En enero de 2023 recién se publicó un estudio que espero haya de generar gran impacto en diversos órdenes vitales y frente a desórdenes sociales. De R. Waldinger y M. Schulz nos llega el título The Good Life (Simon and Schuster, 2023) y al parecer la versión en castellano está pronta a hacer aparición según se reporta aquí en El País. En esta última referencia pueden hallarse indicativos de por donde va el libro. A partir de ello me permito hacer algunas reflexiones, por supuesto a propósito del desarrollo, aunque inevitablemente filosóficas…
Así es: es casi unánime que el ser humano busca la felicidad, punto de referencia de la ética, dicho sea de paso, siendo esta sobre todo una reflexión filosófica de modo que, lo siento una vez más, estamos hablando de filosofía. El problema, por si no tuviésemos muchos ya, es que hay un desacuerdo respecto de qué es la felicidad, dónde reside y cómo la conseguimos. The Good Life nos reporta un estudio realizado por la Universidad de Harvard y que ¡¡¡¡¡¡inició en 1939!!!!! La pretensión era determinar aquellos elementos que permitían tener una vida larga y feliz. Por supuesto, la prosperidad económica ayuda, pero no basta. Dicho coloquialmente, el dinero no te lleva a la felicidad, aunque te deje a unas cuadras de ahí. El hallazgo fundamental del estudio del equipo de Harvard es que la felicidad viene del círculo de relaciones fuertes que uno puede haber cultivado y que se muestran persistentes. Son los amigos y las amigas, las amistades en su diverso grado, las que nos garantizan la felicidad. Por supuesto, ayuda muchísimo a una buena salud, estabilidad económica, etc., pero el factor clave para una feliz longevidad viene dado por un robusto círculo de relaciones.
Cuando trazamos planes de desarrollo – cantonales, municipales o nacionales – ¿atribuimos un valor específico a la calidad de las relaciones? Quizá sí, quizá no. Nuestra lógica suele ir un poco por el lado de los ingresos (lo cual es lógico, hasta cierto punto) o quizá por la garantía de salud o una buena alimentación, quizá bajo el supuesto que, una vez garantizados esos elementos básicos “lo demás se dará por añadidura”. Y pueda ser que así sea, pero poco abonamos en la construcción de relaciones justas, en el generar convivencia que, por ordinaria que sea, implica un impacto duradero aunque sea más bien intangible. Quizá por pura influencia neoliberal, tendemos a enfocarnos en los individuos y sus libertades, cuando más bien deberíamos estar enfocándonos en los colectivos y sus vínculos de interdependencia.
Con todo, ya con ello tenemos a disposición un punto de referencia para la brújula del desarrollo que nos permite enfatizar el sistema de relaciones entre los actores y que al mismo tiempo nos sirva como referencia ética. Ya decía K. Marx, en las famosas Tesis sobre Feuerbach, afirma que el ser humano es expresión de un conjunto de relaciones. Como criterio ético puede volverse interesantemente crítico: lo “bueno” sería aquello que fortalezca los vínculos relacionales, lo “malo” sería aquello que enfatizara el individualismo. O sea, es un criterio totalmente anti-neoliberal. Por tanto, el desarrollo si pretendemos llegar a algún estadio aceptable de bienestar y felicidad, ha de ser colectivo e intangible que gira alrededor de las relaciones fuertes.