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Apocalípticos e integrados o la polarización en medio de la pandemia en El Salvador

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25/05/2020
Luis Antonio Monterrosa. Docente de la Maestría en Desarrollo Territorial.  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En 1964 Umberto Eco llevó a publicación una serie de ensayos a propósito de los medios de comunicación de masas que colocaría el tema[1] y su autor en el centro de la discusión y el análisis especialista, no sin pasar por cierta perplejidad de parte de sus lectores. Los términos del título escogido por su editor para el conjunto de los ensayos se convirtieron en categorías peculiarmente significativas. Frente al fenómeno de los medios de comunicación masiva, en aquellos años 60 hablamos de la televisión, la radio, pero también del cine y las historietas ilustradas (de hecho, la edición original en castellano de Lumen traía en portada a un Superman a todo color).

En su libro Eco proponía las dos categorías como una manera de ver el objeto en referencia; es decir, se trata de una misma realidad vista de dos maneras distintas y contrapuestas. Tomo estas dos categorías para ejemplificar los términos de inútil polarización con la que convivimos… aunque no sé si hay algún tipo de polarización que sea útil. Huelga decir que los términos de conflictividad que dan pie a esta polarización propone al mismo tiempo un desafío para poner orden de manera constructiva para el país y que al menos en principio plantea la pregunta de quién puede tener esa potestad. Con ello de paso ha de decirse que si bien la conflictividad es “naturalmente social” e incluso puede ser de provecho, cuando se asume correctamente, la polarización no es más que expresión de manejos indebidos, inútiles y estériles.

Por supuesto, Eco no está pensando en conflictividad y el préstamo que hago de las categorías es recreación propia. El autor de “El nombre de la rosa” dice, a propósito del fenómeno de los medios de comunicación de masas que los Apocalípticos tienen una palabra más bien trágica y negativa. Partiendo de una concepción elitista de la cultura, les aterroriza su vulgarización y la conversión de casi cualquier cosa en arte, cultura y expresión. Piénsese en el urinario de Marcel Duchamp elevado a arte, el cómico elevado a literatura…al mismo tiempo el Apocalíptico es capaz de distinguir los hilos de la manipulación que se esconden tras la producción cultural de los medios.

Los Integrados tienen una visión distinta, sino contrapuesta. Ven en los medios de comunicación de masas la oportunidad del vulgo de expresarse, es decir, vulgarizando. Con ello arremete por supuesto contra la concepción elitista del arte. Visualiza la oportunidad de integrar la palabra (o el signo) del común en la sociedad y por tanto ve un momento reivindicativo de héroe de nuevo tipo y con ello un momento de transformación social de un mundo aristocrático a un mundo plebeyo. Huelga decir que donde el Integrado ve una oportunidad, el Apocalíptico ve una amenaza, mientras tanto Apocalípticos e Integrados escasamente ven sus propias limitaciones y más bien, auto alimentan su propio discurso positivamente. Es decir, el Apocalíptico no ven su condición elitista en lo cultural, mientras el Integrado no sospecha de los hilos de la manipulación.

Me parece que estas dos categorías pueden ser útiles, mutatis mutandis, para analizar los términos de la polarización actual que se extienden en tiempos de coronavirus. Por ejemplo, los términos del confinamiento domiciliario como medida para disminuir los términos de contagio, ha sido asumida por diversos países en diversas intensidades, máximo como Vietnam o mínimo como Suecia, en distintos momentos, unos muy temprano, previo a la existencia de casos, como en El Salvador y otros tardíamente, como EEUU o Gran Bretaña o nunca, al menos oficialmente como Nicaragua o Brasil, si bien existen iniciativas civiles o estaduales para realizarla.

Más allá de lo acertado o no de la medida, su momento o su intensidad (hay un cierto debate en ello), los Apocalípticos tienden a ver la medida como una confirmación del creciente autoritarismo, máxime si para ellos se incluye el despliegue de las fuerzas armadas en las calles, si la policía detiene y lleva a Centros de Contención a aquellos que rompen la cuarentena. Se ha tendido a ver por ello una exageración en las medidas que sólo tiene como objetivo instalarse autoritariamente en el poder: cerrar fronteras, aeropuertos, el comercio y la actividad productiva. En última instancia, esta escalada de autoritarismo es una afrenta contra el sagrado derecho de la libertad en sus múltiples formas: de expresión, de movilización, de fijación de domicilio, etc. El carácter polarizado de la posición reside en el hecho que criticar esta visión por insuficiente (o por la razón que sea), hace que el criticado coloque al criticante en el bando opuesto.

Por otro lado, los Integrados tienden a ver la medida del confinamiento como el obligatorio paso en términos de prevención frente a una epidemia que sin los controles mínimos puede pasar de cero a mil casos en una semana, con las complicaciones para un precario sistema de salud del que al menos un 20% puedan requerir atención en UCI[2]. El Integrado (recuérdese que estamos utilizando las categorías  originales de Eco…si siente cierta repulsa/simpatía por uno u otro término, confirmaría eso la dualidad existente en la realidad) ve que hay una superioridad del derecho a la salud de la colectividad sobre el derecho a la libertad; por ello no ve inconveniente, sino más bien las condiciones le exigen hacer uso de la fuerza pública para garantizar el confinamiento que no puede ser voluntario, ni siquiera obligatorio, sino forzoso. El uso de la fuerza es una especie de bien necesario, un asunto que los demás no ven por alardear por la libertad y es un simple intento de socavación de las medidas tomadas por fines escrupulosos. El carácter polarizado de la posición reside en el hecho que criticar esta visión por insuficiente (o por la razón que sea), hace que el criticado coloque al criticante en el bando opuesto.

Por supuesto, los Apocalípticos no caen en la cuenta, intencionadamente o no,  que probablemente socavan una esperada y/o necesaria disciplina pro-confinamiento al clamar por la libertad. Un buen amigo mío, especialista en derecho, a propósito de la libertad y el estado, decía que era contrario a la obligatoriedad del uso del cinturón de seguridad porque el Estado debía esperar que el sujeto fuese responsable y que en última instancia la normativa contradecía su derecho constitucional de decidir por sí mismo. Es una argumentación similar del Apocalíptico. Dado que el autoritarismo se enfrenta a la libertad, no importa qué situación o que otro derecho pueda aparentemente colisionar, debe reivindicarse la libertad. Curiosamente, de las personas que he escuchado, guardan fielmente la cuarentena, no sé si por salud o por temor, pero la cumplen.

Y, como podría esperarse, los Integrados no caen en la cuenta, intencionadamente o no, que su recurrencia a las fuerzas armadas nos coloca peligrosamente al borde de la manu militari como regencia política. Aunque hay diversos ejemplos del uso de las fuerzas armadas para garantizar el confinamiento a lo largo y ancho del mundo, sin que eso sea muestra de transición autoritaria, siempre pueden aparecer mentes sesgadas, brillantes o no, que se decanten por lo militar y los militares como solución a las diferencias en lo político. Como se ha dicho en diversas ocasiones, no es tanto que el poder corrompa (se da, aunque no tanto), sino que son los imbéciles en el poder quienes se corrompen y corrompen el poder… y no hay nada más peligroso en ese sentido que el aspirante totalitario. Con nuestros antecedentes, desde 1932 hasta acá, más valdría la pena tener cuidado. Mucho cuidado.

Así  la polarización y los polarizados. Se podría decir que hay más de un lado que de otro, pero creo que no es tanto de número, sino de correlación de poder. La cantidad de personas puede ser importante en términos de respaldo (y habría que preguntarse seriamente la razón de ese altísimo respaldo a pesar de lo que los Apocalípticos llamarían “evidentes desencantos”) pero no es garantía de nada. Desde el punto de vista de la teoría de la conflictividad, más allá de las percepciones se asume no sólo que hay cierta razonabilidad (la salud y la libertad) sino también cierta verdad, pero que también existe insensatez en las posiciones. Pero, visualizar esta insensatez y conceder la posibilidad de mi opositor tenga razón, no está dentro de las posibilidades de uno y otro bando. La genialidad de un proceso de negociación, como Dios manda, y no hablo de la negociación marrullera, es precisamente conceder esta posibilidad a través de la exploración de principios e intereses[3].

Por supuesto, en cada uno de los polos hay una diversidad de intereses y grupos, no necesariamente cohesionados como movimiento, sino más bien unidos en estas expresiones apocalíptico – integradas. De un lado pueden estar empresarios, de diverso tamaño que ven en el covid19 una patraña y excusa para el autoritarismo, así como habrá otros empresarios en un lado u otro, un real atentado a la salud de parte del covid19 o activistas sociales, alineados de una u otra forma bajo los imaginarios señalados. De fondo plantean dos aparentes dilemas… digo, aparentes porque a pesar de la dificultad que plantean y las discusiones posibles, me parece que es posible encontrar solución, y una solución negociada.

La primer línea de desacuerdo transformada en dilema es la contraposición entre dos derechos (o ideales): Salud vrs. Libertad. Nada hay (o nada debería haber) que impida gozar de mi derecho a la libertad (de pensamiento, palabra, obra y omisión podría decirse), ni siquiera la salud colectiva o personal. La contraparte dice que la salud colectiva puede ser un punto importante que puede llevar a restringir la libertad. La segunda línea de desacuerdo, aparejada a la primera velis nolis, es la presunta prioridad de la actividad económica sobre la salud de la población. El confinamiento paraliza la economía y por querer remedir un asunto de salud (salvar vidas) no haríamos más que empeorar las cosas por detrimento de la economía nacional (empresarial y familiar, claro está… aunque obviamente, algunas familias están mejor preparadas que otras). Mejor sería resistir la epidemia, alcanzando en algún momento la “inmunidad de rebaño”, perdiendo algunas vidas claro está, pero sin ahogar la economía y la desarrollo de empresa. “A fin de cuentas, siempre tiene que morir unos para salvar a otros” – se argumenta. Si suena un poco a darwinismo social, pues coincido.

Con todo, ¿será posible algún tipo de propuesta razonable que nos permita pasar de la posición de los Apocalípticos e Integrados a algo así como Intelípticos y Apogrados como sugería mi comadre? Algo así como “vamos a proteger la salud de todos, pensando sobre todo en los más vulnerables mientras garantizamos que las restricciones son temporales y garantizamos que los militares no consigan más poder, pasando por la estricta responsabilidad personal” o bien “vamos a garantizar el goce de la libertades fundamentales mientras protegemos la salud de todos”. Me parece que es posible pero ¡Cómo se empecinan en hacerlo difícil! Un primer paso sería reconocer, como ya hemos apuntado antes de la mano de Fisher y Ury que no son las personas el problema y que aunque no congenie con su pensar, puedo conceder que las demandas  y preocupaciones son válidas y, al mismo tiempo, reconocer que no todo lo que hacen y dicen mis adversarios está mal, sino que hay acciones que son acertadas.

Esa es la parte difícil por supuesto. Las partes en conflicto no gustan de hacerse reconocimientos porque vivimos en un mundo de “alguien pierde, alguien gana y no quiero perder yo”… y aquí quien pierde es “el pueblo bajo, municipal y espeso” (Rubén Darío). No es gratuito que Ignacio Ellacuría, en la polarización de los años 80 en plena guerra civil y las resistencias al diálogo, pensará que sólo una tercera fuerza podía tener el poder de poner los polarizados en su lugar y llamar al orden. Esta tercera fuerza no es mera expresión de tercerismo o de mediación, sino la constitución del sujeto histórico que desde abajo, y por tanto con la visión histórica de las mayorías populares, sabe articular los intereses de todas y todos, por encima de los intereses particulares de los polarizados. Pero, siguiendo Ellacuría, ese sujeto está en permanente construcción según dos características esenciales: espíritu socrático e inspiración cristiana.

Al parecer no contamos, hoy por hoy, con esa tercera fuerza. Más bien parece estar dispersa “como ovejas sin pastor” entre apocalípticos e integrados… mientras nos queda perseguir con ojo crítico a ver si logramos ver y hacer más allá de la polarización.

 

[1]. Eco, Umberto, Apocalípticos e Integrados, Lumen, 1968 (originalmente publicado en Bompiani, 1964)

[2]. El New York Times, en la actualización de noticias del 28 de abril de 2020, dice que Cass County (en Indiana) pasó de 52 a 1,025 casos en diez días, mientras Dakota County (en Nebraska) si casos el 12 de abril, a la fecha tiene más de 600.

[3]. Es la clave, junto con el principio de “separar las personas del problema”, del método de negociación por principios o método de Harvard. Cf. R. Fisher y W. Ury, Getting to Yes: Negotiating Agreement Without Giving In, Penguin 1981.

Universidad Centroamericana José Simeón Cañas
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