La autora es directora de la Maestría en Desarrollo Territorial
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Es evidente que la migración de compatriotas fuera de las fronteras del país se ha convertido en un fenómeno que se encuentra presente en nuestra vida cotidiana, y asumirlo lleva a caer en la cuenta, sin necesidad de mayor análisis, que la migración genera transformaciones importantes en los lugares donde vivimos. Lo anterior lleva a afirmar que este fenómeno, más allá del impacto que tiene a nivel nacional, tiene un impacto quizás más profundo a nivel territorial. Y es que la gente que emigra sale de algún lugar: de un departamento, municipio, cantón, caserío, barrio, colonia, comunidad, asentamiento……y luego las remesas llegan a esos lugares y son utilizadas para distintas cosas según las necesidades y deseos de las familias donde llegan; y las personas retornadas vuelven a los lugares de donde salieron. A este momento se habla de más de 1.5 millones de salvadoreños/as viviendo fuera del país, la mayoría en Estados Unidos. En cuanto a las remesas, se estima que para el 2018 eran de $5,469 millones de dólares, monto que representa el 92.7% de las exportaciones de ese año. Por otra parte, las personas retornadas en el 2017 eran más de 26,000. Todo lo anterior son cifras a nivel de país, pero lo qué más interesa a quienes trabajamos bajo el marco del desarrollo territorial es ¿cómo se visualizan estos fenómenos a nivel de los espacios subnacionales que conforman El Salvador?[1] Como no existe información actualizada sobre personas migrantes a nivel municipal, se tomará el dato de personas retornadas asumiento el criterio que las personas regresan al lugar de donde salieron. Así se tiene que los tres municipios con el mayor número de personas retornadas son San Miguel (1,319), San Salvador (1,179) y Santa Ana (998); esto en principio rompe con la idea que son sólo los municipios del oriente del país los mayores “expulsores” de población; pero todavía hay otro indicador que complejiza el entendimiento del fenómeno migratorio, y es la tasa de personas retornadas por cada 10,000 habitantes, la cual para el 2017 era de 402.1. Revisando la información que se tiene para ese mismo año, se observa que los tres municipios con la mayor tasa de personas retornadas son: Nueva Trinidad (2,072), Las Vueltas (1,949) y Arambala (1,662). ¿Se imaginan lo que significa para estos municipios que son de los más pequeños del país, una tasa de personas retornadas de esas dimensiones?. Por lo que algunas preguntas que surgen de lo anterior son: ¿Cómo se viven estas dinámicas en los territorios, en cuanto al ingreso de personas retornadas? ¿Cómo reciben a estar personas sus familias y la comunidad? ¿Cómo se articulan las personas retornadas a dinámicas integradoras, si es que existen? ¿Cómo afecta ésto la gestión de los gobiernos locales? Y para finalizar esta primera mirada a las migraciones desde los territorios, hay otro elemento a considerar, y es la llegada de las remesas a los mismos; su impacto es quizás más visible a nivel territorial, principalmente en la construcción de viviendas y en la dinámica comercial que se genera en los lugares receptores de remesas. Y obviamente que los impactos son diferenciados en función del lugar donde llegan y del monto de las mismas. Por lo tanto cabe preguntarse ¿Cuales son las dinámicas territoriales que generan las remesas cuando llegan a municipios como Soyapango o La Unión?, en el entendido que las remesas en ambos están en rango de entre $86.7 – $179.2 millones de dólares; ¿Es posible que a partir de la entrada de remesas se estén generando desigualdades intraterritoriales, y qué impacto tiene esto para la cohesión territorial? Todas las preguntas planteadas intentan aproximarse a entender la relación entre migración y territorio, por lo que hay mucho que hacer todavía en cuanto a investigación y análisis territorial. [1] La información que se presenta proviene de IOM-OIM El Salvador. Cifras oficiales de retorno. Enero-diciembre 2017. y REDIBACEN https://www.bcr.gob.sv/bcrsite/uploaded/content/category/1729105615.pdf Imágenes
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