El Do no Harm o Acción sin Daño es un principio que parte de la premisa que las organizaciones de cooperación, agencias para el desarrollo y ayuda humanitaria, así como pueden contribuir a transformar positivamente situaciones de conflicto, mejorar las condiciones de vida de personas vulnerables y ayudar a cerrar brechas sociales, también pueden generar daño, aumentando las tensiones, fragmentando aún más el tejido social o exacerbando los conflictos (Confederación Suiza, s.f.). Si bien este principio nace en el seno humanitario, es posible extrapolarlo al terreno del desarrollo territorial, así como a ámbitos como el de medio ambiente, género, entre otros, ya que muchas veces las intervenciones en pro del desarrollo para el ser humano, si bien muy bien intencionadas, podrían generar también consecuencias negativas a partir de la misma, o bien, deteriorar aún más condiciones ya graves. Entonces ¿Cómo podría la ética verse conjugada con la cooperación internacional y las intervenciones para el desarrollo, a fin de evitar un daño en las personas como fin mismo del desarrollo? Un actuar ético por parte de los agentes involucrados en el desarrollo (tanto donantes como implementadores de proyectos) implica reconocer cuando una acción o intervención tiene el potencial de causar daño a los participantes o incluso, sustituir lo que ellos realmente necesitan. Considerando lo anterior, el ensayo pretende exponer algunas consideraciones éticas sobre la cooperación internacional y las intervenciones para el desarrollo, a fin de trazar algunas líneas sobre cómo sería posible asegurar un actuar que evite hacer daño mediante estas acciones.
Existen muchos entes de carácter público y privado que destinan fondos o brindan asistencia técnica para apoyar a aquellos países desfavorecidos, con el fin de impulsar el progreso político, social y económico, a esto se le conoce como cooperación internacional. Hay un debate respecto a las consideraciones éticas en la cooperación internacional, debido a que son diversas las motivaciones, justificaciones y pretensiones que llevan a los donantes a cooperar, muchas veces estas no son del todo transparentes, y la parte solidaria queda en muchas ocasiones en entredicho. Es por ello por lo que el funcionamiento positivo o negativo de la cooperación es el que determina la justificación ética de la misma o no (Prado, 2000, citado en Bermúdez, 2019).
Si bien, no hay un consenso global sobre los estándares mínimos que deben normar las acciones de cooperación, algunas organizaciones apuntan al respeto, la integridad, la responsabilidad, la profesionalidad y el compromiso, el diálogo y la participación, la transparencia y rendición de cuentas, y la justicia, como algunos de los principios a los que deben ceñirse. Es precisamente el último principio, el de justicia, el que ocupa un lugar muy importante, puesto que se orienta a la justicia social, la igualdad en la distribución de oportunidades. Al hablar de justicia social, es indispensable hablar también de justicia distributiva, la cual se encarga de distribuir los bienes de forma correcta. John Rawls propone en sus obras sobre la justicia repartir los bienes primarios, los cuales son imprescindibles para realizarnos como seres morales, es decir, que permitan la autorrealización (Etxeberria, 1999, citado en Bermúdez, 2019). Lograr una justicia distributiva a nivel global que garantice condiciones de igualdad implicaría que los Estados estén obligados a brindar cooperación a aquellos en desventaja para construir el camino para igualar sus condiciones, sin embargo, la cooperación internacional desde su nacimiento ha tenido un carácter de voluntariedad que, como se ha mencionado anteriormente, no está desprovista de intenciones ocultas en las que sirve de herramienta para determinados fines, ya que mucho se ha criticado también su carácter utilitario.
Ahora bien, en el ámbito de las intervenciones al desarrollo, hay ciertos actuares que pueden dañar los resultados de estas y mermar las capacidades de las personas para incidir sobre su realidad y entorno. El abuso de la posición propia o el aprovechamiento sobre un participante con el fin obtener una ventaja personal o ejercer poder sobre otra persona, es un actuar que fomenta la desconfianza, así como el rechazo a una intervención. De igual manera, el intervenir en áreas en las que no se está formado o no se es competente, va de la mano del Do no Harm, ya que en ocasiones es preferible no llevar a cabo ninguna acción a realizar algo que pueda ser contraproducente, en ese sentido, es importante distinguir entre las propias capacidades y sobrepasarse al punto en que las acciones llevadas a cabo se vuelven poco éticas y hasta perjudiciales (Rabinowitz, s.f.).
La premisa insustituible para evitar causar daño en una intervención al desarrollo es respetar a las personas como fin en sí mismas, y no como un medio o como un número dentro de las estadísticas de un proyecto, esto implica considerar a cada persona como un individuo único, con aspiraciones y necesidades distintas, las cuales son relevantes. Para garantizar lo anterior, y evitar que las personas sean instrumentalizadas, así como puede suceder con la cooperación internacional, hay ciertos principios que deben estar inmersos en las intervenciones para el desarrollo. El primero es el de autodeterminación, ya que cada individuo tiene la capacidad y el derecho para tomar las decisiones que conciernen a su vida. Un segundo principio es el de empoderamiento, en el que cada individuo tiene el poder de controlar sus propios medios de influencia. La acción colectiva es un tercer principio en el cual el reunirse en grupos u organizaciones refuerza la voz de las personas para comunicar sus necesidades y participar en la toma de decisiones. El último principio es el de trabajo y aprendizaje conjunto, en el que la colaboración y el compartir experiencias es vital para la actividad de la comunidad (Buye, 2021).
En conclusión, tanto la cooperación internacional como las intervenciones para el desarrollo no están exentas de ser objeto de juicio respecto a las consideraciones éticas en sus pretensiones, así como también en sus acciones, tanto a nivel de Estado, como a nivel individual, como agente del desarrollo. Lograr establecer principios que puedan orientar a un horizonte mínimo de actuación ética y justa que procure reducir las desigualdades mediante la transparencia en las acciones, y con un enfoque humano, es esencial para lograr sociedades más justas. La Acción sin Daño supone acciones más éticas, responsables y procurar el bienestar humano por sobre lo demás.
Referencias
Bermúdez de Castro Dorregos, B. 2019. Una perspectiva ética para una nueva Cooperación Internacional. El caso del Comité de Ayuda al Desarrollo (CAD). [Tesis para obtar al grado en Relaciones Internacionales]. Universidad Pontificia. https://repositorio.comillas.edu/xmlui/handle/11531/28039
Buye, R. 2021. Ethical issues and challenges in community development. https://www.researchgate.net/publication/353316939_Ethical_issues_and_challenges_in_community_development
Confederación Suiza. s.f. Acción sin Daño. https://www.eda.admin.ch/countries/colombia/es/home/internationale-zusammenarbeit/projekte/proyectos-cosude/nothilfe/accion_sin_dano.html
Rabinowitz, P. s.f. Community ToolBox. Analyzing Community Problems and Designing and Adapting Community Interventions. Section 5. Ethical Issues in Community Interventions. https://ctb.ku.edu/en/table-of-contents/analyze/choose-and-adapt-community-interventions/ethical-issues/main