El autor es graduado de la Maestria en Desarrollo Territorial
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A medida que la población comenzó a crecer y aumentar su tecnología, la industria y el comercio, el impacto sobre el medio ambiente comenzó a ser mayor y más nocivo, debido a la explotación de recursos minerales y fósiles, deforestación y contaminación. De esta manera el equilibrio del sistema ambiental se ve afectado y la calidad de vida de muchos seres vivos se halla en muy malas condiciones, al punto que para algunos resulta incluso imposible adaptarse a los grandes cambios a los que son expuestos, ante esto la acción determinante a futuro es la educación. La educación ambiental debe trascender la educación tradicional del simple hecho de impartir un conocimiento, relaciona al hombre con su ambiente, con su entorno, buscando un cambio de actitud y aptitud consciente ante el medio que nos rodea, y del cual formamos parte indisoluble, una toma de conciencia sobre la importancia de conservar y proteger nuestros recursos naturales para el futuro y mejorar así nuestra calidad de vida y la de las futuras generaciones. La educación ambiental es un proceso continuo, interactivo e integrador, mediante el cual, el ser humano adquiere conocimientos y experiencias, los comprende y analiza, los internaliza, adquiriendo las herramientas necesarias para tomar decisiones informadas y medidas responsables traducidas en comportamientos, valores y actitudes que preparan sistemáticamente para participar protagónicamente en la gestión del ambiente. La educación representa una alternativa ante la realidad ambiental que vivimos actualmente, si no se educa oportunamente a la población acerca del peligro que representa continuar deteriorando el ambiente, en poco tiempo estaremos enfrentando situaciones más dolorosas que pongan en riesgo la preservación de múltiples formas de vida, entre ellas, la nuestra, la humana. Es necesario que la educación ambiental sea un proceso que empodere a las personas con saberes y experiencias propias, desarrollando la capacidad de responder a sus propias acciones, asumir las consecuencias de sus actos con conciencia plena y responsabilidad, comprendiendo las relaciones existentes entre los sistemas naturales y sociales, adquiriendo una percepción más clara de la importancia de los factores socioculturales en la génesis de los problemas ambientales, la adquisición de la conciencia, valores y los comportamientos que favorezcan la participación en el proceso de toma de decisiones. La educación ambiental, más que limitarse a un aspecto concreto del proceso educativo, debe convertirse en una base que impulse un nuevo estilo de vida, una práctica educativa abierta a la vida social para que los miembros de la sociedad participen, según sus posibilidades, en la tarea compleja y solidaria de mejorar las relaciones entre la humanidad y su medio, vinculándolo en la construcción de una nueva sociedad en la que coexistamos con nuestro medio ambiente, dándole prolongación a la existencia de nuestro sociedad y los recursos con que cuenta para subsistir, tomando un compromiso de acciones y responsabilidades que tengan por fin el uso racional de los recursos naturales y garantizando así un desarrollo sostenible.
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