© 1997 UCA Editores
abril 16
1997
ISSN 0259-9864
Una presidencia difícil
Reestructuración en ARENA
Privatización de las sociedades distribuidoras de energía eléctrica
Consecuencias sociales de la nueva Ley de Migración de EEUU
Las maquilas, de nuevo (II)
El desafío de la criminalidad urbana
Consecuencias sociales de la nueva Ley de Migración de EEUU
Cualquiera que haya observado las tendencias de la política estadounidense de los últimos años sabrá que la aprobación y puesta en marcha de la nueva Ley de Migración no es más que la expresión natural de un nacionalismo exacerbado que encuentra en los inmigrantes el chivo expiatorio para todos los grandes problemas de Estados Unidos. En la década en que la libertad de mercado y la movilización irrestricta del capital son dogmas inescapables, el vecino país del norte se encuentra a la búsqueda de todos los mecanismos posibles para sellar, física y legalmente, sus fronteras al flujo de emigrantes de los países latinoamericanos.
En este contexto, la vida de los indocumentados en Estados Unidos se ha convertido en una dramática prueba de persistencia. Los millones de latinoamericanos que se encuentran en ese país han debido encontrar la fuerza necesaria para vivir en una sociedad con una tradición xenófoba centenaria ahora deben presentar las justificaciones necesarias para que un juez norteamericano les permita permanecer en un país que les niega servicio médico, educación para sus hijos, salarios equivalentes a los de la población blanca; es decir, deben convencer a un Estado urgido por expulsarlos de que, contra viento y marea, están decididos a continuar realizando el trabajo que su población nativa se niega a realizar, aunque el precio de su estadía sea el de adquirir el estatuto de ciudadano de cuarta o quinta categoría.
Pese a que las gestiones realizadas por los cancilleres de los países de Centro América y el Caribe han logrado que el Estado norteamericano extienda el plazo de las deportaciones hasta septiembre de este año y que la aplicación de la nueva Ley de Migración no tenga un carácter retroactivo para los centroamericanos que tramitan su legalización, la amenaza de una deportación masiva de salvadoreños ilegales en Estados Unidos ha empezado a cobrar el carácter de una crisis nacional, en especial cuando se considera que estos aportan cerca de mil millones de dólares anuales en concepto de remesas a la economía salvadoreña y que a la cabeza de la lista de los ilegales a ser deportados están los salvadoreños que cumplen penas por haber cometido delitos o cuya conducta puede ser calificada como antisocial.
La Ley de Migración, pues, plantea dos problemáticas nacionales: la económica, relacionada con la cuestión del cese o disminución del flujo de remesas, y la social, vinculada a la recomposición social que originaría una deportación masiva. Dejando de lado el primer punto (si se desea, pueden verse los análisis al respecto publicados en Tendencias de junio de 1996, "El futuro de las remesas", y en Proceso, 734, "Los hallazgos de Segundo Montes en torno a las remesas"), lo que a continuación se analizarán son algunas de las consecuencias sociales que traería a El Salvador el regreso de un buen número de compatriotas residentes en Estados Unidos.
El problema del empleo
No es ningún secreto que una de las motivaciones que llevaron a que cerca de un millón de salvadoreños abandonaran el país en busca de un "mejor" porvenir fue la falta de oportunidades de empleo y, en consecuencia, la difícil situación económica. Salir del país con rumbo a Estados Unidos, pese a todos los riesgos y privaciones, fue y sigue siendo una opción a mantenerse inmóvil en medio de la pobreza y el desempleo. Ahora bien, ¿que pasaría si miles de estos salvadoreños que envian una constante ayuda económica a sus familiares regresaran al país?
En primer lugar, es obvio que el actual mercado laboral salvadoreño sería incapaz de acogerlos. Los que se vieran obligados a regresar o tendrían que contar con un nivel de estudios superior al que poseían antes de su partida para tener mayor posibilidades de conseguir trabajo _algo por lo demás imposible si se considera que en Estados Unidos la mayoría de los puestos de empleo para los salvadoreños ilegales han requerido desde siempre el mínimo de educación formal_ o tendrían que regresar con el capital suficiente como para montar una pequeña o mediana empresa capaz de sobrevivir en medio de una profunda recesión económica. En otras palabras, la sociedad salvadoreña, en su estado actual, sólo podría asumir de dos modos a los deportados: como desempleados _población que posiblemente podría incentivar a las industrias maquileras a abrir nuevas fábricas para captar un sector desesperado y acostumbrado a las labores más duras_ o como pequeños capitalistas con difíciles probabilidades de alcanzar el éxito.
En segundo lugar, hay que considerar el impacto de la deportación en el sector poblacional dependiente de la ayuda de sus familiares en Estados Unidos. Como algunos estudios lo señalan, pese a los constantes llamados que el Estado salvadoreño ha venido haciendo para que las remesas fueran orientadas hacia áreas de inversión, la mayor parte de la ayuda familiar que viene de Estados Unidos ha sido destinada para bienes suntuarios; el ejemplo más claro de ello se encuentra en el pueblo de Intipucá, en la Unión, donde la mayoría de sus habitantes han utilizado las remesas de sus familiares en el exterior para vivir una vida artificialmente cómoda y despreocupada. ¿Qué pasará con este sector de la población cuando el dinero deje de llegar y deban hacerse cargo personalmente de la reproducción de sus existencias? La respuesta es obvia: aumentará la pobreza, los hijos o familiares de los migrantes deberán abandonar sus estudios y empezarán a buscar empleo, posiblemente aumente la delincuencia, entre otros posibles.
El problema delincuencial
El año pasado, según la embajada de Estados Unidos en el país, 1000 compatriotas fueron deportados por sus actividades delincuenciales. Este año, según la Dirección de Migración de El Salvador, han sido deportados 528 salvadoreños, 126 de ellos por la misma causa. Si se es optimista y se proyecta que únicamente una tercera parte de estos 1126 deportados continuarán con su vida criminal, se tiene que en sólo un año y medio 371 nuevos delincuentes se han sumado a uno de los problemas más graves y acuciantes de nuestra sociedad.
Las respuestas que las autoridades relacionadas con la Seguridad Pública han dado ante ello son poco convincentes y poco tranquilizadoras. Según Hugo Barrera, Ministro de Seguridad, la solución para la deportación de salvadoreños delincuentes sería "que cumplan su condena en Estados Unidos, que no sean enviados acá". En su afirmación es a todas luces evidente el desconocimiento del estado de las prisiones estadounidenses como resultado, entre otras cosas, de su lucha en contra del narcotráfico. No sólo las prisiones de este país del norte están ya atestadas de reclusos de origen hispano, sino que, además, el pueblo norteamericano tiene la percepción de que el problema delincuencial es obra y fruto de las oleadas migratorias. Enviar a los delincuentes a sus países de origen es, por lo tanto, una forma de aminorar los gastos de la administración carcelaria y, al mismo tiempo, de deshacerse de un sector de los emigrantes considerado como lacra social. Así pues, pretender que el Estado norteamericano ceda en este punto no es nada más que una demostración de ingenuidad infantil; ingenuidad que tras de sí podría ocultar el interés de evadir la responsabilidad por resolver el problema de nuestros propios compatriotas.
Propuestas como la de controlar a cada uno de los deportados con récord delincuencial o la de retomar el proyecto de Ley de Defensa Social no son, desde ninguna perspectiva, alternativas plausibles para el problema. ¿Con qué recursos podría la PNC controlar a más de 1000 delincuentes deportados? ¿Sería prudente revivir un proyecto de ley acusado de persecutorio, anacrónico y autoritario?
En definitiva, la impresión que dan las afirmaciones de los funcionarios públicos en torno al problema de la inminente deportación es que se está pretendiendo mantener a los ilegales en Estado Unidos, con el fin de no afrontar lo que sería necesario hacer aquí para proporcionarles una oportunidad de recomponer sus vidas con mediana seguridad de aceptación y bienestar. Hacerle frente a la nueva Ley de Migración de Estados Unidos mediante súplicas de concesiones y postergaciones es continuar manteniendo la idea de que el problema de la migración-deportación es única responsabilidad del país receptor y no del país que origina las causas que mueven a sus habitantes a escapar de él.
Declaración de Aniversario
El 22 de marzo de 1996 se firmó un acuerdo mediante el cual se puso fin a los conflictos laborales suscitados en Mandarín Internacional durante 1995. Dicho documento fue suscrito por representantes de la empresa, ex directivos(as) del Sindicato de empresa de Trabajadores del Mandarín Internacional (SETMI), directivos(as) de la Asociación de Trabajadores de la empresa Mandarín Internacional (ATEMISA) y el Grupo de Monitoreo Independiente de El Salvador (GMIES).
En ese documento se encomendó al GMIES de la misión de vigilar el cumplimiento de los contenidos de dicho acuerdo en lo relativo al respeto de la legislación laboral nacional, Derechos Humanos y el código de Conducta de GAP, así como procurar la consolidación de un ambiente laboral estable, armonioso y productivo dentro del Mandarín Internacional.
Para marzo de 1997, el punto uno de la resolución, relativo a la recontratación de ex directivos(as) sindicales ya se encuentra cumplido. El punto dos, que trata de la recontratación de las personas que salieron de la fábrica durante los conflictos de 1995, está en proceso de cumplimiento. Todo ello contando con la actitud positiva, el trabajo conjunto y la satisfacción de todas las partes firmantes de la resolución.
A un año de firmado ese documento y frente a los logros alcanzados hasta hoy, se vuelve necesario establecer nuevas vías y mecanismos que orienten lo que será el trabajo a realizar en adelante. Por estas razones, las partes firmantes de la Resolución del 22 de marzo de 1996, declaran:
Que en el proceso de monitoreo independiente seguido en Mandarín Internacional ha demostrado ser una herramienta útil para la generación de un ambiente laboral productivo, armonioso y respetuoso de las leyes y los códigos de conducta correspondientes. En este proceso ha sido importante la actitud de puertas abiertas que la empresa ha tenido con el GMIES, así como de la buena voluntad y disposición de las demás partes firmantes.
Para continuar con dicho proceso, acuerdan:
1. Continuar con el cumplimiento del punto dos de la Resolución del 22 de marzo de 1996, hasta llevar a feliz termino este punto, en el plazo más corto posible. A la fecha se ha iniciado el proceso de recontratación y la empresa tiene proyectos que agilizaran la reincorporación de trabajadores y trabajadoras que habían laborado anteriormente en Mandarín Internacional.
2. Seguir realizando acciones que permitan mantener las relaciones armónicas y productivas dentro de las empresa, verificando el respeto a los Derechos Humanos y el fiel cumplimiento de la ley salvadoreña y los códigos de conducta correspondientes. Todo ello, conscientes del cumplimiento que Mandarín Internacional a dado a estas reglamentaciones a lo largo del proceso.
3. Fomentar las acciones de acercamiento entre todo el personal de Mandarín Internacional, aprovechando la buena disposición que para ello ha mostrado la directiva de ATEMISA y del ex sindicato SETMI.
4. Mantener acciones efectivas de acción directa y, de ser necesario, proponer las medidas adecuadas para contribuir a seguir mejorando las condiciones laborales de Mandarín Internacional.
5. Colaborar para prevenir y solventar problemas laborales.
La instancia encargada de garantizar el impulso de este esfuerzo y vigilar el cumplimiento de estos compromisos, será el Grupo de Monitoreo Independiente de El Salvador.
Finalmente, las partes firmantes de la Resolución del 22 de marzo de 1996, declaran que el trabajo a realizarse cuenta con la buena voluntad y disposición a colaborar de todas las partes.
¿El maquilador general de la PNC?
¿Qué respondería Usted si un delegado de la Inspectoría General de la Policía Nacional Civil llega a su casa o se lo encuentra en la calle y le hace algunas preguntas sobre el trabajo que realiza el cuerpo de seguridad? Si no conoce bien a la Inspectoría podría pensar que ésta es parte de la PNC y no se atrevería a ser totalmente sincero; si sabe que dicha Inspectoría pertenece al Ministerio de Seguridad Pública, igual. Bueno esa sensación es la que nos surge ahora al conocer los resultados del sondeo de opinión realizado recientemente por la instancia que dirige Víctor Valle, quien apareció presentándolos y tratando de brindar una imagen exageradamente bonita del cuerpo policial.
Se dice que esa encuesta de opinión se llevó a cabo durante la última semana de marzo, entre casi 2 mil quinientos ciudadanas y ciudadanos. El comunicado que dio a conocer el inspector Valle dice que la muestra fue "distribuida proporcionalmente según la población de cada departamento y la composición de la población en cuanto a origen rural o urbano y garantizando el equilibrio en cuanto al sexo de los ciudadanos".
Pero mejor conozcamos un poco los resultados de lo que ahora presentan como la "opinión" de la población. Según la Inspectoría General, el 54% considera que el combate de la delincuencia por parte de la institución es entre buena y excelente, el 52% sostiene que la rapidez y eficiencia con la que actúa la Policía en casos de emergencia en su comunidad es entre buena y excelente. En materia de respeto a los derechos humanos, el 63% afirma que la actuación de los agentes es entre buena y excelente; mientras, el 79% opina que la presencia de los miembros de la PNC, les genera reacciones de seguridad. Sólo el 3% siente miedo y el 1% rechazo, para encontrarnos con el 17% cuya reacción fue de indiferencia.
¿A quién pretende engañar Valle con estos porcentajes tan elevados de excelencia policial que no se advierten en la realidad? Lo que sí existen, por desgracia, son muchos casos que nos ilustran sobre el maltrato y el irrespeto a los derechos humanos de parte de estos servidores públicos en su relación con la gente. Recordamos por ejemplo el caso de William Antonio Gaytán Ayala, quien fue asesinado el 4 de enero de 1996 por agentes de la unidad de emergencia 121 de la PNC. Este joven de 15 años, honesto y prometedor, fue ejecutado de forma arbitraria y sus asesinos andan libres, protegidos por la impunidad institucional.
El problema más grave ahora es que ya pasaron 15 meses desde la realización de ese condenable hecho sin que, hasta el momento, se haga justicia. La actuación de los fiscales específicos en el caso ha sido muy buena; mientras, la del doctor Valle ha sido nula en este y muchos otros casos donde aparecen involucrados miembros del cuerpo de seguridad. Según se observa, el inspector general se ha dedicado más a tratar de crear una linda imagen de la institución, "maquillando" las grandes deficiencias que existen al interior de la misma, y ha desatendido lo prioritario de su misión en esta etapa.
Un caso más reciente y que también cuestiona la calidad de los procedimientos utilizados por la institución policial es el que se registró el miércoles 9 de abril en San Salvador, en el parque "Hula-Hula", cuando decenas de vendedores ambulantes se enfrentaron a miembros de la PNC que habían capturado a uno de sus compañeros. Como ya se es costumbre, el saldo fue de varias personas lesionadas. ¿Cuál será la explicación de Valle? ¿Falta de experiencia? ¿Nerviosismo?
Ante los hechos registrados entre agentes de la PNC y los comerciantes, el director de la PNC, Rodrigo Ávila, se reunió con representantes de la Asociación Nacional de Pequeños Comerciantes y Vendedores de Antojitos Ligeros, ANPECOVAL, para lograr un acuerdo y evitar la violencia en las calles, debido a los "malos entendidos" o faltas en los procedimientos policiales. En la reunión también estuvieron presentes miembros de la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos y de la Inspectoría General de la PNC.
Con casos como los expuestos, ¿realmente piensan en la Inspectoría que la gente se va a "tragar la píldora" de una PNC excelente y bien vista? Valle no debería gastar los pocos recursos que dice tener, pretendiendo que creamos que las cosas marchan bien dentro de la PNC.
Si de verdad se quiere que la población confíe en el cuerpo y tenga una opinión favorable de su actuación, lo que debe hacer es trabajar en serio para cumplir con sus funciones: detectando y señalando las anomalías que existen, especialmente aquellas que involucran a la conducción de la institución y que son las que realmente están ensuciando uno de los logros más importantes de la lucha del pueblo salvadoreño por democratizar el país y garantizar el respeto a sus derechos y libertades fundamentales. Si Valle trabaja en esta línea, estamos seguros que no necesitará encuestas de este tipo que sólo demuestran su incapacidad para hacer frente a los problemas y contribuir a su solución real.
El desafío de la criminalidad urbana
Las perspectivas económicas de América Latina no son malas. El control de los desequilibrios macroeconómicos comienza a producir resultados, las tasas de inflación son bajas, muchos países han alcanzado tasas de crecimiento significativas y las que han experimentado retrocesos a lo largo del proceso, no sólo se han recuperado sino que han retomado la ruta del crecimiento.
Es significativo que terminada la década perdida de los ochenta y las experiencias de recuperación de los años noventa, las noticias de la región son cada vez menos económicas, pero cada vez más sociales y políticas. Nadie discute hoy día que las reformas económicas se hicieron con enormes sacrificios humanos que empeoraron la situación social existente, pasadas las emergencias de la transición las prioridades humanas postergadas han comenzado a definir los perfiles de la realidad latinoamericana. Resolver este desafío constituye sin duda la prueba de fuego de la viabilidad de las reformas.
Si bien la mayoría de la gente piensa sólo en los aspectos económicos de la competencia internacional, la ruta que conduce al mundo más integrado del próximo siglo plantea desafíos complejos que inciden en las capacidades de los países para estructurar sociedades que siendo abiertas y permeables, puedan mantener sin embargo su integridad; es decir, tengan dinamismo cultural y garanticen un orden normativo eficaz en lo interno y en lo externo.
Las modernas condiciones del progreso material en un mundo abierto dan ventajas a las estructuras sociales que son capaces de adaptarse pero al hacerlo evitan procesos predatorios que son autodestructivos y que están asociados a la multiplicadión de la incertidumbre.
El tema que hoy en día nos convoca constituye uno de los desafíos más difíciles que enfrenta la región. El crimen es por naturaleza predatorio y cuando alcanza niveles elevados erosiona la trama humana e institucional y tiene efectos negativos en la economía. Los síntomas son alarmantes. Si se comparan las tasas de criminalidad, América Latina está quizás entre las más altas del mundo.
Gravedad del problema
Los pocos números que tenemos dan cuenta de la gravedad del crimen en la región. En Colombia se calcula que cada 15 minutos hay un asesinato; en ciudad de México cálculos muy conservadores indican que cada cuatro horas una persona es asesinada, y cada seis horas una mujer es violada; es probable que en Brasil una persona sea asesinada cada tres minutos, y estimaciones recientes para Venezuela colocan esa cifra en un asesinato cada dos horas.
En muchos países los homicidios constituyen una de las principales causas de muerte, en los centros de análisis epidemiológicos de América Latina, los médicos estudian este fenómeno como si constituyera una epidemia, hay varios países en que el asesinato es la segunda causa principal de muerte.
También los delitos contra la propiedad han alcanzado niveles alarmantes. Estimaciones para ciudad de México sugieren un promedio de un robo o hurto cada seis minutos; en Brasil uno por minuto y en Venezuela uno cada tres minutos.
Las tasas que están detrás de estas cifras son preocupantes. En Caracas, los homicidios han estado entre 60 y 80 por cien mil en los últimos años; en ciudad de México entre 25 y 28; en las ciudades colombianas entre 200 y 600 y en Sao Paulo se calcula entre 40 y 45.
El caso especial de El Salvador
Informaciones recientes indican que El Salvador tiene las tasas más elevadas de criminalidad del mundo. Con 140 homicidios por 100 mil habitantes, cada salvadoreño experimenta riesgos 60 veces superiores a los que experimenta un inglés promedio en su país. Cada cinco años, una de cada 28 familias sufre la dolorosa experiencia de perder uno de sus miembros; en diez años esa relación desciende a uno en 17 familias. Las estimaciones indican que los homicidios son un flagelo mucho más destructivo de vidas humanas que la sangrienta guerra civil que asoló al país, es un flagelo menos dramático pero a diferencia de ese enfrentamiento armado es sordo, y continuo y por su naturaleza no es susceptible de un acuerdo pacificador.
Dos aspectos del drama salvadoreño que hay que destacar son: el aumento de la delincuencia juvenil con sus bandas armadas, asociadas internacionalmente a bandas similares en los Estados Unidos y el alto nivel que han alcanzado los crímenes contra la propiedad.
El problema de los países receptores de turistas
Hay países en la región en que el turismo representa un ingreso esencial, si bien el estancamiento de esta industria tiene diversas causas, no hay duda que el aumento de la criminalidad es un factor importante. Hay naciones en El Caribe en que la tasa de homicidios ha escalado niveles de 40 por cien mil, cuatro veces la alta criminalidad de los Estados Unidos y casi 20 veces los niveles de delincuencia de Inglaterra. Cada cinco años una familia de cada 100 experimenta una muerte por homicidio y tanto los delitos contra la propiedad como la inseguridad en las calles son elevados. Los turistas deben permanecer recluidos en los hoteles y en una pequeña banda adyacente.
El aumento del crimen organizado
El narcotráfico se ha difundido como un cáncer. La región ha dejado de ser sólo productora de drogas ilegales. En la medida que los Estados Unidos ha mejorado sus sistemas para impedir el ingreso de drogas, la necesidad de encontrar nuevas rutas ha involucrado a otros países de la región que tienen mejor acceso al mercado americano. La prensa nos informa periódicamente de lo que esto significa.
Son varios los países de la región en que comienzan a adquirir significación dos nuevos mercados ilegales. En primer lugar el lavado de dinero con frecuencia tiene efectos locales aparentemente dinámicos, pero que requiere de cadenas de colusión y por lo tanto de corrupción. En la reunión que se celebró en el Banco en 1996, aprendimos que mientras más elevadas son las sumas que hay que lavar (con el consecuente aumento de su visibilidad), más amplia y profunda es la corrupción. Además, el consumo de drogas ha aumentado. Hay estudios que demuestran que ha penetrado entre los jóvenes y que los agentes del narcotráfico comienzan a controlar territorios que son impermeables a la acción de la policía. En algunas ciudades constituyen verdaderos gobiernos locales.
Estas organizaciones, sus mercados y sus cadenas de corrupción contribuyen a la expansión del capital social perverso. Este es altamente adaptativo; su capacidad para mimetizarse simbióticamente con las instituciones y agencias legítimas de la sociedad es comparable a su capacidad para reducir el ámbito legal o para penetrarlo. Su efecto principal es erosionar la legitimidad del orden con sus libertades y obligaciones.
En relación a esto, hay dos problemas que quiero destacar. El primero de ellos se refiere a cómo el crimen y la corrupción influyen sobre la libertad de expresión. La Sociedad Interamericana de Prensa ha publicado un folleto de testimonio y homenaje a los periodistas que han sido asesinados en la región, la mayoría de los casos permanece sin aclarar y los victimarios continúan en la impunidad.
La víctima invisible del crimen y la violencia son los derechos de la población. Yo me alegro que el Gobierno de Brasil haya enfocado este desafío desde el punto de vista de los derechos. Este es un aspecto fundamental de la agenda democrática, sólo quiero recordar que las experiencias europeas de poblaciones aterrorizadas dio lugar al moderno concepto de "seguridad ciudadana". Tal como esta noción fue expresada en la Declaración del Atlántico Norte, vale decir la eliminación del miedo como factor de convivencia y orden social. El crimen produce terror y origina reacciones exageradas que terminan por producir abusos que atemorizan y limitan la libertad de la población. El respeto a los derechos es sin duda un poderoso factor de equilibrio.
Rejuvenecimiento de la población criminal y tribalización de los jóvenes
La edad promedio de los delincuentes ha descendido significativamente. Antes, el período activo estaba entre 20 y 35 años, ahora está entre 15 y 25 ó 30 años a lo más. En el interesante estudio del crimen en Caracas que se presenta en esta reunión se señala que el 70% de las víctimas y de los victimarios están en este tramo de edades. Hay informaciones menos sistemáticas para otras ciudades que confirman que ha habido un rejuvenecimiento de la población criminal.
Estos antecedentes indican que la transición de los jóvenes hacia la vida adulta constituye un desafío que América Latina no logra resolver, a pesar de los significativos esfuerzos que se hacen en algunos países. Los problemas comienzan sin embargo a edades más tempranas. Los cálculos sugieren que hay millones de niños abandonados que viven en las calles de las ciudades latinoamericanas, que son víctimas y luego se convierten en victimarios. Sugieren también que la violencia familiar y el abuso de niños es un problema muy extendido.
La bandas juveniles comienzan a multiplicarse en muchas ciudades de la región controlando territorios y aterrorizando vecindarios, hay indicios que sugieren que en algunos sitios el fenómeno está asociado a la comercialización local de drogas. Pero esto no es el único vínculo internacional, el fenómeno de bandas que actúan como filiales de bandas juveniles americanas es un ingrediente importante en la difusión del fenómeno. Esta tribalización de la juventud sugiere una fractura importante de los procesos de transmisión de valores y de absorción de las nuevas generaciones, sobre todo en los barrios en que viven familias con recursos limitados. Las informaciones muestran que el fenómeno es reciente y afecta a los países de América Central y a algunas ciudades en Ecuador, Perú y en Colombia. Hay indicios, sin embargo, que sugieren comienza a extenderse hacia otras ciudades de la región.
Efectos económicos del crimen
El crimen incide en la tasa de crecimiento económico. En el coloquio que realizamos en la sede del Banco en Washington en 1996, la conclusión fue clara: los gastos en seguridad son apreciables, los costos de transición que origina el crimen son elevados e inciden negativamente sobre las tasas de crecimiento. Un cálculo para Colombia mostró que el nivel del gasto en seguridad representaba el 13% del PIB y el crimen contribuía a que la tasa de formación bruta de capital fuera hoy día 38% inferior a la que el país tenía en 1970 con niveles de delincuencia más bajos, el resultado era una pérdida de dos puntos en la tasa de crecimiento.
El crimen incide también en la formación de capital humano. Si bien no tenemos cálculos apropiados, el crimen y la violencia afectan a las escuelas de dos maneras. Fomenta subculturas alternativas contrapuestas a la escolarización que aceleran los bajos rendimientos y la deserción. Además, al cabo del tiempo penetran en las escuelas creando climas humanos adversos al aprendizaje.
Sobre esto sabemos todavía muy poco. Es significativo sin embargo la información que hay lugares en que la construcción y reparación de cárceles es un gasto que supera la construcción y reparación de escuelas.
Finalmente, donde se consolidan los mercados ilegales, el crimen organizado y las cademas de corrupción, las operaciones de transables ilegales contribuyen a aumentar la regresividad de la distribución de los ingresos. Este efecto es significativo, porque no sólo se produce concentración de poder para amenazar e intimidar, es decir, para constituir monopolios que a la vez que concurren tienen las capacidades para penetrar a la esfera legal.
Cultura de la violencia
Uno de los fenómenos que se observa cuando la delincuencia sube y alcanza niveles significativos es que el crimen es una actividad que se instala en el seno de la sociedad. HABITAT estima que las tasas de victimización urbana de América Latina son de alrededor del 14% por año, es decir en cinco años casi 70% de los habitantes de las aglomeraciones terminan por ser víctimas de algún acto criminal. Las experiencias directas generan a su vez una cadena de experiencias vicarias que multiplican las ansiedades de la población. Si tomamos la difusión personal de la información a partir de los nexos de interacción de la víctima, simulaciones hechas en el Banco Interamericano de Desarrollo permite estimar conservadoramente que esos 70 delitos en una población de 100 individuos generan en cinco años 8.750 mensajes de alguna intensidad comunicativa, alrededor de 87 por persona. Esto sin contar la información que difunden los medios de comunicación y que dan lugar a experiencias informativas de distinta intensidad. Si a esto agregamos que las tasas de victimización están regresivamente distribuidas, sobre la base de las cifras de victimización de Sao Paulo es posible estimar que mientras el 30% de la población que habita en áreas de baja delincuencia está expuesto a 19 mensajes por persona en cinco años, el 20% que vive en las áreas más peligrosas recibe 156 mensajes por persona. El promedio de la ciudad son 100 mensajes personales e intensos por habitantes en cinco años.
Estos números no sólo ilustran el nivel público de preocupación por la seguridad que hay en algunas ciudades de la región, sugiere también que el crimen y la violencia se han convertido en temas que condicionan la cultura urbana que florece en las grandes aglomeraciones latinoamericanas.
Por eso no es de extrañarse que la violencia y el crimen no sólo sean peligros reales, sino que además colonizan el mundo de la imaginación y las preferencias culturales de la población. Estimaciones hechas en los Estados Unidos, país que tiene casi cuatro veces las tasas de criminalidad de los países industriales de Europa, se calcula que cada niño que completa su educación primaria ha visto en la televisión 100.000 actos violentos y 8.000 asesinatos, al finalizar la educación media los asesinatos han subido a 16.000. La demanda cultural por violencia es tan elevada que se calcula que aún en los programas para niños hay un promedio de cinco actos violentos por hora, en los fines de semana este promedio sube a 18.
Habría sido interesante poder contar con estudios semejantes para América Latina, lo único que sabemos es que durante los diez últimos años, la violencia parece haber aumentado en la programación.
Necesidad de consolidar el estado de derechos
El crimen y la violencia tienen efectos devastadores que inciden en la trama humana e institucional. Contribuye sin duda a que disminuya la confianza pública en la efectividad del orden social. Este es un el desafío más preocupante porque abre la posibilidad que grupos específicos intenten "privatizar" el orden en función de sus intereses. Si esto llegara a ocurrir, y espero que no suceda, estarían en peligro los esfuerzos que se han hecho y continúan haciéndose para consolidar la democracia y el estado de derecho.
Benito Juárez, un mexicano ilustre y uno de los latinoamericanos que con más profundidad ha destacado la importancia que el imperio de la ley y el respeto a los derechos tienen en la creación de un clima de confianza pública y paz ciudadana, pensaba que esto es un pre-requisito para que la democracia incorpore a la ciudadanía. Yo pienso que las frustraciones que desencadenan el crimen, la violencia y la corrupción, le dan un contenido contemporáneo a la gran visión política de Juárez, cuando afirmaba que " la libertad es el respeto al derecho de los otros".
Febrero 26, 1997.