Damos por concedido el lugar clave que “sistema de actores” tiene en el concepto de desarrollo territorial. Sin actores que definen su propio “desarrollo”, sea lo que sea que signifique eso, puede haber cualquier cosa, menos desarrollo territorial. Es decir, el sistema de actores debe definir qué quiere y cómo lo quiere, por supuesto a partir de los recursos locales, a partir de sus intereses y necesidades, en un proceso participativo que no ignora la conflictividad pero que busca construir consensos, etc. Pero ¿en realidad funciona así el proceso de desarrollo territorial? Aquí pasa, las más de las veces, como aquel chiste que dice que el mandamiento nuevo que Jesús dejó, “ámense los unos a los otros”, es tan nuevo, pero tan nuevo, que todavía no se ha estrenado… pues aquí en principio es que el sistema de actores debe definir su rumbo… pero no estoy seguro que así funcione y siga siendo entonces una desiderata, un deber ser, una aspiración… pero no metodológica o políticamente existente.
Participé en una reunión entre los Ngobere que duró día y medio en asamblea popular: como todos debían participar, pues las cosas se alargaban normalmente… ¿Se imaginan la reunión de la Cooperativa X en asamblea plenaria con sus socios siguiendo este principio de cada uno decir su palabra? En la Comunidad Segundo Montes, recién llegados en 1990 desde Colomoncagua, era absolutamente perentorio la participación en la asamblea comunitaria. Todo mundo asistía a la convocatoria y participaba… como sabemos esas y otras cosas se fueron perdiendo. Pero, ese es el principio básico de funcionamiento operativo del sistema de actores. Un poco de método y técnica, si se quiere, puede agregarse a propósito de la construcción de consenso, pero básicamente es eso: definición de parte de los propios actores que se vuelven autores de su destino. Suele pasar, mucho más seguido de lo que uno cree, que políticos y técnicos terminan por imponer su modelo de desarrollo, sus objetivos, sus intereses, sus aspiraciones y sus planes. Y pueda ser que lo que “imponen” sea bueno, siempre es posible valorarlo, pero no deja de llamar la atención la “imposición”
A todas y todos nos suena aquel texto de Miren Larrea de “Facilitadores del desarrollo territorial”… es momento de echar un ojo de vuelta. También habremos escuchado aquel audio de Ellacuría donde dice tajantemente “el pueblo tiene que hacer oír su voz”… a eso se refería precisamente por aquello del “desafío de las mayorías populares” porque resulta que fácilmente hablamos por el pueblo aparentemente interpretando sus intereses y necesidades ya sea de parte de políticos o técnicos, incluidos los universitarios. Las cosas siempre van a cambiar, pero las cosas sólo van a cambiar de modo favorable para las mayorías populares cuando ellas mismas tomen las decisiones. ¿Radical no? Eso suele ser un principio del pensamiento de izquierda o alternativo, aunque algunas veces parece lo contrario cuando vemos modos, conductas y estructuras. Dos cosas claves son aquí: moral y conciencia.
Y aquí vale la pena rescatar algunas frases de los otros dos autores. Ellacuría escribió un artículo súper interesante a partir de la última entrevista que le hicieron a J.P. Sartre días antes de su muerte “El testamento de Sartre” (Escritos filosóficos III). Ahí decía Sartre, citado por Ellacuría, que la izquierda “tiene que ver con la moral y con la nueva sociedad y no primariamente con el poder y menos aún con los partidos”… incluso llega a decir que “el partido es la muerte de la izquierda”. Pero ¿qué es izquierda? Por supuesto, hay izquierda antes de Marx y el marxismo. Aquí para Sartre, rescatado por Ellacuría, la izquierda es “aquel movimiento político que supera el individualismo y suscita un deseo nuevo de sociedad, que llevará a un deseo de sociedad nueva”: se trata de una moral donde yo estoy presente en “las/los demás” y “los/las demás” están presentes en mí. En última instancia, ser de izquierda es cuestión de reserva moral por un mundo justo y solidario. Lo de participativo cae por su propio peso. Lo de conceder la palabra a los desheredados del mundo, a los condenados de la tierra (Fanon) está ahí presente.
Ahora bien, la constitución de esta reserva moral a nivel personal tiene el presupuesto de la formación de la conciencia. Todos tenemos conciencia, o al menos eso parece. Lo que pasa es que se suele nublar por mil y una cosas, pero no siempre tenemos conciencia crítica, es decir como capacidad de ver el mundo siempre lo que puede ser y orientado hacia un mundo mejor. Expresiones como “es que así es” o “ni modo” son formas de expresión que conciencias que no son críticas. Ahora bien, esta forma de conciencia se alcanza en procesos de concientización y una de esas formas básicas es la educación entendida no como mera transmisión de conocimientos. Eso sería la educación bancaria que denomina Freire: se depositan conocimientos. Se trata de decir nuestra palabra, descubrir el mundo, construir y diseñar la nueva sociedad… a partir de las categorías necesarias y métodos determinados: eso va desde la alfabetización hasta las sesiones universitarias que nos invitan a escuchar y responder el reclamo de la realidad. Más importante, diría Freire, el proceso de concientización nos permite descubrir y transformar el opresor que todos y todas llevamos dentro. Es este opresor el que a veces nos drena la reserva moral que estamos invitados a ser y que nubla nuestra disposición para que el sistema de actores diga su propia palabra.