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FUNDASAL y el Desarrollo Territorial

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22/03/2024
Claudia Blanco. Directora Ejecutiva de FUNDASAL  

Fotos cortesía de FUNDASAL

Han pasado 55 años desde que un sacerdote jesuita convirtió la traumática experiencia de unas familias que lo perdieron todo, en un proceso de empoderamiento creciente, transformando un desastre en el inicio de una hermosa historia de resurrecciones.

El Padre Antonio Fernández Ibáñez s.j. allá por 1968, supo fusionar elementos que hoy se consideran indispensables para mejorar la calidad de vida y para romper con el ciclo interminable de la pobreza: alcanzar desarrollo económico, empoderar a los más vulnerables, otorgar seguridad en la tenencia de la tierra para mujeres, autoproducir vivienda asequible y fortalecer a la organización comunitaria vinculada a redes de actores locales y extraterritoriales.

Esa primera colonia de 1968, acompasó en una sinfonía perfecta, ya que garantizó un terreno libre de amenazas de inundaciones o derrumbes, edificó con unos cimientos fuertes y bajo normativas sismo resistentes, pero también incluyó diseños con la posibilidad de crecer progresivamente, tanto en la urbanización, como en la unidad habitacional. Y como si lo anterior fuera poco, organizó a las familias para que cualificaran sus medios de vida y se formaron cooperativas productoras, vinculadas a las empresas nacionales que adquirían lo que elaboraban. 

Es también en esa primera colonia que se concreta una articulación y combinación de redes de actores, indispensables para iniciar procesos de desarrollo sostenido: un sacerdote visionario que conecta al pueblo con instituciones de la iglesia local y global, que convoca a profesionales salvadoreños solidarios y que, con destreza sorprendente sabe canalizar el entusiasmo de personas muy pobres económicamente, pero ricas en habilidades, fuertes en voluntad y comprometidas por el bienestar común de su vecindad. Un hombre modélico, inspirado en el Evangelio, decidido a mover a la sociedad salvadoreña en torno a un propósito noble y justo.

Esa primera experiencia de 1968, marca determinantemente el método y la estrategia de FUNDASAL para acompañar y asesorar la producción social del hábitat, con modalidades y componentes que han ido mucho más allá de construir una casa. 

Decir que, después de 55 años, la fundación ha organizado a más de medio millón de familias para que autoproduzcan miles de viviendas, se queda corto, porque lo más valioso de cinco décadas y media ha sido creer firmemente en las capacidades de las personas habitantes de cantones, caseríos, tugurios y mesones, confiar en sus destrezas ilimitadas, en su aptitud y facilidad para el aprendizaje de oficios que jamás antes había hecho y en su fuerza para producir lugares extraordinariamente bellos.

Fotos cortesía de FUNDASAL

La mayoría de las organizaciones comunitarias, ADESCOS, comités, cooperativas productoras o de vivienda por ayuda mutua, están conformadas por mujeres; es por esto que, el mayor porcentaje de las escrituras de la propiedad de la tierra se extienden a título de la jefa del hogar, y para disminuir posibilidad de colocar la vivienda como producto comercial, se colocan candados legales que limitan considerablemente que una familia regrese a su condición de precariedad habitacional. Una de las mejores figuras legales para garantizar la permanencia y la no comercialización, es la protección que brinda poseer la tierra en propiedad colectiva. 

El impacto de la nueva urbanización o de la mejora del hábitat rural es un proceso que va mucho más allá de la presencia temporal de FUNDASAL, por supuesto que los resultados son visibles desde el inicio, pero la trascendencia que estas mejoras tienen en la localidad, en el cantón o en la ciudad, se extienden a todo lo que le rodea. Se beneficia el lugar y se ve beneficiado también el entorno.

En evaluaciones expost a las intervenciones de producción social del hábitat, se ha comprobado que la ciudad y el campo se han convertido en mejores lugares, pues se constituyen en ejemplos observados por los barrios vecinos que imitan el camino y la estrategia. Inevitablemente la escala se eleva, pero siempre se requiere de apoyos con los que no se cuentan: asesorías técnicas y financiamiento, que siguen siendo indispensables. Es un momento de gran impulso para el desarrollo comunitario, que invariablemente continua sin límite, por toda la historia del asentamiento.

Ciertamente, son las nuevas generaciones que laboran en la fundación quienes han podido constatar la belleza de las colonias de hace cincuenta años, las mejoras y el crecimiento progresivo que se ha ido concretando, la fuerza sostenida de la organización comunitaria que ha sido capaz, no solo de mantener en excelente estado todo aquello que edificaron, sino también de hacerlo aún mejor y más útil para la vida.

Se puede afirmar que, pasados 55 años, no hay recetas para abordar la mejora habitacional, pero sí hay un método fundamentado principalmente en la organización de las familias y en la generación de capacidades para la toma de decisión consciente, sobre su presente y su futuro.

 

Universidad Centroamericana José Simeón Cañas
Maestría en Desarrollo Territorial
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