El pasado 12 de agosto se celebró el día internacional de la juventud, instaurado por Asamblea General de las Naciones Unidas en 1999, de acuerdo a este organismo esta celebración “busca promover el papel de la juventud como socia esencial en los procesos de cambio y generar un espacio para generar conciencia sobre los desafíos y problemas a los que estos se enfrentan.”[1] Adicionalmente las Naciones Unidas plantean que para este año, 2020, un enfoque central está relacionado con el compromiso de la juventud y las acciones en varios niveles y en esto se incluye el ámbito local. En El Salvador, no sólo en la historia reciente, sino también durante décadas han sido actores de importantes transformaciones.
Los discursos oficiales exaltan ese papel de la juventud, pero más allá de esas declaratorias, se deben concretar en acciones, en presupuestos para y con la juventud. Innovar y construir alternativas que sean viables y que impliquen compromisos claros, asignación de recursos y apuestas estratégicas. Se trata de trascender los enfoques tradicionales y llevarlos hacia prácticas innovadoras que les pongan, al igual que a otros grupos poblacionales en el centro de la acción del Estado, tal como lo establece la Constitución salvadoreña.
Existen diversos estudios sobre la juventud en El Salvador, sobre lo que significa ser joven en el país. En el abordaje y la apuesta por este grupo poblacional es importante el reconocimiento de la diversidad, hablar de juventudes puede ser un término que permite la inclusión y que evita la uniformización. Sin duda alguna hay mínimos que deben tomarse en cuenta a la hora de diseñar las políticas públicas tanto nacionales como del ámbito municipal debe prevalecer el enfoque de derechos, ¿de qué se trata esto que con frecuencia escuchamos o leemos? el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) señala que este se centra “en los grupos de población que son objeto de una mayor marginación, exclusión y discriminación” y agrega que a menudo requiere “un análisis de las normas de género, de las diferentes formas de discriminación y de los desequilibrios de poder.”[2] Para el UNFPA las buenas prácticas en la implementación de políticas públicas tiene entre otras las siguientes características: “la participación es a la vez un medio y un objetivo, las estrategias proporcionan empoderamiento, en lugar de negarlo”[3]
Si hacemos un ejercicio de reflexión de cuáles podrían ser los ejes centrales de estas políticas públicas, para que no quede sólo en declaratoria, y de manera particular para la juventud se podrían mencionar los siguientes: educación, salud, derecho al agua apta para consumo humano, a la información, a la participación (esta no debe estar limitada que participen en un acto público y se tomen fotos, sino debe trascender a su participación en espacios de toma de decisión) Hace algún tiempo en un proceso de acompañamiento a jóvenes pertenecientes a organizaciones juveniles en la región Los Nonualcos tuve la oportunidad de escucharles presentar una propuesta al gobierno local de su municipio. Entre las acciones a favor de la juventud, no sólo estaban la construcción de espacios recreativos para los y las jóvenes de ese municipio, sino también sobre destinar una partida presupuestaria como parte de las inversiones del gobierno municipal, un espacio para reuniones de las organizaciones juveniles y adicionalmente la habilitación de mecanismos de participación ciudadana para la juventud. La carta compromiso se firmó en un acto público, precisamente en el marco de la celebración del día de la juventud hace dos años, al parecer aún espera la concreción de los mismos. Es necesario que se informe las razones del por qué no se ha implementado a esta fecha, para no caer en el desánimo de la participación. Tienen derecho a saber cómo va el proceso, qué razones han limitado la concreción, qué fecha se prevé iniciar todos los compromisos. Esa es una motivación real para pasar del discurso a procesos sostenibles de participación.
Ahora bien, es innegable que existen en el país numerosas experiencias de construcción participativa de políticas de juventud en los municipios, y esto como proceso es importante, no obstante, el desafío es no sólo construirlas sino también implementarlas a partir de un plan de acción para llenarlas de contenido y hacer, en el tiempo, una valoración de lo que se ha hecho y cómo se puede aportar y lo que aún falta por hacer. Una acción que desde los gobiernos locales puede representar un inminente desafío es la construcción de presupuestos de inversión participativo por y para las personas jóvenes. De lo que se trata es que la participación de la juventud se convierta en un ejercicio de ciudadanía activa y sustantiva y no lo meramente formal que se adquiere al cumplir los 18 años. Los discursos que hacen una apología al individualismo y las prácticas que así lo reproducen no abonan a la construcción de sociedades más justas y equitativas. Este compromiso no sólo es de las personas jóvenes, ellos y ellas que con sus energías encontramos en diferentes espacios están haciendo y proponiendo su aporte, sino también de quienes son tomadores de decisión a la hora no sólo de firmar compromisos, sino también de implementar políticas que trasciendan en el tiempo, que sean estratégicos, con enfoque de género y de diversidad, y sean por, para y con las juventudes urbanas y rurales.
[1] https://www.un.org/es/observances/youth-day
[2] En https://www.unfpa.org/es/el-enfoque-basado-en-los-derechos-humanos#
[3] https://www.unfpa.org/es/el-enfoque-basado-en-los-derechos-humanos#