© 1996 UCA Editores
año 17 número 734 noviembre 13 1996 ISSN 0259-9864 NUMERO MONOGRAFICO VII ANIVERSARIO DE LOS MARTIRES DE LA UCA ----- La UCA recuerda a sus mártires Noviembre es un mes que ha cobrado especial significado en el quehacer de la Universidad Centroamericana "José Simeón Cañas". El mismo está casi enteramente dedicado a conmemorar a los jesuitas asesinados el 16 de noviembre de 1989, así como a sus dos colaboradoras, Elba y Celina Maricet Ramos. Cada noviembre se abre un importante espacio no sólo para racordar agradecidamente a Ellacuría, a Amando, a Montes, a Martín-Baró, a Juan Ramón y a Joaquín López, sino también para reflexionar sobre la herencia intelectual y de compromiso ético que nos dejaron y acerca del modo cómo los universitarios de ahora estamos haciendo producir esa herencia. Todavía no hemos acabado de entender en todo su alcance la herencia teórica y ética de los mártires de la UCA. En este punto, existe un camino largo por recorrer, el cual requiere de nuestras mejores energías intelectuales. No se trata de repetir los lugares comunes, sino de avanzar en la actualización de aquellos aportes éticos y teóricos que permitan hacerse cargo de la realidad histórica salvadoreña de una forma mucho más fecunda. Se trata de historizar el pensamiento y la acción de los mártires, a sabiendas de que muchas cosas han cambiado en El Salvador desde que ellos nos dejaron, pero también conscientes de que persisten obstáculos del pasado que impiden que la justicia y el bien común sean una realidad para la mayor parte de los salvadoreños. La violencia estructural, fuente originaria de las demás violencias que imperan en la sociedad, sigue prevaleciendo en El Salvador de postguerra. Su estudio permanente, con el mayor rigor, sigue siendo un desafío para todos aquellos universitarios para quienes el saber tiene una dimensión ética insoslayable. El impacto psicosocial de aquella violencia, las múltiples psicopatías que resultan de la misma, así como el espiral patológico que permea el sistema social al multiplicarse las prácticas violentas: todo ello requiere la mayor inventiva de psicólogos y sociólogos que, de un modo u otro, tendrán que abrevar de los estudios ya clásicos tanto de Segundo Montes como de Ignacio Martín-Baró. En ese marco de violencia estructural y de psicopatologías violentas, ¿cuáles son las posibilidades reales del proceso de democratización? Más aún, ¿de qué democracia estamos hablando? ¿De una democracia meramente formal o de una democracia más sustantiva que atienda las desigualdades más escandalosas de nuestra sociedad? Qué duda cabe que para responder a estas y otras interrogantes suscitadas por nuestro proceso político hemos de volver a los análisis políticos de Ignacio Ellacuría, no para repetirlos mecánicamente, sino para continuar con una línea de reflexión abierta a los signos de los tiempos y a los dinamismos de la realidad histórica. En estos tiempos en que la palabra democracia se ha vuelto moneda de uso corriente entre los diversos círculos políticos e intelectuales -con la inevitable desvalorización del término- es preciso recuperar su sentido profundo, así como la consciencia de las exigencias básicas para su realización. Ignacio Ellacuría insistía en "democratizar las estructuras" como señal inequívoca de que en verdad se estaba avanzando en la democratización del país. A siete años de su asesinato, esa exigencia sigue siendo tan actual como cuando fue formulada, en el editorial de ECA, "El desmoronamiento de la fachada democrática", fechado el 23 de mayo de 1988. En esa oportunidad, entre otras cosas, Ellacuría llamó la atención sobre un requisito esencial de la democratización de las estructuras que todavía, como otros de igual importancia, no ha sido cumplido. "La democratización de las estucturas -escribió Ellacuría- pasa... por la consolidación democrática de las instituciones constitucionales. El derrumbamiento de la fachada democrática ha mostrado la poca credibilidad y fiabilidad de instituciones tan fundamentales para el proceso de democratización como son el Consejo Central de Elecciones, la Asamblea Legislativa y la Corte Suprema de Justicia. Cualquier observador no afiliado a un partido político ha podido probar hasta la saciedad la politización parcializada de esas tres instituciones. En las tres predominan, especialmente en las dos primeras, los intereses partidistas ya no sólo sobre los intereses nacionales, sino sobre las responsabilidades mismas de cada una de ellas". Ahora el Consejo Central de Elecciones (CSE) se llama Tribunal Supremo Electoral (TSE) y el FMLN tiene represEntación en la Asamblea Legislativa, pero ¿ha perdido validez el diagnóstico de Ellacuría? ¿No es acaso la politización parcializada de esas tres instituciones lo que está obstaculizando el avance del proceso de democratización de postguerra? ¿No es eso acaso lo que está abriendo las puertas a una involución autoritaria del proceso salvadoreño? En fin, el predominio de los intereses partidistas por sobre los intereses nacionales sigue siendo uno de los males endémicos de nuestro sistema político, sin cuya superación la democratización de las estructuras no avanzará en la dirección correcta. Recuperar a los mártires, hacer producir la herencia que nos dejaron: este es el desafío que tenemos que asumir. Tenemos que hacerlo universitariamente, es decir, con rigor intelectual y disciplina académica. El Salvador requiere ser pensado y repensado de la mejor manera, para que las soluciones que se propongan para sus ingentes problemas no se agoten en el panfleto y la diatriba. ¿Estamos preparados para ello? ¿Estamos dispuestos a comprometernos con un trabajo universitario de altura? ¿Estamos dispuestos a asumir el reto lanzado una y otra vez por Ellacuría de conocer mejor que nadie la realidad nacional? ¿Estamos dispuestos a hacer llegar a la sociedad los resultados de nuestro trabajo universitario? Las celebraciones de noviembre debieran permitirnos dedicar un poco de atención a esas interrogantes. Y es que, más allá del tiempo que dediquemos a los preparativos y a las celebraciones de noviembre, el compromiso con la herencia de los mártires tiene que trascender el lapso temporal de aquéllas y marcar el conjunto del trabajo universitario cotidiano. Esta será la forma más agradecida de rendir homenaje a quienes configuraron decisivamente la identidad de la Universidad Centroamericana "José Simeón Cañas". ----- Pacificación y democracia en Ignacio Ellacuría Ya desde agosto de 1981, Ignacio Ellacuría señalaba, en un editorial publicado en ECA, la imperiosa necesidad de acudir al diálogo y la concertación para la resolución del conflicto armado. En un momento en que muchos analistas, enceguecidos por sus propios intereses e ideologías, diagnosticaban que la única salida para la guerra civil era la aniquilación literal del enemigo, ya fuera del gobierno en funciones o de los movimientos guerrilleros, Ellacuría vislumbró que por la acumulación de fuerzas de los bandos en pugna la victoria militar de uno sobre otro era imposible. La vía pacífica del diálogo-negociación era, pues, la única alternativa viable para la guerra civil en El Salvador. Mas sin embargo, la negociación, aunque necesaria, no era suficiente para alcanzar la paz. Hacía falta, para que ésta fuera justa y respondiera a las necesidades del pueblo salvadoreño, que los sectores democráticos no inmediatamente vinculados a uno de los dos polos (los sectores campesinos, sindicales, empresariales: las "terceras fuerzas") tomarán conciencia de su "papel histórico" en los procesos sociales que marcaban la coyuntura de aquel entonces y actuaran decididamente en ellos. "[Las terceras fuerzas] pueden y deben ser una fuerza importante -afirmaba Ellacuría-, no para constituirse en alternativa, lo que en verdad no son, pero sí para obligar a una pronta solución... e incluso para influir en el modo de esa solución. Para ello necesitan cobrar conciencia exacta de la coyuntura actual, de las posibilidades de una salida racional, justa y durable" (el énfasis es nuestro). Para Ellacuría, por lo tanto, el papel que les correspondía a las Terceras Fuerzas era el de "conocer y dialogar". Conocer y reconocer la realidad objetiva que había generado el conflicto armado y que imperaba en ese momento; conocer y reconocer la inviabilidad de apostar por uno de los dos polos como solución duradera y justa al conflicto. Estar dispuestas a dialogar tanto con el FMLN-FDR como con el PDC-FA, con el fin de inyectar racionalidad a la concertación; una racionalidad entendida como la inclusión de las propuestas y necesidades de todos los sectores en aras de hacer imperar la soberanía popular y el bien público. ¿Qué valor tiene lo anterior ahora que la paz ha sido concretada? ¿Cuál es el valor heurístico de este diagnóstico y de esta propuesta para analizar un proceso de transición a la democracia que ya se da por asegurado? Paradójicamente, el aporte directo de Ellacuría a la solución del conflicto armado en El Salvador no provino de su preciada y radical tarea de estudiar y teorizar sobre la realidad político-social del país, sino más bien de su entrega vital a la misma. Fue el asesinato de Ellacuría, y de cinco de sus compañeros jesuitas, aunado con otros factores, lo que obligó a las partes a sentarse a la mesa de negociaciones. El martirio de Ellacuría, sucedido en el contexto de una "ofensiva final" en la que ninguna de las partes pudo imponerse militarmente a la otra, apresuró el fin de una guerra brutalmente irracional e inútil. Los efectos de este apresuramiento, como a continuación se muestra, presentaron y presentan serias dificultades para la pacificación y democratización de la sociedad salvadoreña. ¿Qué papel jugaron las Terceras Fuerzas en la negociación que condujo a la finalización del conflicto armado? Una somera revisión de las características del proceso de diálogo permite extraer algunas importantes conclusiones: a) la mediación de las Terceras Fuerzas en la mesa de negociaciones se escindió entre una representación formal de la empresa privada a través del gobierno de ARENA y una representación informal, o más bien una injerencia no formal e indirecta, a través del Comité Permamente de Debate Nacional en el país y la comisión del FMLN-FDR. La racionalidad que apuntaba Ellacuría como condición indispensable del diálogo, quedaba desde el principio en entredicho, puesto que los actores directamente participantes en el diálogo o bien representaron sus propios intereses con exclusión de los de las mayorías populares --el caso del Gobierno- empresa privada-FA-- o bien dijeron representarlas, pero anteponiendo sus necesidades políticas a las necesidades económicas y sociales de éstas --el caso del FMLN- FDR; b) la paz duradera y justa sólo era posible alcanzarla, para Ellacuría, a partir de la preeminencia de los factores internos sobre los externos. Si bien la modalidad de las políticas de Estados Unidos con respecto a la guerra civil en El Salvador eran un elemento decisivo en la continuación o clausura de la misma, era aún más importante que la pacificación se alcanzará luego después de un proceso en el que participaran decidida y realmente todos los sectores de El Salvador. Como la realidad actual de El Salvador se ha encargado de demostrar, difícilmente se evitaría un regreso a la polarización y la violencia si la pacificación se alcanzaba por presiones internacionales y no como resultado de un diálogo en el cual participaran formalmente los sectores más representativos de la sociedad. La pacificación del país, la obra alcanzada, fue más bien un impromptu, una composición improvisada y apresurada de propuestas, que un concierto, una composición articulada y armónica de necesidades e intereses. La fallos del proceso de negociación son, pues, a la luz de las reflexiones de Ellacuría, el haber antepuesto el cese inmediato de las hostilidades a la concertación; la negociación como hecho a el cómo, quiénes y de qué manera negocian. ¿Qué consecuencias ha tenido esto para la realidad actual del país? En primer lugar, el ejercicio democrático en la sociedad quedó restringido, desde un inicio, al juego entre las fuerzas políticas ubicadas en la superestructura, dejándose afuera a las fuerzas sociales que configuran la estructura del país. Se obtuvo participación y reconocimiento de la oposición en la arena política, libre expresión de las ideas, pero no se logró que la democracia llegará hasta los sectores que tradicionalmente se había visto excluidos de la vida económica, social y política de la sociedad. La democracia cuajó hacia arriba, pero no hacia abajo. En segundo lugar, como efecto de lo anterior, se santificó la mayor valía de la "fachada democrática" y se obvio la necesidad de concretar una democracia real que pasara por la democratización de las instituciones y la satisfacción de las necesidades mínimas de la población. La democracia quedó identificada con la política y se excluyó la democracia económica y social. Finalmente, los valores del diálogo y la concertación, vitales para una democracia real, quedaron viciados desde su raíz: ni presupusieron la racionalidad ya apuntada ni incluyeron a los agentes claves para realizarla. El diálogo como instrumento para la concertación quedó absolutizado como fin en sí mismo, independientemente de que sus resultados fueran antidemocráticos. Ciertamente, el diálogo era una necesidad, pero no era el fin buscado. ----- Los hallazgos de Segundo Montes en torno a las remesas El fenómeno de la migración internacional y el envío de remesas fue una de las múltiples preocupaciones de Segundo Montes, uno de los mártires de la UCA, al grado de motivarle a realizar las primeras investigaciones de campo en torno a esta temática. El trabajo "Impacto de la migración de salvadoreños a los Estados Unidos, el envío de remesas y consecuencias en la estructura familiar y el papel de la mujer" constituye un precoz esfuerzo por aclarar las principales implicaciones de la masificación del envío de remesas familiares desde los Estados Unidos. La situación prevaleciente siete años después de ejecutada esta investigación demuestran que, en efecto, los procesos de migración internacional tienen una marcada incidencia sobre el comportamiento económico y social del país; tanto por la vía de su impacto sobre el sector externo como por su impacto en la composición del Producto Interno Bruto, ingresos, pobreza, estructura familiar, etc. Durante la última década, el monto de las remesas familiares se ha incrementado enormemente y probablemente por ello aún no se han adoptado políticas concretas para aprovechar adecuadamente esta bonanza temporal. En las siguientes líneas se persigue retomar algunos de los hallazgos de Segundo Montes en lo tocante a los efectos económico-sociales del envío de las remesas para luego contrastarlos con la situación actual; con lo cual se pretende evidenciar que en la actualidad la estabilidad macroeconómica y también los patrones de crecimiento se deben al envío de remesas familiares y no a medidas de política económica y social. Asimismo interesa evidenciar que la dependencia de las remesas constituyen uno de los problemas económicos contemporáneos de El Salvador. De acuerdo a la fuente mencionada, desde finales de la década de 1980 las remesas eran ya un factor con gran incidencia económica y social que justificaban la investigación de su impacto sobre "la mejoría del nivel de vida como en la inversión productiva y mejora de las condiciones y medios de trabajo"; para lo cual se procedió a diseñar una muestra de 113 personas jefes de familias que recibían remesas familiares al momento de la investigación. En el caso de las condiciones de vida, la investigación de campo permitió establecer que la mayor parte de las remesas son utilizadas para alimentación, siguiéndoles en importancia la compra de casas, la salud y compra de medicinas y, finalmente la educación de los niños. Por otra parte, en aquel momento, al igual que en el actual, la inversión productiva o medios de trabajo e ingreso no habrían sufrido mayor impacto, debido al envío de remesas calculándose que un 90% de las familias comprendidas en la muestra "no dedican nada a ello, consumiendo casi todo lo obtenido a través de las remesas en gastos de subsistencia". En contraparte, se logró establecer que de las familias que sí "destinan parte de las remesas a la inversión, asignan porcentajes relativamente altos" aunque lamentablemente estos son una minoría. En general, las condiciones de vida habrían mejorado gracias a la recepción de las remesas en la siguiente forma: un 70.7% de las familias mejoró la alimentación de los niños, un 70.1% mejoró la educación de los niños, un 64.6% la salud de los niños y un 60.6% la vivienda. En relación a la desintegración familiar, se afirma que "se produce por el simple hecho de la migración, especialmente si es el esposo (a)- compañero (a) de vida, o si alguno de los que se van dejan hijos. Pero lo más preocupante es el futuro de esos núcleos familiares desintegrados....[pues] en la medida que su permanencia [del emigrado] allí se prolongue, habrá más probabilidad de una desintegración familiar definitiva". En la actualidad muchas de las dinámicas observadas tempranamente por Montes se han convertido en los principales cuestionamientos del actual modelo económico, fundamentado grandemente en la afluencia de remesas del exterior. Para evidenciar lo anterior basta considerar la situación del sector externo y las dimensiones que ha adquirido el consumo durante los últimos años, bajo el aliciente del crecimiento de las remesas. Para 1995, las remesas familiares alcanzaron los 1,195.1 millones de dólares y permitieron reducir el déficit en la cuenta corriente desde aproximadamente 1,460 millones de dólares a solamente 275.6 millones de dólares, con lo cual, en lugar de experimentarse una reducción de más de mil millones de dólares en el nivel de las reservas internacionales netas, se experimentó un incremento de 146.6 millones de dólares. Obviamente el aporte de las remesas para el sector externo no se limita al mantenimiento de la balanza de pagos, pues asociado a lo anterior está la estabilización del tipo de cambio y la reducción de las presiones inflacionarias provenientes de este factor. En muchos casos, la sobre oferta de divisas originada en la afluencia de remesas incluso ha obligado al Banco Central de Reserva (BCR) a ejecutar operaciones de mercado abierto para retirar el exceso de divisas y evitar una caída en el tipo de cambio. Por otra parte, y consecuentemente con lo evidenciado por Montes, las remesas han contribuido a configurar un patrón de crecimiento económico fundamentado en el consumo. Para 1995, se estimaba que un 96% del Producto Interno Bruto se dedicaba a gastos de consumo final; similar porcentaje se observa para los restantes años de la presente década. En los últimos años se han registrado esfuerzos por parte de las autoridades económicas para reorientar la utilización de las remesas desde el consumo hacia la inversión. Sin embargo, hasta la fecha estos esfuerzos no han logrado mayores resultados positivos y el principal destino de las remesas continua siendo el consumo, lo cual es deseable para los fines del desarrollo social. Resulta evidente que las remesas contribuyen a mejorar las condiciones de vida, especialmente al considerar que en las Encuestas de Hogares de Propósitos Múltiples se ha incluido el monto de las remesas familiares dentro de la composición del ingreso familiar, con lo cual se ha provocado una clara reducción en los porcentajes de pobreza (Proceso, 731). La elevada dependencia de la economía nacional de las remesas familiares plantea interrogantes en torno a la viabilidad de mediano y largo plazo de un modelo de este tipo. Tal y como lo establece Montes, la posibilidad de que ocurra una desintegración familiar definitiva también abre las posibilidades para una paulatina reducción de las remesas tal y como ha sido expresado insistentemente durante los últimos años. En la actualidad las remesas han venido experimentado un crecimiento constante; sin embargo, no es descabellado esperar que en la medida en que se profundicen los procesos de desintegración familiar esta tendencia se revierta. Resulta interesante notar, pues, como desde finales de la década de los 80 se vislumbraban las ventajas y desventajas relacionadas con la intensificación de la migración internacional hacia los Estados Unidos y del envío de remesas familiares; y como, a pesar de ello aún no se han adoptado políticas específicas. Al parecer, aún no se ha dimensionado adecuadamente el problema que plantearía una reducción o desaparición de las remesas en el mediano y largo plazo; especialmente considerando que en la actualidad conforman el pilar más importante sobre el cual se sostienen resultados no solamente en materia de estabilización económica, sino también de crecimiento de la producción y mejoramiento de las condiciones de vida. En esa medida, la posibilidad de que estas se reduzcan en el futuro cercano plantea la posibilidad de severas crisis económico-sociales y sugiere la necesidad de formular propuestas económicas que no dependan en tan alto grado de las remesas. El hecho de que la fuerza de trabajo salvadoreña se haya visto obligada a emigrar en busca de mejores condiciones de empleo evidencia que el modelo económico ha demostrado históricamente ser incapaz de sostener por sí mismo a toda la población. Los efectos bondadosos de las remesas brindan la posibilidad de iniciar un proceso de reorientación del aparato productivo bajo condiciones de estabilidad y crecimiento económico, y a partir del cual deberían buscarse fuentes alternas de crecimiento económico especialmente a partir de un incremento de la inversión productiva. ----- Los escritos estéticos de Ignacio Ellacuría Ricardo Roque Baldovinos Departamento de Letras Universidad Centroamericana José Simeón Cañas La reciente publicación del primer volumen de los Escritos Filosóficos de Ignacio Ellacuría (San Salvador: UCA Editores, 1996) pone a disposición del público salvadoreño una serie de trabajos suyos hasta ahora inéditos o dispersos. Entre ellos se devela una faceta casi olvidada de la obra de este pensador: la reflexión estética. Aun cuando esta preocupación ocupe una proporción visiblemente minoritario dentro de la extensa producción intelectual de Ellacuría, no debe descartarse apresuradamente. Es bien conocido el interés permanente por la actividad artística por parte de Ellacuría como hombre e impulsor de la cultura nacional. De hecho, durante su gestión como rector de la UCA fue un decidido defensor de la carrera de Letras, de revistas como ABRA y Taller de Letras y de auspiciar actividades artísticas y literarias, todo ello pese a las colosales adversidades -políticas y financieras- que la institución debía enfrentar por esos dificilísimos años. Pero seguramente es menos conocida es la atención que acapararon las cuestiones estéticas en un período importante de la vida de Ellacuría como filósofo e intelectual. Esta preocupación da como fruto siete entradas del índice de Escritos Filosóficos I. Estos trabajos, que hoy se reeditan o se publican por primera vez, fueron redactados entre los años de 1955 y 1963, durante el período más intenso de su formación filosófica. El interés por la reflexión estética evidencia la honda influencia del Padre Angel Martínez Baigorri, s.j., a quien Ellacuría conoció durante su estancia en Ecuador, cuando realizó sus estudios de humanidades clásicas y filosofía en la Universidad Católica de Quito entre los años de 1949 a 1955. En este período, asistió a unos cursos de estética dictados por dicho sacerdote, de cuya calidad humana y sólida formación filosófico- teológica quedó profundamente impresionado. El padre Angel unía a estas cualidades el ejercicio riguroso y depurado de la poesía. Ciertamente, era un lírico de primer orden, autor de poemarios de gran finura como Un Angel en el país del Aguila o Río hasta el fin y líder reconocido de las destacadas voces literarias de Nicaragua, donde había transcurrido buena parte de su carrera docente y sacerdotal. Ellacuría no oculta su admiración por la figura de su maestro en un manuscrito inédito y sin título, que la edición de Escritos Filósficos publica bajo el acápite "[ángel Martínez Baigorri, s.j.]" (117-125) así como en una serie de emotivas cartas que aparecen bajo la entrada de "Correspondencia con ángel Martínez" (197-213). En el primer texto realiza un retrato del maestro donde afirma que "juntaba en sí la visión del poeta, del filósofo y del teólogo, del ascético y el místico en plena fusión de vida" (118). El Padre Martínez afirmaba con su testimonio vital la estrecha hermandad entre filosofía, teología y poesía. Crucial en todo esto es la centralidad de la palabra como instrumento de verdad y como creadora de vida. Por ello, para el Padre Angel "los santos son los supremos poetas" (119). Martínez enseño a Ellacuría que el filosofar y la actividad poética tienen un mismo objeto: llegar a la realidad de la cosas. Y siendo la divinidad la realidad última de las cosas ambas no pueden escapar la dimensión religiosa. De hecho, la dimensión religiosa de la poesía, aun entre aquellos poetas confesamente ateos, será un preocupación que Ellacuría recogerá más tarde en un hermoso ensayo inédito de 1963 titulado "Religiosidad pluriforme: Carducci, Maragall, Rilke" (535-541), que pone en evidencia la familiaridad del autor con estas tres figuras cimeras de la lírica de nuestro siglo. Sin embargo, el testimonio mayor de la gran empatía entre Ellacuría y el Padre Angel lo constituye el ensayo "Angel Martínez, poeta esencial" (127-195), denso y extenso trabajo publicado originalmente en nuestro país por la revista Cultura en su No. 14 correspondiente al semestre de julio a diciembre de 1958. Pese al título, este ensayo puede leerse no sólo como una introducción a la obra del poeta sacerdote sino una reflexión sobre la esencia misma de la lírica. Según Ellacuría, la poesía del padre Angel encarna lo más auténtico y fundamental de la expresión lírica. Estamos ante un poeta que es profundo y, por tanto, moderno. La profundidad del poeta radica pues en que este "no busca sino la mayor plenitud de vida poseída en sí misma para hacerla comunicación y palabra mientras procura ahondar en el ser y la vida de las cosas para captarlas ya en forma de palabra, de poesía en la que se nos ofrece la vida luminosa de los seres" (143). De allí que la poesía profunda deba ser simultáneamente moderna, no porque siga los dictados de una moda impuesta externamente sino "por la autenticidad con que afronta los temas capitales y dolorosos del hombre en nuestro tiempo y por la sinceridad con que se aprovecha de las purificaciones estéticas y técnicas que el arte moderno ha ido ganando desde el final del romanticismo hasta nuestros días" (152-153). El privilegio de la atención crítica de Ellacuría hacia la poesía lírica se trasluce nuevamente en el que seguramente constituye su mejor ensayo de tema estético: "El Doctor Zivago, como forma poética" (305-328) también publicado originalmente por la Revista Cultura, No. 17 correspondiente al trimestre de octubre a diciembre de 1959. A pesar de que el propósito expreso de este trabajo es un análisis filosófico de la forma de la novela de Boris Pasternak -el cual lleva a cabo con un rigor y coherencia verdaderamente ejemplares-, el interés del esfuerzo acaba recayendo en una reflexión sobre la dimensión histórica de la lírica. Esta dimensión se manifiesta en la tensión entre el buceo en la interioridad del protagonista y la representación del escenario de la Revolución Rusa. Sin embargo, es necesario mencionar que la reflexión estética de Ellacuría no sólo abarca cuestiones teóricas ni atiende exclusivamente la poesía lírica. En un par de ocasiones, Ellacuría asume el papel de crítico cinematográfico, reconociendo así la importancia de las manifestaciones culturales de mayor difusión masiva. Esto lo encontramos en "Marcelino, Pan y Vino" (109-114) comentario publicado originalmente en ECA en el No. 27 correspondiente a 1957 y un singular documento aparentemente inédito, la "Carta abierta al autor de Viridiana" (510- 523), fechada en Londres el 20 de agosto de 1962. En ambos trabajos, la preocupación del autor es la representación artística de la dimensión religiosa. El corrosivo anticlericalismo y el radical rechazo del cristiansmo por parte del cineasta Luis Buñuel provoca, por cierto, una reacción bastante airada por parte del joven Ellacuría. Por razones de orden cronológico, este primer volumen de Escritos Filosóficos ha excluido otro trabajo de tema estético digno de consideración. Se trata de "Poesía de aquí y ahora" publicado como prólogo al poemario Oráculos para mi Raza (San Salvador: UCA Editores, 1985) de Rafael Rodríguez Díaz. Pese a su brevedad, este trabajo es de importancia capital para comprender el pensamiento estético de Ellacuría. Por un lado, se constata la permanencia de su interés por la actividad artística y, en particular, por la lírica al abrir con las siguientes palabras: "Pocas cosas tan necesarias en El Salvador como la poesía. Estamos tan atrapados por la materialidad de la existencia cotidiana y por la unilateralidad de la dimensión político-militar, por la urgencia de la acción efectiva, que se va reduciendo nuestro ser y se va deshumanizando la condición nacional como forma particularizada de la condición humana. La poesía, como otras acciones del espíritu, tiene mucho que hacer para ampliar nuestro horizonte, para mejorar y ahondar nuestra humanidad y también para avizorar futuros utópicos" (7). Pero seguramente un elemento de importancia aún más capital es la introducción de la noción de 'razón poética'. La poesía, pues, puede ayudarnos a comprender lo que "en realidad de verdad" está pasando en el país, porque nos puede hacer tocar fondo en la cuestión nacional. "Tocar fondo es cuestión de razón, pero no hay una sola forma de razón. Al fondo se puede ir de muchas formas y una de ellas, no la menos eficaz, es la razón poética" (Ibid.). Para después añadir que la verdad poética "no es sólo un ejercicio de razón teórica - interpretativa y contemplativa- sino también un ejercicio de razón práctica orientada a la transformación que es el ideal de todo uso de razón" (8). Contrario a la tradición romántica más ortodoxa que concibe a la poesía como el otro de la razón, la actividad poética es propuesta aquí como el ejercicio de una modalidad específica de racionalidad. Testimonios de personas allegadas al padre Ellacuría manifiestan que, en sus últimos años de vida, lamentaba no haber tenido suficiente tiempo de retomar las preocupaciones estéticas de juventud para desarrollarlas a la luz la filosofía de Xavier Zubiri. He aquí otra de las tareas pendientes que nos han sido legadas por Ignacio Ellacuría, filósofo salvadoreño. ----- Martín-Baró, las encuestas de opinión y la teoría del espejo Cuando George Gallup publicó su libro -ya clásico- titulado El pulso de la democracia, en 1937, sostenía que las encuestas servirían para complementar el trabajo de las elecciones en épocas no electorales, proporcionando un lectura continua del pensamiento popular sobre los asuntos socio-políticos entre una elección y otra. Esta postura suponía la existencia de un sistema básicamente democrático en el cual las encuestas pudieran ser llevadas a cabo y sus resultados pudieran tener un sentido para el desarrollo de los asuntos sociales y políticos de una nación. Cuando Ignacio Martín-Baró fundó el Instituto Universitario de Opinión Pública de la UCA, mucha gente cuestionó la idea de intentar encuestar a la población sobre temas políticos en una sociedad tremendamente conflictiva y con tan pocas garantías de libertad. A pesar de eso y conciente de las muchas limitaciones -para cada encuesta el IUDOP tenía que pedir un permiso o salvoconducto a la oficina del C-2 de la Fuerza Armada, firmada por uno de los que posteriormente sería uno de los asesinos intelectuales-, las encuestas de la UCA se convirtieron rápidamente en una fuente fiable de información sobre el pensamiento y las preocupaciones de los salvadoreños y contribuyeron, a su manera, al establecimiento de la negociación que conduciría a los Acuerdos de Paz, al mostrar frente a los actores sociales e internacionales que esencialmente lo que más deseaban los salvadoreños era la paz. Esto puso de manifiesto para qué pueden servir las encuestas de opinión pública en una sociedad poco democrática como la salvadoreña. Y es que para Martín-Baró las pesquisas de opinión deberían servir para "desmontar la formalización ideologizada de la opinión pública salvadoreña con la ayuda de las ciencias sociales". En esto el padre Nacho invirtió buena parte de su producción. Al encuestar a los salvadoreños, Ignacio Martín-Baró buscaba una manera de devolver la voz a las grandes mayorías de este país y que al hacerlo tuvieran la oportunidad de verse a sí mismos como ciudadanos que son parte de una misma sociedad con intereses y aspiraciones comunes; buscaba incidir en la formación de un pensamiento social, que parte de la propia historia y cotidianeidad, haciendo que los salvadoreños vieran a la sociedad en sus propios términos como una forma de promover el cambio. Esto es a lo que él llamo la "teoría del espejo social". Sin embargo, él sostenía que cumplir con lo anterior no implicaba pararse en una esquina y comenzar a hacer preguntas a la primer persona que pasaba por ahí. El trabajo de consultar la opinión pública tenía que ser riguroso y para ello se tenía que cumplir con las siguientes características: sistematicidad, representatividad, totalizadora y dialéctica. Al decir que las encuestas debían ser sistemáticas, Martín-Baró insistía en la necesidad de consultar constante y sistemáticamente a la población salvadoreña. No se puede esperar, decía él, captar a la conciencia colectiva salvadoreña sin un registro continuo de la evolución de los pensamientos sociales y cómo éstos se vinculan a la historia social del pueblo salvadoreño. Además de sistemáticas, las encuestas debían ser representativas de toda la población. El padre Nacho estaba especialmente preocupado por las investigaciones que generalizaban sus resultados cuando sólo se referían a ciertos segmentos de la población y que difícilmente eran representativas de todos los salvadoreños. En un país que históricamente ha marginado a muchos para tomar en cuenta a muy pocos, la importancia de consultar a las mayorías era vital para abrir los espacios sociales y para lograr captar y reflejar la conciencia social. Pero además de sistemáticas y representativas, los sondeos debían ser totalizantes. Es decir, ver a la opinión pública como un todo, estableciendo que cada opinión, creencia y actitud adquieran el sentido que realmente tiene en los pensamientos populares. Por ejemplo, que el 80 por ciento de los salvadoreños estuvieran de acuerdo con la aprobación de la ley de emergencia no quiere decir que los ciudadanos pensaran que esa era la mejor forma de combatir la delincuencia; al cruzar las opiniones y actitudes hacia el problema de la delincuencia, las encuestas revelaron que los salvadoreños apoyaron ese decreto como una reacción desesperada ante su percepción sobre la realidad, pero que esencialmente tampoco creían que daría resultados. Abordar el carácter totalizante que deben tener los sondeos de opinión pública implica un trabajo riguroso y concienzudo de análisis. La opinión pública no es el simple recuento de porcentajes de preguntas desligadas entre sí, es la integración de todas las opiniones en un pensamiento social contextualizado, más o menos compartido por los miembros de una sociedad. Finalmente, uno de los aportes novedosos de Martín- Baró es su concepción de unas encuestas "dialécticas"; esto es, sondeos cuyos resultados tengan la capacidad de regresar a la población, a la conciencia ciudadana. Para el padre Nacho, hacer encuestas no tenía ningún sentido si los resultados de éstas no revertían a los ciudadanos. De esta forma se aseguraba que éstos, al estilo de un espejo social, pudieran enfrentar su propia imagen, con sus actitudes y pensamientos, con sus preocupaciones y alegrías, con sus miedos y sus corajes. Y no sólo eso, devolviendo las encuestas a la población se genera otra fuente de información que surge desde los mismos ciudadanos, ya no de los grupos de poder. Con las encuestas, los salvadoreños tienen la oportunidad de escuchar su propia voz y al hacerlo tienen la posibilidad de volverse conscientes de que no están solos en sus preocupaciones e intereses, y, con ello, poner los cimientos para el cambio social. En el fondo, al proponer que las encuestas sean sistemáticas, representativas, totalizantes y dialécticas, Ignacio Martín-Baró buscaba desideologizar -su permanente propósito académico-; buscaba, en otras palabras, que los salvadoreños tomaran el control de sus vidas eliminando las contradicciones alienantes entre vivencia e información y reintegrando la conciencia colectiva con la experiencia cotidiana social y personal. Muchos pueden decir que lo anterior suena demasiado utópico ahora; sin embargo, estamos seguros quienes heredamos el trabajo de hacer las encuestas de opinión pública, que la tarea propuesta por el padre Nacho no ha terminado y que los propósitos siguen siendo tan válidos como lo eran hace una década. De lo que también estamos seguros es que su pensamiento sigue vivo en cada esfuerzo por recoger la opinión pública salvadoreña. ----- La actualidad de Segundo En agosto de 1985, Segundo Montes Mozo se enteró oficialmente que la junta de directores de la UCA había aprobado un proyecto suyo. ¿De qué se trataba dicha propuesta? Pues de la creación de un Instituto de Derechos Humanos dentro de la Universidad. En esa ocasión, también se le notificó que el IDHUCA --tal como sería conocida esta iniciativa en adelante-- quedaría adscrito a la Vice-rectoría de Proyección Social y que se había formado un Consejo Asesor del mismo. Finalmente, se le pidió la elaboración de un plan de trabajo que --pese a ser "provisional y tentativo"-- Segundo entregó a finales de septiembre. De esa forma comenzó a surgir otro de los bienes que el padre le dejó a nuestro país y que, a estas alturas, intenta contribuir con sus limitaciones en el esfuerzo por garantizar mayores niveles de respeto a los derechos y libertades fundamentales de la población salvadoreña, sobre todo para aquellos sectores más victimizados dentro de nuestra sociedad. El mencionado Consejo Asesor estaba integrado por el vice- rector de Proyección Social, el jefe del Departamento de Ciencias Jurídicas y Sociales, el director del Instituto de Investigaciones y --obviamente-- el recién nombrado director del IDHUCA. Convocadas por Ignacio Ellacuría, estas personas se juntaron por primera vez el jueves 10 de octubre del 1985 con el fin de "analizar y deliberar el plan de trabajo propuesto por el Dr. Montes". De cara a esa reunión, cada una de ellas recibió el proyecto del IDHUCA y la planificación de las labores que se pretendían impulsar, tanto desde una óptica general desde el plano operativo. De esos documentos elaborados por el fundador del IDHUCA, el primero de ellos ha sido siempre una herramienta básica para mantener el rumbo de la institución porque desde ahí quedó definida, de manera clara, su fundamentación. "El enfoque de la realidad de un país desde la perspectiva de los derechos humanos --dice ese texto-- es ya de por sí un enfoque importante para una Universidad que desea estar preocupada prioritariamente por la realidad nacional y que quiere estarlo desde una exigencia específica de eticidad y racionalidad, de justicia y de verdad". ¿Cuál era El Salvador que, desde esa perspectiva, observaba entonces Segundo? En primer lugar, un país con "una secular situación de injusticia estructural" que mantenía "a la mayoría de la población lejos de poder satisfacer sus necesidades básicas". Además, padeciendo "múltiples formas de violencia" desatadas "en razón de las luchas que aquella injusticia estructural ha provocado". Finalmente, en el marco de una "desorientación ideológica en torno a los derechos humanos". En resumen, se trataba de un "medio ambiente" caracterizado por el "poco aprecio teórico y sobre todo real" para los derechos humanos cuya violación sistemática era "un hábito social y fatalistamente aceptado". En esas condiciones y desde su visión universitaria, el IDHUCA se planteó la necesidad de desarrollar una labor de investigación seria en la materia. "No sólo para El Salvador mismo --decía el padre Montes-- sino para el problema universal de los derechos humanos, su estudio aquí y ahora es de especial significación". ¿Por qué? Pues porque en nuestro país existían las condiciones para analizar teóricamente "lo que es la violación a los derechos humanos, las causas de ella y, tal vez, las posibilidades de mejoramiento y solución". "La negatividad tan profunda en que se encuentran los derechos humanos en El Salvador --afirmaba Segundo-- puede permitir un ahondamiento singular a la hora de formular su positividad". Pero además de lo anterior, también se propuso realizar un trabajo práctico destinado a identificar violaciones concretas a los derechos humanos desde el lado de las víctimas, para acompañar eficazmente a éstas en su lucha por recibir justicia, privilegiando aquellas que -- por falta de recursos-- siempre han tenido menos posibilidades de obtenerla no obstante ser las que más sufren atropellos a su dignidad. De lo anterior se derivan los productos que -- algunas veces con errores, otras con aciertos-- ha ofrecido el IDHUCA a lo largo de su existencia. Ya pasaron más de once años desde aquel agosto de 1985 y ahora se cumplen siete del día en que los enemigos de la verdad y la justicia --incapaces de aceptar soluciones racionales a la problemátioca del país-- eliminaron físicamente a Celina y Elba, a Segundo y sus cinco compañeros jesuitas. Fueron, entonces, escasos cuatro años los que tuvo el padre Montes para intentar sentar las bases de lo que hoy es el Instituto de Derechos Humanos de la UCA; pero, aun así, fueron suficientes para ayudarnos a quienes ahora tatamos de seguir su camino en condiciones diferentes pero siempre difíciles. A pesar del tiempo transcurrido y de todo lo que ha sucedido de 1985 a la fecha, la mayor parte de la población salvadoreña sigue sufriendo por la "secular situación de injusticia estructural" que predomina en el país, quizás más grave que antes por las consecuencias de una larga guerra y los efectos de un modelo económico excluyente; además --fuera del fin de la guerra-- continúan presentes el temor y la inseguridad, pues no se han superado otras formas de violencia que, en su esencia, también son provocadas por esa "injusticia estructural". Finalmente, se insiste en "manosear" el tema de los derechos humanos y, con ello, se dificulta aún más el conocimiento exacto de la población sobre el mismo, limitando así las posibilidades de una participación consciente y entusiasta de ésta en la consolidación de las instituciones encargadas de garantizar su protección y promoción. Por todo ello y a pesar de todo, en nuestro país no ha mejorado mucho el "medio ambiente" en esta materia: aún se observa "poco aprecio teórico y sobre todo real" para los derechos humanos; todavía es un "hábito social y fatalistamente aceptado" que la muerte --tanto la lenta como la violenta-- se siga paseando sin problemas a lo largo y ancho del territorio nacional. En ese marco, ¿cómo nos está favoreciendo la fecunda labor del padre Montes a quienes continuamos trabajando por la defensa de los derechos humanos? ¿por qué afirmamos que fueron suficientes sus cuatro años al frente del IDHUCA, para ayudar a la labor que actualmente desarrollamos? Cuando Segundo comenzó a investigar y escribir sobre refugiados y derechos humanos, realizó algunas visitas a las y los compatriotas que --por razones de la violencia política y el conflicto bélico-- vivían en Honduras, Guatemala y los Estados Unidos. Cuentan que durante una de ellas, estando en el campamento de Colomoncagua, Honduras, allá por el año de 1982, alguien dijo lo siguiente: "Una mañana llegó al refugio un hombre, canoso, barbudo y bonachón, de sonrisa franca, con un paraguas en la mano, seguido por un grupo de niños curiosos de ver abrir el paraguas que nunca habían visto en su vida. El hombre decía que no veía futuro para los pobres en El Salvador, que no había solución para ellos; pero en su visita vio la esperanza, vio que brillaba el sol en Colomoncagua, que sí había futuro para El Salvador." Eso sucedió cuando en nuestro país, tristemente, era tan evidente la violación a cierto grupo de derechos y libertades fundamentales. En ese entonces, no faltaron quienes apoyaron la causa de las y los salvadoreños que, arriesgándolo todo, imaginaban un país diferente y trabajaban para lograrlo. Así las cosas, se recibieron infinidad de recursos materiales y humanos de todo tipo, la mayoría de ellos buenos. Pero con el fin de la guerra, el escenario nacional cambió y no precisamente para bien. Se confundió la paz con lo que actualmente vivimos y no se invitó a participar en el "proceso" þexclusivo para ciertas cúpulasþ a quien debía haber estado en primera fila: el pueblo salvadoreño. Pero, bien o mal, eso es lo que ahora tenemos. Han habido algunos cambios en relación a lo que existía antes y no debemos desaprovechar la oportunidad que, pese a todo, aún se nos presenta para profundizarlos a partir del involucramiento de la gente "común y corriente"; de esa gente que, por ahora, no tiene muchas razones para creer en las "pacificaciones", "democratizaciones" y "reconciliaciones" que acordaron los que después se olvidaron de sus problemas o sólo los ocupan cuando conviene a sus intereses particulares o de grupo. En la cotidianeidad de esa gente que -- al igual que las personas refugiadas en Colomoncagua-- se esfuerza por vivir y sobrevivir en medio de tantas dificultades, es donde podemos encontrar esperanza y motivos para luchar por ella. Así, pues, la razón principal de aquellas y aquellos que þno obstante las dificultadesþ trabajan por la vida, la justicia y los derechos humanos es una y muy grande: buscar y mantener en alto la esperanza de construir una sociedad diferente. Mantenerla cuando casi todo conspira en su contra y cuando, cada vez más, la cooperación internacional busca situaciones más "urgentes" que la nuestra para solidarizarse con ellas. Cada vez más abandonados "de la mano de Dios" y de la del "primer mundo" nos corresponde ahora ser creativos, tener imaginación y audacia, continuar viviendo y sintiendo el dolor y la angustia de las siempre víctimas de la injusticia, quizás sin la "abundancia" de antes y siempre con problemas para atender eficazmente las urgencias que existen en lo relativo a la situación de los derechos humanos. Porque, fuera del fin de la guerra, aquí perdura la impunidad y el dolor cotidiano de la exclusión social y económica, de la violencia privada e institucional, de la falta de espacios para la participación. En ese marco, las personas que trabajamos por la vigencia real de los derechos humanos tenemos entonces mucho que hacer sabiendo que el miedo y la sensación de impotencia, los ataques infundados y los calificativos engañosos, la publicidad y la pérdida de valores conspiran en contra nuestra. La posibilidad que nos queda para salir adelante se encuentra en el involucramiento de la mayoría de personas que son víctimas de atropellos a sus derechos, en sus diversas manifestaciones. Así pues, debemos trascender al "gran público"; tenemos que adecuar nuestras mentes y dejar de estar viviendo aislados, colocados "contra el paredón", defendiéndonos de aquellos que þpor sus ambiciones particularesþ no quieren que florezcan la vida y la justicia. La etapa por la cual transita actualmente El Salvador está llena de peligros. De eso, no hay duda. Pero no podemos sentirnos derrotados cuando existen tantos ejemplos de lucha inclaudicable entre las y los mártires que regaron su sangre en esta tierra, para transformarla desde la raíz. Uno de esos ejemplos es el de Segundo, cuya actualidad sigue presente siempre en las palabras finales del que --tal vez-- fue su último aporte escrito sobre la situación de los derechos humanos en nuestro país: "No es tiempo todavía de cantar victoria... pero tampoco es tiempo aún para la desesperanza". ----- OPCION POR LAS MAYORIAS POBRES. En nuestra situación concreta la proyección social y la efectividad política deben estar dirigidas por las exigencias objetivas de las mayorías oprimidas, exigencias deducibles tanto de su propia realidad objetiva en el contexto social como de su voluntad expresa manifestada en las organizaciones populares. Supone esto una opción que está universitriamente justificada. Nuestra sociedad, como ya es evidente después de tantos análisis, no sólo está subdsarrollada y con graves y casi insuperables necesidades objetivas, sino que está injustamente estructurada económica, institucional e ideológicamente. Esta constituida bipolarmente por una pequeña clase dominante, flanqueda por toda una serie de grupos e instituciones a su servicio, y una inmensa mayoría empobrecida y explotada, parte de ella organizada políticamente y parte de ella a merced de los flujos sociales. En esta sociedad dividida, la opción de la universidad es o debe ser en favor de las mayorías oprimidas y, consecuentemene, en contra de las minorías explotadoras y aun del propio Estado en cuanto representante de estas minorías y en cuanto instrumento a su servicio. La fundamentación teórica de esta opción se basa en que son las mayorías y su realidad objetiva el lugar adecuado para apreciar la verdad o falsedad del sistema en cuestión; un sistema social que mantiene por largo trecho de tiempo a la inmensa mayoría en una situación deshumanizada, queda refutado por esta misma deshumanización mayoritaria. La fundamentación ética de esta opción consiste en que se estima como obligación moral básica la de ponerse a favor de los injustamente oprimidos y en contra de los opresores (Ellacuría, I., "Universidad y Política", 1980).- ---- CIVILIZACION DEL TRABAJO. Lo que queda por hacer es mucho. Sólo utópica y esperanzadamente uno puede creer y tener ánimos para intentar con todos los pobres y oprimidos del mundo revertir la historia, subvertirla y lanzarla en otra dirección. Pero esta gigantesca tarea, lo que en otra ocasión he llamado el análisis coprohistórico, es decir, el estudio de las heces de nuestra civilización está gravemente enferma y que para evitar un desenlace fatídico y fatal, es necesario intentar cambiarla desde dentro de sí misma. Ayudar profética y utópicamente a alimentar y provocar una conciencia colectiva de cambios sustanciales es ya de por sí un pprimer gran paso. Queda otro paso también fundamental y es el de crear modelos económicos, políticos y culturales que hagan posible una civilización del trabajo como sustitutiva de una civilización del capital. Y es aquí donde los intelectuales de todo tipo, esto es, los teórico críticos de la realidad, tienen un reto y una tarea impostergable. No basta con la crítica y la destrucción, sino que se precisa una construcción crítica que sirva de alternativa real. No sólo hay que desenmascarar la trampa ideológica de esta marea ideologizante, sino que hay que ir haciendo modelos que, en un fructífero intercambio de teoría y praxis, den salida efectiva a ideales que no sean evasivos, sino animadores de una construcción histórica. (Ellacuría, I., "El desafío de las mayorías pobres", 1989).- ---- ESPECIFICIDAD UNIVERSITARIA. Porque efectivamente hay una especificidad universitaria y un modo específicamente universitario. Esa especificidad y ese modo está condicionado por lo que es la materialidad de la universidad y también por lo que es su tradición. Esa materialidad y esa tradición nos muestra que los elementos integrantes de la universidad son alumnos que buscan una profesión, profesores que dominan un campo del saber y lo que pudiéramos llamar la materia prima de los distintos trabajos universitarios: el saber en todas sus formas y modalidades, el saber formativo y el saber explicativo, el saber receptivo y el saber proyectivo. Dicho negativamente, si no hubiera necesidades objetivas que cubrir, si no hubiera demanda de los servicios universitarios, si no hubiera necesidad de profesionales o de técnicas apropiadas, si no hubiera saber relevante en la universidad dejaría de existir y se convertiría en una especie de Ateneo o de Academia sin interés alguno. Desde estas condiciones reales de la universidad puede y debe decirse que todo lo que impide su funcionamiento o que no lo potencia debe ser rechazado como no universitario. Pero esta afirmación no debe confundirse con la que asegura que no es universitario en absoluto lo que dificulta la marcha de una universidad en una circunstancia determinada. Y no lo es por que con toda probabilidad un hacer político verdaderamente universitario tiene fuertes implicaciones en contra de los poderes dominantes y, por tanto, estos van a procurar por todos los medios combatir aquella universidad y aquellas labores universitarias, que les ponen serias dificultades es su tarea de dominación. (Ellacuría, I., "Universidad y Política", 1980). ----- SOBRE LOS INTELECTUALES. En este país, como en cualquier otro del mundo, el universitario, el intelectual presente o en formación, pertenece a una élite social, lo que le ubica en una determinada posición dentro de la pirámide estructural de la sociedad, y le confiere un status y un poder privilegiados y privilegiantes. El profesional surgido de la universidad automáticamente adquiere un relevante status social, que muchas veces le abre las puertas para otras posibilidades, y participa en una cuota importante de poder dentro de la sociedad. Conviene despolitizar la vida universitaria -en lo que de peyorativo tiene el término de politización-, para alcanzar una verdadera y auténtica politización de la vida, también en su dimensión universitaria. Nada en la vida social está al margen de la política. Lo importante es tener una correcta concepción política, que aplique nuestros esfuerzos al beneficio de la colectividad, especialmente de las mayorías, y no a favor de una minoría ya demasiado privilegiada. El sistema tiene capacidad para subordinar, cooptar, someter o instrumentalizar el conocimiento y los intelectuales. El conocimiento es un poder -una cuota de poder social-. La pregunta es a qué se aplica, al servicio de qué se pone ese conocimiento, esa cuota de poder: a favor del sistema, contra el sistema, o para crear un nuevo sistema. Estoy convencido que los jóvenes tienen suficiente idealismo y capacidad de innovación como para cuestionar los procesos e intentar cambiarlos de rumbo; que los intelectuales son los llamados a analizar y entender la realidad objetiva, a dedicar esa cuota de poder que la sociedad les ha confiado para cambiar el rumbo de la historia e iluminar nuevos derroteros más sociales y humanos (Montes, S., "La Responsabilidad de los Estudiantes Universitarios Dentro de la Sociedad", 1985).----- SOBRE LA DEMOCRACIA. El concepto de democracia -al menos en lo que se refiere a los procesos eleccionarios para la delegación del poder-, además de podérselo considerar como un concepto y una realidad límite, es al mismo tiempo, si no ambiguo, al menos plurívoco. Se puede subdividir en "democracia aparente", en la que las elecciones son un mecanismo de justificación del poder ya conquistado o retenido; "democracia formal", como medio de legitimación ideológica o política de una élite que controla el poder e impone su proyecto; y "democracia real", por la que se le entrega el pueblo el derecho de regir sus destinos, se sujeto de su historia y escoger a quienes mejor lo representen y dirijan. Indudablemente, un proceso de democratización difícilmente puede alcanzar en breve lapso la cumbre de la democracia; pero si esa es la meta que se propone una sociedad, hay que analizar también las posibilidades históricas del paso de una democracia aparente a una real. Aquí es donde se plantea una interrogante que no es únicamente teórico, sino empírico. ¿Es posible la democracia -se entiende la real- en un país subdesarrollado? En gran parte va a depender del concepto que se tenga de la democracia y de las espectativas respecto a alcanzar la meta casi utópica, o límite. No hay que dejar de lado la relación estrecha existente entre la democracia política y la democracia socio-económica. Si no existe, no ya una democracia real en las variables y condiciones socioeconómicas, pero ni siquiera unos mínimos vitales indispensables asegurados para las mayorías, no es pensable que rijan sus destinos, sean sujetos de su historia ni puedan escoger a los que mejor los representen y dirijan (Montes, S., "El Proceso de Democratización en El Salvador", 1986).----- SITUACION DE LOS INMIGRANTES. Los salvadoreños han desarrollado unas cualidades peculiares de ocultamiento y supervivencia ilegal: muchos de ellos han vivido y salido clandestinamente del país, han entrado y atravesado Guatemala en tal calidad, lo mismo que México; muchos de ellos han intentado repetidamente entrar ilegalmente a Estados Unidos y, una vez logrado, han permanecido allí ilegalmente y se las han arreglado para permanecer así y trabajar. En fin, se han graduado en la escuela de la clandestinidad y la supervivencia ilegal, creando actitudes y mecanismos de ocultamiento, autodefensa y solidaridad, que los capacita para sobrevivir en el medio. Lo más probable es que hagan todos los esfuerzos posibles por permanecer allí, afrontando las nuevas dificultades y el agravamiento de sus condiciones de vida y trabajo, dado que la alternativa de retorno es aún peor. Por otro lado, Estados Unidos necesita y/o se beneficia de esta mano de obra, a la cual superexplota por ser ilegal, pagándole en muchos casos menos de lo debido y lo exigido por otras etnias, abaratando así los costos de productos y servicios, e incluso subvencionando las prestaciones sociales -que pagan los ilegales con sus impuestos, pero a los cuales no tienen derecho ni acceso- , y asignándole trabajos que no quieren realizar otros grupos sociales y/o étnicos -y mucho menos por esos salarios-. Lo que se prevé, en consecuencia, es aún mayor superexplotación de esa mano de obra que necesita trabajar de cualquier modo para subsistir y enviar ayuda a sus familiares (Montes, S., "La crisis social agudizada por la crisis política salvadoreña. La migración a Estados Unidos: un indicador de la crisis", 1987).----- DERECHA VIOLENTA. La tradición violenta de ARENA es innegable. Si situamos el origen mediato de ARENA en la lucha que los enemigos de la transformación agraria (1976) iniciaron contra quienes propiciaban, ya no medidas revolucionarias, sino simplemente progresistas, puede apreciarse cuál fue ya su prehistoria. Apenas se hizo diferencia entre lo que ya empezaba a ser un fuerte movimiento revolucionario, que iría a desembocar en el FMLN y quienes propiciaban medidas razonables de cambios constantes y progresivos. Tildados todos de comunistas, se desató contra todos ellos un proceso de represión. Quienes planearon la estrategia y las tácticas, que desembocaron en las masacres de los años de 1980 y 1982 y en el conflicto armado, abandonaron la cobertura del Partido de Conciliación Nacional, buscaron alianzas con los militares y se prepararon para iniciar una nueva fase de terrorismo. No es exagerado sostener que la mayor parte de aquellos iniciadores del terrorismo están hoy en ARENA y con ARENA, aunque no necesariamente incambiados y no necesariamente al frente del partido. En el origen inmediato de ARENA promovido por el ex mayor D'Aubuisson, ligado al aparato de inteligencia del Estado en los oscuros años del general Romero, se perciben pruebas claras no sólo de extremismo, sino de terrorismo. Sin entrar en investigaciones y comprobaciones exhaustivas no es fácil desmentir la ligazón del nuevo partido y de su jefe máximo con el lider extremista guatemalteco Sandoval Alarcón, bien conocido por su aparato terrorista y por su ciego anticomunismo (Ellacuría, I., "Vísperas violentas", 1989). - ---- SOBRE LAS GUERRAS. Con la finalización de la segunda guerra mundial, las armas no se han silenciado. En estos 50 años han estallado innumerables conflictos en muchas partes del mundo, cuyas víctimas han superado con creces las causadas por la segunda guerra mundial. La gran falacia del mundo desarrollado es vivir con el espejismo de la moderna paz augusta porque la guerra no ha llegado aún a sus fronteras. Una mirada al mapa del mundo descubre en los pueblos del tercer mundo numerosos conflictos armados. Las causas de cada uno de ellos pueden ser muy diversas, pero difícilmente se encontrará alguno en el cual no haya habido injerencia de las grandes potencias. La rivalidad entre las superpotencias y su ambición de dominio han trasladado la lucha a estos pueblos. Sus enfrentamientos se libran en los pueblos débiles y pobres, los cuales sufren la destrucción y ponen las víctimas. En la Sollicitudo rei socialis, Juan Pablo II denunció que se los ha convertido en clientes obligadas del comercio de armas, desviando así sus escasos recursos en comprar equipo militar y armas, dislocando sus economías e impidiendo su desarrollo. Esta estrategia, además de dejar víctimas mortales, lisiados y una inmensa destrucción, ha generado millones de refugiados y desplazados. Todo esto ha pasado inadvertido para la opinión pública de los países del primer mundo o ha sido presentado como episodio anecdótico de países lejanos. La segunda guerra mundial fue resultado de las fuerzas de dominación, realidad que con nuevas modalidades sigue imperando en la actualidad. (López, A., "La maldición de las guerras", 1989).----- SOBRE LA JUSTICIA. Por su misma esencia, la justicia hace referencia a las relaciones entre personas. Son las relaciones las que son justas e injustas. La justicia exige que en toda relación se afirme la dignidad de la persona y se satisfagan plenamente sus aspiraciones de realización integral. Hacer la justicia supondrá, en primer lugar, lo que en las relaciones humanas hay -a veces bien disfrazado de injusto, de negación de dignidad- de ser más. Todo eso hay que eliminarlo e instaurar en su lugar una nueva forma de relación que satisfaga las exigencias de la justicia. Dentro de la complejidad de la vida humana, la forma en que se relacionan entre sí las personas no termina en las meras relaciones de individuo e individuo. Por el contrario, la forma en que más determinantemente nos relacionamos es a través de las instituciones y estructuras sociales. Por eso, los obispos pueden hablar de Medellín y Puebla de injusticia estructural o institucionalizada, de pecado social. Las estructuras sociales deben ser promotoras de justicia, no forjadoras de opresión e injusticia. Y es vocación fundamental del cristiano transformarlas en este sentido. Pero en el momento en que desbordamos los límites de una moral individualística nos econtramos con una dificultad seria: las estructuras, lo social no son algo que pueda ser percibido inmediatamente. La sociedad y sus estructuras son, en cuanto tales, invisibles. Y sin embargo, a no ser que queramos contentarnos con una percepción ingenua de las cosas, que nos llevará a decisiones también ingenuas e ineficaces, es necesario conocer esa realidad social y conocerla profundamente (Moreno, J. R., "Discernir para la justicia", 1990). ----- EL PAPEL DE LA PSICOLOGIA. Quizá la opción más radical que confronta la psicología centroamericana hoy radica en la disyuntiva entre un acomodamiento a un sistema social que personalmente nos ha beneficiado o una confrontación crítica frente a ese sistema. En términos más positivos, la opción estriba en si aceptar o no el acompañar a las mayorías pobres y oprimidas en su lucha por constituirse como pueblo nuevo en una tierra nueva. No se trata de abandonar la psicología; se trata de poner el saber psicología; al servicio de la construcción de una sociedad donde el bienestar de los menos no se asiente sobre el malestar de los más, donde la realización de los unos no requiere la negación de los otros, donde el interés de los pocos no exija la deshumanización de todos (Martín-Baró, I., "El papel del psicólogo en el contexto centroamericano", 1985) LA OPINION PUBLICA. Las encuestas de opinión pública pueden ser una manera de devolver a voz los pueblos oprimidos, un instrumento que, al reflejar con verdad y sentido la experiencia popular, abra la conciencia al sentido de una nueva verdad histórica a construir. No sería poco servicio a nuestros pueblos que los psicólogos sociales iniciáramos institutos de opinión pública, por modestos que tuvieran que ser sus comienzos, que les ayudaran a formalizar su experiencia, a objetivar la conciencia de su situación de opresión desmontando los discursos oficiales y abriendo así vías para la construcción de alternativas históricas más justas y humanas (Martín Baró, Ignacio. "La encuesta de opinión pública como instrumento desideologizador", 1989).----- LA VIOLENCIA. La prolongación indefinida de la guerra supone la normalización de este tipo de relaciones sociales deshumanizantes cuyo impacto en las personas va desde el desgarramineto somático hasta la estructuración mental, pasando por el debilitamiento de la personalidad que no encuentra la posibilidad de afirmar con autenticidad su propia identidad. No se puede entender entonces las crisis orgánicas sin su referente de tensión polarizadora, como no se comprende la inhibición sociopolítica sino frente al clima de mentira institucionalizada o el estereotipamiento ideológico frente a la militarización de la vida social. Pero, a su vez, las personas que se van formando en este contexto, van a asumir como connatural el desprecio por la vida humana, la ley del más fuerte como criterio social y la corrupción como estilo de vida, precipitando así un grave círculo vicioso que tiende a perpetuar la guerra tanto objetiva como subjetivamente (Martín-Baró, I., "La violencia política y la guerra como causas del trauma psicosocial en El Salvador", 1988) VIOLENCIA EN CENTROAMERICA. El problema de la violencia generalizada que actualmente vivimos en Centroamérica no es primero ni fundamentalmente un problema psicológico, sino un problema económico, político y social. Sin embargo, y por ello mismo, es también un problema psicológico. Hasta ahora el aporte psicológico a la resolución de este gravísimo problema ha brillado por su ausencia, cuando no con su anuencia más o menos implícita con la situación, conformándose en el mejor de los casos con paliar algunas de las consecuencias individuales más visibles de esa violencia, (Martín-Baró, I., "La violencia en Centroamérica: una visión psicosocial", 1987)----- SOBRE LA POLARIZACION. Entendemos aquí por polarización aquel proceso psicosocial por el cual las posturas ante un determinado problema tienden a reducirse cada vez más a dos esquemas opuestos y excluyentes al interior de un determinado ámbito social. Se da polarización social cuando la postura de un grupo supone la referencia negativa a la postura de otro grupo, considerado como rival. Al polarizarse, la persona se identifica con un grupo y asume su forma de captar un problema, lo que le lleva a rechazar conceptual, afectiva y comportamentalmente la postura opuesta y a las personas que la sostienen. Uno de los fenómenos característicos de la polarización social es el de la "imagen especular": de un lado y otro, las personas atribuyen al propio grupo las mismas características formales positivas y los mismos rasgos negativos al enemigo. Unos y otros ponen la bondad en la postura del endogrupo y la maldad en el grupo ajeno, de modo que la imagen se refleja de un grupo a otro y sólo cambia el término de la predicación. Lo que no indican los teóricos de la "imagen especular" es que, por un lado se trata de una equivalencia formal, es decir, ambos rivales se ven como la inversión de bondad y maldad, pero no se da necesariamente una equivalencia material, pues los contenidos específicos de las respectivas categorizaciones pueden variar: burgués-comunista, opresor-subversivo, imperialista-terrorista. La reciprocidad perceptiva de las imágenes grupales nada dice sobre su veracidad o falsedad objetivas. Que ambas imágenes se correspondan formalmente no significa por lo mismo que ambas sean igualmente verdaderas o falsas (Martín-Baró, I., "Polarización social en El Salvador", 1983).----- DERECHOS HUMANOS. Las fuerzas económicas, sociales y políticas, dejadas al libre juego del mercado, de la oferta y la demanda, de la competencia, no sólo no han podido resolver los problemas fundamentales de la sociedad, ni crear los medios y recursos indispensables para atender las necesidades básicas de las grandes mayorías, sino que han ido tejiendo y creando unas estructuras que lo imposibilitan de hecho, produciendo así una violación sistemática y estructural de los derechos económicos, sociales y culturales para una mayoritaria proporción de la sociedad salvadoreña, y una situación permanente de anticonstitucionalidad en este aspecto, abriendo con ello las puertas y legitimando movimientos que busquen cambios estructurales que posibiliten y viabilicen el cumplimiento de tales derechos. Si la guerra civil es productora de muerte y destrucción, son más las muertes que produce la pobreza, el desempleo, las enfermedades, la carencia de vivienda y de recursos mínimos. Se puede categorizar por consiguiente, no sólo como de una situación permanente de anticonstitucionalidad, sino de violación sistemática y estructural -o de un sistema y unas estructuras intrínsecamente violadoras- de los derechos humanos económicos, sociales y culturales de las grandes mayorías. La guerra podría tener un final militar, pero si no se resuelven los problemas estructurales que están a la base de la injusticia y de los conflictos, no se alcanzará la paz (Montes, S., "Los derechos económicos, sociales y culturales en El Salvador", 1988).- ---- REFORMAS. Si un pueblo -y un gobierno, como expresión de la voluntad de ese pueblo-, es consciente de que una estructura es injusta o inadecuada al menos, y se decide a realizar una reestructuración, una reforma, tiene que ser consciente de la gran responsabilidad nacional a la que se enfrenta. Se corre el peligro de caer en una demagogia, o en una antidemagogia. Se puede incurrir en la demagogia de hablar mucho y no hacer nada, o en la demagogia de proceder antitéticamente por puro sentimiento que pretenda ganarse las masas pero no solucionar nada. Por el contrario, acecha constantemente la tentación de una antidemagogia, es decir, de introducir alguna pequeña modificación que deje más o menos tranquilos a los más poderosos, pero engañe a las masas que seguirán en su postración cada día más angustiosa. (Montes, S., "Situación del Agro Salvadoreño y sus implicaciones sociales", 1973). ADMINISTRACION DE JUSTICIA. Los graves fallos de la administración de la justicia no sólo hay que atribuirlos a falta de independencia de los poderes -y "organos"- y a deficiencias económicas y financieras; es preciso adentrarse en las razones estructurales subyacentes, arraigadas en una sociedad desigual que privilegia los intereses de las minorías, y que se ve amedrentada por el poder desmesurado de grupos de presión prepotentes. (Montes, S., "Los derechos humanos en las plataformas de los partidos políticos", 1988).----- MEDIACION TEORICA. Todo esto nos aboca a un problema crucial: tenemos por un lado una realidad no directamente perceptible y además compleja, con dimensiones bien distintas (económica, política, social, cultural, religiosa, etc.) que se interrelacionan mutuamente. Una realidad que, además, no es estática, sino dinámica, en continua mutación. Por otro lado, vemos la necesidad de conocer esa realidad lo mejor que sea posible. No basta una mera recolección de los datos más fácilmente perceptibles, por ejemplo que más de 100 millones de latinoamericanos padecen miseria; para hacer un diagnóstico adecuado y tomar decisiones que puedan eficazmente transformar esa realidad hay que interpretarla de modo que se descubran las causas de los fenómenos percibidos; hay que preguntarse qué es lo que hace que 100 millones de latinoamericanos sufran de miseria. El problema es ¿cómo podemos conocer de esta manera una realidad que es invisible y compleja? Unicamente a través de adecuados instrumentos conceptuales. Necesitamos la mediación de las ciencias sociales que nos den una instrumentación teórica, un marco científico de referencia. Así podremos dar coherencia a los complejos datos que nos vienen de la realidad, en una interpretación que nos descifre los mecanismos que crean y mantienen las situaciones de injusticia y opresión y apoyar aquellos otros impulsores del cambio que transformen eficazmente y desde su raíz esas situaciones en otras propulsoras de justicia y fraternidad. De esta manera, la fe que busca hacerse operativa necesita del puente de estas mediaciones para descender a la realidad histórica concreta y situarse eficazmente en ella (Moreno, J. R., "Discernir para la justicia", 1990). ----- LAS CIENCIAS SOCIALES. Con esto confrontamos un nuevo problema. En el campo de las ciencias sociales no existe una única teoría interpretativa de la realidad. Se da una multiplicidad. Es necesario escoger. Esta elección tiene gran trascendencia y debe hacerse en auténtico descernimiento espiritual. Es evidente que la visión de la realidad y las consecuencias alternativas que de ella brotarán para la praxis social serán distintas si para analizar la realidad me atengo exclusivamente a una teoría funcionalista -que presupone la aceptación de la sociedad tal como es y en que lo que no se adapta a ella se mira como algo disfuncional cuya influencia tendrá que ser reducida a un mínimo- que si utilizo una teoría que admite los conflictos sociales, surgidos de los intereses grupales contrapuestos, y que privilegia la búsqueda de cambios estructurales. Puesto que esta mediación instrumental la hacemos impulsdos por una fe que busca eficazmente la justicia, el criterio del discernimiento será: ¿cuáles mediaciones son la que se nos muestran como más útiles para hacer más eficazmente la justicia? Y como la justicia es ante todo dar derecho al débil, al oprimido, al que no tiene poder para imponer por sí mismo sus derechos, la anterior pregunta puede reducirse a ésta: ¿qué mediaciones nos ayudan más, por un lado, a descubrir los mecanismos que empobrecen, oprimen, esclavizan, y por otro lado, a hacer viables los caminos que liberan, hacen justicia, dan participación a esos abandonados de la historia? "Por sus frutos los conocerán" (Moreno, J. R., "Discernir para la justicia", 1990). ---------------------------