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El informativo semanal Proceso sintetiza y selecciona los principales hechos que semanalmente se producen en El Salvador. Asimismo, recoge aquellos hechos de carácter internacional que resultan más significativos para nuestra realidad. El objetivo de Proceso es describir las coyunturas del país y apuntar posibles direcciones para su interpretación.
Su producción y publicación está a cargo del Centro de Información, Documentación y Apoyo a la Investigación (CIDAI) de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” de El Salvador. Por favor, asegúrese de mencionar Proceso al utilizar porciones de esta publicación en sus trabajos.
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Año 25
número 1170
Noviembre 16, 2005
ISSN 0259-9864
Editorial: La UCA, 40 años después
Política: Una campaña electoral divorciada de la realidad
Economía: El eco de las palabras de Ignacio Ellacuría
Regional: Ellacuría, Centroamérica y la civilización
Derechos Humanos: Salidas en falso y penaltis electorales
Comentario: Palabras de agradecimiento de Jon Sobrino al recibir la medalla de la UCA
La UCA, 40 años después
La UCA actual responde a la visión y al esfuerzo de los mártires, de quienes la recibió en herencia. El 16 de noviembre de 1989, el martirio forzó a una nueva fundación de la UCA, pero en continuidad con los ideales y la experiencia anterior. El cambio en su dirección y estilo fue forzado, e intempestivo, porque las pérdidas personales son irremplazables y porque nadie estaba preparado para ello. Había una visión clara de su misión en la sociedad, una rica experiencia acumulada de años largos y difíciles, un compromiso con la misión tal como ellos la formularon y la llevaron a la práctica y una mística universitaria para llevarla adelante.
Sin embargo, los primeros años de la década de 1990 no fueron fáciles. La
transición a la nueva realidad fue dolorosa, pues la UCA tenía que aceptar sus
pérdidas y recomenzar el camino, en un entorno que pronto comenzó a
transformarse. Surgieron algunos focos de descontento, hasta cierto punto,
comprensibles, ya que la UCA no estaba preparada para una ruptura tan abrupta
con su denso pasado. Sin embargo, su peso institucional permitió mantenerla a
flote y superar la crisis.
En este contexto, se levantaron algunas voces para señalar que la UCA ya no era
la misma. En parte, el reclamo tenía fundamento, porque, fiel a su misión, la
UCA no podía ser lo mismo. No podía ser lo mismo, porque los primeros años de la
década de 1990 coincidieron con los cambios experimentados por el país, a raíz
de la finalización de la guerra y del comienzo del ajuste estructural. No podía
ser lo mismo, porque las personas no eran las mismas y porque las necesidades
del país, y, por lo tanto, las exigencias de la labor universitaria, eran otras.
La UCA, para ser fiel a su misión, debía ser diferente. Pero la UCA ha sido
siempre la misma universidad de los mártires, pero nunca lo mismo.
La finalización de la guerra y los cambios económicos, sociales y culturales que
trajo consigo, le permitieron concentrarse en el fortalecimiento de su labor
académica. Revisó la docencia e introdujo cambios para actualizarla y apuntalar
su calidad. La apuesta más fuerte fue la de los postgrados. Avanzó en el campo
de la tecnología aplicada, lo cual supone una investigación que la respalda, en
las áreas de medioambiente, sismología y construcción, ordenamiento territorial
y urbano, y energías alternativas renovables. Esto ha sido posible gracias a que
su personal académico ha dado un salto cualitativo en su formación.
La preocupación por el bienestar estudiantil fue retomada, por una unidad
especial, dedicada a velar por los intereses del estudiante. Al crecer la oferta
educativa, y también creció la demanda de estudiantes y se hizo necesario
ampliar las instalaciones. Al mismo tiempo, la UCA desarrolló aún más su
potencial de investigación. En estas tareas, las buenas relaciones con
universidades latinoamericanas, europeas y estadounidenses han sido
fundamentales. Gracias a ellas, el horizonte de la UCA, la formación de su
personal y la experiencia han experimentado un crecimiento notable.
La UCA ha sabido aprovechar la apertura para colaborar con el sector empresarial,
en diversas áreas y de formas varias, beneficiosas para ambas. Aun cuando la
desconfianza, surgida al fragor de la lucha social de la década de 1970, no se
ha desvanecido del todo, a causa de la independencia política de la UCA, este
sector reconoce su excelencia académica y su potencial para la investigación. No
pocas veces, también reconoce el valor de sus análisis sociales y políticos. Hay
que reconocer, sin embargo, que este sector económico nunca ha tenido mucho
aprecio por la labor universitaria.
En fidelidad a su herencia, la UCA mantiene la realidad nacional como su
asignatura principal, lo cual se puede comprobar en su participación en toda
clase de eventos de divulgación, en sus publicaciones y en sus propios medios de
comunicación y en los medios de masas, nacionales e internacionales. De esta
forma, sus conocimientos sobre esa realidad pasan a formar parte del acervo
nacional. La UCA habla a través muchas voces, y no sólo por medio de sus
autoridades. Y habla sobre diversos temas. No obstante esta diversidad de voces
y temas, su pensamiento y su posición ante la realidad se identifican con
facilidad como “la voz de la UCA”, lo cual se explica por la consolidación de su
identidad y por su vocación de servicio al pueblo salvadoreño.
Su ya larga y comprobada experiencia le ha granjeado el reconocimiento
gubernamental. Por eso, algunos sectores, sociales y políticos, la acusan de
alianza con el gobierno de ARENA. Pero este extremo es totalmente falso. Falso
porque la UCA ha conservado su independencia de pensamiento y es muy celosa de
ella, lo cual se puede verificar en sus posturas públicas y privadas. La UCA
colabora con algunas dependencias gubernamentales, es cierto, pero en proyectos
orientados a beneficiar de forma directa al pueblo salvadoreño y siempre lo hace
como parte de su quehacer universitario. La UCA es firme y clara en impulsar y
apoyar aquello que beneficia a la población y rechaza cualquier colaboración con
color partidista o que atente contra su independencia.
La crítica de los sectores mencionados se origina quizás en la postura de la UCA
frente a ellos, pues también ante ellos, se mantiene independiente. Su saber le
ha abierto las puertas para participar en proyectos regionales, financiados por
bancos multilaterales o agencias internacionales, y también le ha facilitado
conseguir financiamiento para sus propias investigaciones. En estos casos, la
UCA se guía con el mismo criterio que utiliza para aceptar colaborar con el
gobierno: contribuir al conocimiento de la realidad, servir a la sociedad y
fortalecer su institucionalidad sin traicionar su independencia de juicio.
Por último, aunque no por eso es menos importante, tal como se ha podido deducir
de lo anterior, está la proyección social de la UCA. La idea de proyección
social como distinta del servicio social, la extensión universitaria y el
voluntariado es original de la UCA. Esta función se ha enriquecido con dos
unidades que le han abierto horizontes insospechados y que le han proporcionado
un enorme potencial para ampliar su ámbito de influencia: YSUCA y Audiovisuales
UCA. Fundadas en la década de 1990, se unieron a UCA Editores, el Centro de
Información, Documentación y Apoyo a la Investigación, al Instituto de Opinión
Pública, al Instituto de Derechos Humanos, al Centro Cultural Universitario y al
Centro Pastoral.
El legado recibido de sus fundadores y sus mártires no es una herencia inerte,
sino que le fue entregado para ponerlo a producir. A sus cuarenta años, la UCA
puede presentar con sano orgullo sus frutos. No ha “enterrado” esa herencia, por
miedo al riesgo de no estar a la altura de los mártires o a equivocarse o
incluso a desviarse de la misión recibida de ellos. En la actualidad, la UCA no
es una universidad más, su influencia no se ha difuminado entre la proliferación
de cambios de la última década, sino que ocupa una posición destacada, en la
realidad nacional y regional. La UCA ha contribuido al avance del conocimiento
de diversas dimensiones importantes de la realidad, al cultivo de la memoria
histórica, en particular la martirial, con la proposición de soluciones a los
problemas y ha aportado una reflexión seria y encarnada de la fe cristiana.
No sería exagerado afirmar que para muchos, la UCA es un referente
imprescindible de la realidad y una fuente de esperanza. Es un referente
académico, por la calidad de su docencia y de sus investigaciones. Los
estudiantes la buscan para obtener un título profesional, que les abre con
facilidad las puertas a becas y al mercado laboral. La UCA es conocida por su
defensa de los intereses del pueblo salvadoreño, aun cuando ello le suponga
duras críticas y ataques; por su búsqueda de la verdad; por su defensa de los
derechos humanos y la justicia. Para algunos es referente de esperanza, pero
para otros es una adversaria.
La UCA es conocida por sus mártires y por el celo y el cariño con el cual guarda
la memoria martirial del pueblo salvadoreño. Por su proyección social, la UCA es
conocida en recónditos ámbitos nacionales, lo cual no deja de ser sorprendente,
en particular por YSUCA.
Cuando las exigencias de la realidad son tantas y tan complejas, las
limitaciones institucionales se sienten más. No obstante la abundancia de la
cosecha, la UCA tiene limitaciones. La UCA resiente no poder atender a todas las
exigencias que se plantea y le plantean. A veces, llevada por las necesidades de
la población, asume más tareas de las humanamente razonables y no siempre las
desempeña con la excelencia esperada.
A veces la domina la impotencia, otras veces se considera incapaz. Un peligro
ante el cual debe cuidarse es la pérdida de su profundo sentido de equipo. Otro
peligro del cual también debe guardarse es la conformidad con los niveles
alcanzados, lo cual la haría a caer en la mediocridad. Finalmente, la UCA debe
mantener una lucha continua contra los vicios sociales predominantes, el exceso
de burocracia y la corrupción. El seguro más eficaz contra ellos es su vocación
de servicio al pueblo y en particular a los empobrecidos y a quienes sufren
violencia, en una palabra, a las víctimas.
La vigilancia constante, la pasión por la realidad, el esfuerzo por comprenderla
y transformarla, la renovación del compromiso con su misión y el ejemplo de sus
mártires y de Mons. Romero son elementos fundamentales para que pueda continuar
cumpliendo con su misión.
La UCA aspira a la libertad de los hijos e hijas de Dios. No a cualquier
libertad. No a la libertad a secas. La libertad por la que lucha tiene como
fundamento la verdad y la justicia. Sin ellas no hay libertad de las opresiones
e injusticias. Las promesas de libertad sin justicia son falsas, porque entonces
la libertad es un privilegio para unos pocos. La libertad exige la justicia, que
garantiza la igualdad y libertad universal. La justicia exige la verdad, porque
ella es la que nos hace libres del pasado. En un mundo donde predominan la
mentira y la injusticia no puede haber libertad. Queremos libertad, pero con
justicia y verdad.
Una campaña electoral divorciada de la realidad
En el pensamiento de Ignacio Ellacuría, lo político es el ámbito en el que el ser humano puede ampliar sus posibilidades. Desde lo político, puede afectarse el resto de ámbitos de la realidad: la realidad personal, la cultura, la naturaleza. Por lo tanto, lo político puede servir para abrir posibilidades de liberación, y para clausurar las posibilidades de realización del género humano. Por esa razón, para Ellacuría, la política no puede verse desvinculada de la ética.
Durante esta semana de recordación de los mártires jesuitas, El Salvador se
encuentra en medio de una nueva campaña electoral. La política está regida por
una racionalidad estratégica: de fines y medios. El fin es hacerse de un cargo
político, para mantener los privilegios personales, partidarios o grupales. Los
medios son válidos en la medida en que garantizan mayor cantidad de votos. La
ética sale sobrando para las maquinarias electorales. Una y otra vez, la única
oportunidad que sirve a los ciudadanos para participar de las decisiones
públicas, espacio único al que han sido relegados, se desvirtúa y se convierte
en un mercado.
El eco de las palabras de Ignacio Ellacuría
Después del triunfo de ARENA en las elecciones presidenciales de 1989, Ignacio Ellacuría, en un editorial de la revista ECA, enunció cuáles deberían ser, a su juicio, las prioridades del nuevo gobierno para solucionar la crisis del país. En ese editorial también analizó los rasgos generales del programa de gobierno del nuevo partido oficial. Una vuelta a las palabras de Ellacuría, puede ayudar a comprender la situación económica del país, después de más de quince años de gobiernos de ARENA.
Al releer a Ellacuría, no se debe olvidar que sus reflexiones se situaron en una
coyuntura distinta a la que actualmente atraviesa el país. En aquella
oportunidad, la necesidad más inmediata era detener la guerra. Es decir, primaba
la búsqueda de una solución al conflicto y Ellacuría dedicó gran parte de sus
energías a proponer salidas políticas al conflicto, a través de editoriales y
artículos publicados en ECA y Proceso, principalmente.
Lo anterior no significa que sus ideas ya no tengan validez. Ellacuría consideró
que, para solucionar los problemas estructurales del país, había comenzar
solucionando los coyunturales. También mencionó que las soluciones de coyuntura
debían darse en el marco de una visión de largo plazo. Consideraba que las
soluciones cortoplacistas podrían agravar los problemas estructurales. Esto es
evidente, cuando expresa que “sería equivocado pretender la solución coyuntural,
buscando remedios que agravasen lo estructural o simplemente lo dejasen al
margen. El remedio sería peor que la enfermedad”. En este sentido, se debe
entender que su visión de la coyuntura nacional formaba parte de un horizonte
más amplio. Por eso prevalece la validez de su pensamiento.
Con respecto a su análisis del programa de gobierno de ARENA, sus críticas
también continúan teniendo validez. Tal como lo ha reconocido el presidente
Elías Antonio Saca, “los gobiernos presididos por Alfredo Cristani, por Armando
Calderón Sol y Francisco Flores sentaron los cimientos de este nuevo país”. Esto
hace evidente que la manera de pensar del partido oficial no ha cambiado en lo
fundamental en todos estos años.
Ellacuría, Centroamérica y la civilización
Ignacio Ellacuría dejó un rico y amplio legado intelectual sobre Centroamérica. Difícil tarea es escoger, entre sus múltiples textos sobre la situación regional, uno que sirva al propósito de remembrar su pensamiento en ocasión de otro aniversario de su asesinato. Entregado en vida y obra a la búsqueda de soluciones para el conflicto salvadoreño, Ellacuría enfrentó el reto abarcando la problemática nacional en su contexto más amplio: El Salvador como parte de Centroamérica.
Lejos de significarle un reto puramente intelectual, teórico, le significó una
lucha por la transformación de la realidad interpretada, en favor de las
mayorías pobres. Tan amenazantes sonaron sus palabras a aquellos que no conocen
de sabiduría y compasión que prefirieron acabar con ellas hace 16 años, sin
prever su trascendencia temporal y espacial. En cada aniversario del asesinato
de los jesuitas y de Elba y Celina, su pensamiento seguirá haciendo eco, calando
en aquellos que pueden llegar a transformar lo establecido, dándole así
continuidad a la obra inconclusa: estudiar el proceso histórico salvadoreño, en
su contexto regional, para transformarlo en favor de las mayorías.
Salidas en falso y penaltis electorales
Quien actúa como árbitro en un juego, está obligado a hacer respetar las reglas del mismo. En natación, por ejemplo, los jueces descalifican a quien se lanza al agua antes del disparo; a eso le llaman “salida en falso”.
Como se supone que el infractor no se arroja al agua con mala voluntad, se
esperan dos penalizaciones más para eliminarlo por violación al reglamento. Eso
sucede con este y otros deportes, donde las normas establecidas y conocidas
previamente por todas y todos, son fundamentales para una competencia en la que
—como se acostumbra a decir— “gane el mejor”. Pero en El Salvador no es así.
Quizá en materia deportiva sean menos las trampas; pero en cuanto al respeto de
la legalidad y la justicia, las reglas son pateadas hasta por quienes actúan
como árbitros y están obligados, por Constitución, a defender el Estado de
Derecho. Eso pasa, desde hace algún tiempo, con la próxima contienda electoral.
Palabras de agradecimiento de Jon Sobrino al recibir la medalla de la UCA
Estimados amigos y amigas:
Al aceptar este reconocimiento que nos hace la UCA quisiera decir unas breves
palabras en nombre propio y de mis compañeros. La ocasión es entrañable, pues
son días de aniversarios, 16 años de nuestros mártires y 40 años de la UCA. Nos
llegan muy hondo, pero mis palabras van a ser sencillas. Voy a decir lo que
estos días hemos platicado entre nosotros: por qué nos hacen este reconocimiento
y qué hemos podido hacer para merecerlo. Más de fondo, qué hemos recibido
nosotros de la UCA y qué deseamos para la UCA en el futuro.
¿Por qué nosotros? Nuestros años en la UCA, que coinciden prácticamente con su
historia, nuestra intención de servir con dedicación y honradez y quizás también
las tareas y los cargos que nos ha tocado desempeñar, y sobre todo nuestra larga
y estrecha cercanía con los mártires y con los sufrimientos y esperanzas de la
universidad, tienen quizás la capacidad de simbolizar de alguna manera lo que es
la UCA.
Pero sentimos igualmente que nuestro trabajo ha sido parte de un esfuerzo mucho
mayor, de muchas personas que han buscado como fin último de la universidad
ayudar a los demás y especialmente a los más desposeídos. Representamos, pues, a
un grupo de personas, profesores, personal administrativo y secretarial,
trabajadores de las empresas UCA, trabajadores y trabajadoras en mantenimiento,
aseo, vigilancia... Es toda la UCA, pensamos, la que estos días y en el acto que
ahora celebramos toma conciencia de que “algo hemos hecho” en estos 40 años. Así
lo sentimos.
Y también nos hemos preguntado qué hemos recibido nosotros de la UCA, de un
grupo numeroso de personas, capaz de hacer cosas importantes, muchas veces
lúcido, valiente y decidido. “La UCA nos ha hecho crecer”, ha sido la respuesta.
Somos muy conscientes de ser parte de un equipo de trabajo, que nos enriquece
con su variedad de saberes y capacidades. En ese sentido la UCA ha sido para
nosotros una verdadera universidad, es decir, un universo de saberes y valores.
Ninguno de nosotros puede dominar todos ellos, pero todos ellos nos han
enriquecido, de la ingeniería a la filosofía, de la economía a la literatura, de
los derechos humanos al arte... Mas los saberes prácticos y la sabiduría de
muchas personas.
La UCA nos ha acercado también a otros universos que muchos de nosotros quizás
ni siquiera hubiésemos sospechado: el mundo de los campesinos, de los pobres, de
las víctimas; el mundo también de la solidaridad. Y la sorpresa ha sido que al
acercarnos a esos mundos, más bien desconocidos, hemos experimentado que nos han
enriquecido.
La UCA, pues, sus hombres y mujeres concretos, no una fría institución, nos ha
hecho crecer. Y lo agradecemos. “Trabajar junto a otras personas infectadas por
el mismo virus de servicio —dice uno de los compañeros— nos ha hecho crecer”.
Y este crecimiento no ha ocurrido sólo al nivel humano profesional, sino al
nivel humano más hondo, el que nos capacita para vivir en nuestro propio mundo
personal lo que la UCA predica hacia afuera: vivir con verdad y en la verdad,
con compasión y justicia, con disponibilidad de servicio y de entrega. “En la
UCA he aprendido una nueva visión del mundo”, dice un compañero. Y también,
dicho con la modestia del caso, una nueva actitud fundamental ante la vida.
Lo podemos formular de muchas maneras, pero baste recordar que nos ha impactado
el espíritu de Ignacio de Loyola, del que no se hablaba mucho a los comienzos,
aunque movía a los padres fundadores. Su espíritu de servicio, en el monótono
día a día, en la solemne invitación de “en todo amar y servir”, y en la
sabiduría de que “el amor hay que ponerlo más en obras que en palabras”. Su
recordatorio de que hay que seguir no a cualquier Jesús, sino al Jesús “pobre y
humilde” que anuncia el reino de Dios. Su sorprendente y escandalosa afirmación
de que “el camino de la riqueza lleva a la perdición y a la deshumanización,
mientras que el camino de la pobreza, de la austeridad y sencillez, lleva a la
salvación y a la humanización”. Para los momentos difíciles de la UCA, hemos
podido recordar estas palabras: “la divinidad se esconde”. Y también estas otras
en un mundo de opresión y represión: “pido persecuciones para la Compañía”.
Locuras de santos, se dirá, pero palabras muy sabias para la UCA en situaciones
de persecución a los pobres.
En palabras más conocidas entre nosotros, hemos recordado como un gran bien la
inspiración cristiana, fructífera y beneficiosa para humanizar al país y también
para humanizarnos a nosotros mismos. Hemos visto cómo el sermón del monte de
Jesús se ha traducido en investigaciones a favor de los pobres, en profecía que
nace del hambre y sed de justicia para defenderlos de los opresores, en utopía,
paz, shalom, para todos. Y hemos escuchado las palabras finales del discurso de
Jesús, que algo de miedo dan, pero que reconfortan: “Por ello les perseguirán,
pero ese día salten de gozo”. En los largos años de la UCA eso ha sido todo
menos retórica.
De estas cosas hemos hablado estos días. Por supuesto, tantos años en la UCA nos
hacen muy conscientes de sus limitaciones, equivocaciones, errores y pecados.
Pero creemos que la inspiración cristiana y el espíritu que está presente en
este pueblo salvadoreño ha dejado en la UCA una huella permanente de entrega y
sacrificio, de verdad y de esperanza, de profecía y de utopía.
Y como suelen hacer las personas ya un poco entradas en años, también hemos
recordado viejas historias. Entre muchas, sólo quisiera mencionar una de los
comienzos de la UCA que apuntó la dirección que ésta fue tomando. El Padre
Ibisate —comprenderán que mencione su nombre pues estuvo aquí desde el comienzo
de tantos avatares— recordaba la primera charla pública de la UCA sobre doctrina
social de la Iglesia. Era el año 1968. Allí estaba él junto con el Padre
Ellacuría. Expusieron la encíclica de Pablo VI sobre “El desarrollo de los
pueblos”, recién publicada en 1967, y al principio la gente parecía contenta.
Pero en cuanto salieron a relucir temas de reforma fiscal, reforma agraria y
otros parecidos, fueron abandonando la sala. Evidentemente para ellos había
cosas que no admitían discusión, pero la UCA empezó a discutirlas y a hacerlas
centrales en la discusión sobre la realidad del país.
El corazón de aquella oligarquía era de piedra y no iba a ceder. La UCA estaba
sobre un volcán, pero siguió adelante, y entonces comenzó la difamación, la
persecución y las bombas. La primera, el 6 de enero de 1976, hizo explosión en
las oficinas de la revista ECA. Todo un símbolo. Siguieron muchas más, pero la
UCA siguió impertérrita. Las bombas las ponían en la noche, pero a la mañana
siguiente el padre Gondra, con el personal de mantenimiento, había dejado todo
limpio. Y esa misma mañana profesores y administrativos comenzaban a trabajar
como si nada malo hubiese ocurrido. Se notaba incluso un cierto orgullo de que
nos persiguiesen, como perseguían a los pobres y a mucha gente buena del país.
Estos comienzos no eran sólo el primer paso de un proceso, sino un principio que
“principiaba” un modo de ser y hacer que, de alguna forma, ha llegado hasta
nosotros. Por eso los recuerdo.
Permítaseme para ir terminando recordar una conocida frase de aquellos tiempos:
“Otros podrán saber más que nosotros sobre muchas cosas. Pero nadie debe saber
más que nosotros sobre la realidad nacional”. Es una típica frase lapidaria del
Padre Ellacuría. Suena un poco a desafío y hasta a prepotencia. Pero si se me
permite el lenguaje —y si se me entiende bien— era, pienso yo, como una
“declaración de amor” al pueblo salvadoreño. Pero el deseo del Padre Ellacuría,
la necesidad de saber sobre la realidad y qué hacer con ella no se aprecia sólo
fijándonos en el oleaje exterior del día a día, sino en la corriente subterránea
que mueve la historia, invisible pero más decisiva. En ese mirar a lo profundo,
pienso yo, hay que buscar la clave de esta universidad.
Otros podrán tener más medios, y con ellos podrán analizar, quizás mejor que
nosotros, lo que ocurre en lo exterior, en la superficie. Pero captar lo que de
verdad mueve la historia es cosa de mirada limpia, de un corazón compasivo y de
una decisión valiente y audaz. Ciertamente se necesita “espíritu de geometría”,
que decía Pascal, importante y necesario, para analizar y cuantificar. Pero en
sus mejores momentos la UCA ha encontrado el motor de su ser y hacer en el
“espíritu de fineza”, ese conocer las cosas en profundidad, como por afinidad,
intuyendo lo fundamental. Así la UCA ha captado el dolor y la esperanza, la
opresión y la capacidad liberadora del pueblo, es decir, la realidad salvadoreña.
Y desde esa captación se ha decidido a salvar.
Sinceramente, creo que somos privilegiados por haber vivido esos momentos de la
UCA. Somos privilegiados por haber vivido y trabajado con mártires, y por eso,
junto al dolor y la indignación, celebramos el 16 de noviembre ante todo con
agradecimiento. Somos privilegiados de haber vivido y colaborado con Monseñor
Romero, como lo recordamos hace unos días. Y somos privilegiados porque, al dar
a los de abajo, hemos recibido de ellos luz, ánimo, a veces también perdón, y
esperanza.
A los más jóvenes les deseamos y les pedimos que prosigan la mejor tradición de
la UCA, que ayuden a la salvación de este pueblo, participando como
universitarios en sus sufrimientos, que son grandes, en sus esperanzas, que son
todavía mayores, y en su sabiduría, tan propia de toda verdadera ciencia. Y
ojalá que, cuando dentro de unos años se vuelvan a celebrar actos como el de
estos 40 años, este país viva con mayor verdad, con mayor justicia y con mayor
reconciliación, y que la UCA haya dado su aporte. Esta es nuestra esperanza.
En nombre propio y de mis compañeros, en nombre de mucha gente de esta
Universidad, en nombre de los mártires de este pueblo, de los mártires de la UCA
y de Monseñor Romero, agradecemos la distinción que la UCA nos ha otorgado.
Muchas gracias.
Jon Sobrino
15 de noviembre de 2005
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