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El populismo de Ignacio Ellacuría

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30/11/2020
Luis Antonio Monterrosa. Docente de la Maestría en Desarrollo Territorial.  

Sea por gusto o por disgusto, a la diestra o la siniestra, habré llamado su atención y cuando menos con ello plantear el tema, si se entiende rectamente la cuestión. No sólo porque escribir algo sobre Ellacuría no es fácil en medio de tanto especialista pertinente, sino también porque en algo vale rescatar el término “populismo”, al menos como intenta hacer P. Rosanvallon (El Siglo del populismo, Galaxia Gutenberg, 2020) que dice que en realidad el tema no se ha tocado a fondo y rigurosamente y que, en medio de tantas voces de alarma que suenan, vale la pena pensar desde ahí una alternativa movilizadora… a propósito de Ellacuría.

Al respecto, hay que considerar tres cosas para caer en la cuenta del modo ellacuriano de proceder que aunque intenta ser un pensar situado, no hace concesiones fáciles. La primera la calidad y perfil del análisis. Ellacuría tiene claro la complejidad de la realidad y de lo político. Pero opta por un análisis que se hace desde el lugar que da verdad. Esto puede conducir a situaciones no siempre deseables o queribles, pero que siendo honestos con lo real – fieles a la Tierra, diría Nietzsche  – se apunta dentro de las posibilidades de la realidad histórica, en los límites que las estructuras imponen – lo que puedo o no puedo hacer – y los márgenes de libertad personal concedida por la realidad humana. En todo caso, es un análisis que se hace con la razón, pero con entraña, sabiendo en todo caso que se antepone, en el análisis, lo cardíaco a lo hepático. Esto provocaba, por supuesto, cierta desazón en sus oyentes, amigos y enemigos. Un caso ejemplar fue cuando concedió cierta duda razonable a la incipiente administración de Cristiani en 1989. Todos se le fueron encima porque les parecía inconcebible que pudiese decir eso. Pero era lo que reportaba las posibilidades de su análisis. Por supuesto, no suponía en modo alguno cheque en blanco ni apoyo directo al mismo Cristiani.

Esto porque, en segundo lugar, acostumbraba a llamar las cosas por su nombre y al rigor de los términos – el esfuerzo del concepto que decía Hegel. Esto significaba la crítica directa e implacable al FMLN, donde cabía hacerla – por ejemplo, la crítica a la propuesta de prolongación del conflicto en virtud de la estrategia de guerra popular prolongada – así como también al PDC o ARENA, por supuesto con mayor razón. Y claro, esta rigurosidad de llamar las cosas con propiedad, no siempre la salía bien. Memorable es el caso de los “coche bomba” que se detonaron durante la guerra, que insistía él “no son coches-bomba, sino bombas puestas en coche”.

Desde esta perspectiva, en tercer lugar, no debe perderse de vista la propuesta subyacente a toda la filosofía, el análisis político y la teología de Ellacuría, de la constitución del sujeto histórico del cambio social. Esta fue una de las (pre)ocupaciones fundamentales de Ellacuría: el cambio social. Por supuesto, no cualquier cambio, que cambio hay continuamente como ya apuntaba Heráclito, sino aquella transformación social sostenible en el tiempo y de beneficio máximo para las mayorías populares,  por ende para la sociedad en su conjunto. Cada momento histórico tendrá su sujeto histórico de cambio social – “el sepulturero del capitalismo” diría K. Marx – y en cada vez habrá que identificarlo concretamente, pero que en términos generales puede nombrarse, desde las ciencias sociales, como mayorías populares, y teológicamente como los pobres. Puede discutirse cómo llega a hacerse este sujeto histórico o qué hay que hacer para construirlo – el ser que se hace exnihilo en el sentido de Heidegger – , pero Ellacuría creía identificar dos elementos clave que tendría que ser notas constitucionales suyas: aquel sujeto histórico, los pobres o mayorías populares deben gozar de un espíritu socrático e inspiración cristiana.

No es lugar aquí para extenderse en estos dos elementos, pero huelga decir que de lo que se trata es que “el pueblo haga oír su voz” (Ellacuría), porque sólo los pobres salvan – liberan y que la verdad se encuentra en las mayorías crucificadas… renómbrelo si quiere, pero este es el populismo de Ellacuría.

Universidad Centroamericana José Simeón Cañas
Maestría en Desarrollo Territorial
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