Conmemorar se refiere al hacer memoria. Esto es recordar el pasado: hacerlo presente. Pero no se trata solo de echar una mirada atrás, sino se pretende activar posibles pensamientos o acciones para el presente. Por eso es importante lo que se conoce como “memoria histórica” (que en sí misma, la expresión es redundante): miro lo que pasó a ver si aprendo para el futuro, por ejemplo, para no hacer más guerras, respetar al contrario, etc. Por tanto, la primera pregunta aquí, respecto al 16 de noviembre, es aquí el perfil de esta conmemoración y determinar qué puede activarse. Esto está en conexión inmediata con lo que se defina como legado.
Por supuesto, podemos recordar sin hacer memoria y sin considerar legado. Es lo que pasa en muchas celebraciones civiles y religiosas. Como el natalicio de Jesús de Nazareth, la navidad. Damos regalos, encendemos las luces del árbol, decimos “¡feliz navidad!”, pero nos olvidamos (bastante diría yo) del desafiante hecho del nacimiento de Jesús. Parecido a las celebraciones de la Semana Santa: nos acordamos, vamos a la misa (o culto), parodiamos la última semana, quizá alguna procesión, pero desconectamos por completo con el significado esencial de lo que nos dejó la historia de Jesús (¡el legado!) y por eso la vida sigue igual antes y después de Semana Santa, antes y después de Navidad.
Treinta y tres años después del asesinato martirial de seis jesuitas y niña Elba y su hija Celina en el recinto universitario, el desafío fundamental es enfrentar dignamente el legado que la conmemoración nos coloca delante. Corremos el riesgo, claro está, de que la vida siga igual antes y después de cada 16 de noviembre. Y aunque siempre me pareció que era inapropiado hablar de “mártires de la UCA” (Joaquín López no trabajaba en UCA, ni tampoco Elba, que era cocinera en una casa de estudiantes cercana, así como tampoco su hija; ambas llegaron ahí buscando refugio) sigue siendo correcto en el sentido que se realizó dentro de la universidad y puede considerarse un atentado contra el modo universitario de proceder. Siempre he preferido personalmente considerar el hecho en el contexto específico de la guerra civil y pensar en el conjunto de víctimas y caídos en esos días. Los mártires de la UCA serían el símbolo martirial de víctimas y caídos en aquellos días… incluso, de toda la guerra civil… pero bueno, dejemos esa discusión para otro momento. Veamos el legado a conmemorar.
Dentro de un conjunto posible de cosas, destaco dos, sabiendo que cada una de esas dos cosas implica cierta complejidad en sus consecuencias. Estas dos cosas son la exigencia del pensar riguroso y la obligación de enfrentar los retos del presente. El primero es obvio y casi quiere responderse solo, algo así como “claro que sí, en eso estamos”. Pero, hay que tener cuidado siempre con los análisis complacientes consigo mismo, diabéticos o hepáticos. No podemos tener siempre la razón y siempre es bueno escuchar a los que piensan distinto sin necesidad de descalificarles. No digo que se haga, sino que se constituye un peligro. En este ámbito es lamentable, en mi opinión, que las áreas de análisis humanísticas, sociales y filosóficas, tan urgentes en estos días, tengan un modestísimo lugar a la sombra y en la perspectiva de desarrollo universitario.
Se creerá que me estoy excediendo. Pero esto puede quedar un poco más claro, si pensamos en los retos. Efectivamente, se trata del pensar riguroso de cara a los retos del presente. Por supuesto, hay un conjunto grande. Dicho en modo sistémico son el problema de la violencia y el deterioro del medioambiente, estando ambos en conexión íntima con la civilización del capital en que vivimos. Esta violencia, incluida la de maras y pandillas, y este deterioro medioambiental, es consecuencia de esta civilización del capital. Y si del tema de la violencia ya he comentado en otros ámbitos, voy a fijarme en el tema del deterioro ambiental. No perdamos de vista que tratamos de colocarnos frente al asunto de la “conmemoración del legado”.
Debemos responder, universitariamente y como Universidad, claro está, a la gravísima situación del deterioro del medio ambiente. La República de Vanuatu llegó a implorar al reciente Cumbre sobre el cambio climático, a tomar medidas para evitar que sus islas sean engullidas por el Pacífico Sur, restringiendo la proliferación en el consumo de combustibles fósiles (dicho sea de paso, el esperadísimo mundial de fútbol de Qatar está montado sobre jugosísimas ganancias del petróleo… un mundial a expensas del cambio climático… ¡lástima por el fútbol!). Todavía perdura el llamado de Greta Thunberg en las huelgas escolares contra el cambio climático. Debemos, en este ámbito, me parece, ir más allá del típico “este gobierno no hace nada” para ver qué podemos hacer nosotros, más allá de la colocación de depósitos para el reciclaje. Me parece que necesitamos medidas drásticas, simbólicas y con carácter de ser replicadas. Propongo cuatro:
Por supuesto que hay más. Es a mi modo de ver de abordar un problema al que se debe acompañar la evidencia y razonamiento que corresponde a un pensar riguroso. Es cuestión de viabilidad del país. Es una forma real de conmemorar un legado que, por supuesto, no se agota en esa acción, sino la acciones una muestra de lo que debería ser atender continua y cotidianamente la conmemoración del legado.