El enfoque del Desarrollo Territorial supone conceder protagonismo a los actores del territorio: en definitiva son los responsables del desarrollo. No son los únicos, pero son imprescindibles. Esto nos lleva a plantear algunas preguntas: ¿cómo sabe el actor endógeno hacia dónde ir? ¿Qué papel juega el actor exógeno, funcionario gubernamental o agente no gubernamental? ¿Y el especialista en Desarrollo Territorial?
La Investigación Acción Participativa (IAP), entre sus variantes y vaivenes desde su “origen” (que no vamos a entrar en ello ahora), hay que decir, no es en principio una metodología de investigación, sino más bien un modo. Por supuesto, no suele estar claro esto. He podido evidenciar el asunto conversando con otras personas que suelen incluir IAP dentro de las modalidades “cualitativas” de investigación, como si en IAP no echáramos mano de metodologías cuantitativas. Como tal, en IAP yo echo mano de las metodologías necesarias, cualitativas y cuantitativas, e idóneas para el asunto de trabajo. Otras personas ni siquiera le conceden una prerrogativa científica a la IAP argumentando por ejemplo que se viola la necesaria distinta crítica entre investigador y su objeto de estudio. Eso precisamente es no entender nada del asunto o más bien, siendo indulgentes, perderse en la hojarasca y no ver el bosque.
La IAP se corresponde con un modo de hacer las cosas y tiene que ver la actitud del especialista o investigador. Como tal, echa mano de diversas formas de recolección y procesamiento de datos, sea una encuesta, un grupo focal o la observación… pero comienza por afirmar algo obvio: que no tiene el conocimiento. Experiencialmente, otras y otros tienen el conocimiento y necesita aprender de ellas y, probablemente, sistematizar el conocimiento. Irresistible citar a A. Gramsci (Cuadernos de la Cárcel):
El elemento popular “siente”, pero no siempre comprende o sabe. El elemento intelectual “sabe pero no comprende o, particularmente, siente… El error del intelectual consiste en creer que se pueda saber sin comprender y, especialmente, sin sentir ni ser apasionado (no sólo del saber en sí, sino del objeto del saber), es decir, que el intelectual pueda ser tal (y no puro pedante) si se halla separado del pueblo-nación, es decir, sin sentir las pasiones elementales del pueblo, comprendiéndolas y, por lo tanto, explicándolas y justificándolas por la situación histórica determinada…
No es ni menos exigente que la “investigación formal”, ni meramente un modo alegre de hacer investigación. Por supuesto, tampoco es mero activismo social, si bien se encuentra ligado. Sin descartar el placer del saber mismo por saber, clásico de la propuesta filosófica griega que enfatiza la “contemplación”, en IAP es importante saber con la intencionalidad de la transformación. Buscamos saber a fin de volcarnos a la acción. Por eso es investigación – acción. Como una concesión mis colegas filósofos citamos a K. Marx en su famosa tesis 11 sobre Feuerbach: “Die Philosophen haben die Welt nur verschiedenen interpretiert, es kommt aber darauf an sie zu verändern” (Los filósofos han interpretado el mundo de diversas maneras; de lo que se trata es de transformarlo). Por supuesto, no se trata de mero activismo, de un hacer sin orientación o de un proceder más o menos orientado; se trata de conjugar de la mejor manera la propuesta clásica de la relación entre teoría y praxis. O, como dice Ignacio Ellacuría: de descubrir el “poder cognoscitivo de la praxis” (Fe y Justicia).
Por último este proceso se supone participativo. Por eso algunos hablan de la co-producción de conocimiento, puesto que corresponde a la acción del académico (el intelectual orgánico, diría Gramsci) y de la comunidad… ¿por qué esta relevancia? Un principio en transformación de conflictos dice que son los interesados y afectados por el conflicto los que preparan las mejores soluciones sostenibles para todos. Se trata de proceder según una metodología inclusiva y participativa para abordar el problema y prodigar soluciones. Precisamente, intuye la IAP que la conjunción entre el “especialista” y el “no-especialista”, pero involucrado directamente en el problema, podrá aportar visiones más precisas de las cosas porque precisamente sufre y sabe del problema por experiencia propia. De ahí que, para aquellos problemas sociales, la mejor manera sería recurrir a la IAP.
Así, en cuanto al Desarrollo Territorial se refiere, precisamente en cuanto a determinar la dinámica del desarrollo, de las fuerzas en conflicto y la delineación de una propuesta endógena, ¿no sería mejor precisamente abocarse a un proceso IAP? Diría que sí, pero por supuesto tiene sus limitaciones, si bien en principio deberíamos decir que IAP es un modo de acceder a la realidad compatible con el enfoque del Desarrollo Territorial.
¿Qué son las limitaciones? Por un lado la actitud del especialista, normalmente acostumbrado a que le pidan opinión, a brindar soluciones y aparecer como el experto. Sin embargo, la gente es experta en su campo y deberíamos abrir la puerta a ello y ser así más humildes como académicos. También pasa que este tipo de procesos, requiere su tiempo. Ahí donde el especialista prepara una propuesta de política pública sobre participación juvenil y desarrollo agrícola en 48 horas (especialmente si la paga es jugosa), los procesos participativos tomaran más tiempo (seis meses, un año…): deben instalarse capacidades de análisis, proceder a la recolección de datos, el análisis conjunto, etc. Toma más tiempo, pero será sostenible porque la propuesta viene desde abajo… y probablemente será más barato también.
¿Una experiencia? Podés ver esta publicación de la Universidad de Deusto: Desarrollo territorial e investigación acción: innovación a través del diálogo.