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Lo rural y lo urbano, centro y periferia

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19/10/2020
Luis Antonio Monterrosa. Docente de la Maestría en Desarrollo Territorial.  

Créditos de foto: María A. Urquilla

En más de una ocasión he levantado la sospecha de si estaremos comprendiendo bien lo que queremos indicar cuando hablamos de “lo rural” como mundo y lo que esto significa en expresiones como “desarrollo rural” o “dinámica rural”. Y aunque puedo preciarme de cierta experiencia vital rural – por diversas razones – soy más bien ignorante de la comprensión técnica de ese mundo. Muy recientemente en una discusión entre colegas a propósito de un trabajo de investigación de tesis de un alumno de la MDT, emergió nuevamente el asunto y colocábamos la discusión de lo rural – urbana en el horizonte del centro-periferia.

Lo rural normalmente lo vinculamos a la naturaleza y la actividad agrícola y campesina. Además de esta vinculación con la naturaleza otros añaden además un dato cuantitativo de densidad poblacional. En contraste con el mundo urbano, más vinculado al concreto y la máquina que a la naturaleza y con una densidad poblacional alta, el mundo rural tendería a tener menos población por kilómetro cuadrado. Más allá de eso, el ponente en su avance de investigación relataba la visión que se tiene sobre lo rural y su mundo: la gente puede ser más cálida, se mantienen ciertas costumbres de cordialidad, si bien la vida puede ser “más precaria”, es más sencilla en diversos órdenes como la alimentación, el vestido, etc. Todo esto sonaba a “mundo rural”, pero también venían a mi mente imágenes de comunidades “sub-urbanas” que podían tener el mismo perfil, con la diferencia que cualitativamente la vinculación con la naturaleza, si bien se mantiene, es menor con respecto al campo estrictamente.

Así por ejemplo, lugares como San Antonio Los Ranchos o Guarjila en Chalatenango, guardan cierta similitud como la Dolores Medina en Ciudad Delgado o San Martín Privado en La Chacra en San Salvador. Sin duda, estamos acostumbrados a pensar Guarjila como rural y cualquier porción de Ciudad Delgado como urbano. Pero, si bien hay “más naturaleza” en Guarjila – veo un ternero por ahí, una mata de huerta, o niña Fina que recoge mora en su patio para hacer una sopa – también es cierto que los chicos andan celulares, la tienda de don Juan ahora es un minisúper, se oye música de CNCO y desde que asfaltaron la calle hasta Chalate, pues uno llega menos polveado en verano o menos enlodado en invierno. Y por supuesto, puedo encontrar en las áreas urbanas comunitarias la gente que palmea para echar sus tortillas, o a Justiniano que todavía hace milpa aunque tenga que caminar más y sembrar en ladera.

Por tanto, a mi modo de ver la diferenciación entre lo rural y urbano, al menos en el sentido clásico, tiene menos sentido a menos, claro está que definamos el criterio de “vinculado a la producción agropecuaria” si bien incluso el concepto e imaginario de campesino, normalmente vinculado a esa actividad productiva, también ha cambiado. Sin embargo, no es del todo sostenible si, por ejemplo, pensamos en actividades económicas como “turismo rural”. Este podría ser otro criterio: el vínculo con la Naturaleza… si partimos del hecho que, en el caso de El Salvador, territorio virgen ya no hay, es relativamente complicado pensar qué sería esto de “contacto con la naturaleza”. Las antiguas fincas cafetaleras – Juayúa o Ataco por ejemplo – podrían clasificar en este punto, pero también comunidades de La Chacra o Ciudad Delgado por el contacto con el río Acelhuate y la producción de hortalizas en su vera, todo lo degradado ambiental que se quiera, pero con “contacto con la naturaleza”.

De modo que quizá puede ser útil recuperar aquella categoría medio olvidado de periferia. La sociología de la Dependencia y la Teología de la Liberación supieron utilizar categoría no sólo para destacar una situación de desigualdad y opresión – piénsese en “Dialéctica del subdesarrollo” de F. Hinkelammert o el clásico de la teoría de la dependencia de Cardoso-Faletto – sino también para indicar criterio soteriológico y de liberación, criterio dado precisamente por el valor de “la fe en la periferia del mundo” (L. Boff) o lugar de donde aparece la verdad (I. Ellacuría).

Pueda que sea fecundo. Démosle taller.

Universidad Centroamericana José Simeón Cañas
Maestría en Desarrollo Territorial
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