Universidad Centroamericana
José Simeón Cañas
Edición 10, diciembre 2020
Adriana Cruz y Corro
Profesora Invitada en la Maestría en Dirección de Empresas /
Universidad Centroamérica José Simeón Cañas.
Las empresas tienen como fin ser un elemento de transformación humana. Son organizaciones sociales cuya encomienda primordial es el bien común. Desde el punto de vista de la ética empresarial, asumen su papel como generadoras de bienestar social, más allá del beneficio económico. No hacerlo representa un riesgo para su permanencia en el mercado.
La situación mundial que se vive actualmente las coloca en una posición relevante, ya que forman parte de un ecosistema en el que, además de ser reguladas por el gobierno y sus cámaras, son sometidas al escrutinio de la sociedad, que les exige ser éticas, trasparentes, empáticas y justas. Por ello resulta relevante que estén cada día más a la escucha de las exigencias de sus clientes, con la finalidad de cumplir sus expectativas. El no hacerlo las expone al riesgo de verse afectadas en su reputación.
Su actuar refleja, indudablemente, la visión de empresarios con liderazgo responsable que, comprometidos con sus grupos de interés, van más allá de lo exigido legalmente y consideran en sus indicadores criterios de sostenibilidad económica, social y ambiental. Además, este tipo de empresas, como lo comenta Rifkin en su libro “La cuarta Revolución”, permanecerán en el tiempo, ya que los grupos de interés serán cada día más exigentes en los indicadores señalados anteriormente y, por tanto, aquellas que no consideren estas dimensiones como parte de su estrategia empresarial definitivamente desaparecerán.
Y va en serio el tema. Sin embargo, si asumen un papel responsable, serán reconocidas y, como resultado, aumentarán su reputación y asegurarán su sostenibilidad en el tiempo.
Ante las circunstancias que estamos viviendo a nivel mundial, con una pandemia que exige estar en nuestros hogares y donde miles de personas, emprendedores y negocios se ven afectados, es relevante su papel; por lo que actuar de manera irresponsable no ayuda.
Es decir, no se requiere de empresas que se aprovechen de la situación para subir los precios de sus productos de manera indiscriminada, que disminuyan los sueldos de sus empleados, que los despidan utilizando como excusa la situación, que exijan al trabajador que se presente a laborar, con el riesgo de verse infectado, y por ende, su familia; que piensen egoístamente con la idea de que es el momento de obtener recursos a costa de los demás.
La sociedad y sus grupos de interés valorarán y reconocerán a aquellas que se solidaricen con los acontecimientos y ofrezcan sus productos o servicios a un precio justo, que mantengan su nómina, promuevan el consumo local y apoyen iniciativas de sostenibilidad. Estas empresas brillarán entre las demás y serán referentes para otras, porque su esfuerzo por ser socialmente responsables se verá recompensado con la gratitud, lealtad y reciprocidad de la sociedad.
Sin duda, los tiempos malos siempre traen un aprendizaje y estos momentos ocurren para que las empresas asuman y demuestren un liderazgo responsable, reflexionen sobre ello y se convenzan de que integrar la responsabilidad social a sus estrategias empresariales es un acto de voluntad necesario y obligado.
Vienen tiempos mejores. Ahora son tiempos de solidaridad, tiempos para la responsabilidad social. ¡Que así sea!
Por: Adriana Cruz y Corro
Candidata a Doctora en Administración/Universidad Iberoamericana de Puebla A.C.
Maestría en Gestión de la Industria de la Hospitalidad /Universidad Iberoamericana de Puebla A.C.
Maestría en Docencia Universitaria / Universidad Iberoamericana de Puebla A.C.
Socio miembro del despacho De la Torre Cruz y Corro Consultores S.C.
Coordinadora de la Maestría en Ingeniería Financiera, Universidad Iberoamericana de Puebla A.C.
Profesora Invitada en la Maestría en Dirección de Empresas/Universidad Centroamérica José Simeón Cañas.
adriana.cruzycorro.sanchez@iberopuebla.mx
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