La palabra reconciliar según la Real Academia Española (2014) significa “Volver a las amistades, o atraer y acordar los ánimos desunidos”, pero la misma también tiene una connotación teológica. En la biblia existen diversos versículos que hablan sobre la reconciliación, tenemos por ejemplo Efesios 4:31-32, que dice “Arranquen de raíz de entre ustedes disgustos, arrebatos, enojos, gritos, ofensas y toda clase de maldad. Más bien sean buenos y comprensivos unos con otros, perdónense mutuamente como Dios los perdonó en Cristo”. Al hablar sobre construcción de paz y transformación de conflictos, la reconciliación se convierte en una herramienta importante para romper los patrones de violencia en una sociedad, que ayuda a que las personas implicadas en los conflictos dejen de verse como partes “enemigas”, permitiendo el diálogo en vistas de lograr un futuro común. Lederach (2007, pp. 69) al respecto menciona que:
[…] la reconciliación está basada en la construcción de relaciones entre los antagonistas. La dimensión relacional incluye los aspectos psicológicos y emocionales del conflicto y la necesidad de ocuparse de los agravios pasados y explorar la futura interdependencia. La reconciliación como un locus crea un espacio para el encuentro de las partes, un lugar donde puedan reunirse las energías y los intereses diferentes pero relacionados que impulsan el conflicto, incluyendo las paradojas de la verdad y la misericordia, la justicia y la paz.
Para Bloomfield (2015, pp. 17) la reconciliación “es un proceso que consiste en la (re)construcción gradual de relaciones sociales amplias entre comunidades alienadas por la violencia sostenida y extendida, para que, con el tiempo, puedan negociar las realidades y compromisos de una nueva realidad sociopolítica compartida”.
Sabemos por su definición que la reconciliación es un proceso que toma tiempo. Botcharova (2001, pp. 298) ilustra el proceso hacia la reconciliación como un ciclo de siete pasos, el cual “captures the stages of transformation from being victimized, through processing of suffering, toward healing, forgiveness, and future reconciliation”[1]
Figura 1. Siete pasos hacia la reconciliación según Botcharova
En esta imagen Botcharova (2001), muestra que para cortar con el ciclo de violencia que surge a raíz de una agresión y que puede repetirse sin fin en la búsqueda de las victimas por la venganza como una forma de hacer “justicia”, es necesario trabajar con ambas partes, tanto víctimas como victimarios, pasando por procesos que les lleve por una parte a las víctimas a procesar y expresar su sufrimiento, aceptar su pérdida, confrontar sus miedos y perdonar para sanar. Por otra parte, en el caso de la persona victimaria, al obtener el perdón de la víctima dar paso a admitir su culpabilidad y arrepentirse. Ambas partes deben revisar su pasado, examinar heridas, reconocer responsabilidades y re-escribir su historia.
La reconciliación, por lo tanto, es un proceso complejo y dinámico que va mucho más allá de resolver problemas visibles; implica trabajar en aspectos humanos, sociales y emocionales para reconstruir vínculos genuinos que permitan alcanzar una paz auténtica y sostenible. Este proceso demanda tiempo, paciencia y un compromiso profundo de todas las partes involucradas, pues solo a través del reconocimiento del pasado doloroso y la voluntad de transformar las relaciones se puede concebir un futuro compartido.
De acuerdo con Bloomfield (2015) la reconciliación se encuentra conformada por cuatro instrumentos que son: justicia, sanación, esclarecimiento de la verdad y reparaciones; sin embargo, en algunas ocasiones se llega a pensar que la reconciliación y la justicia son componentes antagónicos, y es que el subsistema de prisiones ve en la justicia retributiva (el castigo) la única forma de hacer justicia, pero esto solamente sigue reproduciendo la violencia; entonces ¿cómo se debería hacer justicia?. Una alternativa es la llamada “justicia restaurativa”, que busca superar las limitaciones de la justicia retributiva, las cuales contribuyen a la reproducción de los ciclos de violencia en la sociedad.
Existen diferencias marcadas entre la justicia retributiva y la justicia restaurativa. Según Zehr (2010, pp. 19):
La justicia restaurativa tiene un especial interés por aquellas necesidades de las víctimas que no son atendidas adecuadamente por el sistema de justicia penal. Es frecuente que las víctimas se sientan ignoradas, abandonadas e, incluso, hasta atropelladas por los procesos judiciales. Esto se debe, en parte, a la definición legal de “crimen”, la cual no considera a las víctimas. El crimen es definido como un perjuicio contra el estado, de modo que éste toma el lugar de la víctima. Sin embargo, las verdaderas víctimas tienen necesidades específicas que la justicia debe satisfacer.
Además, Zehr (2010, pp.22) menciona que “el proceso de justicia penal y la experiencia en prisión tan sólo exacerban la alienación social percibida por el ofensor. Por diversas razones, el proceso legal tiende a desmotivar la responsabilidad y la empatía por parte de los ofensores”.
En el siguiente cuadro se muestra las principales diferencias entre ambos tipos de justicia: penal (o retributiva) y restaurativa:
Cuadro 1: Diferencias entre justicia penal (retributiva) y justicia restaurativa:

La reconciliación como proceso integral implica hacer justicia, tanto Botcharova como Bloomfield lo mencionan, pero esta no debe limitarse al castigo. Si bien la justicia retributiva predomina en nuestra sociedad, su enfoque punitivo ha demostrado ser insuficiente para sanar las heridas profundas, e ineficiente para cortar los ciclos de violencia. La justicia restaurativa, en cambio, propone un modelo más inclusivo y reparador, centrado en las necesidades reales de las víctimas, la responsabilidad activa del ofensor y la participación de las comunidades afectadas. La idea de este tipo de justicia es apoyar procesos de reconciliación, ayudar en la reparación de las relaciones dañadas involucrando directamente a las partes afectadas, lo cual les permite avanzar hacia una reconciliación auténtica y una paz sostenible.

Curle (2002, pp.6) emplea la palabra “desarrollo” para:
[…] esa fase de la pacificación que está caracterizada por una reestructuración de las relaciones no pacíficas con vistas a crear una situación, una sociedad, una comunidad en la cual los individuos puedan desarrollar y emplear al máximo sus posibilidades creativas, de servicio y de diversión.
Esta fase a la vez la enlaza “con el desarrollo en las esferas económicas, sociales y políticas”. Curle (2002, pp.6).
Curle (2002) además menciona que los conflictos pueden darse por dos motivos: la falta de desarrollo en el aspecto económico y político, o a las relaciones dañinas que son generadas por un desarrollo defectuoso.
En este sentido, el desarrollo implica, por un lado, potenciar las capacidades de las personas y, por otro, generar condiciones económicas, sociales y políticas que permitan curar las relaciones dañadas entre ellas. El desarrollo basado únicamente en el crecimiento económico dentro del marco de un sistema capitalista es, sin duda, un desarrollo defectuoso que ha generado relaciones perjudiciales. La desigualdad y la exclusión son algunas de las principales fuentes de violencia en nuestra sociedad. La falta de recursos y oportunidades suelen empujar a muchas personas a cometer actos violentos para obtener ingresos; además, generan sentimientos de injusticia y debilita la cohesión social.
A nivel territorial también nos enfrentamos con relaciones dañadas como resultado de diversas situaciones. Algunas son complejas y surgen en el marco del sistema capitalista, como la contaminación de mantos acuíferos en comunidades afectadas por la explotación minera, que beneficia a grandes empresas mientras perjudica a la población. Otras son menos complicadas, como los desacuerdos vecinales, por ejemplo, las discusiones relacionadas con el estacionamiento.
En muchas ocasiones, estos conflictos intentan resolverse mediante la justicia retributiva. Sin embargo, como mencioné en el apartado anterior, este enfoque no rompe con los ciclos de violencia, ya que no se centra en las necesidades de las víctimas haciéndolas sentir que no se les ha hecho justicia, ni promueve la responsabilidad activa del ofensor, además de que no involucra a las partes interesadas en el proceso, lo que no les permite reconstruir su relación dañada. En otros casos, donde existen intereses políticos de por medio, los conflictos quedan cubiertos por el manto del olvido, con la esperanza de que el tiempo sane las heridas transgeneracionales, como ha ocurrido en territorios profundamente afectados por la guerra civil, donde la justicia —ni penal ni restaurativa— nunca llegó.
Según Monterrosa (2023, pp. 72) el “desarrollo territorial es el esfuerzo por hacer que la gente localmente situada, normalmente entendida como “sistema local de actores” disponga de las capacidades y posibilidades para ser sujetos de su propio desarrollo, es decir, ser autores, actores y agentes”, pero en situaciones de conflicto, ¿cómo sería posible facilitar procesos de desarrollo territorial?, ¿cómo pueden las personas ser “autoras, actoras y agentes” de su propio desarrollo si no pueden vislumbrar un futuro común?.
Los conflictos en los territorios generan en las personas desconfianza, resentimientos entre grupos (actores) y por supuesto, falta de cohesión social. En estos contextos, es necesario —antes de cualquier otra actividad— apoyar los procesos de reconciliación que permitan abordar los problemas del pasado, con el fin de garantizar que no se repitan situaciones de violencia en el futuro y de fomentar la participación activa y coordinada de las personas.
Parte de nuestras tareas en terreno —aunque no estén definidas de manera explícita— implican realizar un análisis de conflicto que nos permita identificar cómo apoyar más allá de la simple ejecución del proyecto. Si no se respaldan los procesos construcción de paz incluyendo de reconciliación en los territorios, los proyectos no serán sostenibles en el tiempo. De acuerdo con Caritas Internationalis (2002, pp. 4):
[…] la Construcción de Paz enfatiza en el enfoque de las relaciones de las co-partes y los beneficiarios de los programas como una parte integral para establecer una paz duradera en zonas de violencia. Entender la construcción de Paz de esta manera es la vía que nos permite tomar una nueva óptica para proyectos de desarrollo y su programación.
El ejecutar proyectos de desarrollo territorial no solo implica cumplir con los objetivos del donante, implica ir más allá: identificar conflictos, apoyar procesos de reconstrucción de relaciones dañadas y facilitar procesos de instalación de capacidades en las personas para que sean autores, actores y agentes de su propio desarrollo. Solo así podremos apoyar a la construcción de paz y a lograr el verdadero desarrollo territorial.
Referencias
Bloomfield, D. (2015). Clarificando términos: ¿Qué podemos entender por reconciliación?. Colección Papeles de Paz no. 10. Editorial CINEP/PPP. 10 – 32.
Botcharova, O. (2001). Implementation of Track Two Diplomacy: Developing a Model of Forgiveness. Forgiveness and Reconciliation: Religion, Public Policy, and Conflict Transformation. Templeton Foundation Press. 279 – 304. https://www.humiliationstudies.org/documents/BotcharovaTrackTwoDiplomacyChapter.pdf
Caritas Internationalis (2002). Construcción de Paz: El Manual de Capacitación de Caritas.
Curle, A. (2002). La práctica de buscar la paz. Asociación Bienestar Yek Ineme. Serie de manteriales para la discusión: construcción de paz en El Salvador, número 15.
La Biblia (1995). 53.ª ed. Editorial Verbo Divino.
Lederach, J.P. (2007). Construyendo la paz: Reconciliación sostenible en sociedades divididas. (2.ª ed.). Gernika Gogoratuz
Monterrosa, L. (2023). Desarrollo territorial, sistema de actores e instalación de capacidades.Una interpretación. Eca Estudios Centroamericanos, Vol. 78, número 773. 57- 73.
Real Academia Española. (2014). Reconciliar. En Diccionario de la lengua española (23.ª ed.). https://dle.rae.es/reconciliar
Zehr, H. (2010). El Pequeño Libro de la Justicia Restaurativa. Good Books. https://www.icbf.gov.co/sites/default/files/el_pequeno_libro_de_las_justicia_restaurativa.pdf
[1] Traducción del texto tomado de Botcharova (2001, pp. 298): Captura las etapas de transformación desde la victimización, pasando por el procesamiento del sufrimiento, hasta la sanación, el perdón y la reconciliación futura.