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Año 25
número 1173
Diciembre 7, 2005
ISSN 0259-9864
Editorial: Gobernabilidad, partidos y Asamblea Legislativa
Política: Implicaciones políticas y culturales de la emigración salvadoreña
Economía: El Informe sobre Desarrollo Humano 2005
Reporte IUDOP: Los salvadoreños evalúan la situación del país a finales de 2005 y opinan sobre las elecciones de 2006
Derechos Humanos: Derechos humanos y discapacidad
Gobernabilidad, partidos y Asamblea Legislativa
En El Salvador, a lo largo de la postguerra, el deterioro institucional y la polarización política no han jugado a favor de la gobernabilidad. Es verdad que desde 1992 El Salvador no ha conocido situaciones de abierta ingobernabilidad. Sin embargo, desde ese año para acá, la gobernabilidad construida ha sido precaria, pues siempre ha sido desafiada no sólo por la polarización social —la que enfrenta, sordamente, a la minoría rica con la mayoría pobre—, sino por demandas intermitentes, y a veces violentas, de determinados sectores de la sociedad, insatisfechos con las autoridades, ya sea del gobierno central o de gobiernos municipales.
En lo que se refiere al gobierno central, un foco de disidencia social lo ha
constituido la denuncia de los abusos y el hacinamiento en las cárceles,
denuncia tras la cual lo que se ha puesto en cuestión al sistema penitenciario
mismo. En lo que se refiere a los gobiernos locales, las alcaldías que han
tenido más dificultades son las de San Salvador y Santa Tecla. En lo que toca a
la primera, a lo largo del año, grupos organizados de comerciantes informales se
han opuesto, por lo general de forma violenta, a los planes de reordenamiento en
el centro histórico capitalino. Con estas protestas no sólo se ha puesto en
evidencia la proclividad de los grupos que las encabezan a la violencia de calle
—y también a la manipulación política—, sino también la incapacidad de las
autoridades municipales para elaborar e implementar un plan de desarrollo de la
ciudad capital en el que se combinen coherentemente, tanto la recuperación de
los espacios públicos como las necesidades de sobrevivencia de quienes se
dedican al comercio informal en sus calles, plazas y parques.
Quizás con un entramado institucional más sólido, problemas como los suscitados
en los centros penales o con los comerciantes informales —así como otras
situaciones de igual naturaleza— hubieran sido resueltos de forma más eficiente.
Sin embargo, no fue ese el caso; por ello, esos conflictos no sólo se
prolongaron en el tiempo más de lo debido, sino que tampoco han sido superados
de raíz, pese a que, casi al cierre de 2005, aparentemente ha llegado la calma.
Siguen presentes como una amenaza a la estabilidad social y, en consecuencia,
como una amenaza para la gobernabilidad.
Siempre desde la perspectiva de la gobernabilidad, los partidos políticos no
están contribuyendo a ella. No se trata tanto de problemas de debilidad
institucional, pues tanto ARENA como el FMLN —los dos partidos más importantes—
han alcanzado un buen nivel de institucionalidad. Ciertamente, de los demás
partidos —PCN, PDC, PLN, Cambio Democrático (CD), FDR, PPSC y FPS,— no se puede
decir lo mismo. Incluso, su contribución a la gobernabilidad del país, salvo en
los casos del PCN y del PDC, es bastante reducida. Así las cosas, la mayor
responsabilidad en materia de gobernabilidad recae en ARENA, FMLN, PCN y PDC. Y
no sólo en 2005, sino también a lo largo de la postguerra, el desempeño de esos
partidos en ese rubro ha adolecido de múltiples fallos.
La polarización política no le conviene a la sociedad salvadoreña. Los dos
principales ejes de esa polarización han sido ARENA y el FMLN, los cuales,
enfrascados en la descalificación recíproca, han perdido de vista los grandes
problemas del país —económicos, medioambientales, sociales, culturales, de
género—, así como la necesidad de crear unos consensos políticos fundamentales
en torno a ellos.
A esa polarización se han sumado los otros partidos, especialmente el PCN y el
PDC. Estos dos institutos políticos no han dudado, en la actualidad como en las
dos legislaturas anteriores, en aglutinarse en torno a ARENA, permitiendo a este
último imponer sus decisiones no sólo a nivel Ejecutivo, sino en los ámbitos
legislativo y judicial. Esta alianza ha tenido graves repercusiones en la
institucionalidad política del país: ha puesto la dinámica legislativa en manos
de ARENA y de sus dos aliados, con lo cual —en virtud de arreglos bajo la mesa—
se han tomado decisiones que violentan la legalidad política y la voluntad de
los ciudadanos.
Ejemplo de ello fue la decisión de revivir, desde el TSE, al PCN y al PDC, pese
a que la voluntad popular, en las elecciones pasadas, los condenó a desaparecer.
Con todo, lo más pernicioso para la institucionalidad del país —y más aun, para
el fortalecimiento de la democracia— ha sido la transformación de la Asamblea
Legislativa, por la conformación de la alianza ARENA-PCN-PDC, en caja de
resonancia y apéndice del Ejecutivo. En 2005, la Asamblea Legislativa, al igual
que en años anteriores, no tuvo la capacidad de insinuar siquiera algún tipo de
autonomía frente a las decisiones (o indecisiones) del Ejecutivo, con lo cual la
separación de poderes —si se añade a lo dicho la complicidad de la Corte Suprema
de Justicia con ex funcionarios vinculados a ARENA a propósito del Informe de
Probidad— no dejó de ser una ficción.
Por su parte, la oposición política ha hecho poco —por su misma debilidad
legislativa o por sus fricciones internas— para rescatar siquiera algo de la
autonomía del parlamento. Incluso la oposición perdió la gran oportunidad de
hacer suya, en el contexto del desastre ocurrido en la primera semana de octubre
de este año, la demanda de rendición de cuentas que distintos sectores sociales
pusieron en la mesa de discusión durante los momentos del desastre y en las dos
o tres semanas siguientes al mismo. Es decir, la oposición ha jugado —quizá sin
darse cuenta— a favor de ARENA y la derecha.
Lo anterior no es más que la expresión del divorcio existente entre la política
y la sociedad. La política —partidos, Asamblea Legislativa, Órgano Ejecutivo,
Órgano Judicial— no está en sintonía con los intereses ciudadanos fundamentales.
Eso es lo que explica en parte tantos desatinos de la política y los políticos,
así como su escaso compromiso con la gobernabilidad del país.
Implicaciones políticas y culturales de la emigración salvadoreña
El documento Migraciones y diversidad cultural: al encuentro de un nuevo “Nosotros”, difundido recientemente por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) proporciona un caleidoscopio del fenómeno migratorio en El Salvador. Lejos de apreciaciones simplistas, la investigación del PNUD analiza distintas aristas de un fenómeno que está cambiando radicalmente la vida nacional.
La cada vez más nutrida diáspora salvadoreña hace pensar que El Salvador es,
prácticamente, un país de emigrantes. Hay culturas que se han formado a partir
de los grupos de emigrantes que han entrado a sus fronteras. Por el contrario,
la cultura salvadoreña está cambiando su fisonomía por la población que sale de
sus confines. Entre las múltiples incertidumbres que esto plantea, se pueden
hacer dos preguntas: ¿cómo se relaciona este fenómeno con las estructuras socio-políticas
y económicas del país? ¿En qué forma la noción de salvadoreñidad, con todo y sus
volubilidades, se está viendo alterada con la emigración? Para responder estas
preguntas, estas líneas se centrarán en las implicaciones políticas y culturales
de la emigración salvadoreña, según el documento del PNUD.
Un círculo vicioso
Una de las cosas que destacan en Migraciones y diversidad cultural, es el
abordaje histórico de las migraciones salvadoreñas. Puede apreciarse que el
éxodo de compatriotas hacia el extranjero —principalmente a los Estados Unidos y
el resto de Centroamérica— no es un fenómeno reciente. Cuando se hace referencia
a la diáspora salvadoreña, hay un marco de referencia inevitable: la guerra de
1980-1992. En ese período, se conjugaron los factores políticos (la represión y
la guerra en vastas zonas rurales, por ejemplo) con los factores económicos,
creando una ola migratoria con características muy propias. Una ola migratoria
que, en los primeros años de los ochenta, constituyó paulatinamente una serie de
redes de cooperación entre nuevas hornadas de emigrantes salvadoreños en los
Estados Unidos y otros países. Pero ese fue uno de los tantos episodios de la
emigración durante el siglo XX.
Sin embargo, como recuerda el documento del PNUD, la migración tampoco es
exclusiva del siglo anterior. Más aún, los desplazamientos demográficos
constituyeron la población en el territorio salvadoreño durante la época
prehispánica, pues “existen investigaciones consistentes que dan cuenta sobre
las migraciones desde México que ocurrieron mucho antes de la conquista y
colonización europeas, y que dieron origen a la cultura que actualmente ocupa El
Salvador. Otras corrientes migratorias lencas provenientes del sur se asentaron
en el extremo oriental de nuestro actual territorio”.
El documento señala cuatro períodos en la emigración salvadoreña al exterior
desde el siglo pasado hasta el presente: 1920-1969; 1970-1979; 1980-1991 y
1992-2005. En el período comprendido entre 1920 y 1969, “la mayoría de los
migrantes salvadoreños salían del país impulsados principalmente por la falta de
acceso a la tierra y de oportunidades de empleo, especialmente en las zonas
rurales”. Siempre el agro ha sido el sector más golpeado por las inequidades.
Durante la Segunda Guerra Mundial, los salvadoreños se fueron a Panamá y Estados
Unidos. Los destinos privilegiados eran México, Centroamérica y el Caribe.
En la segunda etapa (1970-1979), se da la guerra entre El Salvador y Honduras
(1969), lo que afecta gravemente la situación de los trabajadores salvadoreños
en el país vecino. Nuevamente puede verse que el factor determinante es la falta
de oportunidades: “debe tenerse en cuenta que la migración de salvadoreños hacia
la vecina Honduras estuvo motivada principalmente por la carencia de tierras de
cultivo. En algunos casos, dadas las características del territorio hondureño,
era también destino de refugiados políticos y aun de delincuentes comunes”,
afirma el documento.
La ruptura de relaciones diplomáticas con Honduras y el fracaso del Mercado
Común Centroamericano provocó una repatriación forzada desde aquel país. La
emigración a Honduras había sido, durante el tiempo que duró, una forma de
aliviar la presión demográfica, política y económica. Lo mismo ocurre en la
actualidad, con la emigración hacia Estados Unidos. Al volver a El Salvador, los
compatriotas que vivían en Honduras eran vistos como una carga que el país no
podía asumir: “miles de refugiados demandaban trabajo, servicios educativos y de
salud, albergues y otros requerimientos indispensables. Ambos países se
reprocharon mutuamente haber acudido a las acciones militares para tender una
cortina de humo sobre los graves problemas internos que cada país enfrentaba”,
señala el PNUD.
La tercera etapa se da durante el conflicto armado. Las motivaciones económicas
se entremezclan con las políticas. Alternando mecanismos legales e ilegales, los
salvadoreños se asilaron en EE.UU., Australia y Canadá. El flujo migratorio fue
tan masivo, que obligó a cambios en las leyes migratorias estadounidenses.
Finalmente, la cuarta etapa arranca en 1992. Se trata del fin de la guerra y el
inicio de la posguerra. La paz creó muchas esperanzas y logró que una buena
cantidad de salvadoreños exiliados regresaran a su país. El encanto duró poco,
pues “una vez pasada la burbuja de la paz, reaparecen viejos problemas tales
como: la escasez de empleos atractivos, la falta de oportunidades para el
desarrollo de pequeñas actividades productivas, crecientes niveles de
desigualdad y el reinicio de la confrontación política. Frente a tal panorama,
muchos decidieron migrar de nuevo, mientras que otros, que nunca se habían ido,
optaron por buscar satisfacer sus expectativas fuera del país”.
Es importante señalar que, aunque cada período tenga características distintas
(no es dable equiparar, por ejemplo, los contingentes de salvadoreños que se
fueron a trabajar en el Canal de Panamá, inmortalizados por Roque Dalton en su
Poema de amor, con los salvadoreños que salieron durante la guerra de los
ochenta), hay algunas características comunes. Sin querer simplificar las cosas,
puede decirse que el salvadoreño o la salvadoreña que abandona el país lo hace
porque no encuentra oportunidades. Oportunidades para tener empleo, una vivienda
digna o seguridad personal. Ya sea por motivos económicos o políticos, el
denominador común es este: El Salvador no ha sido —ni es, desgraciadamente— un
país de oportunidades. Al menos, no para la mayoría.
La necesidad de replantearse la identidad salvadoreña
La discusión acerca de la identidad salvadoreña ha tomado un vigor especial a
partir de la posguerra. Esa identidad no ha sido monolítica y estable. Ha estado
sujeta a las más variadas influencias. Transculturación y mestizaje son dos
palabras que pueden caracterizar a la salvadoreñidad. La emigración intensiva ha
vuelto este problema aún más complejo, al grado que muchos estudiosos plantean
que ya no es válido hablar de una identidad, sino de varias identidades
salvadoreñas.
Las remesas son un tema insoslayable en este replanteamiento de las identidades
salvadoreñas: “aunque las remesas suelen verse únicamente como dinero, también
entrañan aspectos simbólicos y culturales. No sólo reafirman las relaciones
familiares y aseguran la expresividad afectiva, o promueven la diferenciación en
las comunidades receptoras, sino que también representan la posibilidad de
materializar proyectos que no son únicamente económicos. Las remesas están
pensadas e imaginadas en términos muy concretos: las mandan ante todo ‘para los
frijoles y las tortillas’, cuya significación no es directamente económica, sino
cultural”.
Lo cultural no se restringe únicamente a esto. El surgimiento de pandillas
salvadoreñas, que actúan de forma auténticamente transnacional, es parte del
fenómeno. Estos pandilleros reivindican el ser salvadoreños frente a sus
homólogos chicanos, puertorriqueños o negros. Es fácil, sin embargo, negar que
esto forme parte de la identidad salvadoreña en nombre de una noción pura de
salvadoreñidad, que nunca se ha dado en la vida real.
Este mosaico de aspectos, con sus interrelaciones, sus influencias, sus
determinaciones, son los que conforman las identidades salvadoreñas. No sólo hay
que hablar de un replanteamiento de la identidad, sino también de los espacios
de lo salvadoreño. El concepto “departamento quince” alude a dos cosas. En
primer lugar, a que lo salvadoreño no se constriñe únicamente al territorio
nacional. En segundo lugar, ese espacio es transnacional. Es un espacio donde no
hay un referente físico concreto (territorio), ni político (Estado salvadoreño),
sino una comunidad de símbolos y de historias personales y colectivas, remitidas,
eso sí, al espacio territorial llamado El Salvador.
Según el PNUD, deben asumirse una serie de retos. Entre ellos, asumir que El
Salvador es un país diverso y que la identidad no se reduce a una suma de clisés
(“somos trabajadores y nos gustan el fútbol y las pupusas”, como cita el texto).
Además, estaría la aceptación de las diferencias como consecuencia de la
diversidad que constituye lo salvadoreño; el repensar la identidad tomando en
cuenta la globalización —un proceso mundial ante el cual no cabe cerrar los ojos,
o atrincherarse en identidades tradicionales— y el fortalecimiento de los
vínculos sociales.
Quizás, entre los desafíos que plantea ese nuevo “nosotros”, el más candente sea
el de la aceptación de las diferencias. La transición comenzada con los acuerdos
de paz no ha culminado en una democratización plena y exitosa. La violencia y la
intolerancia son síntomas de las deficiencias de la convivencia social en el
país. También el permanente enfrentamiento y polarización políticas son muestra
que no hay dinámicas democráticas robustas para resolver los conflictos.
Esto último está conectado con el desafío de fortalecer los vínculos sociales
para constituir una identidad cultural que abarque la complejidad de aspectos
que la constituyen. Esto implica combatir aquellos problemas que corroen dichos
vínculos “la inseguridad, la desconfianza, la violencia, la corrupción y el
desencanto”, las cuales “no son inamovibles marcas de identidad. No estamos
fatalmente condenados a seguir así”. ¿En qué sentido pueden contribuir los
elementos culturales? “El aprendizaje y la transmisión de conocimientos y
experiencias, que permiten cambiar y cualificar la convivencia y actitudes, son
un asunto central de la cultura”, reza el documento.
La asunción de la complejidad de la identidad o identidades salvadoreñas es un
elemento importante no sólo para ayudar a entender lo que ocurre en la cultura
salvadoreña, sino también para contribuir a una forma de convivencia arraigada
en el diálogo, la solidaridad y el respeto.
El Informe sobre Desarrollo Humano 2005
La semana pasada se presentó el Informe sobre Desarrollo Humano 2005: una mirada al nuevo Nosotros. El impacto de las migraciones. Una vez más sale a la luz un estudio sobre la realidad nacional bajo el auspicio del PNUD en El Salvador. El documento es el cuarto, desde que en 1999 se diera a conocer el primer informe. A partir de esa fecha, el PNUD ha impulsado la elaboración de este tipo de estudios cada dos años. Esta vez, el informe se centra en el impacto de las migraciones en el país. El documento destaca las transformaciones que ha sufrido el país en las áreas económica, social y cultural, como fruto de la migración de muchos salvadoreños al exterior.
Como es sabido, el informe es un estudio multidisciplinario que analiza la
realidad nacional partiendo de un tema en particular. En él se tratan los
problemas políticos, sociales, culturales y económicos que atraviesa el país. En
las siguientes líneas se hará un recuento de los aspectos económico que toca el
informe.
Generalidades
El Informe sobre Desarrollo Humano 2005 se concentra en el estudio de los
efectos de las migraciones, reconociendo que la salida de muchos salvadoreños ha
devenido en grandes transformaciones en la estructuración y funcionamiento de la
economía. De acuerdo al informe, la migración tiene sus ventajas y desventajas
desde la perspectiva económica. Por un lado, la salida de compatriotas ha
aliviado las presiones económicas de aquellas familias que reciben remesas de
familiares o amigos. En este punto, es importante aclarar que, en la mayoría de
los casos, las familias que reciben remesas, si bien no han visto mejorar
grandemente su nivel de vida, lo que reciben es suficiente para hacer frente a
sus necesidades fundamentales. Por otro, la salida de salvadoreños también
resulta en una pérdida de “capital humano” que puede resultar, inclusive, en el
fenómeno de la “fuga de cerebros”. La poca presencia de mano de obra calificada,
fruto de las migraciones, es un freno al desarrollo económico del país.
Las migraciones han jugado un papel importante en el cambio de las fuentes de
divisas para el país. En 1978, la mayor fuente de divisas estaba en las
agroexportaciones de productos tradicionales (81%), seguidas de lejos por las
exportaciones de productos no tradicionales fuera de Centroamérica (8%), las
remesas (8%) y la maquila (3%). Para 2004, la situación es muy diferente. La
principal fuente de divisas son las remesas (70%), seguidas de lejos por las
exportaciones de productos no tradicionales fuera de Centroamérica (13%), la
maquila (12%) y la agroexportación de productos tradicionales (5%). En un cuarto
de siglo, los productos tradicionales que dinamizaron el sector externo han
dejado de tener un papel relevante en la configuración del nuevo mercado mundial.
Los emigrantes constituyen el 20% de la población salvadoreña. Es decir, una
quinta parte de la fuerza de trabajo se encuentra en el extranjero. Esa
población envía remesas al 22% de los hogares salvadoreños. El monto agregado de
remesas representa el 16% del Producto Interno Bruto (PIB) y el 91% del
Presupuesto General de la Nación. La entrada de estos recursos contribuye a
mitigar la situación de pobreza y exclusión social que sufren amplios sectores
de la población.
La presencia de salvadoreños en el extranjero también ha permitido la
configuración de una “nueva economía”. Debido a la presencia de muchos
compatriotas en otras tierras, se ha incrementado la demanda de
telecomunicaciones. El emigrante llama constantemente por teléfono a sus
familiares y amigos. Esto permite que muchas empresas de telefonía incrementen
sus utilidades. De igual forma, la entrada de remesas a través de la red
financiera permite que la banca local también se beneficie con el envío de
dólares. Los emigrantes demandan el consumo de los llamados “productos
nostálgicos”: tamales, pupusas, quesadillas, semitas, entre otros. El envío de
grandes montos de dinero está asociado a la compra de casas y demás propiedades
por parte de su cónyuge o hijos. En otras palabras, como fruto de las
migraciones, se han constituido una serie de actividades económicas que ofertan
una serie de productos y servicios para satisfacer la demanda de los
salvadoreños en el extranjero.
Otro efecto importante de las migraciones y de las políticas públicas es la
“urbanización del campo”, expresada en el incremento del empleo rural en los
sectores comercio, industria y construcción, con relación al empleo agropecuario.
La estructura del empleo rural ha cambiado en los últimos años. En 1998, 451 mil
empleados rurales se dedicaban a actividades agropecuarias y 396 mil se
dedicaban a actividades no agropecuarias. En 2004, la situación fue diferente,
400 mil empleados rurales se dedicaron a actividades agropecuarias mientras que
513 mil hicieron lo propio en actividades no agropecuarias.
Los salvadoreños evalúan la situación del país a finales de 2005 y opinan sobre las elecciones de 2006
En la opinión pública salvadoreña prevalece una percepción más bien pesimista sobre el estado de la economía nacional y sobre el futuro en el país al cierre del año 2005, según revela la más reciente encuesta de opinión realizada por el Instituto Universitario de Opinión Pública (IUDOP) de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” (UCA). El sondeo, efectuado con el propósito de recoger las percepciones de los ciudadanos sobre la situación general del país, sobre los sucesos acaecidos en 2005 y sobre las elecciones municipales y legislativas que se celebrarán el año próximo, se llevó a cabo entre el 11 y el 20 de noviembre del año en curso, con una muestra nacional de 1,876 entrevistas a adultos, la cual es representativa de toda la población salvadoreña de 18 años y más que vive en el país. La encuesta posee un error muestral del más/menos 2.2 por ciento.
Un poco más del 63 por ciento de la población piensa que la pobreza aumentó
durante el año que finaliza, mientras que casi el 30 por ciento considera que la
pobreza se mantuvo igual y solamente el 6.8 por ciento cree que la pobreza
disminuyó. En la misma línea, más de la mitad de los salvadoreños (53.5 por
ciento) afirmaron que la situación económica del país empeoró, frente a un 37.9
por ciento que señaló que se mantuvo igual y un 8.6 que dijo que le economía
nacional mejoró.
En términos de economía familiar, la mayoría de salvadoreños (53.7 por ciento)
cree que su situación económica se mantiene igual, no ha mejorado ni ha
empeorado; en tanto que el 33.9 por ciento piensa que ha empeorado y sólo el
12.4 por ciento opina que ha mejorado.
Relacionado con esas opiniones se encuentra la percepción casi generalizada de
que el costo de la vida aumentó mucho en el país durante el año 2005. Más del 70
por ciento de los ciudadanos piensa de esa manera, mientras que el 13 por ciento
considera que el costo de la vida ha aumentado algo, el 12.3 por ciento cree que
poco y solo el 2.4 por ciento dijo que el costo de la vida no ha aumentado
durante el año. La mayoría de los encuestados creen que la razón principal del
aumento está en la dolarización (65 por ciento); el resto de ciudadanos se
divide en señalar la falta de control del gobierno en los precios (17.1 por
ciento) y el incremento de los precios del petróleo (13.3 por ciento), entre
otras razones.
Preguntados sobre cómo piensan que va a estar el país en términos económicos el
próximo año, la mitad de los encuestados (50.4 por ciento) dijeron que va a
estar peor, una tercera parte (32.6 por ciento) dijo que va a estar exactamente
igual y sólo un 13.5 por ciento adelantó que el país va a estar mejor.
De hecho, consultados sobre el impacto del Tratado de Libre Comercio con los
Estados Unidos, el cual entra en vigor el próximo año, el 42.8 por ciento de los
salvadoreños dijeron que el mismo va a generar más pobreza, mientras que, por el
contrario, el 28.6 por ciento dijo que dicho tratado ayudará a combatir la
pobreza y el 25.4 por ciento de los entrevistados aseveró que el tratado no
cambiará nada. En la misma línea, se preguntó a los salvadoreños sobre el
impacto que el convenio comercial tendrá sobre los ciudadanos. Las respuestas
muestran que el 44.5 por ciento piensa que el TLC con los Estados Unidos le
perjudicará personalmente, mientras que el 21.3 por ciento considera que se
verán beneficiados y el 31.5 por ciento tiene la opinión que dicho tratado no
alterará en nada su situación personal. La encuesta de la UCA reveló, además,
que la mayoría de salvadoreños ven a los ricos, a los empresarios y a las
grandes empresas, como los beneficiarios directos del tratado en cuestión.
Crimen e inseguridad
Al pesimismo por la situación económica se le suma también la preocupación de
los salvadoreños por el aumento del crimen y la inseguridad ciudadana.
Preguntados sobre la situación de delincuencia en el país durante el año que
finaliza, más de la mitad, el 57.2 por ciento de los ciudadanos, respondió que
la criminalidad aumentó en 2005; en tanto que el 23 piensa que la misma siguió
igual y solamente el 19.8 por ciento sostuvo que la violencia delincuencial
disminuyó en el presente año. Esta opinión sobre el aumento de la violencia en
2005 representa la más alta registrada por las encuestas de opinión en los
últimos cuatro años.
Sin embargo, preguntados sobre si han sido víctimas de algún hecho delincuencial
en el ámbito personal, solamente el 14.8 por ciento de los ciudadanos
respondieron afirmativamente, el 85.2 por ciento restante contestó que no ha
sido víctima de ningún hecho de violencia directamente en 2005.
Con todo, las opiniones de la gente sobre los planes gubernamentales para
contrarrestar a las pandillas siguen siendo muy favorables, a pesar de la
percepción del aumento de la delincuencia. El 82.9 por ciento de los
salvadoreños dijo estar muy de acuerdo o algo de acuerdo con la implementación
del Plan Súper Mano Dura, mientras que el 17.2 por ciento se mostró muy o algo
en desacuerdo. Asimismo, las opiniones sobre el Plan Mano Amiga se distribuyeron
casi exactamente de la misma manera, con una gran mayoría de salvadoreños
mostrándose de acuerdo con dicho plan.
Preguntados sobre qué tan efectivo ha sido el Plan Súper Mano Dura, casi el 25
por ciento dijo que mucho, seguido de un 29.8 por ciento que señaló que “algo” y
un 45.4 por ciento que sostuvo que el plan ha contribuido poco o nada a reducir
el problema de las maras.
La evaluación general del país
Más allá de los aspectos económicos y de seguridad, a los salvadoreños se les
pidió que evaluaran el estado general del país al terminar el año 2005, en
comparación con el año anterior. Los resultados muestran que predominan la
reserva y el pesimismo. Casi el 40 por ciento de los consultados opinó que el
país se encuentra exactamente igual que el año pasado; mientras que un
porcentaje cercano, el 38.4 por ciento, dijo que el país se encuentra peor. El
22 por ciento restante señaló que El Salvador está mejor.
No obstante, cuando se preguntó a quienes dijeron que el país está igual o está
peor, la mayoría de razones brindadas por los ciudadanos se refieren a los
principales problemas del país: delincuencia, desempleo, alto costo de la vida,
economía, entre otros. Quienes, por el contrario, sostuvieron que en términos
generales el país está mejor dieron las siguientes razones: hay más ayudas para
la gente, la reducción del crimen, el aumento de empleos, etc.
Un dato que revela el sentir predominante entre la población es que tres de cada
cuatro salvadoreños (74.9 por ciento) piensan que El Salvador necesita un cambio
y solamente uno de cada cuatro (20.9 por ciento) cree que el país va por un buen
camino.
Evaluación de la gestión del gobierno en 2005
Los salvadoreños calificaron el desempeño del gobierno durante 2005 con una nota
general de 6.38 (en una escala de cero a diez). Esta nota, aunque positiva en
comparación con gobiernos anteriores, representa un promedio más bajo que las
evaluaciones previas sobre el desempeño del gobierno de Antonio Saca.
No obstante, y preguntados directamente sobre la gestión presidencial, casi el
43 por ciento de los consultados consideraron que el presidente Saca está
gobernando bien al país, en tanto que el 33.3 por ciento señaló que no está
gobernando bien al país, pero tampoco mal; y el 23.9 por ciento dijo que el
presidente está gobernando mal.
Sobre la promesa del presidente por mejorar la situación social del país, las
opiniones se dividieron en tercios: el 35.6 por ciento de los salvadoreños
piensa que el presidente no está cumpliendo con su promesa, en tanto que el 34.4
por ciento cree que el presidente sí la está cumpliendo y el 30 por ciento
señala que la está cumpliendo en parte.
Confianza en las instituciones y en algunos actores sociales en 2005
La encuesta de la UCA abordó también la confianza que manifiestan los
salvadoreños ante las diversas instituciones nacionales y algunos actores del
entorno político y social.
De acuerdo con los resultados, las instituciones o actores en los que más
confían los salvadoreños a finales de 2005 son: la Iglesia Católica y las
iglesias evangélicas. Les siguen los medios de comunicación, las alcaldías, la
PNC, la Fuerza Armada, la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos y
el gobierno central. En un tercer grupo de instituciones se encuentran: la
Procuraduría General de la República, la Fiscalía, la Corte Suprema de Justicia
y el TSE.
Finalmente, en el último lugar de la confianza ciudadana se encuentra la
institución que debe representar a los ciudadanos: la Asamblea Legislativa; y
algunos actores sociopolíticos de importancia: los empresarios, los sindicatos y
los partidos políticos.
Opiniones sobre los comicios
Solamente la mitad de la población se muestra muy o algo interesada en asistir a
votar en las próximas elecciones municipales y legislativas de 2005. La otra
mitad de los salvadoreños dijo que tenía poco o ningún interés en asistir a
votar en las elecciones de marzo de 2006.
La encuesta de la UCA revela, no sólo que a muchos salvadoreños les resulta
indiferente el proceso electoral, sino también que más de la mitad de los
ciudadanos cree que los próximos comicios serán fraudulentos. De hecho, el 55.1
por ciento de los consultados por la encuesta del IUDOP dijo que en las próximas
elecciones habrá fraude, frente al 37.8 por ciento que afirma que las elecciones
serán limpias. Un 7.1 por ciento de la gente no quiso adelantar juicios sobre el
tema.
Preguntados sobre las intenciones de voto, tanto para alcaldes como para
diputados, los resultados nacionales revelan que la ventaja la conserva el
partido de gobierno, seguido del FMLN a cierta distancia. En un tercer lugar se
encuentra el PCN y después, el resto de partidos políticos.
En el caso del voto para diputados, el 31.4 por ciento de los salvadoreños dijo
que votaría por ARENA, el 20.6 por ciento afirmó que votaría por el FMLN, el 4.6
por ciento lo harían por el PCN y el 2.6 por ciento votaría por el PDC.
Porcentajes más reducidos de personas votarían por el resto de partidos
políticos. Sin embargo, cerca del ocho por ciento dijo que no votaría por ningún
partido y casi el treinta por ciento no supo, o no quiso dar su preferencia
electoral para diputados.
Cuando se trata de la intención de voto para alcaldes, los resultados son muy
similares, con excepción del porcentaje obtenido por el PCN, el cual muestra un
mejor desempeño en este tipo de elección que en la diputados.
El municipio de San Salvador
Junto con la encuesta nacional, el IUDOP de la UCA llevó a cabo también una
encuesta en el municipio de San Salvador con una muestra especial de 767
entrevistas, para conocer las opiniones de los capitalinos sobre las elecciones
municipales.
A los habitantes de San Salvador se les preguntó de dos formas por quién es el
mejor candidato a la alcaldía del municipio. En primer lugar, la pregunta fue
realizada de manera abierta, es decir, sin mencionar ninguno de los nombres de
los candidatos en contienda.
Los resultados mostraron a Rodrigo Samayoa, el candidato por ARENA, en primer
lugar, con un 26.5 por ciento; seguido de Violeta Menjívar del FMLN, con el 17.7
por ciento y de Carlos Rivas Zamora, con el 11.6 por ciento; sin embargo, más
del 40 por ciento no ofreció ninguna respuesta o contestó que ninguno.
Cuando se preguntó por el mejor candidato ofreciendo los nombres de los
contendientes conocidos, los resultados se modificaron: Rodrigo Samayoa obtuvo
el 33.9 por ciento de las respuestas; Carlos Rivas Zamora reunió el 24.9 por
ciento de las respuestas y Violeta Menjívar concentró el 19.7 por ciento.
Preguntados sobre la intención de voto para la alcaldía de San Salvador, el 32.2
por ciento de los capitalinos señaló a ARENA; el 28.6 por ciento lo hizo a favor
del FMLN y el 4.6 por ciento mencionó al CD y/o al FDR. El 2.2 por ciento
prefirió a otros partidos.
En resumen
La encuesta de evaluación del año 2005, realizada por la UCA, revela que, al
final del año, la mayor parte de los ciudadanos ven con pesimismo el estado del
país, sobre todo en el ámbito económico. La percepción sobre el incremento del
costo de la vida y el desempleo constituyen algunas de las variables que
explican ese pesimismo.
Sin embargo, el alza del costo de la vida no es atribuida a la subida de los
precios del petróleo sino que a la dolarización, la cual es vista por la mayoría
de los salvadoreños como la causa principal del encarecimiento de las cosas. Las
opiniones negativas sobre la economía alcanzan las opiniones sobre el TLC con
los Estados Unidos. A diferencia de años anteriores, 2005 cierra con una
creciente opinión de que el tratado comercial no traerá beneficios a la
población.
También y a diferencia de los últimos tres años, al finalizar el presente año
prevalece la opinión de que la delincuencia en el país está en aumento; aunque
persiste el apoyo casi incondicional a los planes gubernamentales “Súper mano
dura” y “Mano amiga”.
Con respecto a éste último, la calificación general del mismo tanto como del
presidente se mantienen más positivas que negativas, aunque también es posible
advertir una cierta erosión en el respaldo al Ejecutivo en comparación con las
últimas evaluaciones.
En el plano electoral, los salvadoreños aún muestran mucha indiferencia y
desconfianza hacia el proceso. A pesar de ello, ARENA mantiene una ventaja
importante en la carrera electoral por sobre el FMLN y eso incluye también las
intenciones de voto por la alcaldía de San Salvador.
San Salvador, 5 de diciembre de 2005
Derechos humanos y discapacidad
En estos días, la humanidad celebra dos acontecimientos trascendentales en el ámbito de los derechos humanos: el día de las personas con discapacidad, el 3 de diciembre, y el de la Declaración Universal de Derechos Humanos (DUDH), el 10 del mismo mes. La DUDH establece las prerrogativas básicas que las personas poseen por el hecho de existir. Lo contemplado en la misma no es de cumplimiento obligatorio para los Estados suscriptores, pero constituye la ruta para arribar a una sociedad democrática y en paz. Sus disposiciones son exigibles por cualquier persona sin distinción de raza, sexo, nacionalidad, clase social, impedimento físico o mental, pues su goce no se limita a determinado grupo social. Sin embargo, no todos y todas disfrutan el goce de sus derechos por igual; de ahí lo imprescindible de crear mecanismos para facilitar su conocimiento amplio y su respeto general.
La niñez, por ejemplo, necesita más protección que la gente adulta. Igual pasa
con las personas discapacitadas que exigen mayor atención de la sociedad y hasta
dedicarles un día especial cada año, lo cual no responde a ningún capricho sino
es, más bien, un recordatorio mundial del compromiso de respetar, aceptar e
integrar a estas personas. Tampoco debe entenderse como una preferencia a favor
de determinadas personas, sino como la concreción de una exigencia ineludible:
situar en igualdad de condiciones a sectores con ciertas desventajas con el
resto de la sociedad.
En esa línea, los Estados han elaborado y suscrito instrumentos legales —de
carácter internacional y obligatorio— conteniendo derechos tendientes a la
inclusión social de las personas más frágiles; así han surgido las convenciones
sobre los Derechos del Niño, la Eliminación de todas las Formas de
Discriminación contra la Mujer y la para la Eliminación de todas las Formas de
Discriminación contra las Personas con Discapacidad, entre otras. Éstas son
parte del ordenamiento jurídico interno de El Salvador y, por ende, exigible su
cumplimiento al Estado; sin embargo, necesitan ser desarrolladas a través de
leyes que respondan de manera concreta a la realidad del país.
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