© 1996 UCA Editores
año 17 número 721 agosto 14 1996 ISSN 0259-9864 ¨Divisiones en ARENA? La formación de una "Corporación de Municipalidades" ¨Avanzamos hacia la democratización de los medios de comunicación? El veto y la interpelación legislativa Medios de comunicación y transición política (I) Cuidado con las malas "juntas"... ¨Divisiones en ARENA? ARENA se presentó, desde su fundación, como un partido cuya unidad granítica no podía ser puesta en cuestión por nada ni nadie. Durante la década de los 80, el partido transitó de ser una organización político-militar escuadronera a ser una institución político-partidaria, cuyos recursos económicos le permitieron forjarse una imagen distinta a la que tuvo en sus oscuros orígenes. El lema "Patria sí, comunismo no", todavía repetido con fanatismo por los miembros de ARENA en reuniones y congresos, expresaba, más allá de cualquier diferencia entre ellos, la disposición de la derecha para mantenerse unida ante su enemigo más temido y todo lo que se le pudiera asociar. Es decir, en la derecha, el temor al comunismo era más fuerte que cualquier conflicto de interés grupal o personal que pudiera suscitarse en sus filas. Primero, el auge organizativo de los sectores populares -en el BPR, el FAPU, las LP-28, el MLP-; y, después, el fortalecimiento de las organizaciones guerrilleras, no sólo agudizaron ese temor, sino que afianzaron la vocación de clase de los sectores dominantes del país. El fin de la guerra hizo desparecer como referente práctico el fantasma del comunismo. La derecha se quedó sin el enemigo que le obligó a aglutinarse durante dos décadas. A nivel ideológico, las taras del discurso anticomunista de los años 80 poco a poco han ido perdiendo vigencia, si bien existen todavía grupos y personajes que viven aún con los viejos fantasmas. Sólo para los más necios -para los cuales "libertad se escribe con sangre"-, el FMLN sigue siendo el enemigo de la "patria" y de los "verdaderos salvadoreños", y, por tanto, sus miembros y simpatizantes no merecen vivir. Pero, dejando de lado a quienes todavía abanderan viejas cruzadas, las huestes de la derecha, una vez terminada la guerra, se dedicaron a lo suyo: unos a trabajar en sus empresas en el marco de la legalidad y otros a negocios ilícitos, amparados en el poder del partido y el control gubernamental ejercido por éste. Como no podía ser para menos, una vez desaparecido el enemigo que los mantenía cohesionados, los grupos de poder económico dieron rienda suelta a sus propios intereses, tratando cada uno de lograr la mejor posición respecto de los demás. El partido, que hasta entonces había logrado mantener su unidad por encima de los intereses de los individuos y grupos representados en su seno, comenzó a resentir las disputas y roces entre éstos. Así, la unidad partidaria se ha visto amenazada una y otra vez durante esta postguerra: el consenso en torno a los dirigentes ya no es tal, en cuanto que figuras que han sido marginadas de la conducción del partido -figuras que ocuparon un lugar destacado en la formación de ARENA- cuestionan abierta y públicamente la legitimidad de los actuales líderes de la institución política. Este es el marco en el que se inscriben las declaraciones de Víctor Antonio Cornejo Arango -uno de los fundadores de ARENA y ex secretario de la Asamblea Legislativa, cuando esta fue presidida por Roberto D'Abuisson-, quien ha lanzado duras críticas al COENA y a su Presidente, Juan José Domenech. Antes, Sigifredo Ochoa Pérez hizo públicas sus diferencias con la cúpula del partido; después, fue inocultable que Raúl García Prieto amenazaba con convertirse en portavoz de la disidencia arenera, lo cual se resolvió con su incorporación al COENA; desde hace varios meses, Rafael Angel Alfaro ha utilizado espacio en la prensa para criticar el modo como es llevada la institución política. La actitud de Cornejo Arango, pues, es parte del malestar que reina en algunos círculos de la derecha no sólo por la forma como es conducido el partido, sino por la conducción gubernamental. ¨Qué es lo que pide Cornejo Arango? Principalmente, pide la renuncia de Domenech, ya que éste "no tiene la capacidad suficiente para gobernar la dirigencia". Más aún, para Cornejo Arango "si el partido ARENA no acepta la renuncia de Juan José Domenech, como la de las demás personas que están dañando el partido, nos veremos obligados a realizar otras actividades de mayor envergadura". Ante esta petición, revestida de una amenaza no tan velada, las reacciones de la dirigencia de ARENA han sido contradictorias, como contradictorios son los intereses de quienes sostienen al partido. Mientras que para el Presidente Calderón Sol las críticas son positivas, en cuanto que "la discusión y la polémica es buena, [ya que] es a través de las ideas y del diálogo permanente y constante que podemos hacer y construir un mejor país", Domenech -negando cualquier división en las filas areneras- respondió directamente a la exigencia de Cornejo Arango, afirmando que no renunciaría ya que piensa "cumplir con el voto unánime de todos los delegados de la última convención". Una posición más realista -o más resignada ante lo inocultable- fue la de Mario Valiente quien admitió como posible un división en ARENA, "porque hay gente que puede pensar que efectivamente el partido se puede dividir; miren lo que pasó con la Democracia Cristiana, ojalá eso no le vaya a suceder a ARENA, por el bien de El Salvador" Más allá de las críticas que puedan hacer determinadas figuras partidarias -críticas que pueden ser leídas como motivadas por el resentimiento o la ambición de poder-, lo cierto es que la unidad granítica de ARENA amenaza con resquebrajarse estrepitosamente. Cada vez más el partido se muestra incapaz de mantener la cohesión interna de sus cuadros, así como el carácter absolutamente interno de las diferencias que pudieran suscitarse en su seno. Esta dinámica, de cuajar en una democratización del partido, puede ser positiva para el país, en cuanto que si hemos de ser dirigidos por la derecha lo más deseable es que ésta sea competitiva, transparente y honesta. Hasta ahora, la derecha ha carecido casi absolutamente de los dos últimos aspectos, y menos del primero de ellos en razón de los recursos casi ilimitados de los que ha dispuesto. Pero, en cuanto transparencia y honestidad, la derecha política salvadoreña deja mucho que desear: ARENA ha sido un partido cerrado a la crítica pública, el partido de los autoproclamados "verdaderos salvadoreños", cuyos mecanismos de funcionamiento interno y de captación y menejo de recursos financieros ha estado vedado a la sociedad; es por ello que ahora provocan tanto revuelo sus conflictos internos. La corrupción también se ha enquistado en sus filas, como lo han revelado los escándalos que sobre la misma han surgido en los dos últimos años o las sospechas de corrupción en ANTEL cuando la institución estuvo presidida por Domenech. La formación de una "Corporación de Municipalidades" Dentro de la política de modernización del Estado, la propuesta de sustituir el Fondo de Inversión Social (FIS) y la Secretaría de Reconstrucción Nacional (SRN) por una Corporación de Municipalidades ha sido el dato más reciente. Actualmente, se discute en la Asamblea Legislativa un anteproyecto de Ley de Creación de la Corporación de Municipalidades. Hasta ahora, el FIS y la SRN han estado ligadas a la ejecución de la mayor parte de la estrategia social de los dos últimos gobiernos, aunque en sentido estricto sus proyectos no han sido enteramente dedicados a la compensación social. De acuerdo a la Presidenta del FIS y, a la vez, Secretaria de Reconstrucción Nacional, Norma de Dowe, "esta corporación es un salto de calidad al desarrollo, pues se dejará de lado la etapa de la compensación y se dará paso a la etapa del desarrollo y generación de riqueza en cada municipio". Como se trata de argumentar a continuación, ello implicaría, entre otras cosas, obviar que los esfuerzos de compensación social han sido insuficientes y, por tanto, que no existe una base de capital humano adecuada para impulsar el desarrollo. El FIS surgió en 1990 como la institución que se encargaría de desarrollar una estrategia de compensación social financiada por empréstitos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y que, inclusive, llegó a ser considerado como un modelo a seguir en otros países latinoamericanos. La SRN, en cambio, surgió como resultado de los Acuerdos de Paz, con la función específica de ejecutar el Plan de Reconstrucción Nacional, por lo cual la SRN no fue una institución creada con la finalidad de ejecutar programas de compensación social en sentido estricto, pero sí con funciones marginales de satisfacción de las necesidades básicas. La sustitución de estas dos instituciones, pues, tiene implicaciones tanto sobre la compensación social como sobre el cumplimiento pleno de los Acuerdos de Paz. Desde que se inició el proceso de ajuste estructural, la compensación social se presentó como la forma de mitigar los efectos negativo de las medidas económicas sobre los sectores de menores ingresos; sin embargo, los alcances de la política desarrollada hasta ahora a través del FIS no han tenido la envergadura adecuada para las dimensiones de la problemática y, con su posible desaparición, parece que las políticas de compensación social correrán igual suerte. Por otra parte, la desaparición de la SRN significará en la práctica la finalización del Plan de Reconstrucción Nacional, aún y cuando este no habría alcanzado los objetivos que se trazaron al momento de su diseño en 1992. Una revisión de las labores del FIS y la SRN pueden ayudar a comprender las posibles implicaciones de su sustitución por una Corporación de Municipalidades, la cual en principio podría ser positiva siempre y cuando se orienten los recursos a la promoción del desarrollo social de las comunidades. De acuerdo al gobierno, el principal objetivo del FIS es la atención de las "necesidades sociales apremiantes de los grupos más vulnerables por medio del financiamiento de proyectos focalizados"; aunque para ello este no cuenta con ninguna asignación estatal permanente pues, como se mencionó, depende fundamentalmente del financiamiento exterior. Pese al mandamiento impuesto por el mismo gobierno al FIS, llama poderosamente la atención que al revisar su presupuesto y la composición de sus programas no se percibe que se esté avanzando en la satisfacción de las "necesidades sociales apremiantes". Hasta el año pasado, el FIS habría ejecutado un gasto anual promedio de 86.87 colones por cada habitante pobre residente en el país, y su presupuesto total representaba menos de la quinta parte del presupuesto de los Ministerios de Educación y Salud. Considerando que algunos estudios estiman en cuando menos 750 colones el gasto por habitante necesario para compensar efectivamente los efectos negativos del ajuste en un año, el FIS es un esfuerzo claramente insuficiente para alcanzar el objetivo propuesto. Además de las limitaciones presupuestarias del FIS, la compensación social enfrenta problemas adicionales derivados de la asignación de prioridades según tipos de proyectos. La composición del presupuesto del FIS, según tipo de proyecto, revela la existencia de proyectos que no necesariamente responden a las necesidades más urgentes. Los tipos de proyectos ejecutados por el FIS son: educación, salud, electrificación, agua potable, alcantarillado, cocinas mejoradas, letrinas y reforestación. De estos proyectos es el área de educación la que ha recibido mayor atención al absorber cerca de un 50% del total del presupuesto; en cambio, el área de salud ha recibido apenas un 8.4%, mientras que otras áreas tales como la letrinización y proyectos "no especificados" han recibido un 19.5% y un 8.7%, respectivamente. Además de lo anterior, es importante agregar que los presupuestos erogados por el FIS están fundamentalmente destinados al desarrollo de infraestructura para educación y salud, más que a la prestación de estos servicios sociales básicos. Similar política ha seguido la SRN la cual, como se mencionó, fue la encargada de ejecutar el Plan de Reconstrucción Nacional con una duración de 5 años (1992-1996), y que, desde su creación, contemplaba que un 67.83% del total de su presupuesto sería destinado para la reconstrucción de la infraestructura destruida o dañada por el conflicto. Sin embargo, entre los objetivos también se contaba la promoción del desarrollo de las zonas afectadas por el conflicto y la satisfacción de las necesidades básicas de la población aunque, lamentablemente, con mucho menor presupuesto. La Corporación de Municipalidades, por otra parte, tendría la siguientes características: sus objetivos serían de desarrollo y no de compensación, su dirección estaría compuesta por sectores beneficiarios y con capacidad productiva (empresa privada, alcaldes y gobierno central), no sería una institución descentralizada y, finalmente, recibiría aportes provenientes de la empresa privada. Esta última característica resulta confusa al considerar la trayectoria de las instituciones que se vienen a sustituir, pues los proyectos desarrollados por ambas instancias no están diseñados para ofrecer utilidades, lo cual es condición necesaria para el involucramiento de la iniciativa privada. En todo caso, el gobierno ha proyectado la contratación de nuevos empréstitos para impulsar el funcionamiento de la Corporación de Municipalidades. La creación de esta última representa el cierre de la etapa de compensación social desarrollada durante la presente década y tiene como principal implicación la descentralización en la utilización de los fondos de la cooperación internacional destinados a la compensación social y al desarrollo de la infraestructura. Probablemente, el principal logro que podría obtenerse de una descentralización de los proyectos del FIS y la SRN sería la incorporación de las necesidades específicas de cada municipio en la etapa de diseño y ejecución de los mismos; aunque aún se desconocen los mecanismos específicos de gestión que tendría el nuevo ente, por lo cual no es clara la forma en que se integrarán las municipalidades y la empresa privada. Aunque oficialmente se afirme que se está por cerrar la etapa de compensación social, es innegable que las condiciones de vida de la mayoría de la población han continuado empeorando a lo largo de toda la década, pese a que se ha dado fuerte crecimiento económico y flujo de asistencia financiera internacional para los programas sociales. Adicionalmente, al eliminar la SRN también se estaría dando por cerrada la ejecución del Plan de Reconstrucción Nacional antes de su expiración formal, y sin que se conozcan sus resultados finales. Una política que realmente tenga como objetivo el estímulo del desarrollo social requiere, cuando menos, incrementar el presupuesto de las instituciones encargadas de la compensación social y reorientar los destinos de los fondos hacia la prestación de servicios de educación y salud y no tanto en la construcción de infraestructura, tal como ha sido la tendencia durante la presente década. ¨Avanzamos hacia la democratización de los medios de comunicación? De unos meses hacia acá, un grupo de periodistas, académicos y escritores relacionados con los medios de comunicación (radio, televisión y prensa) se han dado a la tarea de abrir el debate sobre la democratización de los espacios y medios comunicativos en el país. Tanto los más críticos - quienes señalan la intolerancia hacia los medios con enfoques informativos independientes y la radical banalización de los contenidos- como los más optimistas o más cercanos a las posturas gubernamentales -quienes afirman que la democratización de las comunicaciones coincide con la posibilidad de que las más variadas posiciones ideológicas puedan ahora acceder a las páginas editoriales de los periódicos y revistas y a los espacios de la televisión y la radio- coinciden, algunos a regañadientes, en que la instauración de la democracia en los medios es apenas incipiente, endeble. Si se realiza una comparación entre las características de los medios durante la guerra y la situación de éstos luego de su finalización, es claro que se han operado importantes avances en materia de libertad de expresión, participación y tolerancia hacia las más diversas opiniones. El problema se da cuando estos avances e ideales democráticos se traducen en burda ramplonería y el enfoque serio, crítico e independiente se ve condenado al ostracismo por parte de los anunciantes y el gobierno. Ciertamente, hay libertad de expresión, pero el precio que deben de pagar los medios que no se apegan a ejercer este derecho de manera inocua es la inanición y la quiebra económica. Una muestra, entre otras posibles, de lo mucho que falta por andar en el terreno de la democracia comunicativa la constituye la persecución de que han sido objeto las radios comunales, o llamadas también þradios piratasþ. El principal argumento que se usó en contra de ellas fue que, al utilizar frecuencias de manera no autorizada, éstas interferían con la señal de las radios establecidas legalmente. Aunque la posibilidad de interferir la señal era poco o nula, si se tiene en cuenta la escasa potencia de los aparatos de transmisión que se utilizaban, la PNC procedió, por orden de ANTEL, a confiscar los equipos. Hasta la fecha, después de ácidas discusiones entre la Asociación de Radios y Programas Participativos de El Salvador (ARPAS) y los funcionarios de ANTEL, no se ha podido llegar todavía a un acuerdo que regularice la situación de las radios. Analizando la problemática, no puede afirmarse que la decisión de ANTEL de sacar del aire a las þradios piratasþ haya obedecido a un interés de hacer valer los estatutos sobre el uso legal de las frecuencias (mismo que tendría como objetivo el impedir la sobresaturación del espacio y evitar mutuas interferencias) ni de imponer un marco de justa competencia entre las radiodifusoras, ya que -como ya se dijo- ni las radios comunitarias poseían tanto alcance y potencia como para saturar o bloquear otras transmisiones ni, por la índole de sus programaciones, representaban ningún tipo de competencia para las radios puramente comerciales. Entonces vale preguntarse, ¨cuál era el objetivo se clausurar radios que prestaban más bien un importante servicio social para las comunidades de áreas principalmente rurales? Es innegable las radios funcionaban de manera ilegal, pero por la forma en que se ha procedido en contra de ellas no puede afirmarse que se penalizó esta ilegalidad, sino más bien el hecho de que sus programaciones estaban fuera de los cánones aceptados por el gobierno y la lógica empresarial. Además, es muy posible que se haya visto en la radios comunitarias un potencial crítico, en el cual, fuera del academicismo y la politiquería, se expresara francamente el sentir y las necesidades de los radioescuchas, cosa que es poco frecuente en el país pese a la publicitada apertura de los medios. Recientemente, la polémica por la regulación de las frecuencias y el papel del Estado en ello ha vuelto a abrirse. En esta ocasión el conflicto se centra en la þPropuesta provisional de régimen especial para radio y televisiónþ, que se incluye dentro de la nueva Ley de telecomunicaciones, la cual fue presentada a la Asamblea Legislativa el 9 de agosto. En tal documento, son los artículos 140, 141 y 145 los que han generado la inconformidad de las radiodifusoras. En los dos primeros se dicta que þla explotación del espectro radioeléctrico para la prestación de servicios de radiodifusión sonora de libre recepción y servicios de radiodifusión de televisión (...) causará derechos cuyo importeþ se pagarán anualmente conforme a la potencia y frecuencia que se utilicen para transmitir (en radio el pago va desde los 1200 hasta los 36000 colones; en televisión, desde 8000 hasta 80000 colones). En el último se afirma que þel Presidente de la República tendrá derecho a convocar a todas las estaciones de radio y televisión a cadena nacional de radio y televisiónþ por razones de guerras, perturbaciones de orden social, calamidades naturales o þun mensaje de interés nacionalþ. Se agrega que þla negativa de un concesionario de transmitir la cadena nacional, le hará acreedor de sanciones graves para la primera vez y segunda vez; y muy graves para la tercera vez o másþ. En lo que respecta al pago anual de un importe, es obvio que ello pondrá en mayor apuros económicos a aquellas radiodifusoras que prestan un servicio no comercial (tómese en cuenta que la ley no hace discernimiento entre servicios comerciales o no), es decir, las radios comunitarias o de servicio social, puesto que sus entradas económicas son reducidas o inexistentes. Originariamente, se había pensado que el monto del pago anual del þderechoþ de transmisión fuera de un 5 por ciento sobre el total de las facturaciones en concepto de venta de espacios comerciales y publicitarios. Este sistema hubiera permitido una gravación más equitativa, ya que habría existido una correspondencia entre los ingresos obtenidos y el impuesto a pagar: una empresa con mayor número de anunciantes pagaría más que una con pocos espacios publicitarios. Pero debido a conversaciones entre los directivos de ASDER (asociación que agrupa a las mayores radiodifusoras del país) y ANTEL, se optó por el modelo de gravación que entrará en vigencia de ser aprobado por la Asamblea. En lo que se refiere a la obligatoriedad de acatar la cadena nacional es evidente que con ello se atenta no sólo contra la democratización de los medios de comunicación, sino también contra la libertad de los individuos de optar entre los mensajes que desea escuchar y los que no. El hecho de que el gobierno vaya a tener el poder de convocar a cadena nacional amparándose en poseer un þmensaje de interés nacionalþ, es una abierta posibilidad para llevar a cabo campañas veladas de publicidad política y partidista. No sería descabellado esperar que de aprobarse este artículo el gobierno actual, de cara a las elecciones, lo utilizará para ensalzar su gestión y resaltar los þlogrosþ económicos alcanzados, cosa que ya ha sucedido en anteriores ocasiones. Por otra parte, la imposición de þgraves sancionesþ a aquellos medios que no acaten la ordenanza de la cadena da al traste con la libre determinación empresarial que se dice estar impulsando. Pues, ¨dónde queda entonces la capacidad de un medio para estar al margen de las posiciones gubernamentales? ¨Dónde queda la libertad del consumidor de optar por el þproductoþ que más llena sus expectativas? En definitiva, estas nuevas medidas, y las que anteriormente se han tomado en contra de las radios comunitarias, desfundamentan y vuelven risible la afirmación de que la democracia se está haciendo presente en los medios de comunicación. Sí existe la suficiente democracia como para que el amarillismo y el sensacionalismo acaparen los principales espacios de los medios, pero no en la suficiente medida para que un medio pueda deslindarse de la lógica empresarial y gubernamental, para que un televidente, un radioescucha o una radiodifusora decidan por sí mismos si un þmensaje de interés nacionalþ es verdaderamente tal. El veto y la interpelación legislativa Oscar Martínez Peñate Departamento de Sociología Universidad Centroamericana "José Simeón Cañas" Acerca del veto legislativo El veto legislativo consiste en la moción de censura del plenario hacia un ministro del gobierno u otro funcionario público, debido a faltas graves, actos que riñen con sus funciones, con el ordenamiento jurídico del país o con la ética. También el veto se aplica a las decisiones e iniciativas administrativas, aplicación de leyes, elaboración de reglamentos; aquí lo que procede es la anulación o detener las decisiones de algún ministro u otro funcionario público a excepción de los miembros del Poder Judicial. La censura presupone la "caída" o la renuncia irrevocable del ministro o funcionario público, con la cual queda inhabilitado para desempeñar cargos públicos mientras dure el mismo mandato presidencial. En El Salvador, no existe la moción de censura; la Constitución Política limita a los diputados sólo a recomendar al Presidente de la República la destitución del funcionario público, lo que significa que si quiere el mandatario puede o no acatar la recomendación. El Art.131, numeral 37, llama a la Asamblea Legislativa de El Salvador únicamente a "recomendar a la Presidencia de la República la destitución de los Ministros de Estado, o a los organismos correspondientes; la de los funcionarios de Instituciones Oficiales Autónomas cuando así lo estime conveniente, como resultado de la investigación de sus comisiones especiales o de la interpelación, en su caso. La resolución de la Asamblea será vinculante cuando se refiera a los jefes de seguridad pública o de inteligencia de Estado por causa de graves violaciones de los Derechos Humanos". No obstante, el 12 de diciembre de 1995, los dirigentes de los partidos, Movimiento de Renovación Social Cristiano (MRSC), Movimiento de Unidad (MU) y del FMLN, exigieron la renuncia del gabinete del Presidente Armando Calderón Sol, como resultado de una evaluación que realizaron sobre la gestión gubernamental, la cual fue calificada como "desastrosa" y "negativa" para los intereses del pueblo. Los dirigentes políticos pidieron al gobierno, como una medida para que se administren sanamente los fondos públicos, pedir a los miembros del gabinete que renuncien inmediatamente, ya que indicaron que los actuales responden a los intereses del partido oficial (Co- Latino, 12-12-95). Esta exigencia fue ignorada por los ministros y por el propio Presidente Calderón Sol, pero si hubiera tenido asidero constitucional y, la decisión se hubiera tomado en el pleno legislativo, el gabinete ministerial hubiera forzosamente dimitido de forma colectiva y los nuevos ministros lhubieran tenido que tratar de rectificar la conducción del Ejecutivo. De igual manera, los desaciertos y obstáculos encontrados por los nuevos ministros hubieran sido objeto del conocimiento y debate público. La censura colectiva del gabinete de gobierno es una de las características del sistema de gobierno parlamentario; no obstante, algunos sistemas de gobierno presidencialista han adoptado la moción de censura o veto legislativo de forma individual. El voto de censura se encuentra contemplado en algunas Constituciones Políticas de países de América Latina; por ejemplo, en la Constitución de Uruguay de 1966, en la Constitución de Ecuador de 1979, en la Constitución del Perú de 1980 y en la Constitución de Colombia de 1991 (Carlos Balemlli, 1994). Sin embargo, esta medida de control del legislativo es controversial debido a que si el partido oficial constituye mayoría simple o absoluta en la Asamblea Legislativa y, éste partido encubre o tiene como norma la corrupción, lo más probable es que la moción de censura no sea aprobada y, en caso extremo, hasta se le puede otorgar un voto de apoyo o respaldo al ministro o funcionario en cuestión. Así, en este escenario, el objetivo del veto legislativo se revierte. Empero, esta situación le podría ocasionar un costo político en las próximas elecciones al partido gobernante. Por otro lado, si la oposición obtiene la mayoría simple o absoluta en la Asamblea, y actúa de manera irresponsable, puede utilizar la moción de censura como un instrumento para causarle daño al Ejecutivo, por ejemplo, par desprestigiar a algún ministro o funcionario público o para restarle simpatías entre la población al partido que dirige el gobierno. En este caso la oposición estaría contribuyendo a desestabilizar al gobierno y podría provocar una situación de ingobernabilidad. En ambos escenarios, se podría dar una incorrecta utilización de la moción de censura, pero si la Asamblea Legislativa es democrática y transparente, quiere decir que tendrá las puertas abiertas en todas las sesiones de las comisiones y del plenario, para que los medios de comunicación y sociedad civil en general se enteren de lo que realmente pasa en el parlamento, lo que permitirá que la población no pueda ser presa fácil de la demagogia de los políticos en cuanto a la utilización del veto legislativo. La moción de censura en todo caso se podría interpretar como un elemento disuasivo, para contener la corrupción, arbitrariedades, injusticias, etc.; asimismo, asegura en cierta medida un acercamiento y colaboración coordinada entre las comisiones legislativas y los ministerios del gobierno. Interpelaciones a los funcionarios públicos La Asamblea Legislativa tienen el derecho no sólo de hacerles antejuicio a los funcionarios públicos, sino que también de interpelarlos. "En el Derecho Político de los países de régimen democrático, la interpelación es la facultad que tienen las Cámaras Legislativas para requerir de un ministro que informe acerca de ciertos actos de gobierno o para que aclare aspectos de la política en general. Según Duguit, representa el medio más eficaz de ejercer el Poder Legislativo su control sobre el Poder Ejecutivo" (Manuel Ossorio, 1984). Las interpelaciones, por lo general, conllevan la exposición de explicación o informe sobre un tema o problema previamente señalado por la Asamblea Legislativa, lo que da lugar a un período de preguntas al funcionario por parte de los diputados, después a un debate parlamentario que puede desembocar en una sanción legislativa. Esta última puede consistir en una moción de censura o, en el mejor de los casos, en la aclaración del problema, sin necesidad de llegar a tomar alguna medida punitiva. En El Salvador, según la Constitución Política en el Art.131, numeral 34, una de las atribuciones de la Asamblea Legislativa es: "interpelar a los ministros o encargados del despacho y a los presidentes de Instituciones Oficiales Autónomas". Asimismo encontramos también en el Art.165 que: "los ministros o Encargados del despacho y Presidentes de Instituciones Oficiales Autónomas deberán concurrir a la Asamblea Legislativa para contestar las interpelaciones que se les hicieren. Los funcionarios llamados a interpelación que sin justa causa se negaren a concurrir, quedarán por el mismo hecho, depuestos de sus cargos". En el Reglamento Interior de la Asamblea Legislativa de El Salvador, la interpelación se encuentra regulada en el capítulo VII, de los artículos 56 hasta el 58. Tanto en la Constitución Política como en el Reglamento en mención no se contempla la moción de censura con su respectiva "caída" o dimisión irrevocable y forzosa de los funcionarios públicos que hayan dañado el interés público o privado, igualmente causado perjuicio contra los bienes del Estado. Según el diputado Jorge Villarcorta, en nuestro país, "un problema grave en la función de legislar es la cultura política que hace por ejemplo que los diputados no se atrevan a cuestionar al señor Ministro de Defensa, que no piensen, que no hablen y que sólo repitan lo que el Ministro dice". La Asamblea Legislativa por haber sido un instrumento para legitimar la dominación de los "presidentes" que ha tenido El Salvador; no existe experiencia acumulada acerca de los interrogatorios, audiencias, interpelaciones, declarar la inhabilidad del presidente, realizar antejuicios, etc. A lo anterior se suman siglos de autoritarismo y terror impuesto nuestra sociedad por los grupos de poder económico, político militar cuscatleca por la oligarquía y los militares. Por estas razones, entre otras, es que se puede notar que algunos diputados todavía tienen el temor de cuestionar a los ministros y en especial al Ministro de la Defensa, porque hasta hace aproximadamente cinco años eso equivalía a ser encarcelado, torturado, desaparecido, perseguido o asesinado. "En sistemas presidencialistas menos estables, la legislatura no tiene verdadera capacidad para controlar la acción de los presidentes o de los burócratas militares y civiles. Cuando trata de hacerlo puede perjudicar su supervivencia institucional al mismo tiempo que la seguridad política y personal de sus miembros. Como resultado de ello se producen frecuentes abusos de poder, los ciudadanos pierden el respeto por sus instituciones políticas y se incrementa la probabilidad de la inestabilidad" (Michael Meze, 1995). Medios de comunicación y transición política (I) El proceso judicial en contra del periodista Francisco Valencia, Director de Co-Latino, por una demanda de difamación en perjuicio de un subcomisionado de la PNC; los reiterados llamamientos del gobierno a la prensa para que þdeje de transmitir noticias negativas sobre el paísþ, a los que se ha sumado el Arzobispo y alguna empresa que se dedica a la educación; las denuncias de algunos periodistas sobre las presiones y el acoso del que han sido víctimas por parte de la PNC; y el intento del gobierno por gravar las transmisiones radiales y televisivas, han puesto nuevamente el tema de la libertad de la prensa sobre el tapete de la discusión pública nacional. Ciertamente, muchos sectores del país -y aún la Sociedad Interamericana de Prensa- han visto tales sucesos como un riesgo para el ejercicio libre de los medios de comunicación, en un contexto en el cual aún persisten dudas sobre la capacidad y la tolerancia de los líderes nacionales para garantizar las libertades ciudadanas; tales temores han dominado la esencia del debate sobre la prensa en este país y han conducido, con unanimidad, al problema de la libertad de expresión en los medios. Sin embargo, muy raras veces el debate sobre los medios de comunicación en estos períodos de latencia pre-electoral se ha centrado en el papel que juegan o que han jugado los Medios en el proceso de transición que, con más pena que gloria, vive la sociedad salvadoreña en la actualidad. El interés de este comentario no es, por tanto, reflexionar sobre los peligros que enfrenta la prensa libre, sino muy brevemente apuntar ideas sobre el papel que ésta ha jugado en el período de transición (para este efecto se hará uso indistinto de los términos prensa y medios de comunicación). Y es que un análisis serio sobre la práctica de la prensa en este país, mostraría sin duda que aún falta cierto trecho, aunque cada vez menos largo, para lograr que la prensa, en su conjunto, sea aceptablemente independiente. Pero el mismo análisis no podría negar la influencia y el poder que la prensa y los medios de comunicación han adquirido y siguen obteniendo en esta fase de transición política. La primera idea a exponer es que la institución nacional que más se ha beneficiado del proceso que condujo a los Acuerdos de paz no ha sido los partidos políticos, ni siquiera aquéllos que legitimaron su presencia en el sistema político a través de los Acuerdos; tampoco los mejores beneficiados han sido el gobierno ni las nuevas instituciones como la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos o la Policía Nacional Civil; quizás ni siquiera la población, según el sentimiento expresado en los sondeos opinión pública. La institución más favorecida con el proceso de pacificación ha sido los medios de comunicación. Con los Acuerdos, la prensa obtuvo la legitimación y las garantías formales para continuar con una práctica distinta, menos vinculada a la historia oficial, la cual ya había comenzado con innumerables dificultades a mediados de los ochenta y en plena guerra. La firma de la paz permitió que los medios de comunicación dejaran de dirigir sus cámaras, sus micrófonos y sus máquinas de escribir -o computadoras- a los intereses de los grupos de poder político para enfocarlos con más frecuencia en los intereses de la gente común, que, a final de cuentas, es también el mercado. Esto ha provocado que a esta alturas de la transición, la prensa -la televisión, la radio y los periódicos, con un lugar destacado la televisión- cuente con los mayores niveles de confianza por parte de la población. Efectivamente, los sondeos de opinión pública realizados por el IUDOP durante 1995 mostraron que los Medios y en especial la televisión obtenían los mayores niveles de confianza popular, sólo superados por la Procuraduría de Derechos Humanos, y muy por encima del gobierno, los partidos políticos y la Asamblea Legislativa. Una encuesta realizada en julio del presente año y que será dada a conocer en los próximos días revela que tal tendencia se mantiene, ampliando más aún la separación entre la confianza que los ciudadanos manifiestan hacia los Medios y la que expresan por el gobierno. Lo anterior lleva al segundo punto de reflexión de este breve comentario. De manera indirecta, pero más eficazmente que las instituciones políticas, la prensa ha sido la responsable de conducir la transición y ha tomado, no sin ser conciente de ello, funciones que tradicionalmente corresponden a las instituciones del Estado y a los partidos políticos. En los últimos años, la radio, los periódicos y la televisión, en un esfuerzo por aumentar su audiencia, se han dedicado a canalizar y a resolver demandas de la población y ésta ha constatado con cierta admiración cómo el llevar una denuncia a un periódico o a una estación de radio o televisión puede ser más efectivo que llevar la queja a la institución gubernamental competente. Por ejemplo, una ama de casa comentó a un encuestador del IUDOP, cómo tras dirigirse insistentemente y sin resultados a ANDA por cobros indebidos en una zona donde el agua llega una vez por semana, decidió llamar a un canal de televisión, el cual investigó el caso y produjo un reportaje, cuyo efecto inmediato fue el cese de los cobros indebidos por parte de la institución gubernamental. Casos como ése abundan en los relatos de la gente común y ayudan a explicar la actitud favorable de los salvadoreños hacia los Medios. Sin embargo, el papel que ha jugado la prensa en la conducción del proceso no se explica por el simple servicio social, sino por el efecto que la acción logra. Los salvadoreños aprehenden que un periódico o un canal de televisión puede responder mejor a sus intereses y preocupaciones que el diputado representante de su departamento y del partido por el que votó o inclusive que el alcalde de su localidad, a quienes perciben enfrascados en luchas de poder que el ciudadano no entiende ni le interesan. Así, la población llega a encontrar más representatividad en el carácter de la prensa, en la medida en que se ocupa de los problemas nacionales, que en la misma clase política. Lo anterior ha alimentado otro ejercicio de la prensa que a la vez complementa su papel predominante en la dinámica política salvadoreña, esto es, la definición de la agenda de debate público. Atenta a los intereses y preocupaciones de la gente por razones de audiencia y, claro está, de mercado, la prensa ha jugado un papel fundamental en la definición de los temas de discusión pública, lo cual ha hecho no sin notables excesos y obvias omisiones en varias oportunidades. Esto ha logrado que asuntos como la corrupción en las carteras del Estado, los abusos de la Policía Nacional Civil, las medidas para combatir la delincuencia o la crisis en los partidos políticos, hayan sido los puntos centrales de la discusión pública, aún a pesar del desagrado de los propios protagonistas y del recelo del gobierno. Y es que frente a una administración nacional que se ha caracterizado por una conducta vacilante y errática en la mayor parte de sus deberes y por una actitud reactiva hacia los viejos problemas nacionales, la prensa ha ocupado un podio desde el cual lidera buena parte de los asuntos a ser tratados nacionalmente. Así, el debate sobre la libertad de prensa debe tomar lugar teniendo presente el papel que están jugando los Medios en el proceso salvadoreño. En otras palabras, discutir sobre el nivel de la libertad de prensa que existe en el país pasa por entender el rol que está jugando y el poder que ha adquirido. Al hacerlo se podría descubrir que un problema igualmente serio como las restricciones a la libertad de expresión por parte del Estado se da cuando algunos medios de comunicación siguen con la práctica de autocensurarse en el momento en que sus intereses no concuerdan con los de su audiencia. Y, de tener un papel vigilante y moralmente activo en ciertos temas, pasan a ignorar sospechosamente otros. Cuidado con las malas "juntas"... Parece que, desde hace muchos años, los elevados niveles de violencia se instalaron en todo el territorio nacional y a estas alturas no hay muestras de que estén disminuyendo. Primero fue por razones políticas; después por la guerra y ahora por la delincuencia, en parte común pero sobre todo organizada. Es en medio esa realidad que, durante los últimos meses, las y los pobladores de la zona occidental --quizás un poco menos afectados en el pasado-- ahora están recibiendo una enorme cantidad de golpes. A la inmensa mayoría de las personas les resulta imposible vivir tranquilas en esa región y son muchas las que prefieren abandonar sus casas, sus pertenencias y sus afectos --como en las peores épocas de la confrontación bélica-- con tal de salvarse. En particular, es en Sonsonate donde la ola de brutalidad ha cobrado más víctimas; y dentro del departamento, es Izalco el municipio cuya situación se ha vuelto verdaderamente insoportable. Ahí opera un temible grupo de sujetos conocidos como la banda de "los ex combatientes". Sólo en lo que va del año, son 22 muertes las que constituyen el condenable recuento periodístico del terror y la sangre que han producido estos criminales, los cuales actúan con tales grados de cinismo e impunidad que no les importa realizar sus fechorías a plena luz del día. A raíz del estado de total indefensión en que se encuentra la población, generado por delincuentes que se amparan en la falta de seguridad, sectores de ésta han hecho múltiples llamados al gobierno central para que tome cartas en el asunto. Sin embargo, es claro que la situación no ofrece señales de mejoría; al contrario, a medida que pasa el tiempo se ha vuelto más crítica. Hasta ahora, las respuestas brindadas por las autoridades se han caracterizado por ser aisladas, incoherentes. Entre ellas se encuentran los ya permanentes "patrullajes conjuntos" del "Plan Guardián" y las medidas incluidas en otros planes no conocidos ni discutidos públicamente --como el "2000"-- junto a las leyes que dicen resolver el problema con acciones de "emergencia" y las llamadas "juntas de vecinos". Ciertamente, la población necesita y exige con urgencia que se elimine del país el accionar de estos grupos que atentan contra la tranquilidad de las familias salvadoreñas. Pero cabe preguntarse si el gobierno, pretendiendo o pretextando resolver un mal, con esas "juntas" no estará creando un mecanismo que --a la larga-- resultará mucho más dañino para la población: ¨no se estará ante la posibilidad de engendrar algo demasiado peligroso? ¨no nos estaremos, después, lamentando por no haber buscado otras soluciones? ¨no existen salidas diferentes y mejores, o es que no se quieren hallar? No es raro que a la gente le surjan dudas cuando se anuncian iniciativas como éstas. La historia reciente de nuestro país nos ha dejado muchas lecciones que no podemos ni debemos hacer de lado cuando se proclama ante el mundo que, ahora sí, se intenta construir un país distinto. Una de las enseñanzas más costosas que nos brinda el doloroso trayecto del pueblo salvadoreño en su afán por vivir en paz, se encuentra en las experiencias vividas cuando --a partir de los años sesenta-- se creó la Organización Democrática Nacionalista, conocida como ORDEN. Esta estructura paramilitar, fundada y alentada por el general José Alberto Medrano, desapareció formalmente el 7 de noviembre de 1979 mediante decreto oficial de la Junta Revolucionaria de Gobierno. En palabras del fallecido militar, cuya trayectoria debería ser de todas y todos conocida, "su creación obedeció a la necesidad de divulgar entre los campesinos y trabajadores del campo la ideología democrática, para oponer un valladar a los intentos comunistas de provocar la subversión en el medio rural". Quienes nos esforzamos por impedir que nos roben o nos cambien la historia, conocemos la responsabilidad de ORDEN en el desencadenamiento de la guerra debido a su importante contribución para el cierre de los espacios de participación política y el control autoritario de la población, mediante los atropellos a la dignidad humana que se cometieron desde esa estructura. Y no lo decimos nosotros. En su momento fue expresado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la Comisión Internacional de Juristas y Amnistía Internacional, para citar sólo algunos de los prestigiados organismos internacionales --intergubernamentales y no gubernamentales-- que se pronunciaron contra esa organización por ser un mecanismo terrorista para el ejercicio del poder. Eso es algo que no debe repetirse en El Salvador. Pero no sólo porque existe la posibilidad de vivir nuevamente esa nefasta experiencia, es que advertimos sobre el peligro de las "juntas de vecinos". Hay otras razones que nos mueven a hacerlo y no son precisamente teóricas; hablamos de hechos concretos y muy actuales. El 28 de junio de 1996, en el municipio de Tacuba, fue capturado el señor Alfonso Castro Herrera, presidente de la "junta de vecinos" de esa localidad, junto a otras cuatro personas. La detención se realizó, de manera tramposa, cuando el alcalde convocó a una reunión extraordinaria de dicha "junta" en el local de la Policía Nacional Civil (PNC) para "discutir sobre la señalización de las carreteras". El señor Castro Herrera y el resto del grupo fueron acusados de "atentado, desacato y abuso de los lugares públicos", luego de que la mayoría de la gente en esa localidad se ha negado a pagar los recibos de la Asociación Nacional de Acueductos y Alcantarillados (ANDA). "Tacuba --dicen los pobladores del lugar-- es el último municipio del país, ubicado al occidente del departamento de Ahuachapán. Semiaislado debido a la curvosa y pésima carretera, rodeado de cantones y caseríos, fue el escenario de una rebelión civil, cuando la población decidió administrar el agua". ¨Serán estas expresiones de participación ciudadana los "movimientos subversivos" que, al igual que el general Medrano con ORDEN, ahora se intenta neutralizar mediante las "juntas de vecinos"? Porque, hay que insistir: utilizando un engaño --la reunión extraordinaria a la cual asistiría la responsable nacional de esas "juntas"-- se logró detener al señor Castro Herrera y a las otras cuatro personas. Ahora, cuando alguien le pregunta a la gente de Tacuba si quiere "andar en esas juntas", la respuesta es una clara y contundente negativa. No se debe dejar de mencionar otro hecho que llama poderosamente la atención y que, al menos, genera ciertas inquietudes. El jueves 25 de enero de 1996, en horas de la mañana, fue secuestrado en Apaneca, Ahuachapán, el anterior jefe de la llamada división de juntas de vecinos del Ministerio de Seguridad Pública, Mario Arnulfo Eguizábal. Tres individuos armados que se conducían en un vehículo con vidrios "polarizados" se lo llevaron y su cadáver fue encontrado a las ocho de la noche del mismo día, en las playas de Acajutla. Descartado el robo, surge la pregunta: ¨qué se esconde tras este asesinato? ¨disputas de poder o insubordinación? No lo sabemos pero el caso debería ser investigado con diligencia, esclarecido de manera satisfactoria y conocido públicamente su resultado. No obstante los hechos anteriores y el mal precedente que significan para las "nuevas" instancias oficiales, el señor ministro de seguridad pública --de cuya cartera dependen-- sostiene que con su creación en todos los departamentos del país, proyectada para finales del año en curso, se pretende brindar "facilidades a los pobladores de esos lugares, en el sentido de mejorar los canales de comunicación con las autoridades gubernamentales encargadas de impulsar las obras comunitarias". El ministro Hugo Barrera asegura que con ellas, precisamente en Ahuachapán se han alcanzado logros positivos para las comunidades; según dice, a través de las "juntas" se ha gestionado el nombramiento de profesores para las escuelas abandonadas, la colocación de puestos policiales, la construcción de canchas deportivas y --ojo-- la señalización de carreteras. Lo sucedido en Tacuba produce, con justificada razón, dudas sobre la forma cómo serán manejados estos grupos y los fines para los cuales se destinarán. En este caso, una reunión de la "junta de vecinos" de la localidad fue utilizada como un medio para intimidar a la comunidad y tratar de impedir su participación activa en la resolución de los problemas que le afectan. Si eso está sucediendo ahora que comienzan, ¨qué pasará después, cuando el ambiente político se caliente con las cada vez más cercanas elecciones locales y del Parlamento? ¨quién nos garantiza que sólo servirán para lo que el ministro Barrera ha dicho? Además, ¨por qué deben existir estas estructuras dentro del Ministerio de Seguridad Pública si lo que se persigue con ellas es el mejoramiento comunitario y si, a lo largo y ancho del país, ya existen muchas directivas comunales o de otras expresiones organizadas, que son independientes? Recordemos que el doctor José Antonio Rodríguez Porth, en su calidad de candidato a la presidencia de la República por el Partido Popular Salvadoreño y refiriéndose a ORDEN, en diciembre de 1971 afirmó lo siguiente: "Siendo una organización apolítica, y más bien de naturaleza cívico-cultural, será desnaturalizar su propia existencia si se le utiliza con finalidades meramente políticas, tal como está ocurriendo en la actualidad, en que las máximas autoridades del partido oficial pretenden capitalizar la fuerza de la organización como fuente segura de votos, identificando a ORDEN con el PCN (Partido de Conciliación Nacional)". En nuestro país, es cierto que existe un grave problema de inseguridad que afecta a la mayoría de la población; pero no por ello vamos a correr semejantes riesgos, a provocar situaciones más peligrosas y a desandar el corto camino recorrido en la democratización de la sociedad. Lo que realmente se necesita es reforzar urgentemente la PNC para se convierta en un instrumento eficaz al servicio de la comunidad, contribuyendo así a garantizar su protección. Eso se logrará, principalmente, con la depuración de los malos elementos que la integran, estén donde estén, junto a la erradicación de los vicios que ya la aquejan. También se requiere --en el combate a la impunidad-- del honesto y eficiente funcionamiento de la Fiscalía General de la República en la investigación del delito. Ya el doctor Manuel Córdoba, titular de esa institución, pidió tiempo para mostrar que sí existe disposición de lograr ese objetivo y hasta la fecha se han observado algunas señales alentadoras en ese sentido. Ni hablar de la necesidad obvia de lo que aún es una aspiración: que exista un órgano Judicial capaz y honesto, que aplique pronta y cumplida justicia sin hacer ningún tipo de distinción. Pero, sobre todo, se requiere de una población activa que entienda bien cuáles son las actuales reglas del juego, después de todo lo sucedido en El Salvador; una población que cuente con las herramientas para enfrentar y superar cualquier tipo de obstáculos, sean éstos gubernamentales o no; una población que sepa que la PNC y las demás instituciones estatales están para servirle y no al revés; una población que se organiza de manera independiente para utilizar todas esas instituciones en defensa de sus derechos y libertades fundamentales. Sólo así, vamos a construir un país seguro a todo nivel.