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“El que sabe, sabe. El que no, es jefe”: Amando López

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16/11/2020
Luis Antonio Monterrosa. Docente de la Maestría en Desarrollo Territorial.  

Conocí a Amando López en 1984. Matriculado yo en la Facultad de Ingeniería debía llevar un par de materias electivas humanísticas. Tomé dos cursos de teología y biblia con Amando: uno de Cristología y el otro sobre el Éxodo. Descubrí un nuevo mundo para mí. Tengo muy  presente siempre las preguntas, a veces incómodas, que formulé, pero que me acompañaron siempre pensando sobre Dios y la Historia. En realidad, no lo veía muy a gusto enseñando… como si hubiese preferido abordar otro tema o hacer otras actividades, pero eso no le impedía el invitarnos constantemente a pensar, y pensar bien. Era el clásico jesuita que en clase ante una pregunta, responde con otra pregunta.

Le encantaban las “películas de chinos” refiriéndose a aquellas producciones que eran famosas en los años setenta y ochenta con protagonistas como Bruce Lee para abajo. “Me encantan, porque no hay nada que pensar” decía con sonrisa de oreja a oreja. Había llegado a El Salvador para incorporarse al equipo del Centro de Reflexión Teológica después de haber sido Rector en la UCA de Managua. Vivía en la Comunidad de Teólogos que estaba en Antiguo Cuscatlán, desde donde se desplazaba a diario a la UCA. Tratar los enredos del Departamento de Filosofía y atender las clases de la maestría y profesorado en teología era su faena diaria. Ya le tocaba suficiente con la pensada diaria como para precisamente desear las películas chinas para descansar.

Le visité en cierta ocasión en su oficina en el Módulo A, ahora conocido como Edificio Francisco Javier Ibisate. No recuerdo de qué hablamos, pero si recuerdo algo que me impresionó y quedó en mi memoria para siempre, tan firme, claro y verdadero como el teorema fundamental del cálculo. Pegado en una pared tenía una postal que decía: “El que sabe, sabe; y el que no, ¡es jefe!”. Mostró un humilde orgullo cuando señalé la frase. Ciertamente no había una pizca de vanidad ni altivez en su semblante. De mi parte nunca imaginé en ese momento que años después terminaría enrolado más en la filosofía que en las matemáticas, como tampoco imaginó Amando aquel momento lo que la historia el deparaba para noviembre de 1989.

Tenemos poco o nada de sus escritos. Es un baremo importante para un jesuita universitario, al menos en principio. Estoy seguro que quienes le trataron guardan una imagen del Amando tierno y bonachón. Había que pensar, pero quizá no tanto… o quizá saber reconocer que no todas las esferas del día a día han de estar llenas del mero pensar… y ¡por supuesto hay que saber! ¡Y saber bien! La vida va exigiendo en diversos momentos estar prestos al saber, según tiempos, personas y lugares. Ojalá, claro está, que si te toca la jefatura, que sepás… que normalmente, sucede lo contrario. Pero que si toca, hay que saber, pero además de saber bien, que sea un saber humilde y digno. Nada más socrático.

Universidad Centroamericana José Simeón Cañas
Maestría en Desarrollo Territorial
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