© 1997 UCA Editores
Año 17
número 750
marzo 19
1997
ISSN 0259-9864
Número monográfico
Elecciones municipales y legislativas
EDITORIAL
Por fin, el 16 de marzo se realizaron los comicios municipales y legislativos en todo el territorio nacional. Como era de esperarse, ese día se pusieron de manifiesto un cúmulo de errores logísticos que eran desde luego previsibles dado el desempeño del Tribunal Supremo Electoral (TSE) a lo largo de todo el proceso electoral. Lo más notorio fue la violación a las normas que prohibían la realización de propaganda política el día de los comicios: en este punto el partido ARENA les llevó la delantera a los demás partidos, pues sin reparos de ninguna índole desplegó a su antojo banderas e insingnias en los distintos centros de votación.
Por supuesto que esta proclividad de ARENA a violentar la legislación electoral fue una constante desde el día en que se inició formalmente la carrera hacia las elecciones del 16 de marzo. A lo largo del proceso, la manipulación de imágenes y símbolos, la tergiversación histórica, las acusaciones infundadas y la denigración de los oponentes, especialmente del FMLN, fueron los temas preferidos de la propaganda arenera. Ante ello, el TSE no pudo o no quiso hacer nada, dando muestras de su incompetencia como instancia garante de la seriedad y altura política del juego electoral. En consecuencia, después de las elecciones del 16 de marzo, uno de los grandes retos de la instauración democrática en el país tendrá que ver con la reestructuración del TSE, misma que no podrá soslayar la discusión de las vinculaciones partidistas del actual tribunal electoral, así como la necesidad de crear una institución fiscalizadora y reguladora que no dependa en lo absoluto de presiones o chantajes partidarios.
Así pues, el TSE ha sido puesto en la mira de la crítica pública. Su deficiente desempeño, su falta de independencia y su evidente incapacidad para sancionar a quienes violaron la legalidad electoral hacen urgente su reestructuración. La consolidación democrática no podrá avanzar si persisten los errores garrafales que acompañaron a la campaña electoral de 1997, la cual sólo por una miopía histórica imperdonable puede ser calificada -como hizo Mons. Fernando Saénz Lacalle- de correcta en un 99 por ciento; es decir, como algo casi perfecto. Más apegado a la realidad se mostró Mons. Gregorio Rosa Chávez, para quien la labor del TSE fue "gris y poco firme", así como incapaz de convencer a la población sobre su neutralidad y objetividad en la realización de las elecciones recién pasadas.
Con todo, pese a las enormes deficiencias del TSE, miles de personas se hicieron presentes en los centros de votación de todo el país. Muchas otras no pudieron hacerlo debido a múltiples razones: por no aparecer en el padrón electoral, porque fueron cerradas las urnas debido a anomalías el día del evento o porque simple y llanamente no creyeron en la capacidad de los partidos contendientes y sus líderes para responder a sus demandas y necesidades. Curiosamente, entre estos últimos se encontraron varios miles de simpatizantes de ARENA quienes, sin haberlo hecho en anteriores ocasiones, esta vez se abstuvieron de votar. Fueron a ellos a quienes se refirieron, en tono de reproche, el actual alcalde Mario Valiente y la diputada Gloria Salguero Gross en las últimas horas del domingo 16 de marzo. Para esta última, muchos areneros se abstuvieron de votar por un exceso de confianza en el partido; para el primero, se trató de un descuido imperdonable, pues hubo quienes en lugar de asistir a las urnas decidieron irse de paseo a la playa.
A ambos dirigentes políticos se les olvidó barajar la posibilidad de que el abstencionismo en sus propias filas se debiera a un "voto de castigo" motivado por el deficiente desempeño municipal y legislativo de los ediles y diputados areneros. Negar esto significaría negar que los simpatizantes tradicionales de ARENA en las elecciones pasadas no sólo han apoyado decididamente a su partido, sino que han pospuesto paseos y fiestas hasta tener garantizado el triunfo electoral. Esta vez, claro está, no lo hicieron, y la explicación más fácil para la dirigencia arenera fue sostener que se trató de un exceso de confianza o un descuido, como si en el pasado sus votantes no hubiesen dado muestras de una constancia ejemplar, así como de una atención desmedida por el desenlace de los comicios. Los simpatizantes tradicionales de ARENA han sido constantes y fieles al partido; el 16 de marzo esa constancia y fidelidad fue rota por muchos de ellos. En lugar de buscar justificaciones simples, los miembros de ARENA deberían hacer un examen a fondo del problema; cuando lo hagan caerán en la cuenta de que el hartazgo político no ha sido ajeno a quienes antes le garantizaron un número seguro de votos.
El "voto duro" de ARENA se quebró; ante este hecho de nada sirvieron sus artimañas para evitar una participación masiva en las elecciones. De nada sirvieron sus alardes de prepotencia y matonería, su propaganda agresiva y su dinero. De nada sirvieron las descalificaciones a los sondeos de opinión y sus resultados. En sus propias filas no encontró la base firme que creyó poseer y que lo hizo sentirse seguro de regentar los destinos del país durante un tiempo indefinido. ARENA tiene que resignarse a aceptar el destino de cualquier partido político común y corriente: saberse dependiente de la decisión soberana de los ciudadanos, quienes con su voto pueden revocar sin mayor consideración su mandato.
Las consecuencias del descalabro político de ARENA están a la vista. Ante todo, el partido ha perdido ese bastión de simbolismo y poder que es la alcaldía de San Salvador. La coalición CD-MU-FMLN la ha hecho suya, con una contundencia que ha obligado a los dirigentes de ARENA a reconocer sin demora la derrota. Aunque no hay cifras definitivas al respecto, los conteos de votación efectuados hasta el día siguiente a las elecciones apuntaban a un claro predominio de la oposición y del FMLN en el control de la mayor parte de los municipios del país. En lo que se refiere a los resultados electorales para diputados, los avances informativos oficiales dejan entrever una cerrada disputa entre el FMLN y ARENA en la adquisición de bancadas parlamentarias. Entre ambas fuerzas políticas se sitúan, con porcentajes de votación nada despreciables, el PCN, el PDC y CD, con los cuales los partidos grandes tendrán necesariamente que negociar a la hora de tomar decisiones legislativas relevantes para el país.
Como quiera que sea, el partido ARENA ha sido el gran perdedor. No sólo ha perdido bastiones de poder que consideraba inalienables, sino que abruptamente se ha visto forzado a reconocer la otra cara del juego demócratico: la derrota. A nivel legislativo -y si las tendencias en la votación se mantienen- los grandes ganadores han sido los partidos que se encuentran entre ARENA y el FMLN, cuyos diputados tendrán en sus manos la aprobación o rechazo de determinadas leyes. El FMLN también ha ganado cosas importantes: el reconocimiento como una fuerza política de primera importancia y la oportunidad de hacer sentir, esta vez sin desventajas, su compromiso con los sectores más desprotegidos del país.
Una pregunta que queda en pie es si el país y el proceso democrático han ganado algo -o han salido perdiendo- en las elecciones y sus resultados. La respuesta en uno u otro sentido sólo la podrá dar el comportamiento de la clase política en el futuro inmediato. Lo que no puede obviarse es que el país y el proceso democrático resultarán perdedores si la clase política no rompe con los vicios atávicos que la caracterizan, es decir, con la corrupción, la compra-venta de favores y el servilismo. Aquí los partidos pequeños, pero con poder suficiente para decidir o bloquear decisiones legislativas, se pondrán a prueba. También se pondrán a prueba los partidos grandes en cuanto a su capacidad de negociar limpiamente y con transparencia aquellas iniciativas que se generen en su interior. Si este requisito se cumple, tendremos una Asamblea Legislativa con un carácter deliberativo que será importante a la hora de tomar decisiones trascendentales para el país; a su vez, ello contribuirá a que los partidos y sus dirigentes puedan recobrar la confianza y la credibilidad perdidas ante la sociedad.
Las elecciones del 16 de marzo y sus resultados se convierten en una oportunidad más para que la clase política demuestre su compromiso con las reglas y valores de la democracia. Si hasta este momento la mayor parte de quienes la constituyen han puesto sus intereses particulares por sobre los intereses del país y de la democracia, ha llegado la hora de revertir ese hábito antidemocrático y antipatriótico. Ha llegado la hora de anteponer el compromiso democrático a cualquier interés grupal o individual. El desafío tiene que ser enfrentado ante todo por el Presidente Armando Calderón Sol quien, como representante de todos los salvadoreños, tiene que respaldar decididamente los resultados de las elecciones y a las nuevas autoridades municipales y legislativas. De paso, el Presidente tiene que reconocer de una buena vez que el país no ha marchado como es debido; que los altos niveles de abstencionismo no indican una satisfacción de la ciudadanía con el desempeño gubernamental actual, sino más bien un marcado rechazo hacia el modo como ha sido gestionado el país en los últimos años.
Con las elecciones municipales y legislativas de marzo de 1997, el proceso de transición salvadoreño ha sorteado una prueba más. Aunque los resultados definitivos de las votaciones no se conocen todavía, es indudable que la alternancia en la gestión del poder estatal -requisito imprescindible de un ordenamiento democrático- se está asentando con fuerza en El Salvador. En la década de los 80 fue la democracia cristiana la que copó los espacios de ejercicio de poder estatal; a partir de 1989 esa posición fue ocupada por el partido ARENA; y ahora -dejando de lado el ejecutivo, que continúa en manos de ARENA- parece que le ha llegado el turno al FMLN. En las dos décadas que nos ocupan, las elecciones han sido mal que bien el instrumento privilegiado para dirimir la lucha por el acceso al poder. Todos los actores políticos, al menos de palabra, se han comprometido con el respeto a las reglas que la competencia electoral exige y todos han declarado estar dispuestos a aceptar sus resultados.
Las tendencias en la votación del día 16 de marzo apuntan a un predominio municipal del FMLN, así como a una mayoría compartida con ARENA en el parlamento, lo cual supone una drástica modificación de las relaciones de poder existentes hasta ahora. Tal como se comportaron los partidos perdedores en 1989 y 1994, cuando ARENA se alzó el gran ganador, ahora este partido tiene la obligación de respetar los resultados de unas elecciones que han dado el triunfo a la izquierda, así como una cuota significativa de poder a la oposición de centro izquierda y de centro derecha. La viabilidad del orden democrático en el país depende en buena medida de la responsabilidad con la que el partido de derecha asuma su derrota electoral, puesto que el respeto de las reglas que hicieron posible ese desenlace es lo que debe caracterizar a todo actor que dice estar comprometido con la instauración democrática.
"Lo que sí puede afirmarse -ha escrito Manuel Antonio Garretón- es que no hay perdurabilidad de este régimen [el democrático] si no hay una voluntad de los actores políticos y sociales significativos de mantener el régimen independientemente de sus resultados para uno u otro sector, es decir, si no hay voluntad democrática" [Garretón, M. A., "Cultura política y sociedad en la construcción democrática", 1991].
Es justamente esa voluntad democrática de los actores socio-políticos la que debe salir a relucir después de la contienda electoral que recién acaba de suceder en El Salvador. Hasta ahora, la misma no ha tenido la presencia debida, pues lo característico de la clase política en su conjunto ha sido la irresponsabilidad y el compromiso con los propios intereses grupales e individuales. Es decir, en la clase política salvadoreña ha sido exageradamente marcada la inexistencia de un compromiso con las reglas y valores de la democracia. Es ese compromiso el que tiene que ser potenciado y defendido contra viento y marea por todos los actores socio-políticos, sean estos de derecha, de izquierda o de centro. Mientras el mismo sea inexistente, la consolidación democrática continuará oscilando entre la involución autoritaria y el descrédito del sistema y de los partidos políticos.
Los políticos cargan sobre sus espaldas con un enorme descrédito ante la sociedad civil. No tienen otra forma de ganar credibilidad más que demostrando un compromiso decidido con la democracia. Esta es una deuda que la clase política tiene con la sociedad en su conjunto; una deuda que no se sabe cuándo van a comenzar a cancelar. Cuanto antes los políticos comiencen a asumirla como una obligación impostergable más pronto comenzará a perder sentido la desconfianza y los recelos que despiertan ante la sociedad. El país requiere un nuevo tipo de político, distinto del que hasta ahora ha predominado y que ha antepuesto a cualquier otro interés sus egoísmos más rastreros. Nadie dice que tienen que ser personas distintas a las que actualmente hacen política partidista; por supuesto que pueden ser las mismas, pero en sus valores y opciones debe operarse un cambio drástico, un cambio en el cual la opción por la democracia y sus valores ocupe un lugar privilegiado.
Compromiso radical con la democracia: eso es lo que tienen que demostrar los políticos y eso es lo que tiene que esperar y exigir la sociedad. Los políticos no comprometidos con la democracia, con sus exigencias, valores y reglas, no sirven de nada al país; más bien le hacen un grave daño: desalientan a la población a participar, fomentan la corrupción en las instituciones y destruyen los gérmenes de la ciudadanía, es decir, de ese ethos cívico que debe permear los poros de una sociedad que, como la salvadoreña, está empeñada en transitar hacia un orden democrático.
POLITICA
Antes de las elecciones del 16 de marzo flotaba en el ambiente político y social salvadoreño muchas inquietudes; varias de ellas referidas a las clásicas interrogantes que se plantean en los momentos previos al sufragio de la población: ¿acudiría a votar un electorado aletargado por el sopor del escepticismo y el desgano? ¿Quién resultaría vencedor? ¿De qué manera afectaría a la gobernabilidad del país una recomposición medianamente equitativa de la Asamblea Legislativa? Pero en el entramado de expectativas había una que, pese a no estar claramente planteada, parecía primar sobre las demás: ¿estaría suficientemente fortalecida la democracia en El Salvador como para que se tolerara y aceptara el gane, sino absoluto al menos parcial, de un partido que hasta hace seis años todavía empuñaba las armas para tratar de acceder al poder político?
Responder tal interrogante antes de las elecciones no era nada fácil, pues, por un lado, la campaña electoral se había caracterizado por un radical nivel de confrontación, por un reiterado uso del lenguaje ideológico propio del conflicto armado salvadoreño, y, por otro lado, porque, pese a que a nivel internacional los gobiernos derechistas latinoamericanos han accedido al poder a través de elecciones democráticas, los movimientos izquierdistas en América Latina no habían sido capaces de competir eficazmente con las derechas nacionales en el acceso a cuotas de poder relevantes. Es decir, en el caso salvadoreño, se conjugaban condiciones que por su novedad hacían difícil predecir los acontecimientos post electorales: la izquierda salvadoreña representada por el FMLN no sólo se logró insertar con mediano éxito en el sistema político después de la finalización de la guerra civil _guerra de la cual no salió como bando perdedor_, sino que también se presentó en estas elecciones con altas probabilidades de arrebatarle a una derecha de línea dura e intransigente una cuota importante de poder.
En otras palabras, en las elecciones del domingo 16 de marzo se estrenaba la posibilidad real de que un partido que venía de profesar ideologías marxistas-leninistas y que había sido parte de uno de los movimientos insurgentes de mayor fuerza a nivel latinoamericano compitiera, de igual a igual, con un partido de derecha que en gran parte se ha mantenido tal cual desde los tiempo de guerra. A diferencia de los otros procesos electorales latinoamericanos, en los cuales los partidos de derecha habían obtenido victorias fáciles ante grupos de izquierda débiles e incapaces de adecuarse a la altura de las exigencias democráticas, el FMLN sí se presentó como una alternativa palpable en el sistema político nacional, algo nuevo ante lo cual la acertabilidad de los pronósticos se tornaba difusa.
Así pues, los temores de un fraude electoral o de un boicot por parte del poder ejecutivo no eran del todo infundados. Aunque ambas posibilidades todavía no pueden ser descartadas, ya que ni el recuento de votos del Tribunal Supremo Electoral (TSE) ha finalizado ni los ediles y diputados de la oposición han entrado en funciones, ha sido más que sorprendente la civilidad con que hasta la fecha han respondido los actores políticos de derecha ante los resultados electorales provisionales. Si bien múltiples encuestas de opinión ya permitían predecir que, tal como ha sucedido, el FMLN acapararía un buen número de alcaldías y curules legislativos, no era igualmente predecible que personalidades tan poco tolerantes como Gloria Salguero Gross y el mismo Presidente de la República, Armando Calderón Sol, aceptarían de buena gana el posible gane del partido de izquierda. Sin embargo, y para sorpresa de muchos, tal cosa ha sucedido.
Inmediatamente después de que empezaran a ser conocidos los primeros resultados de las elecciones, importantes personalidades del partido ARENA dieron declaraciones en las que aceptaban y respetaban la voluntad popular que había llevado a que el FMLN se convirtiera en un fuerte competidor para ocupar el puesto de la primera fuerza política del país. Aunque las justificaciones que ARENA dio para explicar su relativa derrota pecaron desde el principio de una puerilidad e ideologización invulnerables a las razones más evidentes y reales, al menos en discurso se afirmó que la alternabilidad de fuerzas era una realidad que había que aceptar en un sistema en camino de democratizarse. Un paso trascendental en la vida política del país había sido dado.
Empero, si bien el comportamiento de los actores políticos ha sabido situarse, aunque sea momentáneamente y con traspiés, en el lugar que le toca ocupar dentro de una democracia, sólo actitudes igualmente comprometidas con la democracia por parte de los actores sociales del país permitirían afirmar que la vida política ha sufrido un cambio sustancial. Por ello, es útil realizar una somera revisión de uno de los ámbitos en los cuales concurren _con todos los peros del caso_ las opiniones de los agentes sociales del país: los medios de comunicación social escritos.
Pese a la diversidad de pensamientos que circulan por las páginas editoriales de los cuatros rotativos del país _La Prensa Gráfica, El Diario de Hoy, El Mundo y CoLatino_ , luego de la elecciones y en reacción a ellas, se han establecido dos tendencias en sus editoriales y columnas: una tendencia en la que priman la objetividad y la crítica constructiva frente al proceso electoral y sus resultados, y otra focalizada en el ataque frontal contra el FMLN, sus propuestas y planes de gobierno.
En la primera de estas tendencias se sitúan, aunque con claros matices de profundidad y calidad, el CoLatino, El Mundo y La Prensa Gráfica. En resumen, los principales puntos que se tocan son: a) los dos hechos característicos que marcaron las elecciones fueron el voto de castigo y el ausentismo, los cuales responden a un sistema político coloreado por su falta de creatividad, por su demagogia y por su carencia de planes de gobierno serios y responsables con las necesidades de la población; b) la pérdida de poder político por parte de ARENA no puede ser explicado _como el partido pretende_ calificando al electorado como apático, desinteresado y cómodo; más bien habría que reconocer como causas: su falta de mística política, los errores de su administración y su desinterés en purgar a sus elementos más ineficientes y corruptos; c) la recomposición de la Asamblea Legislativa, más que objeto de preocupaciones y temores, debe interpretarse como el deseo de la población de que las dos mayores fuerzas políticas trabajen juntas y en igualdad de condiciones por el futuro del país; es decir, debe interpretarse como un buen augurio, como señal de que se busca que las fuerzas políticas realicen una gestión basada más en el consenso que en componendas interpartidarias; d) la alternabilidad no sólo es una contingencia a esperar en un sistema democrático, sino además una necesidad para el mismo: los resultados electorales a favor del FMLN son muestra saludable de este dinamismo.
La segunda tendencia _la que enarbola El Diario de Hoy a través de sus editoriales_ se caracteriza más por ser una continuación absurda de la campaña sucia contra el FMLN que por dar espacio a análisis que permitan dilucidar los avances y retrocesos de la actual coyuntura política. Para los analistas y columnistas de este rotativo: a) el FMLN de hoy se identifica con los grupos comunistas y marxistas-leninistas de décadas ya pasadas, por lo cual sus propuestas no serían más que burdos calcos de las propuestas políticas de 1932 y los años 60 y 70; b) el rumbo económico actual es el más idóneo y preferible, por lo que una Asamblea Legislativa dominada por el FMLN sería nefasto y destructivo para el país, digno de temores rayanos a la histeria; c) el relevo del poder por parte de institutos políticos no cercanos a la derecha es más un mal necesario y pernicioso que una realidad a la que hay que abordar como síntoma del robustecimiento de nuestro sistema democrático; d) el relativo gane del FMLN no obedece a ningún mérito propio, sino que se explica simplemente por que los sectores electorales duros de ARENA se abstuvieron de votar.
Como es posible observar, las diferencias entre ambas líneas editoriales son tajantes. Pese a que las voces críticas y objetivas parecen ser las que ahora se están imponiendo sobre aquellas que han tomado como labor ineludible la difamación, el sembrar temor y confundir a la población, es alarmante que un rotativo _y con él los grupos de derecha que lo apoyan_ se niegue a reconocer la legitimidad de la voluntad popular, se empeñe en no aceptar que en el cambio se fortalece y madura la sociedad y el sistema político. Este tipo de actores sociales, evidentemente, muestran por sí mismos su anacronismo; asimismo, su peligrosidad reside en que por su poder de influencia en la sociedad terminen insuflando este anacronismo hacia partidos políticos e instituciones sociales que pretenden cambiar y adecuarse a los mecanismos de convivencia democráticos.
POLITICA
Uno de los resultados más claros de las pasadas elecciones ha sido la ruptura de la tradicional hegemonía en el ejercicio del poder que el partido Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) venía ejerciendo durante los últimos años. Tal y como lo sugerían las encuestas pre-electorales, los resultados de las pasadas elecciones para diputados y alcaldes muestran un claro incremento de la participación del partido Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). Adicionalmente, ha quedado claro que el escenario político salvadoreño se encuentra polarizado entre el partido de gobierno ARENA y el FMLN. Aunque el Tribunal Supremo Electoral (TSE) aún no da a conocer los resultados definitivos de las elecciones, los datos preliminares permiten tener una idea sobre los resultados de las mismas. En esto destacan al menos tres hechos principales: un incremento en el número de diputados del FMLN, una caída en el número de diputados de ARENA y un incremento en el número de Alcaldías del partido de izquierda, especialmente en las cabeceras departamentales y municipios del Gran San Salvador.
Además de estos resultados, una revisión de los datos disponibles muestra que a la base de este comportamiento no subyace un simple cambio de preferencias en el electorado. Los resultados de la votación no pueden interpretarse al margen de hechos como el incremento en el nivel de abstencionismo, el aparente estancamiento del caudal de votos del FMLN y la posible disminución de los votos de ARENA. En las siguientes líneas se busca interpretar el resultado de las pasadas elecciones, teniendo en cuenta la evidencia histórica de 1994, para hacer notar las principales tendencias en la clientela política de cada partido.
Un primer hecho que destaca es que, al parecer, el FMLN obtendrá mayor número de diputados en estas elecciones (un mínimo de 28 contra 21 en 1994), aunque no precisamente porque haya incrementado proporcionalmente el número de sus simpatizantes. En las elecciones para diputados de 1994, este partido obtuvo un total de 287,811 votos, mientras que en 1997 y una vez escrutadas un 58.7% de las actas, su caudal electoral es de 230,542 votos.
Considerando que en promedio cada acta electoral escrutada hasta ahora contendría 174.6 votos, aún restarían por escrutar un total de 646,172 votos, de los cuales un 34.27% (221,443) le corresponderían al FMLN. Según esta proyección, el total de votos que se le adjudicaron sería de 451,985, lo cual significaría un incremento del 57%.
Lamentablemente, estas proyecciones no son suficientemente confiables, pues el número promedio de votos por acta electoral puede en realidad diferir sustancialmente del promedio calculado arriba; especialmente si se considera que los municipios que han sido escrutados son los más densamente poblados del país. El promedio de votos de las actas aún no escrutadas podría en realidad ser mucho menor de 174.6.
De hecho, versiones periodísticas basadas en reportes del TSE establecían que actualmente habrían sido escrutados un 75% del total de votos. De ser esto así, el FMLN no lograría superar ni siquiera en un 5% el total de votos obtenidos en 1994. Así, pues, el mayor número de diputados del FMLN se debería más bien a una disminución en el número de votantes, a la caída del número de votos de ARENA -lo cual se revisa a continuación- y a la relativa estabilidad de la clientela electoral del FMLN. Este ha sido precisamente el argumento que han esgrimido personeros del partido ARENA para justificar el ascenso político del FMLN, aun cuando hasta este momento resulta prematuro afirmarlo.
Según estimaciones basadas en los votos escrutados, y de mantenerse las tendencias actuales, ARENA experimentaría una reducción en su número de diputados (de 39 en 1994 a poco más de 28 en 1997), lo cual prácticamente equilibraría la cuota legislativa de ARENA y el FMLN. Sólo se podría aceptar la hipótesis de que el FMLN mantuvo su cuota de votos y que la de ARENA disminuyó drásticamente, cuando se hayan escrutado la mayoría de votos. De esta forma, si en las elecciones de 1994 ARENA logró un total de 605,775 votos, para 1997 el escrutinio de un 75% de los votos le otorgaba solamente un total de 238,140. Nuevamente, de mantenerse las tendencias, este partido podría aspirar a un total de sólo 321,395 votos, lo cual representa tan sólo un poco más de la mitad de los votos obtenidos en 1994. Este sería el resultado más notable de las elecciones y el que habría provocado los cambios más llamativos en la composición de la Asamblea Legislativa, aunque aún a nivel hipotético.
En lo que respecta a las elecciones para las Alcaldías Municipales, el comportamiento de los resultados refleja una situación similar a la observada en las elecciones para diputados. El caudal de votos del FMLN, de acuerdo a los datos preliminares, muestra un total de 217,378 votos, lo cual se encuentra por debajo del total de 273,498 obtenido en 1994. ARENA, por su parte, totalizaría un total de 242,986 votos, lo cual está muy por debajo de los 598,391 obtenidos en 1994. Parece claro que ARENA sí experimentará, al igual que en las elecciones para diputados, una fuerte merma en su número de simpatizantes. A nivel departamental, lo más notable de las elecciones para alcaldes ha sido sin duda el incremento de las alcaldías en manos del FMLN y, aún más, las victorias en la capital y la mayoría de cabeceras departamentales.
El ausentismo ha sido sin lugar a dudas la categoría que mayor número de votantes carnetizados ha absorbido. De ser cierto que ya fueron escrutados un 75% del total de votos, resultaría que poco más de 940 mil personas votaron, lo cual, considerando que de acuerdo al TSE existen un total de 2,679,055 de carnets entregados, implicaría un abstencionismo de cerca del 65%. Este hecho, más que la pérdida o ganancia de cuotas de poder, es el que debería llamar la atención de los partidos políticos.
El elevado ausentismo, sumado a la polarización del espectro político, levantan serias dudas sobre la potencialidad del sistema de partidos políticos, en la medida que éste no parece motivar a la sociedad civil al ejercicio del sufragio. A diferencia de las pasadas elecciones, no puede hablarse de una primera fuerza política. Por una parte, ARENA parece haber perdido la hegemonía necesaria para imponer su proyecto político, principalmente porque no tiene una respuesta para la problemática de la justicia social; por otra, el FMLN muestra que aún no cuenta con una imagen capaz de incrementar significativamente su caudal de votantes y hegemonizar el poder lo suficiente para imponer su proyecto de sociedad.
Los resultados de las elecciones sugieren que hasta ahora el rumbo de la política económica y social aún no satisface las expectativas de la mayoría de la población y que el sistema de partidos políticos continúa perdiendo credibilidad frente a la clientela electoral.
PAR-TIDO | VOTO1997 DIP* | % | VOTO 1994 DIP | % | VOTO 1997 ALC* | % | VOTO 1994 ALC | % | DIP* | ALC* |
ARE-NA | 238,140 | 35.4 | 605,775 | 45.03 | 242,986 | 36.8 | 598,391 | 44.5 | 28 | 118 |
FMLN | 230,542 | 34.3 | 287,811 | 21.4 | 217,378 | 32.9 | 273,498 | 20.3 | 28 | 54 |
PDC | 53,234 | 7.9 | 240,451 | 17.9 | 59,417 | 8.9 | 261,130 | 19.4 | 7 | 14 |
PCN | 54,595 | 8.1 | 83,520 | 6.21 | 59,858 | 9.0 | 107,110 | 8.0 | 10 | 13 |
ALC: Alcaldes
* Cálculos preliminares
Una de las cosas que quedó demostrada en la jornada electoral del 16 de marzo, día en que se llevó a cabo la tan esperada "encuesta verdadera", fue, ante todo, la vigencia y la validez de las encuestas de opinión pública realizadas objetiva y científicamente en un país como El Salvador. Esta legitimidad de las investigaciones de opinión pública no se basa tanto en la correspondencia de los resultados electorales con las tendencias partidarias señaladas por las encuestas, sino que la validez de los sondeos independientes de opinión pública se basa en su capacidad de describir el ambiente subjetivo en el cual el evento electoral habría de tomar lugar y de ofrecer elementos para entender las aspiraciones de la población en un momento de decisiones nacionales.
Ciertamente, las encuestas autónomas de opinión pública como las del IUDOP -es necesario diferenciarlas porque también existieron las partidarias con objetivos propagandísticos- adelantaron hechos como la reñida disputa por la mayoría de los votos entre los partidos ARENA y FMLN, la ventaja de Héctor Silva sobre Mario Valiente en la competencia por la Alcaldía de San Salvador, la disputa entre el PDC y el PCN por el tercer lugar de las preferencias del electorado, la fuerza electoral del FMLN en el Área Metropolitana de San Salvador, la prevalencia de ARENA en el oriente del país, la vigencia del Partido Demócrata Cristiano en los departamentos de La Unión y Morazán, entre otras cosas. Sin embargo, el mayor valor del trabajo de las encuestas no radica en todos esos elementos; hay que recordar que los sondeos son fotografías sociales tomadas en momentos determinados y que captan imágenes que tarde o temprano y por efecto de la dinámica social habrán de variar. En el caso salvadoreño y en la coyuntura actual, el valor fundamental de las encuestas independientes de opinión pública radica en que éstas mostraron la poca credibilidad y confianza que tiene la población en el sistema político, en los partidos políticos y en el proceso electoral; actitudes que, al final, ocasionaron que más de la mitad de los salvadoreños no se decidiera por partido alguno y más bien optara por no asistir a votar.
En otras palabras la validez de las encuestas de este proceso electoral hay que buscarla en la medida en que éstas adelantaron y previnieron que los ciudadanos no estaban convencidos de la importancia y la necesidad de ir a votar. Las encuestas del IUDOP de la UCA estuvieron llamando la atención desde hace más de un año, sobre el poco interés y confianza que mostraban los salvadoreños frente a los comicios legislativos y municipales de 1997; las últimas encuestas pre-electorales mostraron un ascenso en el interés de la población por el proceso, pero al mismo tiempo revelaron que con la campaña electoral, la confianza no mejoró sino que, en algunos casos inclusive, descendió aún más. Los sondeos mostraron el desencanto del salvadoreño común con la clase política, a la cual percibían más preocupada por sus propios intereses, y señalaron que, a menos que los dirigentes políticos hiciesen algo, la mayor parte de los electores habría de castigarlos con la indiferencia en el día de las elecciones. En tal sentido, las encuestas de opinión pública realizadas de manera independiente dieron la oportunidad a los ciudadanos de manifestar a la clase política lo que esperaban de ella no sólo de cara a la posibilidad de gobernar sino que también inclusive de cara al desarrollo de la campaña electoral -las encuestas hicieron esto quizás inclusive en mayor medida que algunos medios de comunicación, los cuales olvidaron la agenda ciudadana y en buena medida se plegaron a la agenda propagandística de los partidos políticos- . Es más, a través de los sondeos, los salvadoreños pidieron actitudes más conscientes y maduras de parte de los políticos en plena campaña electoral y reclamaron soluciones creativas y distintas a los principales problemas del país.
No obstante, la mayor parte de la clase política y sobre todo aquellos grupos más acostumbrados al ejercicio absoluto de poder y la prepotencia, hicieron caso omiso a las encuestas y se dedicaron más bien a atacarlas duramente sin pensar -al menos eso parece- que al hacerlo estaban rechazando las aspiraciones ciudadanas y siendo indiferentes al clamor popular . Por ello, el "mayor pecado" de aquéllos que arremetieron contra las encuestas no radica en sus intentos por desprestigiarlas a toda costa basados en el cuestionamiento de las tendencias electorales, sino que al hacerlo y obnubilados por una visión egocéntrica de la realidad, desautorizaron el derecho que tiene la población de una sociedad supuestamente democrática para señalar y pedir cuentas a sus representantes.
Pasada la fiebre y la histeria por los comicios, la actitud más madura de aquéllos que atacaron las encuestas sería la de revisarlas con calma, escuchar lo que la población les quiere decir, aceptar que cometieron errores y comenzar a trabajar de forma transparente por ganarse la confianza perdida de los ciudadanos. Esa es la manera más útil y sensata de pedir disculpas a la sociedad salvadoreña.
DERECHOS HUMANOS
Con un ausentismo evidente de la población, el domingo 16 de marzo tuvo lugar el evento mediante el cual se escogieron las personas que --durante los próximos tres años-- fungirán como representantes de las y los salvadoreños en los gobiernos municipales y dentro del Órgano Legislativo. Pese a que aún no se tenían los resultados oficiales completos al momento de escribir estas líneas, con lo que sucedió a lo largo de la campaña propagandística y los datos que conocemos de la votaciones --"casi casi" oficiales-- ya es posible lanzarnos a comentar algo sobre lo sucedido y en relación a ciertas cosas que pueden preverse en lo inmediato. Todo ello, pensando siempre en el bien común, muy por encima de los colores partidarios y la euforia o el desconsuelo generados por el descenlace de los comicios.
Ya lo dijimos hace una semana: tal como se desarrollaron los acontecimientos previos al día en que se realizó la jornada electoral, esa parte del proceso debe calificarse como un fraude. ¿Por qué? Por varias razones. En primer lugar, por las víctimas mortales y de otro tipo, producto de las acciones violentas a lo largo de la campaña. También por el abundante gasto realizado en conjunto por los grupos contendientes para promocionar su imagen, en el marco de la situación económica y social tan difícil en la que se encuentra sumergida la mayor parte de la gente en el país. ¿Y qué decir de la escasa oferta seria y responsable de los mismos, ante los graves problemas del país?
Finalmente, por el irrespeto a las "reglas del juego" previamente establecidas, mediante las reformas al Código Electoral hechas en la Asamblea Legislativa, algunas de ellas totalmente contrarias a la legalidad. Todo ello, en un marco donde la máxima autoridad --el Tribunal Supremo Electoral-- demostró que no tenía las agallas suficientes para frenar las irregularidades y sancionar a sus responsables. Con ese cuadro, no extraña que el domingo 16 haya dejado de acudir a las urnas el sesenta por ciento o más de la población electoralmente activa.
Y es que, además, todavía no surgen en el país reales opciones políticas diferentes a esas que fueron las principales fuerzas protagónicas de la guerra, de la negociación para ponerle fin a ésta y de la etapa en la cual debieron cumplirse los compromisos establecidos en los acuerdos de paz. Es más: destaca el hecho que éstas dos siguen contando con apoyos proporcionalmente similares a los que tuvieron de la gente durante la época del conflicto armado. Eso podría significar que --así como antes estuvieron "empatadas militarmente"-- en las urnas se comprobó que nos encontramos ante una especie de "empate político", y que la mayor parte de esa población en capacidad de votar no tomó partido por una u otra de ellas.
Pero no podemos quedarnos ahí, ya que el escenario ha cambiado y debe cambiar aún más tras las elecciones recién pasadas. Sin duda, para esas dos fuerzas principales --el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) y la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA)-- ahora son otras las condiciones en las cuales deberán moverse, como también son muy diferentes los roles que deben jugar el resto de los grupos políticos, las organizaciones de la llamada "sociedad civil" y una población que -- independientemente de las versiones parcializadas-- desde hace muchos años permanece alejada de esta u otras formas del quehacer político.
En principio, se puede hablar de algo sustancialmente distinto a lo sucedido antes en El Salvador. La tradición en nuestro país nos habla de procesos electorales en los que casi nunca se obtuvieron resultados positivos. Por lo regular, el pueblo siempre salió defraudado de ellos y cada vez con menos ánimos para involucrarse en "política". Y no podía ser de otra forma, si fue tanto lo que tuvo que padecer cuando se le cerraron los espacios de participación política y se manipuló su voluntad mediante los fraudes descarados y la represión, en función de imponerle candidatos y gobiernos no deseados.
Sin embargo, las elecciones del domingo 16 de marzo han arrojado señales en una dirección diferente. Con lo que hasta ahora hemos podido observar, se puede afirmar que comienzan a producirse algunas cosas positivas. En primer lugar, se debe decir que ganó la población que votó pues ésta decidió en las urnas equilibrar la correlación de fuerzas políticas a través de un voto más razonado. Así, el FMLN y ARENA se encuentran advertidos de que no cuentan con un "cheque en blanco" para hacer lo que quieran con el país y su gente, sino con una "letra de cambio" a pagar dentro de dos años, cuando tengan lugar las próximas elecciones.
Ganó también la población que decidió conscientemente no votar, porque con ello lanzó una severa "señal de alerta" para que se realicen con urgencia los cambios que necesita el sistema político electoral vigente. Un sistema que es, a todas luces, deficiente y excluyente; un sistema dentro del cual existen agrupamientos políticos que no están a la altura de un pueblo cada vez más crítico de su actuación. Además, estas personas que decidieron participar no votando ganaron porque su señal --en lo inmediato-- parece haber encontrado eco en los partidos, en el Tribunal Supremo Electoral y hasta en el mismo Órgano Ejecutivo. El titular de este último --prescindiendo de las razones que lo motivaron-- ya convocó a una discusión encaminada a modificar la Constitución en, por lo menos, dos aspectos: el del voto domiciliario y el de armonizar calendarios para realizar los eventos electorales.
Las expresiones sociales organizadas son otras de las ganadoras, porque con sus foros de discusión y educación cívica junto a su capacidad crítica y propositiva, ampliaron tanto sus espacios de participación como su peso específico para incidir eficazmente en la democratización del país. Ese importante protagonismo se comenzó a gestar durante las elecciones de 1994 y ahora fue más notorio. Tanto así que, con las actividades impulsadas desde estos espacios, se logró restarle impacto a una campaña de la llamada "clase política" caracterizada por ser vacía de contenidos, llena de negatividad y derrochadora de recursos, muchos de los cuales bien se podían haber utilizado para mejorar --por ejemplo-- el tan deficiente sistema estatal de salud.
Ganó el FMLN porque ese domingo 16 de marzo reafirmó su legitimidad política, a pesar del esfuerzo que hicieron sus adversarios y sus "comparsas" por presentarlo como la "amenaza" para la gobernabilidad y la estabilidad del país. Le ganó a aquellas hipócritas voces que pretendieron manipular un pasado todavía no resuelto, para restarle simpatías entre la gente o generarle a ésta más temores. También ganó el Frente al vencer la peligrosa tentación de responder violentamente a quienes asesinaron cinco de sus correligionarios durante la campaña, con lo cual demostró su decisión de respetar la institucionalidad del país y utilizar sus cauces para solucionar cualquier conflicto, por grave y doloroso que éste sea.
Asimismo, ha ganado la oportunidad de ser y hacer gobierno de manera distinta a todas las que tradicionalmente se han conocido en nuestro país y que tanta desilusión le han producido a la gente. Ahora, pues, se encuentra ante la posibilidad de conducir los destinos de una significativa cantidad de salvadoreñas y salvadoreños en sus municipios --urbanos y rurales, grandes y pequeños-- sobre la base de una participación amplia y pluralista de las comunidades y las organizaciones sociales, a fin de buscar juntos y con transparencia soluciones eficaces a los problemas.
ARENA tampoco dejó de ganar, porque recibió una llamada de atención que le abre la posibilidad a una revisión seria y responsable de su propuesta para el país y de su actuación hasta ahora. La ocasión y las circunstancias son propicias para evaluar lo hecho y para darse cuenta de lo que debe hacer en adelante, a fin de garantizar su continuidad como una de las principales fuerzas políticas del país, moderna y capaz de contribuir a la consolidación de una paz real cuyas bases son la verdad y la justicia. Al reconocer los triunfos de la oposición, ARENA ganó también en madurez y credibilidad democráticas.
La Fuerza Armada, que antes jugó un papel negativo en los eventos electorales, hoy --por su ausencia-- brilló. Su acuartelamiento el domingo 16 de marzo es una buena muestra de la voluntad que parece existir en su actual dirigencia, encaminada a respetar el desarrollo institucional del país. Ni por asomo aparecieron los fantasmas de su pasado; un pasado que, lastimosamente aún no supera mientras algunos de sus antiguos representantes sigan siendo agentes propiciadores de la violencia, la corrupción y la impunidad. La Policía Nacional Civil no se quedó atrás, al cumplir con su función constitucional de garantizar el orden, la seguridad y la tranquilidad públicas durante los comicios.
Finalmente, ganó todo El Salvador porque se empieza a demostrar que el voto puede ser una herramienta importante para construir una sociedad distinta: democrática y participativa, donde tengan vigencia los derechos humanos de todas y todos. En ese marco de ganadoras y ganadores, parece que ni el FMLN ni ARENA se pueden proclamar vencedores para asumir el control de la próxima Asamblea Legislativa. Y eso representa un triunfo más para el pueblo salvadoreño pues ahora esas fuerzas deberán sentarse, de nuevo, a negociar y acordar políticas y acciones que garanticen el beneficio de la población entera.
Así lo hicieron cuando hace más de cinco años, con la mediación de la comunidad internacional y la ONU, lograron alcanzar un objetivo que --en ese entonces-- era el más urgente: finalizar los enfrentamientos armados e iniciar la construcción de un Estado democrático de Derecho. Ahora, el gran desafío que tienen ante sí es el de trabajar por superar la situación de inseguridad personal y violencia que abate al país entero, para poder después encaminar los principales esfuerzos a elevar los niveles de seguridad en otros aspectos, principalmente en lo referente a los temas económico y legal.
Las cartas están sobre la mesa. Si --como dijimos antes-- tras el evento electoral que acaba de pasar el país resultó ganador, ahora nos toca pensar bastante sobre lo que debemos hacer para no desperdiciar esos beneficios y lograr que, por el contrario, éstos se incrementen. Porque no se debe pensar que con una jornada electoral sin incidentes graves, ya quedó instalada la democracia en El Salvador; ni que los obstáculos para lograr esa ansiada democratización del país se superaron automáticamente por la actitud moderada asumida, en su mayoría, por dirigencias y bases de los grupos políticos.
Por eso insistimos señalando que ese enorme porcentaje del electorado que no votó demostró, con ello, algo que no debe interpretarse de una manera simplista: con esa actitud se ha cuestionado de fondo el actual sistema político electoral y se está exigiendo cambios sustanciales en lo que respecta a sus reglas formales, a la estructuración del Tribunal Supremo Electoral, a las maneras de actuar por parte de sus protagonistas y a los mismos protagonistas. Pero, sobre todo, es un serio llamado de atención para estos últimos, que los debe motivar a replantearse su relación con una población urgida de esperanza y necesitada de razones para involucrarse en los asuntos importantes de una nación que, hasta ahora, no ha sido conducida por el mejor de los rumbos.
DECLARACIONES. A través de una cadena nacional de radio y televisión, transmitida el 17.03, el Presidente de la República, Armando Calderón Sol, manifestó la posibilidad de implementar, urgentemente, el voto domiciliar y de armonizar el ciclo electoral de diputados y alcaldes con el presidencial, como una forma para combatir el ausentismo que se agudizó con el evento electoral del 16.03. El mandatario consideró promover una reforma constitucional e iniciar el proceso de aprobación aun antes que la actual Asamblea Legislativa concluya su labor. El voto domiciliar fue uno de los componentes de la reforma al Código Electoral acordados por el partido oficial y los de oposición a mediados de 1994, pero que fueron bloqueados por ARENA en la actual legislatura. Calderón Sol se refirió al ausentismo como "el resultado más notable" de las pasadas elecciones, a las que asistió sólo el 40 por ciento de los electores. "Invito a todos los partidos políticos a colaborar en un análisis de estas propuestas", dijo al argumentar que "la reducción en el voto se vio tanto por el lado de la oposición como por el del gobierno". El mandatario argumentó que el ausentismo pudo haber tenido su origen en que "las personas están conformes con el rumbo del país"; no obstante, sostuvo que para su gobierno la reducción en la cantidad de votantes que acudieron a las urnas "se vuelve una preocupación real". "Creo que hay conciencia clara de que no sería favorable para nuestra democracia, que la tendencia del abstencionismo se mantenga hacia las elecciones de 1999 y las sucesivas", agregó (LPG 18.03 p.7-a, DH 18.03 p.3).
RESULTADOS PRELIMINARES. Según informes expedidos por el Tribunal Supremo Electoral sobre los resultados preliminares de las votaciones, el partido ARENA habría alcanzado 238,140 votos válidos, que representan el 35.4% del total de votos, y el FMLN 230,542 (34.27%); seguidos por el PCN con 54,595 (8.12%) y PDC con 53,234 (7.91%). Los datos procesados fueron extraídos de 4 mil 40 actas de las Juntas Receptoras de Votos, de un total de 7 mil 740 lo que representa el 58.66% del universo. Según las cifras, mientras ARENA podría obtener 29 diputados para la Asamblea Legislativa, el FMLN lograría 28, el PCN 11, PDC 9, CD y PRSC con dos cada uno y el Movimiento de Unidad (MU), uno. En tanto, los partidos Movimiento de Solidaridad Nacional (MSN), Partido Demócrata (PD), Pueblo Libre (PL) y Movimiento Auténtico Social (MAS) son proclives a desaparecer por no alcanzar al menos el tres por ciento de votos válidos a nivel nacional. Las cifras preliminares concedieron 14 diputados de 20 probables procedentes de la Plancha Nacional a los partidos ARENA y FMLN; el resto se lo reparten el PCN con dos; y el PDC, CD, PRSC y PLD con uno cada uno. En lo que se refiere a las alcaldías, extraoficialmente, se estima que ARENA alcanzó el triunfo en 118 alcaldías, el FMLN en 54, PDC con 14, PCN en 13. El resto habría sido ganado por el MU, PLD y PRSC. Mientras tanto, el Comité Ejecutivo de ARENA (COENA) reconoció, el 16.03, la disminución del número de diputados y alcaldes de ese partido atribuyéndola al "exceso de confianza" de sus simpatizantes que no acudieron a las urnas (LPG 18.03 p.4-a, LPG 19.03 p.5-a, DH 17.03.97 p.3, DH 18.03 p.6 y 7, DL 17.03.97 p.7 EM 17.03.97 p.3).
INQUIETUD EMPRESARIAL. El presidente de la Cámara de Comercio e Industria de El Salvador, Luis Cardenal, afirmó, el 17.03, que los empresarios salvadoreños manifiestan una "moderada" inquietud ante los resultados de las elecciones legislativas y municipales. Cardenal sostuvo que el ambiente de incertidumbre puede verse por un posible cambio en la legislación existente que genere tal inseguridad y desconfianza en el país, que espante la inversión nacional y extranjera; agregando que la inquietud continuará hasta que el FMLN demuestre "con hechos" su promesa de concertar con todos los sectores de la sociedad salvadoreña. Mientras tanto, el presidente del Banco Agrícola Comercial, Archie Baldochie, observó que "cualquier cambio genera inquietud". En la banca, según Baldochie, los resultados electorales no afectarán la trayectoria o la seguridad hasta el momento proyectada. Por su parte, la Presidenta de la Asociación de Medianos y Pequeños Empresarios (AMPES), Leticia Rivas, aseguró que "entre ellos no hay temor". De igual forma, el gerente general de Colgate Palmolive y uno de los principales miembros del Comité Económico de la Cámara Americana de Comercio (AMCHAM), Miguel Angel Ramírez, manifestó que el avance del FMLN en los resultados electorales "es una clara indicación de que la política del Gobierno ha generado mucho descontento en las capas más desposeídas de la población. En adición, miembros de la clase media y media-baja tampoco se sienten identificados con la política social y económica seguida por el gobierno" (LPG 18.03 p.3-c y DH 18.03 p.5)
TERCERA FUERZA. La coalición de los Partidos Demócrata (PD) y Demócrata Cristiano (PDC) se autoproclamó, el 18.03, como la tercera fuerza política de las elecciones legislativas y municipales del 16.03. Identificados como el "Gran Centro Democrático", el PD y PDC aseguraron estar ubicados en el tercer lugar. En un comunicado conjunto, dado a conocer a la prensa, ambas formaciones se adjudican como coalición 25 alcaldías municipales y la representación de 11 diputados a nivel nacional, aunque se disputan dos escaños más, según el secretario general del PDC, Ronal Umaña. Los políticos reconocieron en el documento los resultados de las elecciones como "legítimos", a la vez que llamaron a los "ganadores" a evitar la polarización. El consolidado preliminar de los resultados electorales establece que el PD no alcanzó los 3 puntos en el porcentaje de votos exigidos por la ley; no obstante, Umaña afirmó que la existencia del PD no está en juego, ya que por su coalición con el PDC obtuvo más del 9% y por lo tanto no puede ser sometido a dicha disposición electoral. "El PD no va a desaparecer", agregó. Por su parte, el dirigente del PD, Joaquín Villalobos, dijo que al tomar en cuenta el tiempo de formación de su partido y los pocos recursos que invirtieron en la campaña "hemos obtenido en nuestra primera elección unos resultados óptimos". Ambos partidos se comprometieron a alcanzar una mayor consolidación de la alianza y una estrategia común con proyección a las elecciones presidenciales de 1999 (ACAN-EFE 18.03).
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