CEPAL ha sostenido, las objetivos del Milenio no pueden entenderse como
una sumatoria de metas para aumentar el bienestar de la población, sino como
indicadores dentro de una visión integral del desarrollo.
3. La región tiene una larga deuda con la equidad. En el informe se señala que
la inequidad, que se manifiesta en la distribución del ingreso y de los activos,
afecta el cumplimiento de todos los objetivos y metas, no sólo por grupo social,
sino también por lugar de residencia, edad (los menores la sufren en mayor
proporción), etnia y género. La ausencia de equidad es, además de un problema
intrageneracional, una deuda intergeneracional a la luz de indicadores que
muestran la falta de sostenibilidad ambiental del desarrollo. Sólo con una
política que ponga a la equidad en el centro de la agenda de desarrollo será
posible cambiar esta situación. Ello incluye no sólo a las políticas sociales
sino, también, a la política económica.
La política económica, además de reducir la volatilidad real, debe orientarse a
favorecer la inversión y el crecimiento y debe incluir la aplicación de
políticas de desarrollo productivo que alienten el desarrollo de las pequeñas y
medianas empresas y las zonas más rezagadas. La política social debe tener como
objetivos la universalidad, la solidaridad y la eficiencia, para lo cual es
preciso crear una institucionalidad social que asegure continuidad,
transparencia, coordinación y la participación de la sociedad civil, tanto en el
nivel local como en el nacional.
4. Si bien se podría pensar que, dado que los objetivos y metas implican mejoras
relativas del bienestar, los países de menor desarrollo podrían avanzar más que
los otros en muchas de ellas, la realidad demuestra que no es así, al menos en
lo que respecta a la pobreza extrema y la subnutrición. En efecto, los países
que han experimentado menores avances en estas áreas son aquellos de menor
desarrollo relativo. Ello nos remite a varios trabajos, incluida muy
especialmente la producción de muchos años de la CEPAL, en que se ha hecho
hincapié en los problemas vinculados al círculo vicioso de la pobreza.
5. Romper el ciclo de la reproducción intergeneracional de la pobreza requiere
de un esfuerzo compartido de los países de la región con la comunidad
internacional. Para alcanzar los objetivos de desarrollo del Milenio los países
de América Latina y el Caribe deben hacer un gran esfuerzo interno, que incluye
un pacto fiscal que asegure la eficiencia en el uso de los recursos del Estado,
la transparencia, la rendición de cuentas, reglas claras y una mayor
disponibilidad de recursos para que el Estado pueda cumplir con las prioridades
del desarrollo. Aun así, hará falta elevar la asistencia oficial para el
desarrollo en los países más pobres.
6. Los países desarrollados tienen que cumplir su compromiso de ayudar a
construir una globalización más equitativa, conforme al principio de
“responsabilidades comunes pero diferenciadas”. Ello abarca temas en distintos
ámbitos, tales como los financieros, comerciales, de migración, de transferencia
tecnológica y de sostenibilidad ambiental. En particular, es imperativo concluir
exitosamente la Ronda de negociaciones comerciales multilaterales de Doha, a fin
de avanzar en la eliminación de los subsidios de los países desarrollados y
ampliar el acceso de la región a sus mercados, especialmente de productos
agrícolas.
Asimismo, los países desarrollados deben cumplir el compromiso de elevar la
asistencia oficial para el desarrollo al 0,7% de su producto. Hoy estamos lejos
de esa meta y, lo que es más grave, la asistencia oficial para el desarrollo es
menor hoy que en 1990. Los únicos signos alentadores en este campo son el
compromiso de los países europeos de aumentar la asistencia oficial para el
desarrollo a 0,5% en el 2010 y 0,7% en el 2015 y el que se estén buscando nuevas
fuentes de financiamiento para combatir el hambre y la pobreza, como la
iniciativa en que participan Brasil y Chile junto con Francia, España y Alemania,
y que aviva esperanzas de conseguir recursos adicionales. Sin embargo, queremos
insistir una vez más en que las urgencias son grandes y la pobreza no debe
seguir esperando.
7. Como es sabido, la educación y el empleo son dos factores fundamentales en la
mejora de la equidad y la disminución de la pobreza, pero no están tratados
apropiadamente en los objetivos de desarrollo del Milenio. La falta de empleo no
permite a los trabajadores salir de la pobreza ni a sus hijos acceder a
servicios adecuados de salud, educación e incluso alimentación. Por su parte,
América Latina y el Caribe requiere ajustar las metas relacionadas con la
educación a la problemática de la región, es decir, es necesario poner más
énfasis en la cobertura en el nivel preprimario y en el nivel secundario e
introducir mejoras sustanciales en la calidad y pertinencia de esta.
8. En el informe se demuestra que hay posibilidades de implementar políticas
específicas para reducir flagelos como los de la desnutrición y la mortalidad
infantiles, aun en contextos de elevada pobreza. En este sentido, la región
tiene una larga experiencia que afortunadamente se manifiesta de forma creciente
en políticas concretas de gran impacto, que se tratan en el documento y que
abren oportunidades de cooperación entre los países.
9. Asimismo, en el documento se señala la aparición de nuevos programas en
varios países de la región que generan sinergias entre las distintas metas.
Ejemplos de ellos son los programas que condicionan las transferencias
monetarias a los sectores más pobres a la asistencia de los niños a las escuelas,
en los niveles primario y secundario, y la de ellos y sus madres a los centros
de salud. Con estos programas, que han tenido resultados positivos según la
mayoría de las evaluaciones, se abre la posibilidad de que, al tiempo que se
asiste a los sectores de menores recursos, se potencia la formación del capital
humano, única manera de romper la transmisión intergeneracional de la pobreza.
Ejemplo de estos programas son Bolsa Familia de Brasil, Familias en Acción de
Colombia, Chile Solidario, el Programa de Asignación Familiar de Honduras y, muy
especialmente, Oportunidades de México, entre otros.
Estas iniciativas, junto con los programas de comedores escolares y los de
nutrición infantil y atención médica primaria y preventiva, y el aumento del
gasto público social durante la última década, nos llevan a abrigar cierta
esperanza.
10. En cuanto a las “responsabilidades compartidas” y sólo a título ilustrativo,
poner en marcha un programa como el mencionado, de transferencias a las familias
que viven en la pobreza extrema en los 10 países más pobres de la región
costaría, incluidos los gastos administrativos y según ciertos supuestos que se
discuten en el documento, 4.700 millones de dólares, lo que representa poco
menos del 0,2 por 1000 del producto de los países desarrollados.
11. Antes de terminar, quisiera señalar una vez más que, si bien los programas
específicos que ayuden a aumentar el bienestar de los ciudadanos de la región
son bienvenidos, sobre todo si son parte de una estrategia de desarrollo
integral, sólo con un crecimiento sostenido que dé prioridad a la equidad se
podrán cumplir los derechos económicos, sociales y culturales de los ciudadanos
de América Latina y el Caribe.
12. La esperanza de vencer definiti-vamente la pobreza y lograr un mundo más
justo y seguro es el mensaje de este informe a las autoridades nacionales, a la
sociedad civil y a los representantes de la cooperación internacional. Sólo
sumando esfuerzos tendremos éxito en aumentar el bienestar para todos los
habitantes de América Latina y el Caribe. Aún es posible alcanzar los objetivos
de desarrollo del Milenio en el año 2015.
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