Las estrategias de noviolencia, históricamente han sido fundamentales para lograr transformación social y política. Desde movimientos en la India liderados por Gandhi, que mostraron el poder que tiene la desobediencia civil frente a la colonia británica (Bodurant,1988). Pasando por esfuerzo en Chile durante el régimen de Pinochet, donde las manifestaciones pacíficas y las protestas masivas debilitaron de manera progresiva el régimen o casos como en El Salvador durante la huelga de brazos caídos de 1944 (Sharp,1990). Todas estas luchas han sido por causas justas, sin embargo, estos esfuerzos colectivos no siempre han logrado generar cambios duraderos cuando están frente a estructuras sociales, políticas y económicas que perpetúan condiciones desiguales.
La noviolencia no debe ser solamente entendida como un principio ético o una práctica, en términos de Sharp (1990), es una técnica activa de lucha, basada en que cualquier sistema de poder es interdependiente, si un grupo de personas no quiere cooperar, obedecer o prestar ayuda, su adversario pierde el poder. En la búsqueda del desarrollo territorial, la efectividad de ejercitar la noviolencia depende mucho más que voluntad individual, aplicación de técnicas, sino también requiere de cambios en las estructuras para que los esfuerzos permanezcan.
Los conflictos violentos, en su mayoría ocurren en países del sur global, Gilligan (2000) plantea que una de las formas de predecir las tasas de homicidios a nivel mundial es el tamaño de la brecha en el ingreso y la riqueza entre ricos y pobres; Por ello es fundamental pensar en un enfoque que busque ayudar al desarrollo territorial, no solamente centrado en lo económico, sino también que busque parar los conflictos violentos. Para explicar lo desafíos que conlleva la noviolencia y el desarrollo territorial, es necesario definir qué es la violencia.
Rosenberg (2003) sostiene que “detrás de todo acto violento hay una necesidad insatisfecha”, resalta a las necesidades humanas insatisfechas en el centro de los conflictos, donde la violencia emerge cuando los individuos o colectivos no encuentran canales legítimos para expresarlas o satisfacerlas. Galtung (1995) Plantea la violencia como todo aquello que dificulte el pleno desarrollo de las potencialidades humanas posibles. Por otro lado, Gilligan (2000) considerando la perspectiva de salud pública: la violencia es un comportamiento, que surge como respuesta a la “humillación abrumadora” identificándola como una causa que hace que los individuos actúen con violencia; que esto puede ser desde elementos internos como vergüenza, sentimiento de inferioridad, pero también plantea que está relacionado a sistemas sociales y económicos.
En términos de Adams (2017), considera lo ya definido por la Organización Mundial de la Salud como el “uso intencional de fuerza o el poder, ya sea real o como amenaza, contra uno mismo, otra personas o una comunidad, que resulta o tiene alta probabilidad de resultar en lesiones, muerte, daño psicológico, mal desarrollo o privaciones”; adicionalmente explica que la violencia frecuentemente es abordad desde problemas aislados y no como un fenómeno sistémico e integral que funciona en cierta medida como una enfermedad que se contagia, con posible transmisión en diferentes ámbitos.
Solano (2005) explica que la violencia no es una casualidad de los sistemas sociales, sino es condicionante estructural propia del sistema económico capitalista, que se retroalimenta de violencia estructural reproduciendo exclusión, desigualdad y explotación. Estas formas de violencia estructural se ven manifestadas en los empleos precarios, acumulación, concentración de la riqueza y degradación ambiental, como en la normalización de relaciones de poder que dificultan el pleno desarrollo de las capacidades humanas.
En ese sentido los distintos autores plantean las respuestas violentas como un efecto de elementos internos (propios de los individuos) y externos (sociales y económicos), que debe ser resuelta por distintos métodos que no sea la violencia misma, sino otros mecanismos en los que los individuos dejen de contagiarse a entre ellos, además de limpiar, desinfectar y prevenir dentro de las paredes de las estructuras sociales, económicas y culturales, es decir cambiar el entorno en el que nos desarrollamos.
Este ensayo explorará las acciones noviolentas junto el paradigma de anidación, resaltando que para que las acciones pacíficas contribuyan de manera efectiva a sociedades más justas y equitativas, es necesario transformar las estructuras o subsistemas que perpetúan condiciones de desigualdad y que inhiben la participación ciudadana. Sin una transformación de estos sistemas de poder y su conjunto de normas sociales, los esfuerzos aislados en los territorios caen en el riesgo de quedar inutilizados o no ser suficientes. A través del análisis de teorías, se argumentará que la noviolencia requiere compromiso ético de los individuos como el intento de cambio en los subsistemas más inmediato de los individuos que permitan que estos actos tengan un impacto real, sostenible y capaz de promover un desarrollo integral.
Las acciones noviolentas como mecanismos efectivos para cambiar el poder de bando
Las luchas noviolentas se basan en reconocer que el poder de cualquier autoridad está sostenido por el consentimiento y cooperación de quienes le siguen (pueblo, trabajadores, comunidades, individuos). Por lo tanto, cuando ese consentimiento o cooperación se retira, reduce o quitan los seguidores, poblaciones, subalternos o similares pueden controlar la situación (Sharp,1990). Cuando, las grandes mayorías reconocen que también tienen poder desde lo colectivo, surge la oportunidad de tomar acciones que les sean beneficiosas y poderse hacer escuchar, pero la forma en la que es posible hacerse escuchar es importante, si bien se puede recurrir acciones violentas, es donde la postura de la noviolencia resulta útil, poco practicada, pero a largo plazo con mayores beneficios
Dentro de las figuras autoritarias o de rangos superiores existen “fuentes de poder”, las cuales son dadas también por los individuos que obedecen, entre algunas de las fuentes que menciona Sharp (1990) se encuentra la autoridad como si fuese un derecho a ser obedecido; recursos humanos, relacionado a las personas que siguen y cooperan entre sí y para el fin de la autoridad; Sanciones esta busca castigar la desobediencia, que esta misma también depende de la cooperación de otros individuos que pertenecen a subsistema para que pueda aplicarse.
Al reflexionar sobre todas las fuentes mencionadas anteriormente dependen directamente de que las poblaciones, seguidores, el pueblo mismo cede la obediencia, por lo que nos damos cuenta que el poder de la figura de autoridad es frágil, aunque sus formas de ejercer poder no lo sean, ya que por lo general cualquier intento o indicios de “rebeldía” vendrá acompañado de represión o castigo.
Comprendiendo los subsistemas y su relación con la noviolencia
En sociedades profundamente desiguales, los esfuerzos individuales tienden a ser absorbidos por sistemas que reproducen violencia. Una persona puede practicar la noviolencia, pero si vive en un territorio marginado donde la exclusión y la represión son constantes, su aporte corre el riesgo de invisibilizarse o incluso de ser reprimido. Por ello, aunque el cambio interno es indispensable, resulta insuficiente si no encuentra soporte en cambios estructurales más amplios.
Dugan, desarrolla un marco de referencia en relación a los problemas sistémicos que originan problemas a niveles personales llamado el “Paradigma anidado”, este modelo nace para más que resolver conflictos sea una teoría que ayude a buscar la paz (Lederach,1994). El Paradigma anidado explica que los conflictos se desarrollan en distintos niveles como un nido, partiendo desde lo más visible, como caso hipotético de familias dentro de una comunidad de discuten con productores de camarón por el consumo de agua de pozos de agua dulce donde se infiltran la salinidad degradando cada vez más el agua dulce disponible. El problema se anida en las relaciones marcadas por hechos históricos entre la comunidad y productores, quienes tienen mayor poder en sentido económico. Estas relaciones están insertas en el subsistema de instituciones locales que pueden ser juntas de agua, municipalidades, lo que reduce la oportunidad de gestionar de forma equitativa el recurso hídrico, Finalmente este subsistema está dentro de un sistema que puede ser económico que prioriza la acuicultura de exportación y consumo de camarones por encima del consumo humano. Esto refleja cómo las estructuras económicas y políticas refuerzan y perpetúan que los habitantes de la comunidad no tengan el mismo acceso al agua que los productores.
Este caso hipotético, ayuda a reflexionar sobre que no es únicamente el acuerdo entre los productores y la comunidad lo que hay que solucionar, también es necesario transformar las relaciones y a su vez el sistema más inmediato tiene la posibilidad de efectuar cambios en los que el acceso al recurso pueda ser para las poblaciones y tomar acciones dentro de las estructuras más amplias.
Cuando se complementan las teorías de Sharp (1990) sobre la acción no violenta y Dugan, (cómo se citó en Lederach,1994) con el paradigma anidado es posible ver que, aunque son perspectivas distintas pueden coincidir sobre posturas para la transformación de conflictos, muy útil en la transformación de los territorios. El enfoque de Sharp destaca sobre los esfuerzos individuales y colectivos de resistencia pacífica son efectivos en la medida que logran incidir en las estructuras que perpetúan y sostienen la violencia y las injusticias, en paralelo a esto el paradigma anidado de Dugan introduce la óptica de relaciones y sistema de los conflictos, donde reconoce que los problemas visibles son síntomas de lo que ocurre en los subsistemas y en los sistemas sociales más amplios.
Desde estos enfoques, los conflictos no deben de comprenderse ni resolverse desde un solo nivel, puesto que están anidados entre sí por medio de estructuras sociales, políticas, económicas que reproducen, promueven y perpetúan. Cuando los asuntos teóricos mencionados anteriormente se usan de forma complementaria, se observa que la no violencia va a estar enfocada en transformación estructural, por medio de acciones estratégicas colectivas, encuentran un punto de articulación con el paradigma anidado que ayuda a ubicar dónde y cómo las acciones pueden tener un mayor y mejor impacto. Por ejemplo, cuando Sharp resalta la importancia de retirar la cooperación ya que forma parte del poder del opresor, Dugan nos da una forma de entender estas estrategias puede tener efectos no solo en los asuntos inmediatos que se quieren resolver sino también en las relaciones sociales, y en las instituciones dentro de los subsistemas que están conformadas y si es posible en el sistema más amplio.
En este sentido, la relación entre noviolencia y el paradigma anidado no debe ser limitado a un marco teórico, sino que es una oportunidad para abordar los conflictos que emergen de los territorios. Actuar de manera inmediata en los problemas visibles, puede ayudar, pero si no se atienden las dinámicas de relación o las instituciones inmediatas que los sostienen, las acciones pacíficas pueden quedarse en expresiones simbólicas. Esto lleva a poner en práctica la noviolencia, no como un fin de en sí mismo, sino como una manera en la que se puedan abrir espacios de participación y construcción donde los territorios y sus actos sean gestionados de formas más inclusivas
Conclusiones:
Los marcos teóricos planteados, permiten juntar dos perspectivas fundamentales: por un lado, la capacidad de los individuos y comunidades de ejercer resistencia pacífica; y por otro, la transformación de los entornos institucionales y sociales que determinan si esas acciones pueden convertirse en palanca para el desarrollo territorial. El aporte en su conjunto puede ofrecer una visión más completa sobre cómo la no violencia puede trascender a solventar los problemas inmediatos.
La práctica de la noviolencia en El Salvador debe reflexionarse en niveles, por un lado, el trabajo importante de lo individual, autoconciencia, gestión de emociones y prevalecer las prácticas cotidianas de conversación donde no existan actos de violencia. Por otro, lo estructural, la transformación de subsistemas que reproducen exclusión y desigualdad. Sin este doble movimiento, los esfuerzos personales corren el riesgo de ser absorbidos.
La violencia, más que ser vista como un fenómeno inevitable, es necesario comprender que es el reflejo de una construcción social. Su permanencia en las relaciones sociales, comunitarias e individuales no solo debilita los tejidos de los sistemas, sino que también impide pensar en otras posibilidades de desarrollo. Por ello, no solo es necesario contenerla, sino dejarla de ver como algo que es normal, y así mismo, cuestionar lo que la sostiene y la vuelve cotidiana dentro de las relaciones sociales, políticas y económicas. La violencia es retroalimentada de la desigualdad, por las mismas respuestas violentas y del silencio de las grandes mayorías, por eso frenarla requiere reconocer que los actores que conforman los territorios pueden ser laboratorios de aprendizaje colectivo, donde la participación, la justicia, la dignidad, puedan funcionar como anticuerpos frente algunas exclusiones. Reconocer que la violencia como algo colectivo, más que como un problema individual, puede ser la primera intención para construir relaciones y acciones basadas en la noviolencia.
Referencias
Adams, T. (2007) Chronic violence and human development, (traducción), pp. 79-81
Bondurant, J. V. (1988). Conquest of violence: The Gandhian philosophy of conflict. Berkeley: University of California Press.
Galtung, J. (1995) Investigaciones teóricas. Sociedad y cultura contemporáneas, Editorial Tecnos, Madrid.
Gilligan, J. (2000) La violencia desde la perspectiva de la salud pública y la medicina preventiva. Lancet. May 20;355(9217):1802-4. doi: 10.1016/S0140-6736(00)02307-2
Lederach, J. P. (1994). Building peace: Sustainable reconciliation in divided societies. Washington, DC: United States Institute of Peace Press. (Traducción Luis Monterrosa De lo sustantivo a los sistemas).
Rosenberg, M. B. (2003). Nonviolent Communication: A Language of Life (2nd ed.). PuddleDancer Press
Sharp, G. (1990). La lucha política noviolenta. Boston: Albert Einstein Institution
Solano, M. A. (2005). Capitalismo y violencia. Revista InterSedes, 6(10), 1–27. Universidad de Costa Rica.